sábado, 29 de agosto de 2009

PINTXOS Y GUAUS


Se supone que el 1 de septiembre volveré a tener piso en Donosti. Mientras tanto me han metido en una pensión cojonuda. Habitaciones preciosas, relativamente espaciosas. Regentada por gente amabilísima.

Lo que no tengo, obviamente, es cocina. Así que desde que he regresado más de la mitad de mis comidas han sido en la calle. Aunque eso en esta ciudad, si uno se puede permitir el gasto (aunque sea durante unos pocos días) es una delicia.

Tras un año y medio en Donosti no puedo decir que me haya convertido en un experto en el mundo de los pintxos, pero casi. El universo hostelero de esta ciudad es inabarcable. De lo que sí puedo presumir a estas alturas es de conocer (e incluso frecuentar) el 80% de los sitios que realmente merecen la pena.

Hace tiempo que tengo pendiente escribir una especie de guía sobre mis sitios favoritos para ir de pintxos por Donosti. Cuando lo haga la publicaré en este blog, y ese día la mayor parte de vosotros deshechará esa entrada porque no le resultará de ninguna utilidad, aunque recomendaré a todos volver sobre vuestros pasos algún día y rescatarla, cuando vengáis de visita a esta ciudad de juguete medio española, medio francesa, medio vasca.

Mientras tanto sólo quería plasmar aquí una pequeña reflexión. Algo que me encanta de Donosti:

Es una ciudad en la que dejan entrar a los perros en los bares.

Los que tenemos perros valoramos muchísimo esa clase de cosas. La sociedad se ha enemistado con los perros. Desde aquella vez en que los periodistas se quedaron sin temas para sus noticias y empezaron a llenar sus sumarios con casos de perros que mordían a la gente. Es algo que siempre ha ocurrido y siempre ocurrirá, pero se trata de casos aislados.

Estoy convencido de que por cada perro que haga daño a un ser humano, hay mil seres humanos que hacen daño a tres mil seres humanos. Pero la tele es experta en generar psicosis, y hoy día los perros caen mal, y están constreñidos por todo tipo de reglamentos y prohibiciones.

Por eso me encanta que en una ciudad como Donosti, tan pija y tan estirada en muchas otras cosas, puedas entrar en el local más elegante, pedirte el pintxo más "de cualité" y... escuchar cómo dos perros se ladran mútuamente.

Y lo mejor de todo es que rara vez ladran. Rara vez arman follón. Nadie prohíbe entrar con niños en los bares, y sin embargo los niños suelen ser mucho más escandalosos, maleducados e importunos que los perros. Y cuando entran en carritos de bebé, ocupan más espacio que cualquier mastín o gran danés. Es más: No me extrañaría que los niños transmitiesen más enfermedades que los perros y se metiesen en la boca cosas bastante más insanas.

A pesar de ello, ¿qué más da? Cada vez estamos más obsesionados con que todo sea antiséptico. ¡Hay que convivir con los gérmenes, coño! De lo contrario NO aprenderemos a inmunizarnos frente a ciertas cosas, nos convertiremos en blandengues que pillarán un resfriado o una gripe con sólo abrir la ventana. No todas las vacunas se inyectan en las venas. También hay vacunas vivientes que se pueden pasear entre nosotros, convirtiendo la atmósfera en un campo de entrenamiento más que necesario.

Aún no he podido "desembalar" mis nuevos dinosaurios de plástico. Lo haré en cuanto mis maletas toquen tierra firme, y entonces habrá fotos.

miércoles, 26 de agosto de 2009

DONOSTI: ROUND 3!!!


Os pido disculpas por esta larga ausencia.

Estos últimos días han consistido en un viaje que ha culminado esta noche, con ese tren que (al igual que al año anterior) ha escupido en los andenes de Donosti lo que quedaba de mí.

