sábado, 31 de diciembre de 2011

INTERNET-FOBIA



¡Vaya! Parece que la "ley Sinde" vuelve a estar "en el candelabro". Es como Rasputín, o como Robert De Niro en El cabo del miedo. Te crees que está muerta y de repente... ¡¡zas!!

Ya dije en su día todo lo que me apetecía decir sobre ese tema.

Esta mini-entrada (pretendo que sea corta) podría considerarse una especie de epílogo de la anterior.

Hoy me he vuelto a tropezar con ese reportaje en el que nos explican que los dueños de "Series Yonkis" facturan un pastón en publicidad. Para mí, ésa es la demostración de que en internet se puede hacer negocio.

En mi anterior entrada sobre el tema intenté defender el argumento de que la gente estaría dispuesta a pagar por los contenidos en internet si:

a) Hiciésemos un lavado de cara al audiovisual de nuestro país.

b) Las descargas legales tuviesen precios razonables y acceder a ellas fuese más fácil que acceder a la alternativa ilegal.

Pero ejemplos como el de Series Yonkis sugieren que se podría ir incluso más lejos. Que al menos parte del audiovisual podría sostenerse sin necesidad de pagar por ello.

Imaginadlo: Un "Series Yonkis" legal, en el que los ingresos publicitarios sirviesen para pagar a los autores de los contenidos, etc.

Entonces, ¿por qué se ponen tantas trabas a esa clase de iniciativas?

Sé que conozco pocos datos sobre el tema y se me pueden escapar un millón de factores, pero a veces tengo la sensación de que la mayoría de los que manejan el audiovisual tienen miedo de admitir que se puede ganar dinero en internet. Prefieren fomentar esa imagen de la red como templo de la anarquía, la delincuencia, el pirateo. Una versión virtual del Los Ángeles 2013 de John Carpenter.

Porque cuando nos demos cuenta de que el audiovisual en internet es sostenible, incluso lucrativo... descubriremos también que los intermediarios sobran. Distribuidoras, exhibidoras, cadenas de televisión... Todos ellos empiezan a oler a chatarra obsoleta. A cadáver de dinosaurio. O mutan o mueren. Llevan varios años viviendo de prestado.

Recuerda a eso que cuentan sobre las grandes compañías petroleras, que sabotean lo de las energías renovables para que no les arruinen el chiringuito.

Pero amigos... todo parece indicar que se está terminando el petróleo.

viernes, 30 de diciembre de 2011

EL MOMENTO DE DESACTIVAR LA BOMBA


Creo que en este país hay muy buenos equipos de guionistas. Yo estoy acostumbrado a coincidir con gente cuyo talento no tiene nada que envidiar al de los "genios" de Yankilandia o Inglaterra. Gente con ideas brillantes, ingenio afilado, metodología digna de imitar... y una capacidad de trabajo diseñada para desmentir cualquier tópico de mierda que puedan esgrimir los franceses o los ingleses contra España.

Se han invertido muchas letras en intentar dilucidar por qué, teniendo guionistas tan brillantes en este país, el resultado final de ciertos guiones deja tanto que desear. Y es lógico que se escriba tanto sobre ello, porque hay muchos, muchísimos factores a tener en cuenta.

Es como el juego del teléfono. Los guionistas susurran un mensaje coherente, pero cuando llega a las pantallas ha sufrido un centenar de distorsiones, manipulaciones, tergiversaciones, falta_de_cojones...

Y entre las múltiples razones por las cuáles - en mi opinión - nuestro trabajo guionístico no luce como merece, existe una que me obsesiona especialmente. Llevo tiempo sin sufrirla en mis propias carnes, pero algunas cosas leídas hoy en internet me la han resucitado en la memoria.

Me refiero a:

LAS DECISIONES DE ÚLTIMA HORA.

Es algo que quizá no ocurra en todas partes. Sé que hay sitios en los que optan por explotar a los trabajadores 24 horas al día y 7 días a las semana. Pero basándome en mi experiencia personal, lo que os quiero contar es un clásico. Es el "ciudadano Kane" de las masturbaciones de despacho:

Un equipo de guionistas invierte unas cuantas horas y un montonazo de neuronas en parir algo medianamente ingenioso, coherente. Un "algo" con vocación de innovar (en la medida de lo posible)

Te vas a casa con sensación de haber hecho un trabajo bien hecho. Pero mientras tú te marchas de la oficina y desconectas hasta el día siguiente, el jefe del equipo se queda allí, solo ante el peligro, defendiendo todo ese curro que habéis hecho entre todos a lo largo de la jornada. Es entonces cuando dos, o tres, o cuatro (o veinte) personas que no han estado presentes durante el proceso empiezan a opinar a la ligera sobre esto, sobre aquello y sobre lo de más allá. Toman decisiones tan temerarias como las del tipo que aprieta el botón rojo sin haber mirado primero a los niños de Hiroshima cara a cara.

Y te dicen: "este chiste es bueno, pero a mí no me hace gracia", o "aquí mencionáis a Naranjito y en nuestra franja publicitaria hay anuncios de Orange que es de color Naranja", o (noticia de última hora): "Yonki Matamoros ha muerto por sobredosis de cocaína, así que hay que cambiar esta secuencia de la nieve por otra cosa."

Decisiones de última hora.

Decisiones que le llueven al jefe del equipo cuando todos los demás nos hemos marchado a casa. Eso que la sabiduría popular conoce como "un puto marronazo". De repente, una sola persona - o dos en el mejor de los casos - tiene que reescribir en cuestión de minutos - y sin remilgos - lo que seis o siete personas han tardado horas en edificar de una manera casi científica.

El resultado suele ser más flojo de lo que debiera, y endeble. Aquello que pretendía innovar termina convirtiéndose en "la misma mierda de siempre". Y no es culpa de esas personas que coordinan. Esas personas - en contra de lo que se cree - han llegado hasta ahí porque tienen talento y capacidad de reacción. Saben hacer bien su trabajo. Pero tras haberles tenido andando en círculos durante todo un día, no puedes exigirles que descubran la cura del cáncer justo antes de cenar, sobre la marcha.

Es como en las pelis de acción, cuando queda menos de un minuto para que la bomba estalle. ¿¡Qué cable hay que cortar!? ¿¡El rojo o el azul!? ¡¡El rojo!! ¡¡El azul!! ¡¡EL ROJO!! ¡¡EL AZUL!! Da igual si has estudiado siete años para aprobar el examen de artificiero. No importa si tu intención es marcar "un antes y un después" en el arte de desactivar los explosivos. Esto es el "sálvese quien pueda". O cortas el puto cable rojo, o cortas el puto cable azul. No hay más opciones. Si la bomba no estalla, nos colgaremos la medalla. Y si la bomba estalla, es culpa tuya.

Las decisiones de última hora.

Regresar al día siguiente, medianamente satisfecho porque has dejado un potaje aceptable cociéndose a fuego lento... y descubrir que el puto cliente tenía antojo de escalope con papas. Descubrir a posteriori que el chef para el que trabajas ha tenido que arrojar el potaje a la basura y se ha puesto a empanar los trozos de carne más baratos de la despensa. A regañadientes.

¿Y cómo coño se le pone solución a eso? ¿Impidiendo que no tome decisiones sobre el resultado final ningún capullo que no haya estado presente durante el proceso de escritura? ¿Suprimiendo los derechos humanos de los guionistas para aumentar su jornada laboral a 24 horas?

O, más importante todavía: ¿De verdad merece la pena poner solución a eso, o sólo lo acusamos los cinco o seis tarados que nos dedicamos a esto?

jueves, 29 de diciembre de 2011

HE COMETIDO UN DOBLE ASESINATO


Me llamo Juanjo, y soy un asesino.

Estoy trabajando en una nueva novela. Lo hago en mis escasos ratos libres (una práctica que le recomiendo a Lucía Etxebarría si sus novelas no le permiten llegar a fin de mes. No es lo ideal pero, coño, si te gusta escribir, es lo que hay)

Anoche decidí cargarme dos personajes de la novela. Así, por las buenas.

No eran dos personajes cualesquiera. De hecho, fueron dos de los primeros en llegar a mi cabeza. Gran parte de la trama cobró forma para adaptarse a ellos, y en terreno abonado por ellos. Si me hubiéseis preguntado hace cuatro meses, os habría dicho que esos dos eran, en gran medida, el alma de la historia.

Y me los he cargado.

A los dos a la vez, porque se complementaban. No podían concebirse el uno sin el otro.

Ocurre a menudo en la construcción de historias. Los ingredientes que más nos ilusionan, los que nos han motivado a elegir tal historia en vez de tal otra... dejan de tener sentido en algún momento del proceso.

Supongo que es lógico. Los andamios son muy útiles para levantar el edificio pero, en un momento dado, hay que quitarlos. ¿Y qué ocurre cuando llevas meses sin darte cuenta de que lo que tenías entre manos no era más que un simple andamio? ¿Y si le has cogido cariño?

Me gusta como definición de escritor: Un tío enamorado de un andamio.

Pero un andamio al que le has puesto nombre y apellidos. Y le has pensado gustos, y manías, y le has comprado vestiditos.

Mira, es otra buena definición de escritor: Un gilipollas.

Porque hay que desmitificar un poco el oficio de escritor. De esa manera, quizá llegue el día en que los que nos dedicamos a juntar letras podamos decir "soy escritor" sin sentirnos como el polizón de un barco.

Escritor: Dícese de gilipollas que asesinamos a traición, y a sangre fría. "Con premeditación, alevosía y más pena que gloria", que diría Sabina.

Ahora la trama de la novela funciona mejor. Creo que es más ligera. Más compacta.

Adiós, Clara. Adiós, Emilio. Descansad en paz. Ahora toca desmembraros e intentar encajar vuestros mejores pedazos en los personajes supervivientes. Tras algunos intentos infructuosos, me rendiré y admitiré que mis ideas favoritas no tienen cabida en la novela. Tendré que ponerlas a fermentar en el contenedor de reciclaje. ¿Quién sabe? Quizá en el próximo libro...

Cuanto más "oficio" se le va contagiando a uno, más nazi se vuelve para estas cosas. Hay algo de militar en algunas partes del proceso . Sacrificar a unos cuantos en pro del bien común.

Y digo yo que este tipo de asesinatos deben dejar secuelas en los asesin... digo en los escritores. Nos pasamos los días eliminando a seres que hemos creado nosotros. Apuñalamos a gente imaginaria, sí, pero gente que es reflejo de alguna faceta de nosotros mismos.

Eso es lo que hacemos sin darnos ni cuenta. Asesinarnos a nosotros mismos. Trozo a trozo. Por fascículos.

Mutilarnos por dentro.

Tenemos una guerra civil en la cabeza.

Tenemos un cementerio en la cabeza.