Me alojo en una pensión del centro hasta que la productora me informe de dónde cojones tiene pensado meterme en esta ocasión. Es la misma pensión en la que tuve que pasar algunas noches el verano pasado, hace justo un año. La habitación es pequeña. Mis maletas y yo tenemos que convertirnos en fichas de tetris para encajar en ella. A pesar de ello he elegido esta pensión porque está regentada por unas señoritas muy amables que le hacen sentir a uno como si fuera bienvenido.

Toda esta mierda es bastante cíclica. Misma ciudad. Misma pensión. Una visita sentimental y obligatoria al mismo bar. El año anterior el camarero me invitó a las cañas porque era su cumpleaños. Hoy el mismo camarero me ha vuelto a invitar, porque ayer fue su cumpleaños.

Es como un espejo empañado que refleja un día lejano, distorsionado... pero bastante similar.

A pesar de ello no padezco el síndrome "Bill Murray del Día de la Marmota". No me siento caminando en círculos. Camino en espiral. Revivo situaciones similares a las de un año atrás, pero percibo una evolución en ello, como si el año pasado fuese Posesión Infernal, y lo de hoy fuera un Terroríficamente Muertos.

El año pasado subí al tren cargado con seis o siete bultos de equipaje, imposibles de abarcar para una sola persona. Hoy mi equipaje se limitaba a tres bultos de nada.

Hoy tengo un leve dolor de cabeza. El año pasado el dolor de cabeza fue de los más fuertes que he tenido en mucho tiempo, acompañado de vómitos y diarreas.

El año pasado me dieron la habitación en un extremo de la pensión. Hoy me la han dado en el extremo opuesto.

El año pasado llegué a Donosti con una sensación de desamparo que me congelaba las entrañas. En esta ocasión, sin embargo, llegar a Donosti ha sido reencontrarse con una vieja amiga.

Esta ciudad, como todas ésas en las que uno pasa el tiempo suficiente, está infentada de rincones con recuerdos agazapados para asestarme puñaladas en cuanto bajo la guardia. El dolor de algunas de esas puñaladas es bastante agradable.

Y ahora me voy a la cama, porque mañana me reincorporo a mi trabajo, que es uno de los mejores del mundo, o algo que se le parece bastante.

miércoles, 19 de agosto de 2009

BUENOS, MALOS Y GENTE DE VERDAD

Hoy he "revisitado" dos pelis que me han hecho pensar (aquí podría meter un típico chiste de los de: "porque yo de vez en cuando pienso. Pero no lo voy a hacer. Mierda... ya lo he hecho...)

Es curioso porque, sin yo pretenderlo, esas dos pelis tienen un nexo común que las hace complementarse mútuamente.

En la peli número 1 el personaje que me debería caer bien, me cae mal.

Y en la peli número 2 el personaje que debería caerme mal, me cae bien.

La primera de esas dos pelis es KARATE KID.


Sí... El puto Daniel San me cae un poco mal. Ya cuando la veía de niño me costaba empatizar con ese niñato. Y no entendía cómo Elisabeth Shue podía mojar sus bragas por un pingajo inmaduro como ése.

¡Que sí! Que los rubios metrosexuales del Cobra Kai son unos abusones y unos superficiales y todo eso. Pero es que en la mayor parte de las ocasiones es el puto Daniel el que los provoca y se pavonea de una manera harto abofeteable.

Que el pobre némesis rubio-karateca de la peli hace todo lo posible por no partirle la cara a Daniel, pero es el hijo de puta del Ralph Machio el que se gana el fostiamiento a pulso. ¡Coño, Daniel San! Si sabes que le estás levantando la novia a alguien que aún tiene el dolor fresco, ten un pelín de consideración! Hazlo con delicadeza...

A pesar de ello, el espectador desea que Daniel San triunfe en todo lo triunfable.

(Supongo que para no decepcionar al señor Miyagi, que es un personajazo como la copa de un pino)

Qué pedazo de cosecha la de 1984... Fue el año en que Spielberg estrenó el Templo Maldito. Fue el año en que Joe Dante estrenó Gremlins... Fue el año en que Terry Gilliam estaba lidiando fieramente por terminar Brazil. Y fue tambien el año en que se estrenó este pastelito entrañable llamado Karate Kid.

John G. Avildsen es un director que ya se ha ganado un escaño en el paraíso. Ese puto amo que hizo con el mierda de Daniel San lo mismo que hizo años antes con el gran Stallone en Rocky.

Olvidémonos por un momento de lo mal que me cae el pelele de Daniel San. Si nos centramos en todo lo demás, Karate Kid es una peli adorable.

Lo que más me cautiva de ella es que se trata de una peli de artes marciales en la que apenas se ven escenas de artes marciales. Si minutásemos el contedido de la peli, creo que nos daríamos cuenta de que de los 110 minutos que (aproximadamente) dura, sólo hay unos 11 minutos de metraje en los que se puede ver a gente golpeando o librando cualquier tipo de pelea.

Yo he practicado artes marciales desde que era niño. De manera irregular, sí... pero las he practicado. Y creo que he visto pocas pelis que reflejen tan bien la esencia de las artes marciales como Karate Kid.

Y el hecho de que no se vea ni una pelea en casi todo el metraje me parece casi una declaración de principios. Porque las artes marciales de verdad, las que no se han desvirtuado al convertirse en deportes de competición, consisten en eso: En que la vida es más grande que el tatami, y en que el reto más enorme de todos no está en las peleas de patadas y puñetazos, sino en la maldita batalla interior, en la vida misma, en el día a día...

Es algo que no suele entender la gente ajena al universo de las VERDADERAS artes marciales. Eso de entender que la cuestión del combate y la cuestión de vivir en armonía con todo lo demás son dos cuestiones indisociables. Si eliminas una de las dos incógnitas de la ecuación, el castillo de naipes de viene abajo.

Es como la cuestión del Ta Chi. Hoy día la gente lo practica como si fuese el Yoga, o el jodido Pilates. Los gimnasios han hecho con el Tai Chi lo mismo que hicieron las discográficas con La cabra mecánica. El Tai Chi (el verdadero Tai Chi) es un estilo de kung fu muy efectivo, descendiente del estilo de kung fu del monasterio de Wu Tang. Cierto día, algún gilipollas de márketing de vete a saber qué gimnasio descubrió que servía para potenciar la salud de la gente (cosa que, muchos años antes, ya había descubierto el ministerio de sanidad de China). ¿Qué hicieron? ... ... ... Pues "lavarle" la cara al Tai Chi, despojarle de todo significado marcial y convertirlo en una gimnasia "saludable" para jubilados.

En otras palabras, hicieron con el Tai Chi lo mismo que, según mi tía, han hecho hoy en día con la alimentación cárnica: Limpian tanto las carnes que las despojan de toda su gelatina. De esa manera, los niños comen filetes "demasiado" limpios, inmaculados... pero incompletos... y luego se ven aquejados, a muy cortas edades, de problemas en los huesos.

Y eso le está pasando al Tai Chi en nuestra sociedad postmoderna: Le han quitado la gelatina.

La gente no entiende que todo ese rollo de la paz interior y la armonía va intrínsecamente unida a la seguridad de saber con un alto porcentaje de seguridad que si quisieras, podrías pulverizar a ese capullo que amenaza dichaa paz, dicha armonía.

Yo siempre pongo el ejemplo ninja:

Yo practiqué nin-jitsu cuando era niño. Sólo durante unos meses. Después regresé al Aikido (porque resultó que mis posibilidades económicas alcanzaban para convertirme en samurai, pero no para ser ninja). Pero hay una anécdota sobre mi grupo de ninjutsu que nunca se me olvidará:

Sucedió en unas fiestas municipales.

Todos esos ninjas de paisano estaban por las fiestas, divirtiéndose...

... y de repente llegaron uno navajeros, armados con sus metales puntiagudos, intentando atracarles.