¿Quién sabe? Quizá cuando llegue el día del Juicio Final, todos esos personajes muertos saldrán de sus tumbas y nos pedirán explicaciones.

martes, 27 de diciembre de 2011

LA MEJOR DEFENSA ES... ¿UN BUEN DIÁLOGO?


Algunos lo sabréis, y otros muchos no: Dentro de unos meses publico una novela con Editorial Eutelequia.

Y aunque la criatura no se haya presentado aún en sociedad, César del Álamo ya ha escrito un muy buen guión de largometraje basado en ella. Un guión que pretendemos pulir en los próximos meses para intentar convertirlo en - crucemos los dedos - una película de César del Álamo basada en la novela.

Se ha escrito mucha mierda jugosa sobre el proceso de traducir el lenguaje de la Literatura al código cinematográfico, pero a mí, en este caso concreto, me ha impactado especialmente un tema del que no se ha hablado tanto:

Los putos diálogos.

A muchos os parecerá obvio lo que voy a decir, pero lo obvio suele ser, con frecuencia, lo que más fácilmente pasamos por alto.

¡Vale!, voy al grano:

Leo algunas secuencias del guión... y los diálogos están prácticamente calcados de la novela. ¡Oh, ese guión es tan fiel a mi obra! ¡Debería sentirme más que satisfecho!

Pues... NO.

Resulta que muchos diálogos que - en mi opinión - funcionan en la novela, no funcionan igual de bien en un guión de cine.

Y no estoy criticando el trabajo de César. Su versión es un primer borrador que adapta la historia al formato cinematográfico de manera impecable. Incluso la mejora en algún que otro aspecto.

Pero de repente advierto que la forma de hablar de un personaje de novela no tiene por qué funcionar en una obra audiovisual.

¿Por qué?

Puede deberse en parte a que el lector de libros está educado - domesticado incluso - para aceptar ciertos artificios. A ningún niño le gusta el kaviar a menos que le entrenes el paladar a hostias. Convenciones establecidas. Reglas del juego, y tal.

Pero no es sólo eso.

De hecho, es muy normal que escribamos un diálogo en un guión y nos parezca de puta madre así, sobre el papel. Sin embargo, cuando escuchamos esas líneas en boca del actor, nos llevamos las manos a la cabeza. Intentamos tranquilizar nuestra conciencia con un: "Vaya mierda de actor, ¡me ha destrozado el texto!" Y a veces es verdad, pero no siempre.

Si tenéis amigos actores, habréis notado que su frase más recurrente - además de "He vuelto a pagar 400 euros por un curso que no sirve para nada" y "Esta casa tiene muy mal Feng Shui" - es la de:

"Es imposible defender este diálogo."

Y creo que es cierto. Hay diálogos muy fáciles de asimilar en el papel, pero muy difíciles de pronunciar a la hora de la verdad. Como el Necronomicón de Evil Dead, que no hace daño a nadie con sus paginitas mudas, pero cuando alguien lee cualquier párrafo en voz alta, la lía parda.

En algunos casos, la culpa se puede atribuir a nuestra afición a devorar las pelis yankies DOBLADAS, como ya comenté en su día.

PERO HAY ALGO MÁS: Creo que el meollo de la cuestión está en la propia esencia de la comunicación escrita. La actitud con la que accede un lector al discurso literario es muy distinta a la actitud pasiva con la que un espectador recibe el discurso audiovisual. En su día opiné sobre cómo ello afecta a la estructura de la trama. Hoy me apetece hablar sobre cómo afecta a los diálogos.

Da igual si hablamos de un poema, un guión o una novela. Hay un factor que las iguala a todas, algo que subyace, que condiciona todo lo demás:

EL RITMO.

Somos seres musicales. No nos damos ni cuenta, pero rendimos culto a partituras invisibles. Tenemos un metrónomo en las tripas. La música es la vaselina que utilizan para meternos la mercancía por el culo. Quien se dedique a la comedia lo sabe por experiencia: A veces un mismo chiste funciona mejor o peor no por su contenido, sino por una simple cuestión de métrica.

Es esa música que subyace por debajo de la información la que hace que una frase nos impacte como un puñetazo o nos acune como una nana.

Y claro, el concepto de ritmo implica, por definición, que hay que distribuir los conceptos EN EL TIEMPO.

Ahí es donde los caminos del guión y la novela se bifurcan. Porque el guión, al igual que el teatro, no deja de ser una partitura destinada a ser representada en el mundo real; éste en el que, al parecer, todos compartimos una misma percepción del tiempo.

Pero el mundo de "lo leído" es diferente. Los cerebros son islas. El interior de nuestras cabezas no entiende de tiempo. El "tiempo objetivo" es un esperanto que hemos decidido homologar para poder entendernos los unos a los otros. En la intimidad de nuestro cráneo, sin embargo, podemos fabricar nuestros propios ritmos e interpretar la partitura a nuestro gusto. Cada diálogo se despliega ante nosotros ofreciéndonos un buffet libre de posibilidades. Y en nuestra cabeza sonará más lento o más deprisa dependiendo de en qué cultura nos hayamos educado, o del nivel de estrés con que nos pille la lectura, o de si estamos leyendo porobligación o por placer.

Por eso - entre otras cosas - creo que las dictaduras del ritmo son más férreas en una obra audiovisual que en una obra "literaria". ¿Os convence mi argumento?

A mí no...

Bueno, a una parte de mí sí. Claro... Pero otra parte de mí sigue garrapateando partituras como un gilipollas. Otra parte de mí sigue escribiendo las novelas como si alguien tuviese que leerlas en voz alta.

domingo, 25 de diciembre de 2011

CHIMPANCÉS QUE TECLEAN


La foto que encabeza estas palabras es del nuevo blog de Alby Ojeda. Un blog que ya se echaba de menos en el cyberespacio, y que a partir de ahora encontraréis en los enlaces de la barra lateral:

Skip Intro.

Porque tiene la osadía de centrarse en un terreno inexplorado: Guión de videojuegos. Sí. Lo han oído bien. GUIÓN (de videojuegos). ¡Seguidlo de cerca y seréis mucho más felices!

Le he tomado prestada la foto del chimpancé porque, además de apetecerme publicitar esa iniciativa, el concepto del chimpancé tecleando me viene de perlas para ilustrar lo que quiero contar hoy.

Es bien sabido que los que tenemos la suerte de vivir - o sobrevivir - de la escritura tendemos al victimismo fácil. Todo nos parece injusto, nunca nos sentimos lo suficientemente valorados. Ensalzamos la importancia de nuestro trabajo sin que nadie nos lo haya pedido, siempre de forma agresiva, caústica, como "a la defensiva".

Yo, por mi parte, intento no caer en esa dinámica. Por mucha mierda que haya que tragar en esto de la escritura, trato de recordarme a mí mismo que al menos me pagan (poco) por dedicarme a lo que más me gusta. Y seamos sinceros: Escribir es más llevadero que cargar cajas de pescado en un muelle o sacos de cemento en una obra o fusiles en Afganistán.

Sólo se me ocurre algo realmente "duro" inherente al proceso de escribir: La carga emocional que uno tiende a volcar en lo que hace. Escribir es como traer un hijo al mundo y luego observar cómo lo arrastran por el fango o cómo es devorado por alimañas carroñeras. Y esto es especialmente jodido cuando hablamos de escritura de guión. En esos casos, la criatura suele acabar manoseada por demasiada gente. Gente que en muchas ocasiones carece de criterio, o necesita opinar "por sistema" para justificar un puesto de trabajo que ni siquiera debería existir.

Creo que para sobrevivir en el mundillo de la escritura hay que aprender a "cambiar de chip". Saber pasar de "modo autor" a "modo trabajo por encargo" con un simple click. Como si tuviésemos una termomix en la cabeza.

¿Funciona? Bueno... más o menos. En realidad uno no puede evitar un mínimo de implicación emocional incluso cuando la termomix mental está en "modo mercenario". Una tendencia incurable a aportar un poquito de cariño, una inercia a "hacer las cosas bien". Pero ahí está la gentuza mencionada más arriba, obligándote a hacer las cosas mal por razones a cuál más indigna.

El resultado se traduce en frustración, en sensación de traicionarse a uno mismo o en esa pregunta escalofriante que siempre te visita, por mucha experiencia que lleves acumulada: "¿Y si esos tipos están en lo cierto y soy yo el que no tiene ni puta idea de esto?"

En mi opinión, las crisis de autoestima que genera este trabajo son más chungas que las asociadas a otras actividades laborales. Y es que hablamos de un trabajo donde el concepto de éxito es algo tan subjetivo, tan difícil de definir y de medir...

Esta peculiar naturaleza de la escritura da lugar a dos topicazos. Y posiblemente esos dos tópicos son el motivo que convierte a los escritores en victimistas mezquinos, siempre "a la defensiva". ¿Cuáles son?

a) Escribir no es un trabajo de verdad.

b) Escribir es algo que puede hacer cualquiera.

Muchos de vosotros pensaréis que exagero, pero os aseguro que esas dos sentencias nos persiguen allá donde vayamos.

Lo primero puede deberse en gran medida a la naturaleza inmaterial del proceso de escritura. Aunque el resultado final se plasme en un trozo de papel, la mayor parte del trabajo consiste en pensar. Y a la gente, lo creamos o no, le cuesta aceptar que la acción de pensar pueda ser algo productivo. Somos el resultado de una serie de revoluciones intelectuales que nos han legado un montón de cosas maravillosas, pero que acaso han traído consigo cierto daño colateral: El culto a lo material.

Si antaño se veneraba al anciano que contaba las historias junto al fuego al resto de la tribu, hoy día el "cuentacuentos" es una figura a la que nos cuesta respetar. Creo que en parte se debe a que la gente ha olvidado la utilidad "mágica", casi religiosa inherente al arte de contar historias. Pero éste es un tema que merecería una entrada aparte.

¿El resultado? Que muy pocos estarán dispuestos a asumir que tú, escritorzuelo, estás trabajando cuando sales a dar un paseo para ordenar las ideas en tu cabeza, o cuando escuchas a la gente desde la barra de un bar y tecleas cada dos por tres en tus notas del Iphone (sucesoras del moleskine en gente de nuestra calaña). Y del mismo modo, pocos admitirán que unos guionistas están siendo productivos cuando se asomen a una sala de trabajo y vean a seis personas en silencio, dándole vueltas al tarro o, en el mejor de los casos, hablando sobre cosas.

Pensar no es un trabajo.

No para la mayoría de la gente. Muchos te dirán que por supuesto que lo es. Te lo dirán con la misma convicción con la que afirman que la mejor programación es la de "La 2", o que no les importaría tener un hijo gay.

En el mejor de los casos, estamos dispuestos a admitir que el escritor está currando cuando le vemos sentarse frente al ordenador y teclear. Eso parece trabajo de oficina, puede colar. ¡Eh! ¡Un momento! ¿Cómo? ¿Que algunos teclean en pijama? Eso ya es más jodido.