Esos putos amos del ninjutsu podría haberse cargado a los navajeros con sólo un par de movimientos. Pero precisamente gracias a eso, gracias a esa seguridad que les confería el saber cómo enfrentarse la situación, conservaron la calma, empezaron a charlar con los atracadores... empezaron a tranquilizarles... y acabaron yéndose de copas con ellos.

Escuché esa historia verídica cuando era un adolescente tempranero y aún no me he topado con una definición del espíritu de las artes marciales que me parezca más precisa.

Y toda esa mierda está reflejada en Karate Kid. A pesar de las muchas licencias que se toma la peli.

A pesar de que Miyagi insista en que hay que mirar siempre a los ojos del adversario (aunque a mí siempre me han enseñado que NUNCA hay que mirar a los ojos del rival - según las antiguas creencias japonesas, el enemigo puede robarte la energía (ki) a través de los ojos - )

A pesar de que para aprender a esquivar en condiciones hacen falta indicaciones más precisas que las necesarias para encerar coches y barnizar vallas.

A pesar de que si haces la técnica grulla con la rodilla como la tenía Daniel San, corres el riesgo de quedarte cojo para toda la vida.

A pesar de que es muy raro encontrar un buen maestro que te instruya gratis y que encima sea el tío de mantenimiento de tu urbanización.

Pero es que Karate Kid, más que una peli de artes marciales es una peli sobre la vida misma (que, por otra parte, es lo que debería ser cualquier peli de artes marciales). Karate Kid es una peli de "chico conoce a chica". Y es una peli de "me mudo a otra ciudad, me sacan de mi entorno y me cuesta adaptarme". Y es una peli de "yo soy humilde y estoy rodeado de gente demasiado sofisticada para mí". Y es una peli de "soy un japonés que perdió a un hijo y la vida me da la oportunidad de recuperar al hijo que perdí".

Y por todo eso Karate Kid ha trascendido a la memoria colectiva de una generación entera, mientras que otras pelis más "marciales" se han quedado rezagadas en los callejones del trash.

- La segunda de las dos pelis que mencioné al principio es UN DÍA DE FURIA.



En mi adolescencia odié a Joel Schumacher por lo que nos hizo con sus dos entregas de Batman. Luego le vi en un par de documentales, me pareció la mejor de las personas y descubrí que (hombres murciélagos aparte) había dirigido auténticas joyitas. Como esta "Falling down".

Y es que, como adelantaba al comienzo de la entrada, en este caso empatizo más con el personaje que se supone que ha de ponerte en su contra.

Porque es fácil estar del lado de Michael Douglas. Y los guionistas lo saben. Se trata del típico personaje del que huirías en la vida real, pero que al mismo tiempo cae simpático cuando lo percibes desde la comodidad de tu sillón. Porque todos tenemos en algún resquicio de nuestro interior esa vertiente frustrada, desengañada, miserable.

El Michael Douglas de Un día de furia me recuerda al Orson Welles de Sed de mal. Y creo que ambos inspiran la misma ternura que los dinosaurios de Ray Harryhausen... cuando mueren de esa entrañable manera sobreactuada... shakesperiana...

martes, 18 de agosto de 2009

VIDA MENSAJERA

Gracias a mi amigo Efrén he descubierto este corto, de unos compatriotas canarios de Telde, adorable pueblecillo de Gran Canaria en el que tuve que vivir un mes o dos (ya no me acuerdo)

El corto en cuestión es una radiografía cyber-social para quitarse el sombrero.

Y EL CLACK, CLACK, CLACK DE LAS TECLAS HA DEJADO DE SONAR


He postpuesto indefinidamente la escritura de mi guión.

De repente notaba que algo dentro, muy dentro de mí no me dejaba avanzar.

Me he auscultado a mí mismo y me he dado cuenta de que la mayor parte del tiempo no estaba escribiendo con el corazón: "Creaba" más por inercia que por saciar ningún tipo de pasión o de entusiasmo.

Estaba forzando la maquinaria. Estaba (una vez más) intentando violar a la musa sin tenerla debidamente lubricada.

Quizá sea mi inestabilidad de piscis, que me impide encariñarme con algo durante más de cuatro días.

Quizá sea que no termino de encontrarme y pruebo mil cauces de expresión artística con la esperanza de descubrirme a mí mismo en las entrañas de uno de ellos, sin entender que quizá es mejor abordar la cuestión desde el otro extremo: Primero encontrarme (dejarme de chorradas) y luego jugar con aquello que Welles denominaba "el tren eléctrico más caro del mundo".

Me he dado cuenta de que durante los últimos años he renegado de la clase de cosas que perpetraba antes; aquéllas a las que me tiraba de cabeza con un entusiasmo casi infantil. Mis últimos amagos de escritura, tanto en novela, como en guión, como en relato, eran un intento de convertirme en un ¿autor? responsable y adulto.

Un intento de ser todo aquello que nunca se ma ha dado bien.

No es de extrañar, pues, que casi ninguno de esos proyectos llegase a buen puerto.

Quizá retome el guión cuando de verdad sienta que lo estoy pariendo desde dentro, y no obedeciendo a todas esas espadas de Damocles que imagino pendiendo sobre mi coronilla y susurrándome: "Lo correcto es hacer esto o lo otro".

Quizá ha llegado la hora de reconocer que el cine que más te conmueve y el que más admiras no es necesariamente el cine que estás destinado a hacer. No tiene por qué ser el cine que realmente te brota en las entrañas.

Quizá ha llegado el momento de asumir que, de todas mis vertientes, a la única a la que le nace expresarse con auténtico brío es ese niño gamberro, irreflexivo que llevo dentro. Ese Peter Pan desprovisto de Wendys que no puede evitar pintarle unos bigotes a la Mona Lisa, aunque luego se sienta como el mierda más mierda del planeta, porque admira a la Mona Lisa más que a nada en este mundo.

Y la vertiente optimista de estas reflexiones, si es que la hay, se la debo a haber visto por enésima vez Indiana Jones y el Templo Maldito. Y también por enésima vez... ¡¡¡Gracias, Steve!!!


Y mientras la zorra calientapollas en que me he convertido se aclara, lo único que me mantiene estable es seguir dibujando algún que otro dinosaurio de vez en cuando.

lunes, 17 de agosto de 2009

EL ARTE DE OBLIGAR A UN ESPAÑOL A HABLAR COMO LOS ESPAÑOLES OBLIGAN A HABLAR A LOS YANKIES


Los guionistas españoles que intentamos escribir cine tenemos un problema. Al menos los de mi generación:

Estamos tan acostumbrados a ver pelis norteamericanas dobladas al español que cuando redactamos nuestros diálogos tendemos inconscientemente a imitar el tempo, el acento e incluso la construcción gramatical de esos actores estadounidenses que nos hablan con una voz prestada.

Luego pasa lo que tiene que pasar: Dejas tu guión en manos de actores patrios, ruedas a esos machos ibéricos pronunciando tus ingenuas frases y...

Queda como el culo.

En parte porque la mayoría de los actores españoles no saben procesar interiormente ese estilo de diálogo, ni saben (por consiguiente) pronunciarlo de forma natural.

Y en parte porque nadie se va a creer en la pantalla a un Resines o a un Bardem diciendo: "Ey, Paco, larguémonos de aquí." Porque la gente en España no habla así, y el guionista que redacte de esa forma para una peli española, o bien lo hace con intención paródica, o bien se está meando, sin saberlo, sobre su propia película.

Bien es cierto que hoy día tenemos más oportunidades para ver las cosas en versión original, y eso ayuda a aclarar los conceptos. Bien es cierto que las series de máxima audiencia de nuestra televisión sueler ser ya casi todas en el idioma de Cervantes... Pero la adorable y perniciosa influencia de toda una infancia y toda una adolescencia escuchando a los mejores dobladores del mundo... deja huella.