(por cierto, esta entrada la estoy tecleando en pijama)

Y luego está lo otro: La creencia generalizada de que escribir es algo que puede hacer cualquiera.

Coño, es cierto que ya no estamos en la Edad Media. Hoy día - a pesar de la ESO - cualquiera es capaz de juntar un par de letras y de comunicarse con ellas. Eso es algo maravilloso y, desgraciadamente, no es tan común en otros países del planeta.

Pero cuando hablamos de "escribir" como oficio, nos referimos a algo más.

Yo siempre lo comparo con jugar al ajedrez. Cualquiera sabe jugar al ajedrez, pero muy pocos saben JUGAR al ajedrez. Es muy sencillo aprender que la torre se mueve en línea recta y que el alfil ataca en diagonal. Pero usar esa torre y ese alfil para ganar una partida contra Kasparov - o contra el nivel principiante de cualquier ordenador - ya no es tan fácil.

Tampoco pretendo ir de nazi con ese tema. Me considero muy poco elitista. No hablamos de estudiar ingeniería, joder. No creo que haga falta aprobar una carrera para aprender a escribir. Hay mil maneras de llegar a ello. Un autodidacta de la escritura puede suplir mil carencias técnicas a base de esfuerzo, intuición, empatía. No hay reglas inamovibles, y me parece precioso que no las haya.

Peeeeeroooooooo...

... eso no significa que lo pueda hacer "cualquiera". ¿Cuántas veces habré oído a productores decir eso de "lo podría escribir yo mismo, pero no tengo tiempo"? ¿Cuántas veces habré visto a directivos o directores cambiar a capricho cosas de un guión sin plantearse la posibilidad de que esas cosas estaban ahí por alguna razón?

No me imagino a un capataz cambiando los planos del arquitecto sobre la marcha y decidiendo así, a la ligera: "Esta columna no la vamos a poner, que vamos mal de tiempo."

- ¡Eh! ¡Que sin esa columna el edificio se viene abajo!

- Bah, estos arquitectos, qué pesaos son...

Pues un buen guión no se diferencia en exceso de un plano de arquitectura. Los guiones bien construidos son sistemas solidarios, con todos sus elementos interelacionados. Y si les quitas una columna así, a capricho, se vienen abajo.

TRANQUILOS, YA ME QUEDA POCO PARA TERMINAR.

¿Y sabéis qué otra cosa, en mi opinión, contribuye a que todo el mundo "se crea guionista"?

El puto Microsoft Word.

A día de hoy, es muy normal que sigan obligándote a escribir los guiones en Word. Nuestra herramienta de trabajo es la misma que utiliza cualquier hijo de vecino para escribir una carta, o para imprimir un cartel de "AY MENU HESPECIAL DEL DIA".

En un mundo tan "de las apariencias" como el nuestro, si tu trabajo se puede hacer con el Word resulta lógico que incluso el puto clip del Word se sienta con derecho a opinar a la ligera.


Hola, parece que está usted escribiendo un guión. ¡Dale una vuelta! E incluye esta anécdota divertidísima que me pasó el otro día.

Creo que hay software específico para escribir novelas. Yo no lo uso. Pero en guión sí me gusta trabajar en CELTX (si nadie me ordena lo contrario).

CELTX, Final Draft... son muy útiles, pero no solucionarán este problema. Demasiado fáciles de usar. No son un Autocad. Si el sobrino de tu cliente ha aprendido a usar el Photoshop y el Paint para hacer ese horrendo logotipo, tarde o temprano aprenderá a usar el CELTX.

Yo propongo diseñar aparatos que nadie entienda. Que sean muy "materiales". Un conglomerados de palancas, cables, indicadores que midan cosas raras. No servirán para nada, pero la gente no tiene por qué saberlo. Será un secreto dentro del gremio. Al más puro estilo masón. A este aparato de aquí lo llamaremos "estructurador de tramas". La gente nos verá accionar palancas y regular válvulas mientras pensamos en nuestra historia.

"¡Mírale cómo trabaja", diran. "Qué complicado es esto de hacer guiones."

Y esa máquina de ahí es un "establecedor de tono".

"Le estoy pagando un dineral a este guionista, pero claro... es que él aporta su propio establecedor de tono, y no hay nadie en esta productora que sepa usar un trasto de ésos."

jueves, 22 de diciembre de 2011

ESTRENAMOS WEBSERIE



¿Qué clase de imbécil estrenaría una webserie con el capítulo "especial Navidad"?

Nosotros.

Os invito a ver (e incluso a propagar como la peste) este primer webisodio de OBI: EL ÚNICO GATO QUE NO SE COME UNA ROSCA EN INTERNET.

Dirige Norberto Ramos del Val.

Escribimos Fco Javier Sánchez Donate y yo.

Y dando la cara, el gran ObiWan:

martes, 20 de diciembre de 2011

MISIVAS DESDE EL MÁS ALLÁ


Hoy pienso ser muy breve, para compensar la cháchara interminable del otro día (bueno, y porque tengo que trabajar)

Tan sólo compartir con vosotros uno de esos CONCEPTOS ABSURDOS que me vienen a la cabeza de vez en cuando.

Seguro que os lo habéis planteado alguna vez: Cuando alguien muere, ¿qué pasa con su mail? ¿Qué ocurre con su facebook? ¿Se quedan ahí, como mansiones abandonadas en el limbo del cyberespacio? ¿Se convierten en cementerios virtuales?

Ahora imaginad que fallece alguien a quien queréis muchísimo. Una de esas pérdidas dolorosas, irreparables. Y esa persona amada, después de muerta... te sigue escribiendo mails. O al menos eso crees las dos o tres primeras veces.

Pero no.

Es un puto virus. Uno de esos virus que hackean las cuentas de mail de la gente y las utilizan para enviar spam a toda nuestra agenda de contactos. Seguro que todos habéis sufrido ese incordio.

Imaginadlo.

Podría ocurrir, ¿no? Un virus que posee el cadáver virtual de la persona amada. Su mano muerta enviándonos spam desde el más allá.

Una dirección de mail zombie.

Porque así funcionan los zombies contemporáneos - los infectados -. Un virus que se cuela en algo muerto y lo pone en movimiento y le obliga a hacernos una visita de las que duelen.

domingo, 18 de diciembre de 2011

ROCKY CAMINA A SU RITMO


Intentando retomar el blog. ¿Por qué? Bueno, resulta que a veces a uno le nace explicar cosas cuyo desarrollo no cabe en un tweet o no queda bien en un estado de Facebook. Normalmente escupo esa clase de reflexiones en conversaciones con amigos dispuestos a soportarme, cerveza en mano.

Ahora, no obstante, me hallo a unos 2000 kilómetros de distancia de los amigos que suelen aguantar mi palabrería. Quizá por eso me tenéis aquí, actualizando el blog, cerveza en mano.

Dejémonos de cháchara:

AYER VOLVÍ A VER ROCKY.

No me dedicaré a ensalzar aquí lo grande y lo tierna y lo emocionante que es la primera entrega de Rocky. No me demoraré considerádola paradigma de la épica y la superación personal. Porque eso se da por hecho. Como diría Bruce Willis en El último Boy Scoutt: "El cielo es azul, el agua moja y Rocky es un peliculón".

Lo que me llamó la atención en el visionado de ayer tiene que ver con estructura de guión.

¡No, no os vayáis! ¡Es un tema apasionante! ¡Os lo prometo!

Qué cojones... Tenéis razón. Es un coñazo. Largaos a hacer algo últil.

Para los que despreciáis a priori una peli como ésta por ser de boxeo y porque la protagoniza Sylvester Stallone, os recuerdo que hablamos de un largometraje que gano el Oscar a la mejor película y al mejor director. Una peli en la que el propio Stallone fue doblemente nominado al Oscar a mejor actor y al Oscar a MEJOR GUIÓN.

La peli seguiría siendo igual de buena sin todos esos premios. Muchas lo son. Pero es una buena carta de presentación, ¿verdad?

Regresemos al tema de la estructura.

Para los que no estéis familiarizados con el tema (que en este blog, gracias a Dios, sois muchos... o érais muchos. A estas alturas ya no quedará nadie por aquí) haré un burdo resumen sobre cómo se suelen estructurar los guiones según la visión "clásica", "académica", "ortodoxa".

(Los que ya os sabéis esa mierda, podéis saltaros la explicación y retomar la lectura cuando veáis la palabra "bukake" escrita en mayúscula y en rojo - de ese modo atraeremos a más lectores hacia el blog -)

Según los cánones conservadores una historia, para funcionar de manera efectiva, tiene que pasar por varios "puntos clave". Esos puntos son:

El detonante: Acontecimiento que, con sus implicaciones, pone en marcha la trama (a un chaval le regalan un mogwai, unos terroristas se cuelan en la torre Nakatomi...)

El primer punto de giro: Momento en que algo saca al protagonista de su rutina, de su status quo y lo implica de lleno en la historia que estamos contando. Puede tratarse de un suceso que afecta al prota y le obliga abandonar su comodidad, o puede (suele) tratarse de una decisión que toma el prota porque en el fondo no está satisfecho con su vida. Porque tiene "asignaturas pendientes".

El midpoint: Este punto algunos lo esgrimen y otros lo rechazan. Yo cada vez estoy más convencido de su utilidad. Ayuda a estructurar con más facilidad ese caos que en narración se conoce como "el puto segundo acto". El midpoint - o punto medio - consiste en hacer que suceda algo importante más o menos a la mitad de la peli. Algunos (Blake Snyder) dicen que ese suceso debe suponer un "falso triunfo" o un "falso fracaso" para el prota. En otros casos - y en otros géneros - he observado que a mitad de peli sucede "lo que mola". Es cuando nos cumplen esa promesita que nos ha motivado a ir al cine (los dinosaurios de Parque Jurásico se escapan, aparecen los gremlins malos, vemos a los bichos de Aliens en todo su esplendor)

El segundo punto de giro: Es la antesala del "clímax". Ese término sí que más o menos lo dominamos todos, ¿no? Y suele llegar tras lo que, por razones obvias, se conoce como anticlímax. Vamos, que normalmente el prota llega a este punto hecho una piltrafa - física o emocionalmente - y toma una decisión clave para arreglar su conflicto demostrando que gracias a toda esta aventura ha aprendido muchas cosas y se ha transformado y toda esa mierda.

Tras ese segundo punto de giro viene el clímax, ya sabéis... ese momento de intensidad emocional, o esa persecución, esa gran batalla final, ese juicio en el que el prota debe ser declarado culpable o inocente, ese Daniel San haciendo la grulla (por citar otra peli de G. Avildsen) y después... la resolución o desenlace. Las cosas vuelven a su cauce y si el narrador ha sido un niño bueno, el prota habrá sufrido una transformación, a mejor o a peor.