Cualquiera que lea mis primeros guiones de largo (todos esos que, por vergüenza, ya no suelo dejar que nadie lea) se dará cuenta de que yo he cometido ese error hasta la saciedad.

En este nuevo guión intento evitar eso. Y no es fácil.

Creo que el más de año y medio que llevo en Vaya Semanita me ha ayudado en eso; me ha acostumbrado a escribir más "a la española". Pero no deja de ser un programa humorístico, caricaturesco... Y aún me siento "en pañales" como "dialoguista realista inscrito en la idiosincrasia española".

Creo que tendré que revisitar las pelis de Berlanga, y también las de Álex de la Iglesia.

Sí... Creo que De la Iglesia y Guerricaechevarría son los mejores a la hora de combinar la precisión de los diálogos yankies con la consistencia del hablar "made in Spain".

Intento ser consciente de que lo de pulir los diálogos ya llegará en posteriores versiones del guión, pero no hay manera de que yo mismo me haga entrar en razón. Si un diálogo (aunque sea provisional) no me parece mínimamente decente, ¡me cuesta continuar!

Soy gilipollas.

sábado, 15 de agosto de 2009

EL SEÑOR JACK STAMOS

Existe un cabrón cuyo único propósito es sabotear a los que intentamos diseñar películas fáciles y baratas de hacer.

Cada vez que alguien trabaja en la búsqueda ese guión soñado por todos, ese Grial que algunos conocen como "guión sencillo de rodar" el cabrón ése se nos acerca por la espalda y nos susurra veneno al oído.

Hace tiempo bauticé a ese hijoputa con el nombre de Jack Stamos.

Que en español castizo se pronuncia: "Ya que estamos".

Imaginemos por ejemplo (no es el caso) que estamos escribiendo un guión con sólo una localización, con sólo un par de actores que se dedican a hablar y a poco más. Tu intención es coger una casa (posiblemente tu propia casa) y grabar una peli en plan dogma, con tu camarita doméstica, sólo los actores y tú, sin depender de demasiadas personas.

Pues bien... Es entonces cuando Jack el Complicador llama a las puertas de tu cerebro y deja caer, como si fuese un pensamiento tuyo: "YA QUE ESTAMOS, podríamos alquilar un cámara profesional, que siempre dará mejor acabado". Y claro... es cierto que por un poquito más, pues la cosa queda mejor... Y ya empiezas a complicarte, porque alquilar algo supone plazos, límites de tiempo, presión... Y el mamón te vuelve a susurrar: "YA QUE ESTAMOS, podemos currarnos un poco más la fotografía. Que quede bonito..." Y eso implica que cada plano tardará el cuádruple en rodarse, aumentando la presión implícita en el límite de tiempo. Y si quieres hacerlo realmente bien, probablemente tengas que conseguir un equipo de iluminación medianamente decente, e incluso una persona que se preocupe exclusivamente de iluminar...

Y así con todo.

JACK STAMOS es ese tío que, cuando estás pensando en un solo decorado, te sugiere una simpática subtrama que termina de redondear el guión. Pero resulta que esa otra trama implica otro par de decorados, y otro par de personajes con los que no contabas.

JACK STAMOS es ese sádico de los cojones que te hace ver que la cosa mejora si haces el pequeño esfuerzo de incluir en tu secuencia al animal, al niño o al Charles Laughton.

JACK STAMOS es el desalmado que suplantó a una jovencita para ir a casa de un viejo avaro y gruñón. Es el cabrón que vació las despensas del viejo tras mentirle diciendo que era capaz de cocinarle una sopa con una simple piedra.

Y aquí me tenéis, intentando lidiar con JACK STAMOS. Haciéndole un poco de caso, porque soy gilipollas, y porque en el fondo JACK dice las cosas con buena intención. Pero intentando al mismo tiempo que ese saboteador no se me suba a la chepa.