No quiero extenderme demasiado en todo esto, porque ni siquiera es sobre lo que quiero hablar en esta entrada.

BUKAKE


No es una ciencia exacta. Estoy harto de ver a guionistas y a profesores discutir, sin ponerse de acuerdo, sobre si el detonante o el giro de tal peli es éste o aquél. Incluso muchas veces, cuando uno trabaja, descubre tras días de marear la perdiz que estaba tratando como primer punto de giro algo que en realidad tiene toda la pinta de un midpoint, o uno maneja dos conceptos hacia el final de la trama sin tener claro cuál de ellos es el auténtico segundo giro de la historia.

En algunas pelis está muy clarito. En otras no tanto. Pero, por norma general, sí es cierto que en la mayoría de las historias que funcionan se puede desentrañar esta estructura básica. Ya que, en el fondo, es una estructura que se ha ido manteniendo a lo largo de los siglos porque satisface de manera compulsiva ciertas necesidades psicológicas e incluso espirituales de nuestro inconsciente colectivo. Es mito y es rito. Es pura Antropología, psicología junguiana. Esa mierda.

¡Coño! ¡Que me voy por las ramas! Regañadme o algo.

Intentemos volver a Rocky. Lo que me dejó pensativo ayer no tiene tanto que ver con la necesidad de incluir estos "puntos" en la trama, sino en qué lugar de la historia ubicarlos. Hay cien escuelas de opinión distintas sobre en qué minuto EXACTO deben encontrarse el detonante o cada punto de giro.

Ahí es donde yo discrepo. Personalmente, creo que la ubicación de esos "grandes momentos" en la historia, así como la distancia entre ellos puede - debe - ser bastante flexible. Es cierto que, por muchas y evidentes razones, casi todas las pelis suelen llevar un tempo similar. Tengo comprobado que el detonante suele surgir entre el minuto 12 y el 16, o que el primer punto de giro suele aparecer entre el 22 y el 28. Cada peli es un mundo, y la relación entre cada espectador y cada peli también es siempre un mundo.

A mí me gusta poner el ejemplo de la comida. Por razones lógicas, la gente suele hacer el tapeo con las cañitas a las 13:00 y luego se sienta a almorzar a las 14:00 (14:30 como muy tarde) Pero... ¿y si estamos tan a gustico con estas cañitas? ¡Hoy hace un día tan soleado, la conversación se ha vuelto tan interesante! ¿Qué tal si seguimos un ratico más aquí y almorzamos a las 15:00 en vez de a las dos?

¿No os ha pasado alguna vez?

Creo que de eso depende el que nos podamos permitir adelantar o atrasar los grandes acontecimientos de un guión: Depende de lo a gustico que estemos todos.

¡Y por fin llegamos a Rocky! En Rocky el minutaje de esos puntos clave no sólo es deliciosamente flexible, sino que ocurre algo que no es habitual: Durante casi la mitad de la peli, la trama se va desarrollando, pero Rocky parece totalmente ajeno a ella. Nosotros espectadores vamos percibiendo cómo la historia se detona y cómo surge un punto de giro como una catedral: El boxeador campeón de los pesos pesados decide retar a Rocky a un combate.

Y mientras todo eso sucede, ¿qué hace Rocky? Pues continúa con su vida, como si nada, intentando conquistar a la chica de sus sueños, comprando comida para sus tortugas, intentando soportar a su futuro cuñado.

Hasta casi la mitad de la peli, el señor Balboa no tiene ni idea de la que se le está viniendo encima.

Es muy arriesgado jugar a eso. ("¡No lo hagáis en casa, niños!") Es casi suspense al más puro estilo Hitchcock: El espectador sabe lo que está ocurriendo, el personaje no. En cualquier otro caso el espectador se cansaría a los dos asaltos (nunca mejor dicho) y desconectaría de la peli.

¿Por qué no lo hace aquí?

Pues porque está a gustico.

Y está a gustico porque Rocky le cae bien. Porque desde el principio se convierte en un amiguete. Porque nos interesa que a ese tío le vayan bien las cosas. Porque no nos importa seguirle a cualquier sitio. Al bar, a los muelles, a su casa.

Y ahí existe una labor de alquimia. Ponle unos gramos de frustración, un kilo de cabezonería, invéntale unos cuantos chistes malos, hazle noble, pelín tonto, pero sin pasarse, que en el fondo sea incluso listo. Etc, etc, etc.

Hay muchos factores que pueden ayudarnos a que el espectador esté a gustico en el mundo que le estamos creando. Yo, por ejemplo, me siento muy a gustico en pelis ochenteras tipo Los Goonies, Exploradores, Noche de Miedo gracias a la luz y la escenografía. Pero creo que el factor clave para terminar de estar a gusto suele ser el mismo: EL PERSONAJE. Él es la clave.

Yo cuando me atasco en una historia, lo que suelo hacer es regresar al personaje. Creo que en él está lo que necesitamos. Si estás perdido, es porque has olvidado lo que el personaje persigue, o porque no has definido bien qué carencias de base son necesarias en él, para encajar con el conflicto que todo lo mueve.

Normalmente se dice que cuando nos sentimos perdidos creando una historia, lo que hay que hacer es regresar a la premisa. Yo - opinión estrictamente personal - prefiero zambullirme en el personaje. A veces, incluso puedo darme cuenta de que no había elegido la premisa adecuada para contar la historia de ese tipo o esa tipa, y hay que reformularla.

(no sé si habré dicho una blasfemia)

La premisa seduce. El personaje engancha.

La premisa es ese "rollo de una noche". Esa tía buenísima con la que nos liamos en la discoteca, visto y no visto. Nos aturde con su espectacularidad y luego el viento se la lleva a otro lugar.

El personaje, sin embargo, es esa mujer con la que nos apetece despertarnos a la mañana siguiente.

lunes, 28 de noviembre de 2011

¡SI NOS QUERÉIS, VENIRSE!


Mañana estáis todos invitados a la presentación de Cult Movies, ese delicioso libro de Vicente Muñoz Álvarez del que hablé en mi entrada anterior. Libro que además incluye el dvd de nuestra peli Gritos en el Pasillo. Allí estaremos Vicente, Julia D. Velázquez, Mario Crespo y yo.

Será interesante. El material lo es. Los autores lo son. Y si yo veo que no puedo estar a la altura de ellos, me comeré un murciélago, o algo. Estaremos encantados de veros por allí, y se agradecerá la difusión.


viernes, 18 de noviembre de 2011

CULT MOVIES: PELÍCULAS PARA LLEVARSE AL INFIERNO





¡¡Cómo!! ¿¡Juanjo actualizando el blog!? ¡Debe de haber sucedido algo importantísimo!

¡Pues sí!

Llevaba varios días buscando un ratito de tranquilidad para poder contaros algo que me tiene muy contento:

Ya ha salido a la venta el libro "Cult Movies: Películas para llevarse al Infierno", de Vicente Muñoz Álvarez.

Editado por EUTELEQUIA.

¿En qué consiste el libro?

Pues consiste en 100 reseñas muy personales y cariñosas en las que Vicente habla sobre 100 películas de culto de la historia del cine. En esas páginas aparecen obras de gente como Hitchcock, Kubrick, Welles, Scorsese, Tarantino, Billy Wilder, Roger Corman, Lar Von Triers, Roman Polanski, John Huston, David Cronnenberg, Iván Zulueta y muchos, muchos más.

Y en medio de todos esos gigantes...

¡Gritos en el Pasillo!

Sí. Como lo habéis oído. Vicente, muy magnánimo él, nos ha incluido en esa lista como una de las 100 pelis de culto. Imaginad cómo nos sentimos entre tanto mito del celuloide, como si hubiésemos sido invitados a la fiesta debido a algún error burocrático, intentando contemplar con admiración a los demás asistentes desde un tímido rincón (junto a las puertas de la cocina, que es por donde salen los camareros con las bandejas de los canapés)

No obstante, nuestros Gritos, en un intento de justificar su presencia en esta orgía de monumentos, han tomado una iniciativa que no se le ha ocurrido ni a Welles, ni a Hitchcock, ni a Scorsese ni a etcétera:

¡El libro de Cult Movies se vende con el dvd de Gritos en el Pasillo!


Tal y como lo ven en la foto. Agazapado tras la contraportada del libro. Un polizón. Como Leo Di Caprio en Titanic, como el octavo pasajero de Aliens. Como nosotros en las páginas del libro.

En realidad la iniciativa no ha sido nuestra, sino de Vicente y de Clea Moreno, editora de Eutelequia. Con ello han hecho el libro aún más curioso, y a nosotros nos han alegrado la vida.

La ilustración de la galleta del dvd y el monstruo de la portada son obra de Miguel Ángel Moreno Gómez. Una delicia.

Y esas dos obras no son la única exquisitez gráfica que viene con el libro. Si abrís la caja de Pand... digo, sus páginas... os encontraréis con unos pictogramas maravillosos de Julia D. Velázquez.


¿Necesitáis más razones para haceros con un ejemplar? Un tour por las rarezas más estimulantes del séptimo arte, de la mano de un experto en el tema. Un empaquetado de lujo, ilustradores potentes. Y la oportunidad de acceder a nuestra peliculita en esta segunda, o tercera o cuarta vida - tenemos más que un puñetero gato - que nos acaban de conceder.

Si queréis que profundicemos más sobre el tema, os invito a asistir a la presentación en Madrid, que será el martes 29 de Noviembre, en la Fnac de Castellana (Paseo de la Castellana nº7) a las 19:30 horas. Allí estaremos hablando sobre el libro Vicente, Julia, Mario Crespo y un servidor.

Y dentro de poco, os contaré por aquí más novedades relacionadas con la Editorial Eutelequia, que me están coloreando la vida.

miércoles, 17 de agosto de 2011

VINALIA DESDE LA CRIPTA


Le sacudo las telarañas al blog después de siglos de inactividad. Quizá no debería hacerlo, porque os vengo a hablar de algo que combina muy bien con telarañas.

¿Se acuerdan de aquellas revistas siniestras, marginales, tirando a pulp? Papel barato que crujía como un montón de huesos que vuelven a la vida. Historias de terror para público adulto. El santuario donde escribían los aspirantes a Bradbury del momento y los aspirantes a Matheson o incluso los propios Bradburys y Matheson de turno.

¡Qué pena que ya no existan revistas como ésas!

¡Espera! ¡Sí que existen!

Existe el fanzine Vinalia Trippers. Esa preciosa iniciativa en la que me han invitado a participar por segundo año consecutivo. La temática aglutinante del año anterior fue "Plan 9 del espacio exterior". La de este año ha sido "Cuentos de la cripta".

En ambos casos, no podría sentirme más "en mi salsa". Para este Trippers from the crypt he escrito un relato bastante excesivo. Puede que incluso insultante. A ver si me meten en la cárcel de una vez y durante una temporada libran al mundo de mí, y a mí de pagar el alquiler.

Si queréis más información sobre el Vinalia y sobre cómo hacerse con él (son sólo 6 euritos) os remito al blog del fancine. Daros prisa, que la tirada es limitada. Vinalia es un producto de lujo, cocinado con cariño. El empaquetado está conseguidísimo, el interior repleto de dibujos de gente con talento. Y de regalo, como ven en la foto, un poemario (POEMASH) y pegatinas.

Gracias una vez más a Vicente por haberme invitado a deslizar algunas palabras mías entre tanto artista.

Y ahora, si me disculpan, me voy a leer los relatos de mis otros compañeros de fanzine, porque hay cosas con muy, muy buena pinta.

viernes, 1 de julio de 2011

140


Con esto del twitter nos hemos acostumbrado a escribir sólo cosas cortas. Menos mal que aún tenemos los blogs para explayarnos.

jueves, 26 de mayo de 2011

CARTA DE DESAMOR A ESPAÑA


España... cariño... amada mía... hija de la gran puta:

¿Qué coño está pasando entre nosotros? Me has fallado. O te fallé yo a ti, o yo qué coño sé.

Me has engañado.

Joder... Los dos sabíamos que las cosas entre nosotros no estaban en su mejor momento. Nuestra relación estaba haciendo aguas, sí. Hacía muchos meses, quizá años, que estábamos en crisis. Yo ya lo daba todo por perdido, en serio.

Ahí estábamos los dos, resignándonos a soportarnos mutuamente sin mover un dedo, sin hacer nada para cambiar la situación. Dicen que todas las parejas tienden a sucumbir a esas inercias, ¿no?

Y entonces me pillaste por sorpresa. Yo estaba a punto de tirar la toalla y de pronto cambiaste. Y me cambiaste a mí.

¡No te reconocía, en serio! Tan bienintencionada, tan hermosa, tan dispuesta a mirar nuestros problemas cara a cara, en lugar de fingir que no existían o que no nos incumbían a nosotros.

Me contagiaste, coño. Si alguna vez lo nuestro tuvo magia, tú la resucitaste. Tú lograste desempolvarla y ponerla otra vez en movimiento.

Tuvo que ser en mayo. Ese mes nos trae tan buenos recuerdos. Casi un aniversario. Un eco de cuando éramos más jóvenes, de cuando los sueños aún no habían aprendido a escocer tanto.

Los dos pusimos de nuestra parte. Tú detectaste en seguida los tres o cuatro problemones que estaban cargándose lo nuestro y los pusiste sobre la mesa, pa que les diera la luz. Y yo me propuse estar junto a ti todos los días, al pie del cañón, volviéndome a enamorar de ti muy poco a poco, comprometiéndome a no beber cerveza cuando venían tus padres, por aquello de no causar mala impresión.

¡Y cuánta gente nos apoyó, mi amor! Todos esos amigos que en otros tiempos solían criticarnos por la espalda porque daban lo nuestro por perdido... sólo necesitaron ver esa luz que chisporroteaba en nuestros ojos para volver a brindarnos su más sincero apoyo.

Era todo tan hermoso... Me confié, bajé la guardia. Una parte de mí quiso olvidarse de todos los fracasos, de todas las decepciones del pasado. Es lo habitual cuando uno intenta resucitar estos amores frustrados. La puta ceguera. Mentirnos a nosotros mismos para hacernos creer que va a funcionar por la simple razón de que si no lo hiciese, se nos destrozaría el último pedazo de corazón intacto que nos queda.

Y al principio todo fue sobre ruedas. Regresaron los latidos al galope y las mariposas del estómago. No podía dejar de mirarte. Volvías a ser la de antes.

Los primeros días siempre son fáciles, ¿verdad? Luego viene el desgaste. Luego llegan el deterioro, y la fragmentación, y el egoísmo.

Y de repente ya no somos nosotros, sino solamente .

Y de repente empiezas a restregarme por la cara problemillas intrascendentes. Espera, vale, me he pasado un poco con lo de "intrascendentes" No, cariño, no pongas esa cara, entiéndeme. Esas cosas que me restriegas también son importantes, lo admito. Pero no ahora. Si queremos salvar nuestra relación, primero tenemos que aclarar las tres o cuatros razones básicas que hacen que ya no nos queramos como antes; los motivos esenciales de que vivir juntos, más que vivir, sea sobrevivir a duras penas.

Ya discutiremos en otro momento si yo debería acordarme de tapar el bote de espuma de afeitar, o si tenemos que comprar un detergente más perfumado para lavar la ropa.

Es más: ¿Cómo quieres que te tome en serio si me pides no beber delante de tus padres cuando luego tú sí que bebes y que fumas delante de los míos? ¿Cómo quieres que te tome en serio si me mandas callar cada vez que intento decir cualquier cosa que tú no quieres huir? ¿Cómo quieres que te tome en serio si decides sin consultarme el color de las cortinas, si todos los muebles que tú traigas a casa han de quedarse pero no me dejas a mí traer ninguno mío?

Joder, España, cariño... te juro que cuando te vi tan dispuesta a arreglar lo nuestro, incluso vi con buenos ojos acudir a algún especialista. Yo qué sé... algún psicólogo, un puto asesor sentimental... exponer nuestros problemas a alguien que pudiese orientarnos sabiendo de qué coño habla.

Pero no... Tú prefieres escuchar sólo a los menos objetivos. A aquéllos que suenan a palabras más sencillas porque prefieren que nos vayamos con ellos de juerga; aquéllos que quieren que nuestra vida sea una fiesta en lugar de pararse a meditar qué será lo más conveniente para nosotros en un momento tan delicado.

¡Ya habrá tiempo para fiestas cuando hayamos resuelto todo esto!

Pero qué coño digo. Si tú en realidad no tienes auténtico interés en resolverlo, o no tienes cojones... o quizá simplemente no estamos hechos el uno para el otro y ha llegado el momento de admitirlo sin vaselina y sin tapujos.

Así que me volveré a cruzar de brazos y me regodearé viendo cómo tus decisiones te van sepultando poco a poco en toda esa mierda que te has ganado a pulso.

Pero qué coño digo... Sé que no voy a ser capaz de quedarme de brazos cruzados. Eres una zorra de mierda y, aunque no te lo merezcas, TE QUIERO DEMASIADO.

Ya sabes... Soy gilipollas. Estoy enamorado.

.

jueves, 19 de mayo de 2011

UN BREVE AÑADIDO A LA ENTRADA ANTERIOR


Esta noche he vuelto a estar en #acampadasol. Acabo de regresar a casa. En mi anterior post hablaba de cómo la gente que hace acto de presencia allí es la semilla del árbol, y de cómo las repercusiones en el cyberespacio son el tronco, las ramas y las hojas.

Pues bien: Después de estar un buen rato en el meollo de la semilla, no puedo más que aplaudir. Es una gran semilla. Si uno vislumbra más allá del centenar de cabezas huecas que van allí a fumar porros y gritar gilipolleces, se encuentra con una iniciativa muy bien organizada.

No sé quiénes son los auténticos artífices de esta protesta, pero creo que están haciendo un gran trabajo. Consiguen darle a todo un toque responsable, organizado, muy coherente. Mucha alma. Una acertada combinación de corazón e inteligencia.

Incluso la lluvia ha acudido a la cita, para darle un toque de épica al asunto, al más puro estilo Frank Miller.

miércoles, 18 de mayo de 2011

MAYO DEL SESENTA Y TWITTER


A estas alturas ya estamos todos al tanto de la iniciativa de #acampadasol.

Gente - joven en su mayoría - que ha decidido acampar en la Puerta del Sol de Madrid - y también en otras ciudades - para reivindicar...

¡Coño! Ni siquiera sé qué se reivindica exactamente. Lo importante es que están allí para manifestar su descontento.

Sin hacer apología de ideas políticas concretas. Todos comprometiéndose a no enarbolar estandartes de ningún partido. Nada de propagandas. Todos los perros ladrando sin collar.

Una masa de gente que grita de manera muy civilizada - con esfuerzo, con sudor y también (¿por qué no?) con risas un mensaje que podríamos resumir en dos palabras:

"ESTAMOS HARTOS".

Estamos hartos de los abusos de los bancos. Estamos hartos de contratos basura, de sueldos ilegales. Estamos hartos de que ciertas empresas ganen más dinero que nunca e insistan aun así en lo de escudarse en "el fantasma de la crisis" para contratar a la mitad de gente, para hacer el doble de trabajo, cobrando la mitad de sueldo.

Son quejas muy legítimas. Y son quejas que van más allá de la política. Los políticos, en mi opinión, no son artífices de esto (o no en su mayoría). Su único pecado consiste, en todo caso, en dejarse atar las manos POR FALTA DE COJONES.

Los que de verdad han sumido al país en este vertedero son otros. Yo los imagino - permitid que me ponga un pelín conspiranoico - como gente que está más allá de los políticos; gente que los quita y que los pone; que compra a los políticos en las rebajas del Corte Inglés. Gente que rara vez saldrá en los medios.

Y el otro grupo de responsables de toda esta mierda tampoco suele salir en los periódicos. PORQUE SOMOS NOSOTROS. Los putos ciudadanos.

¿Quién no conoce a alguien que en su día especuló con cierto terrenito, o con una segunda vivienda? ¿Quién no conoce a alguien que pidió un crédito brutal - para algo que realmente no necesitaba - con su nómina de mileurista sin avales? ¿Quién no conoce a alguien que fue a pedir un crédito para pagar con él otro segundo crédito?

NOSOTROS.

Los que corrimos tras la zanahoria que pendía de la caña de pescar. Los que ahora, cuando somos testigos de tanto abuso y de tanta injusticia, reaccionamos cruzándonos de brazos y pensando que ya lo solucionará Belén Esteban.

POR ESO ME HA IMPRESIONADO LA INICIATIVA DE ESTOS ÚLTIMOS DÍAS.

De repente un grupo de gente ha decidido que ya no aguanta más, y ha decidido quejarse de una forma más bien civilizada.

Y lo que más me ha impactado del asunto es que la iniciativa no ha sido detonada por ningún sindicato, ni por ningún grupo político. Si no me equivoco, esta "revolución de juguete" se ha gestado en las redes sociales. Facebook, Twitter y la madre que los parió. Y promete crecer como la levadura. Eso de "revolución de juguete" le empieza a quedar chico.

Si mal no recuerdo, ayer acamparon en Sol 150 personas. Los antidisturbios acudieron a desalojarlos (limpiaron la moqueta, porquelas elecciones son ya mismo y se esperan invitados) Pero la consecuencia fue que Twitter hirviera a fuego rápido.

Y los medios de comunicación convencionales se unieron a la causa como garrapatas.

Ayer acudieron a la cita 150 locos. Hoy han sido 2.000.

2.000 personas.

Todo eso leía yo en el Twitter, y en el Facebook. De pronto me sentí orgulloso de nuestro país, de nuestra gente. Eramos cientos, tal vez miles comentando, manifestando su opinión, o en los casos más humildes y sensatos, manifestando nuestro descontento.

Celebridades pronunciándose en sus 140 caracteres. Gente reivindicando #hashtags# por doquier.

Y yo en mi casa, trabajando (porque soy de los que tienen la suerte poder trabajar en estos tiempos, aunque sea sólo un poquito) en la comodidad de mi sillita y mi internete.

Me sentía un poco mal. Una revolución gestándose a un cuarto de hora de mi casa y yo sin verla. Yo sin participar en ella con nada que no fueran unos cuantos tweets de ésos que tardas diez segundos en teclear mientras te bebes tu té rojo.

Hoy tenía unas horitas libres y decidí invertirlas en ir hacia Sol. Quería hacer bulto. Quería verlo con mis propios ojos. Quería, quizá, decir: Yo estuve allí.

Yo me había hecho un croquis en mi cabeza. Una especie de mosaico. Un Leviatán construido por lo que había hilvanado juntando tweets y blogs y comments.

"Lo más seguro es que no pueda ni llegar a la Puerta del Sol", pensé. "Eso debe estar tan atestado de gente... Me extraña que no esté oyendo ya el bullicio desde aquí."

Pero llegué a Callao...

Y era el mismo Callao de todos los días.

Y bajé por la calle Preciados, y la encontré mejor que muchas veces. Incluso transitable.

Me llamó la atención que había más gente alejándose de Sol que dirigiéndose hacia allí.

Cuando por fin llegué a la Puerta del Sol sentí una mezcla de decepción y de ternura.

Os aseguro que Sol suele estar mucho más llena y agobiante y concurrida en cualquier día normal. Con sus guiris, con la gente que trajina y va de compras, con la gente que le aplaude a los mariachis.

Allí había tan poquísima gente... No había visto nada tan "desangelao" desde las batallas de Alatriste.

Me paseé entre los distintos grupúsculos y escuché a varios guruses. Daba pena. Tanto en el buen como en el mal sentido.

Quijotes estampándose en molinos.

No quiero dejarme llevar por mis prejuicios hacia el "rollito perroflauta". Os juro que pesó más sobre mí lo bienintencionado.
La nobleza, la utilidad, la pertinencia de lo que está haciendo esa gente.

Pero no pude reprimir "las tres D´s": Desengaño, Decepción y Dónde coño estoy metiéndome.

Soy consciente de que no es lo mismo aparecer por allí a las cuatro de la tarde que hacerlo por la noche, cuando la gente ya ha salido de sus trabajos , o cuando tiene más ganitas de salir y liarla parda.

¡Pero es que eso lo empeora!

Si hay gente que no asiste porque está ocupada en algún curro... Entonces la situación no está tan mal.

Si hay gente que no asiste porque a esas horas la iniciativa no le parece tan divertida... ¡¡Entonces la puta situación no está tan mal!!

Me quedé un rato escuchando a algunos. Estaban sentados en corro y se iban pasando en micro unos a otros, como si fuera un porro. Les oías hablar y tenías la sensación de estar oyendo a un papagayo. Alguien que regurgita conceptos no digeridos. Las putas frases hechas. Alguien que intenta hablar escapando de cualquier ideología, pero que tiene esa ideología metida tan, tan hondo que ni siquiera se da cuenta de hasta qué punto es presa de ella.

Una ideología rancia y obsoleta que se vuelve aún más poderosa en tanto en cuanto quien la pronuncia no es consciente de estar poseído por ella.

Titiritetos inmateriales manejando a títeres de carne y hueso.

Querer ser un garito de comercio justo y no advertir que eres franquicia de la misma mieda. No somos VIPS. Somos Starbucks. ¡Sois un apéndice de aquello que intentáis joder!

Hoy comentaba con un amigo esa gran frase de Baudelaire: El mayor triunfo del Diablo fue convencer a la gente de su no existencia.

En fin... Que por muy duro que suene, y dejando claro que tenéis todo el derecho a mandar a tomar por saco mi opinión - porque solo estuve por allí merodeando un rato - pues eso: Que de repente me vino un pensamiento a la cabeza. Un pensamiento que quizá sea desacertado, pero que fue espontáneo y, por lo tanto, honesto:

"Hoy he visto a una panda de imbéciles que van a conseguir algo importante, incluso inteligente."

Repito: No es una sentencia, ni un juicio de valor. Tan sólo una impresión irreflexiva y espontánea.

Y AHORA ES DONDE EMPIEZA LA PARTE MÁS IMPORTANTE DE ESTE POST.

Eso os dará una idea de lo malo que soy estructurando los discursos cuando nadie me obliga a organizarlos como Dios manda.

La parte más importante de este post empieza y acaba con el Twitter, Facebook, o el Gmail o ¿quién sabe si también en Tuenti?

Internet. Las redes sociales.

Las redes sociales...

Ese concepto tan reciente que aún ni tiene moho. Como un quesito fresco en la nevera.

No es sólo que las redes sociales hayan detonado este conato de revolución. Es que son a su vez el altavoz más efectivo para modular y amplificar su efecto.

Hoy, cuando atravesaba Callao, me dio por pensar: ¿Te imaginas llegar a Sol y descubrir que allí no hay nadie? ¿Te imaginas que toda la revolución sea inmaterial? Que en realidad no esté sucediendo nada en el mundo físico, pero que dé igual. Que el simple hecho de que la gente se meta en internet y lea sobre gente amotinada en Sol ya sea suficiente.

Lo poderoso de esa idea mitigó en gran parte la decepción de lo que me encontré en "La Puerta del Sol del mundo físico".

Ahora mismo tendemos a pensar, por razones lógicas, que si no estás en la "manifa" y te limitas a escribir o twittear desde la comodidad de tu casa, no estás comprometiéndote con la causa. Pero hoy, viendo aquello con mis propios ojos, me he dado cuenta de una cosa:

Esa gente que se ha ido a darlo todo a Sol, son la semilla. Sin ellos no se podría plantar el árbol.

Pero el tronco y las ramas y las hojas del árbol... eso está aquí, en el cyberespacio.

Es aquí donde todos pueden hablar sobre el tema con más facilidad. Los más torpes, los más lúcidos, los más famosos, los más irrelevantes, los más impulsivos, los más inteligentes.

Todos.

Y aquí no habrá ningún antidisturbio que te arrastre hacia la mierda. De hecho, desde aquí, desde las atalayas de internet, muchos pueden arrojar flechas intangibles (pero a pesar de ello venenosas) contra esos antidisturbios y sus jefes.

No os sintáis menos útiles manifestándoos en internet por el simple hecho de que os resulte más sencillo. Nos han aleccionado para que asumamos que lo cómodo es indigno. Según eso, también podríamos deslegitimizar muy fácilmente a la gente que está de acampada en Sol. Os lo aseguro. Yo los he visto: Se lo están pasando bien. Comen lo que la gente les lleva, hablan, se aplauden entre ellos. Se lo pasan bien. ¿¡Debemos concluir que lo que hacen no tiene sentido porque están disfrutándolo!?

¡Todo lo contrario, coño! Si algo te hace disfrutar, si algo te hace sentir que estás donde te gustaría estar en ese momento... ¡¡en eso consiste tener puto sentido!!

Dejémonos de reproches, sacudámonos las maldiciones atávicas. Lo "cómodo" quizá fuese nocivo en otros tiempos, porque no era compatible con el éxito, con la supervivencia. Pero ahora, en las nuevas coyunturas, lo "cómodo" es el mejor aliado de lo... llamémosle "fructífero".

¡Aprovechémoslo! Aprovechémonos del hecho de que ahora cualquiera puede contribuir a una revolución, de la forma más fácil, más honesta posible: desde la intimidad de su propio dormitorio.

Twitter, joder. ¡Y el puto Facebook!

No nos damos cuenta, pero el cyberespacio se está convirtiendo en parte de nuestra geografía. Tiene un millón de equivalencias con el mundo físico. Tiene calles principales y callejuelas poco transitadas. Tiene barrios de buena reputación, barrios a los que sólo puedes acceder si tienes pasta. Y otros barrios en los que es mejor no meterse, o meterse sabiendo lo que haces, o asumiento que estás dispuesto a ver ciertas rarezas.

Quisiera pensar que estas elecciones las va a decidir Twitter, o internet en general.

Quisiera pensar que el cyberespacio contagiará a los otros medios, y eso hará que si hoy fueron 2.000, mañana serán 5.000.

50.000 el viernes.

Que el mundo "material" y el cyber-mundo interaccionen de una manera tan fluida y tan orgánica que con el tiempo nuestras mentes decidan que no tiene sentido separarlos.

¿Quién sabe? Quizá dentro de quinientos años los genes del ser humano habrán asimilado todo esto. Quizá entonces los niños nazcan con la infraestructura de las redes sociales asimilada ya en sus organismos. Unas prolongaciones de los nervios biológicamente adaptadas para vivir el mundo de dos manera simultáneas, en dos dimensiones distintas. Que nuestra concepción de la realidad sea una mezcla de nuestras percepciones en el mundo real y nuestras percepciones en el cyberespacio. Que esta segundas algún día lleguen a ser tan relevantes, o más, que las primeras.

Los que me leéis desde los tiempos de mis blogs más antiguo, los que conocéis mi tendencia a malinterpretar a Jung, quizá me entenderéis si os digo que una parte de mí se pregunta si no estará sucediendo eso desde el principio de los tiempos. Si no serán nuestros cerebros una especie de servidores conectados entre sí, poniéndose de acuerdo para configurar entre todos la realidad del mundo en que vivimos.

HE ABIERTO UN BLOG DE POESÍA

Pues eso. Últimamente vuelve a nacerme lo de juntar versos por aquí y por allá, a ver si eso me desentumece un poco. Muchas veces me freno cuando me entran ganas de escribir poesía, porque me da cosa daros por saco con mis versos en este blog.

Así que he creado un blog exclusivamente para las poesías. Así, el que se meta en él, sabrá a lo que se atiene.

Acabo de escribir una nueva poesía para inaugurar este nuevo espacio, que he bautizado como POESÍA TODO A CIEN, para que los versos no se me suban demasiado a la cabeza.

Para que no esté tan desangelado he colgado también algunos de mis poemas antiguos. No todos. Eso sería demasiado humillante para mí y demasiado tedioso para vosotros. Sólo los necesarios para que el poema nuevo no se sienta demasiado solo, ni demasiado expuesto.

Así que a partir de ahora, si queréis seguir mis pasos titubeantes en el mundillo de los versos, os invito a:

http://poesiatodoacien.blogspot.com


¡Seréis bienvenidos!

jueves, 7 de abril de 2011

ARTÍCULO EN PAPANATOS


Hoy he publicado este artículo en Papanatos.

¡Gracias, Papanatos!

¡Gracias, alienígenas!

MARGARITA


Hoy pongo palabras ajenas. Uno de mis poemas favoritos de Rubén Darío. Por ninguna razón en especial. Simplemente, no me lo puedo quitar de la cabeza desde anoche. Así que lo comparto.

MARGARITA


¿Recuerdas que querías ser una Margarita
Gautier? Fijo en mi mente tu extraño rostro está,
cuando cenamos juntos, en la primera cita,
en una noche alegre que nunca volverá.

Tus labios escarlatas de púrpura maldita
sorbían el champaña del fino baccarat;
tus dedos deshojaban la blanca margarita,
«Sí... no... sí... no...» ¡y sabías que te adoraba ya!

Después, ¡oh flor de Histeria! llorabas y reías;
tus besos y tus lágrimas tuve en mi boca yo;
tus risas, tus fragancias, tus quejas, eran mías.

Y en una tarde triste de los más dulces días,
la Muerte, la celosa, por ver si me querías,
¡como a una margarita de amor, te deshojó!

viernes, 1 de abril de 2011

GOOD BYE GOYA (inserte aquí su rima fácil) Y MIL COSAS MÁS.


Esto que véis en la foto es el techo de la Ermita de San Antonio, en el Paseo de la Florida. Está pintarrajeado por un tal Francisco de Goya.

Lo gracioso de esta ermita es que tiene una hermana gemela. Una réplica casi exacta que fue construida justo a su lado.

¿Por qué?

Porque la nueva está destinada a dar las misas, mientras que la antigua ha sido convertida en un museo.

Un museo que os animo a visitar, porque:

a) Es gratis. (habéis leído bien. ¡Gratis!)

b) Los frescos de Goya que la decoran son preciosos. Una pincelada tan difusa que casi me atrevería a considerarla un eslabón perdido entre románticos e impresionistas; unos colores muy relajantes; un gran trabajo de perspectiva que aprovecha las curvas de las cúpulas para generar su efecto óptico (algo así como si la Capilla Sixtina tuviese cierta gracia)

c) Porque en esa ermita hay algo más que dibujitos del maestro Goya; algo que no podréis encontrar en cualquier otro lugar. Y os voy a contar cómo descubrí yo ese "algo":

La primera vez que visité la ermita fue un ex-profesor de mi ex-instituto que me llevó allí. Yo estaba demasiado absorto contemplando los frescos. Caminaba mirando al techo en vez de al suelo, y estuve a punto de pisarla:

Estuve a punto de pisar la tumba del mismísimo Goya.

De repente miré al suelo, justo en el último instante, y sentí un hormigueo insoportable. La losa estaba justo a mis pies y, al otro lado de ella, los huesos de uno de los artistas que más he admirado, admiro y admiraré.

Y es que Francisco de Goya (y Lucientes) es, a mi juicio, el romántico más auténtico que ha existido. Porque empezó siendo un ilustrado con una fe ciega en la diosa Razón; porque no "se hizo romántico" por decisión consciente, ni porque "ser romántico" fuera "trending topic".

Se hizo romántico a base de desengaños y de hostias.

Así que ésa es la tercera razón por la que os sugiero que visitéis la ermita. Obviamente, no me refiero al hecho de pisar su tumba, sino al hecho de tener el honor de visitarla.

No obstante, ayer me enteré - gracias a una amiga - de que Goya es la celebridad con más tumbas del mundo. ¡Tiene cuatro tumbas! Eso no quiere decir que esté enterrado en las cuatro a la vez. Lo que ocurre es que sus restos se han movido más que Willie Fog. Ha estado enterrado en Burdeos, en el cementerio de San Isidro, en nosédónde y finalmente, en esa ermita del Paseo de la Florida.

Lo que no sabía (hasta que me lo dijo mi amigo Rafa Alguacil) es que en uno de esos traslados... ¡se perdió el cráneo de Goya! El cuerpo que tenemos enterrado en Madrid es como el caballero de Sleepy Hollow, o como ciertas mujeres: Sólo podemos responder de él "de cuello para abajo".

A mí me gusta pensar que ese cráneo perdido fue utilizado en alguna ceremonia de aquelarre gracias a la cuál el mundo, desde entonces, no ha vuelto a ser el mismo.


¿Por qué cuento todo esto?

Pues porque me voy por las ramas. Se supone que sintetizar forma parte de mi trabajo pero ya se sabe: "En casa de herrero, cuchillo de palo."

Y porque durante los últimos cinco meses he vivido justo al lado de esas dos ermitas gemelas: En la misma calle en la que descansa el cuerpo de Goya.

¡Eso es caché!

El otro día fui a visitar de nuevo la tumba del maestro. No quería marcharme del barrio sin volver a presentarle mis respetos.

La tumba de Goya. Es una de las muchas cosas buenas de este barrio que estoy a punto de dejar.

Otra de esas cosas buenas (además de haber vivido en un muy buen piso con muy buenos compañeros) es la cuestión de los bares. La Cuesta de San Vicente y el Paseo de la Florida tienen una más que aceptable densidad de bares decentes por metro cuadrado.

Cada vez que aterrizo en un sitio, una de las primeras cosas que hago es hacer un reconocimiento de los bares de la zona.

Suelo decirle a los pocos que me preguntan (y también a los pocos que no lo hacen) que para ser buen guionista (o intentarlo) hay que "ir a bares". Es un decir. En realidad me refiero a que hay que vivir, acumular experiencias más allá de las pantallas de cine y televisión; más allá de los monitores de ordenador. Hay que conocer a la gente. Sus miedos, sus aspiraciones, sus inercias...

Algunos adquieren ese bagaje yéndose de voluntarios a la India, o combatiendo en Vietnam. Los escritores de "todo a cien" como yo buscamos alternativas más asequibles.

Para mí las opciones más efectivas para tomarle el pulso a una ciudad, o incluso a una sociedad entera, son las peluquerías y los bares. Hoy por hoy mi hígado parece regenerarse más deprisa que mi pelo, así que la mitad de mi trabajo como guionista la hago en bares.

Entrar en el bar adecuado es puro oro para un contador de historias. Son el mejor ambiente del mundo para pensar. Pides un par de cañas - está bien, seamos sinceros, en mi caso a veces son tres o cuatro cañas - y simplemente te pones a escuchar. Oyes las conversaciones entre los parroquianos y el camarero, les escuchas hablar de sus hijos, de sus maneras de afrontar "la crisis", de sus equipos de fútbol favoritos... Ves lo que los camareros sintonizan en las teles de sus bares, y eso te da una idea muy precisa de lo que le interesa a la gente...

Por todo ello suelo irme a los bares a pensar. Y también porque me encantan los bares en sí mismos, ¡pa qué mentir!

Si algún guionista tiene pensado mudarse a esta zona de Príncipe Pío y quiere recomendaciones de bares, ¡que se ponga en contacto conmigo!

¡Pero me vuelvo a ir por las ramas!

¿Por qué me marcho de un barrio tan apetecible como éste?

Pues porque a partir de ahora viviré en el que posiblemente es mi barrio favorito de Madrid. A partir de ahora os escribiré desde esta plaza:


Con el tiempo me he ido convirtiendo en un auténtico "talibán" del centro de Madrid. Tengo clarísimo que quiero vivir en una zona céntrica de la capital, ya cada vez tengo más claros los límites de lo que considero el auténtico Madrid:

- Más allá del viaducto de Segovia, se termina Madrid.

- Más allá del cruce subterráneo de Plaza de España, se termina Madrid.


- Más allá de la Plaza de los Cubos, se termina Madrid.
- Más allá de la Castellana, se termina Madrid.

- Más allá de Canal, Colón, Alonso Martínez... se termina Madrid.


Si tenemos eso en cuenta, lo de mudarme a Chamberí implica que a partir de la semana que viene volveré a vivir en Madrid, después de varios años. A pesar de los muchos buenos recuerdos que me llevo de este barrio en el que he compartido calle con Goya y con otra buena gente durante los últimos meses, tengo ganas de "volver a la capital".

Me ha salido un post un poco largo, ¿eh? Se nota que tras tanto tiempo sin actualizar se me ha olvidado cómo ser breve, o semi-breve, ¿eh? ¡Pues aún no he terminado! ¿Os creíais que después de tantas semanas de silencio iba a dejar de escribir tan pronto? ¡No! Voy a contar otro par de cositas, para los pocos que tengáis el tiempo y la paciencia suficientes para continuar leyendo esta entrada:

LOS MENDIGOS.


Es algo que me obsesiona desde hace tiempo. Y hace poco mi interés por el tema se vio reavivado a causa de una anécdota personal y, un par de días después, también a causa de la lectura de la novela "Animales de compañía" de Rubén Ballestar Urbán - que, dicho sea de paso, recomiendo muy encarecidamente -.

Me intrigan mucho los mendigos. Desde hace mucho tiempo.

¿Cómo surgen? ¿Cómo pasa alguien de ser una persona "acogida por el sistema" a ser un homeless que yace en la cuneta? A veces imagino qué concatenación de circunstancias podría conseguir que alguien como yo acabase viviendo en la calle como toda esa gente con la que me cruzo a diario. Me viene a la cabeza tanta gente a la que podría acudir en busca de ayuda antes del batazazo definitivo, que me resulta muy difícil imaginarme en una situación así. Cuando - a pesar de ello - consigo imaginarme en esa situación, se me pone la piel de gallina.

¿Cómo se crea un vagabundo? ¿Gente alcohólica? ¿Gente que se vuelve loca? ¿Gente que tiene demasiada poca gente a la que acudir antes de acabar fundiéndose con los adoquines de la acera? ¿Gente que nació en ese mundo y se vio avocada a él desde el primer instante? ¿Gente que interpreta un papel para recaudar dinero, rindiendo cuenta a mafias muy oscuras, casi subterráneas?

Quizá todas las respuestas sean válidas. Quizá todas convivan.

De un modo u otro, es un misterio que me conmueve y me remueve las entrañas como remueve su estofado el cucharón de la bruja que secuestró a Hansel y Gretel.

Hay un mendigo que se pone a pedir en una esquina de mi barrio actual. Cuando empezó a tender la mano en ese sitio concreto me llamó la atención, porque parecía un tipo normal: Ropa limpia, bien peinado, cuarenta y tantos años, bigote, cierto aire de dignidad y compostura. Uno pensaba: ¿Por qué se pone a pedir limosna un tipo que no parece en absoluto un indigente?

Lo veía plantado en su puesto de limosneo, un día tras otro. Y le ignoraba. Intento ignorar a los mendigos. Sé que no le puedo dar limosna a todos (para hacerlo tendría que dilapidar todos mis ahorros, cosa que mi egoísmo me impide) y, por otra parte, estoy un poco "tocado" con ese tema. Desde hace años mucha gente me ha "reprochado" (más en serio o más en broma) que le doy demasiado dinero a la gente que pide: Me han regañado por ello ex novias, ex "ligues", amigos, ex-compañeros de piso... Al final llega un momento en que uno hace el esfuerzo de insensibilizarse. Tengo el firme propósito de no dar más de un par de limosnas por semana, eurillo más, eurillo menos.

El caso es que llevaba muchos días sin encontrarme con ese mendigo limpio y digno, tan parecido a un ciudadano normal y corriente. Y hace unos días me lo volví a encontrar, en el mismo sitio. Y estaba visiblemente más deteriorado. El mismo traje, pero más sucio, más arrugado, más víctima de dormir a la intemperie. El mismo rostro, pero con la barba sin afeitar, creciendo desordenada como un "trigal con cuervos". La piel llena de mugre.

Me impactó muchísimo.

Fue como asistir en vivo y en directo al proceso de degradación de un mendigo. A ese antes y después en el que normalmente no solemos pensar.

Damos por hecho a los mendigos. Les observamos como si siempe hubiesen estado ahí. Como si formasen parte del mobiliario urbano, como los semáforos y las farolas. Como los adoquines de las aceras. Brotando como setas.

Solemos aceptar - sin ponerla en tela de juicio - esa opinión generalizada de que los mendigos son gente inútil que no cumple ninguna función en nuestra sociedad. "¡Búscate un trabajo, holgazán!"

Yo discrepo.

Creo que los mendigos están ahí para desentumecer a una región de nuestra alma que suele anestesiarse con demasiada facilidad. Creo que desempeñan la utilísima función de "incomodar". Creo que son los coachs, los entrenadores del músculo de nuestra solidaridad. Si una de cada veinte veces consiguen que aflojemos una moneda de mierda, haciéndonos pensar que "hay alguien que a lo mejor la necesita más que yo", ya están cumpliendo una importante labor espiritual en nuestro mundo.

Y estoy seguro de que ellos preferirían estar cumpliendo cualquier otra función.

Ahí está, en mi opinión, la verdadera utilidad de los mendigos. Y me da igual que el mendigo en cuestión sea pobre de verdad, me da igual que esté fingiendo una cojera que no tiene, o que forme parte de una red mafiosa: Está cumpliendo una función en esta sociedad enferma aunque - al mismo tiempo - sea uno de los síntomas de dicha enfermedad social.

No sé cuál de nuestros Papas dijo aquello de: "Dejaros engañar por los pobres de vez en cuando." Es una frase a la que recurro cada vez alguien me acusa de ser demasiado tonto o demasiado iluso por "dejarme estafar" cuando le doy limosna a un mendigo. Si de vez en cuando le doy un par de monedas a un mendigo, no es porque me haya engañado.

Y no nos engañemos nosotros tampoco: Casi todos los que leemos esto somos gente que tiene dinero para comer y beber hasta reventar. Dormimos bajo techo, y calentitos. Cuando le damos a un homeless (o incluso a un falso homeless) un euro, o cincuenta céntimos, o veinte... ¿quién está estafando a quién?

No me avergüenzo en absoluto cuando reconozco que la mayor parte de las veces doy dinero a los mendigos por razones más egoístas que altruistas. Me siento mejor conmigo mismo cuando le doy un trozo de chatarra a otra persona. Es como poner una tirita para tapar las mezquindades de mi alma (durante muy poco tiempo)

A veces cuento la anécdota de aquella vez que bajaba por la calle de Alcalá con un fortísimo dolor de cabeza. Me crucé con una mendiga y sentí el impulso de darle todo el dinero que llevaba en el bolsillo (unos diez euros) para aligerarme de un peso invisible. Y mi dolor de cabeza se disipó en menos de un minuto.

En fin... Después de esta parrafada kilométrica sí que va llegando la hora de terminar esta entrada...

¡¡Pues no!! ¡Quebrantemos las inquebrantables leyes de los blogs! ¡Voy a seguir contando cosas! Los que todavía conservéis un ápice de paciencia y un ápice de resistencia en las retinas, ¡¡seguidme!!

RODARI


Me estoy leyendo la "Gramática de la fantasía" de Gianni Rodari. Era una asignatura que tenía pendiente desde que me la recomendaron personas tan de fiar con Bego, Rubentxo o Mar.

Llevo leída poco más de la mitad del libro, y me está gustando a muchos niveles. Me parece una lectura bastante refrescante (incluso liberadora) para todo aquél que esté acostumbrado a leer manuales sobre "cómo escribir guiones" o sobre "cómo contar historias" en general.

Si habéis consultado dos o tres libros sobre guión o narrativa, habréis encontrado una enfermiza obsesión por la estructura, una apuesta por la limpieza casi antiséptica. Una tendencia a convertir las cabañas de los cuentos en habitaciones de hospital. Una oda a la "eficacia" que, sin ni mucho menos pretenderlo, consigue que la gente relegue a un escalón secudario todo aquello que tiene que ver con la imaginación más primaria, con la capacidad de soñar...

Yo, personalmente, esos manuales "estructuralistas" los considero tan útiles como peligrosos (quizá - lo reconozco - incluso más útiles que peligrosos). Me parecen un arma de doble filo. Creo que nos animan a diseñar el bosque antes de haber sembrado los árboles. Y, al igual que en el caso del Diablo, creo que gran parte de su peligro reside en que, como decía, son condenadamente útiles, sencillos, tentadores... en tanto en cuanto se basan en mecanismos psicológicos y perceptuales que casi todos los seres humanos compartimos.

La Gramática Fantástica de Rodari me parece un soplo de aire fresco entre tanta tendencia al dogma (un soplo de aire fresco que, de hecho, fue escrito mucho antes que casi todos los manuales de guión)

¡Y en ningún momento contradice todos esos manuales!

Simplemente nos invita a recorrer senderos que los demás dejan de lado. Senderos olvidados.

Rodari también nos habla de vez en cuando de estructuras (estructuras aún más primarias que las que solemos manejar hoy en día. Estructuras procedentes de los ritos iniciáticos de hombres prehistóricos; cavernícolas que todavía residen en nuestras entrañas y con los que seguimos en contacto a través de cuentos, Biblias, supersticiones, cábalas y demás sistemas de símbolos que siguen presentes - e incluso omnipresentes - en nuestra cultura actual. Estructuras basadas en arquetipos que se la ponen tiesa al groopie junguiano que hay en mí)

Leer a Rodari es hacer un alto para almorzar en un entrañable bar de carretera. Interrumpir durante unas horas nuestro viaje en la autopista de "cómo organizar nuestras historias" para recordar dónde tenemos que buscar los ladrillos con las que se construyen. Recordar que ninguna arquitectura, por compleja o (mejor todavía) simple que sea, merecerá la pena si no la alimentamos con ideas poderosas, de ésas que surgen merced a esa chispa irracional, a ese eco que conecta nuestra mente con los rincones más íntimos de nuestras vísceras, o con la magia más poderosa de nuestros ancestros.

Por si fuera poco, el cabrón de Rodari me provoca con sus juegos creativos. Hace que me entren ganas de retomar aquella sección de los Conceptos Absurdos que fue creciendo como un hongo en este blog.

De pronto restallan imágenes en mi mente. Imágenes repletas de entrañable estupidez.

Pienso, por ejemplo, en una pistola. Una pistola que tiene un handicap: El percutor ha sido forjado con metales demasiado "nobles" y, por lo tanto, es excesivamente educado. Eso impide que la pistola pueda disparar sus balas de cualquier manera. Porque para que una bala se dispare, es indispensable que el percutor la golpee por detrás con mucha fuerza. Y nuestro percutor, en cambio, golpea con mucha discreción, como llamando a una puerta, muy prudentemente: "Toc, toc, toc... toc, toc, toc...". ¡Un desastre! El percutor sólo golpea con la fuerza necesaria cuando se trata de balas con las que tiene mucha confianza. Así que para poder disparar una bala con esa pistola, el percutor ha tenido que conocerla previamente durante un tiempo. Bala y percutor tienen que haber mantenido conversaciones nocturnas. Tienen que haberse contado muchas confidencias. Tienen que haberse convertido casi en hermanos... Y eso es una putada, porque cuando el percutor llama a la puerta de la bala con fuerza, haciendo gala de tanta confianza... ¡¡La dispara!! Y ya sabéis vosotros que ese disparo implica la destrucción de la bala. Cada vez que el percutor consigue provocar un disparo, pierde a una amiga. Y se le rompe el corazón.

Pienso también en unos zapatos cuyas plantillas tienen la capacidad de leer las plantas de los pies. Del mismo modo en que los quiromantes pueden leer las líneas de la mano, estos zapatos leen las líneas de los pies. Te los pones y... ¡zas! De repente esos zapatos conocen tu pasado, tu presente, tu futuro, tus inseguridades, tus anhelos... Y si luego otra persona se pone esos zapatos, podrá conocer también ese pasado tuyo, ese presente, ese futuro, esos anhelos, esas inseguridades... O peor todavía: Se habrá contagiado. Será poseído, sin saber cómo, por tu pasado, tu presente, tu futuro, tus anhelos, tus inseguridades...

¡Vale! ¡Vale! ¡Ya termino! Esto es lo último:

GRITOS



Hace ya cuatro años que estrenamos nuestra película "Gritos en el Pasillo". Inexplicablemente, después de tantos años, la peli sigue despertando ecos por aquí y por allá.

El otro día nos hicieron una agradabilísima entrevista sobre el tema para el programa "Mind Shaker" de NEOX. No sé cuándo lo pondrán. Nos entrevistaron a Raúl López Serrano (director artístico), Alberto López Garrido (productor) y a mí. Fue muy curioso tener que volver a hablar sobre ciertas cosas después de tanto tiempo. Puro flashback. Pura magdalena - o cacahuete - de Proust.

Por otra parte, esta mañana recibí un comentario muy amigable de alguien que vio hace poco Gritos en el Pasillo en un festival de México. Yo no tenía ni idea de que la peli se había visto por aquellos lares. Me hizo ilusión. Ya sabéis que me gusta mucho ver cómo esa cosita tan pequeña que engendramos hace cuatro años se mueve ahora por el mundo sin necesidad de que nosotros la llevemos de la mano.

Emancipada.

México, por otra parte, es un país que cada vez me cae mejor. Es posiblemente el país en el que mejor están tratando nuestra película "" (guión mío dirigido, producido y editado por César del Álamo)

También es posiblemente el sitio del que nos escriben más fans del programa de televisión en el que trabajo (Vaya Semanita)

Y, por si fuera poco, es el país de la salsa mole, el tequila José Cuervo y el gran José Alfredo.