No quiero ir a la guerra de Vietnam. No me queda estómago para eso. Si acaso una batallita en el patio del colegio. Unos pocos chavales tirándonos piedras. Putas piedras... La única sopa que puede hacer una piedra es sopa de sangre...

jueves, 13 de agosto de 2009

AÚN NO TENGO TÍTULO, PERO TENGO PERRO

Creo que he encontrado una forma de definir lo que estoy intentando escribir:

"Es como si Lovecraft organizase una cita a ciegas entre Jim Henson y Joe Dante".

Luego saldrá algo completamente distinto. Me suele pasar.

Pero anoche pensaba en la cuestión Jim Henson y recordé algo que suele decir Gonzalo Navas. Basta ver cualquier peli de Henson para advertir el enorme cariño que aquel genio canadiense sentía por los perros.

No pienso meter perros en el guión. Los que odiamos el cine y la Humanidad en general somos fieles a la máxima de Hitchcock: "Nunca ruedes con animales, ni con niños, ni con Charles Laughton".

Pero sí me gustaría que la peli, si llega a materializarse, tenga algo de "filosofía perruna".

Por eso mismo me parece significativo haber empezado a darle vueltas a este guión precisamente en estos días. Toda mi familia se ha ido de viaje y nos hemos quedado en casa mi perro y yo solos.

Me gusta trabajar en esto así. Lobo y yo haciéndonos compañía mutuamente. Sé que Lobo no es el nombre más original para un perro. Pero es que parece un lobo de verdad. Es casi un adjetivo. Es (según creemos) un cruce de pastor alemán y husky siberiano. En octubre cumplirá 12 años, si no calculo mal. Eso en términos perrunos es ser ya un abuelete.

No es el perro más inteligente del mundo, ni el más valiente. Pero es el perro más cariñoso (y necesitado de cariño) de todo el sistema solar.

Ojalá todo ese rollito perruno consiga contagiar al guión. En el fondo, creo que la historia va un poco de eso.

Creo que progreso a buen ritmo, aunque de momento no he escrito una sola letra. Dejo que las piezas vayan encajando poco a poco dentro de mi cabeza. Por una vez en mi vida, no quiero tirarme al folio de cabeza sin saber a dónde quiero ir exactamente. Pero creo que el mapa del tesoro está ya bastante definido. Aunque aún no tengo título. El puto título...


En la foto, mi perro Lobo. Y al fondo, el osito de peluche Lulú: la protagonista del primer cortometraje que dirigimos Alby y yo, cuando éramos adolescentes sin formación ni decencia ninguna. ¡El roto de la entrepierna no se lo he hecho yo, malpensados!

POR MUCHO QUE ME JODA, EL GUIÓN NO LO ES TODO




Sigo dándole vueltas a ese puto guión.

Viendo las pelis adecuadas para que mi brújula interior no se desvíe del tono que requiero.

Creo que voy por el buen camino... y hacía muuucho, muchíiiisimo tiempo que no creía algo así.

Mientras trabajo en esto me estoy dando cuenta de algo que me inquieta:

Quizá el mejor guión del mundo no es necesariamente el más autosuficiente. Un guión que sepa defenderse por sí solo no es trigo limpio...

Creo que las pelis que más me cautivan no se basan únicamente en un guión impecable.

Un guión que, por si solo... así, sobre el papel... tenga todo lo necesario para cautivar a la gente... ES PUTO JUEGO SUCIO. Es un guión tirano. Un guión con miedo a dar una oportunidad a los restantes recursos del séptimo arte.

Que el guión es importante, sí... Pero no me fiaré de un guión que carezca de la suficiente humildad para reconocer que necesita la ayuda de un buen diseño de criaturas, de un buen diseño de sonido, de una banda sonora compuesta con sentimiento, de unos actores que sepan aportar vida a esas palabras que, leídas en el folio, son sólo líneas, tinta o (peor aún) delirios de un director de mierda.

El guión tiene la obligación de ser bueno, pero al mismo tiempo tiene la obligación de "no ser lo mismo" si no está aderezado con una dirección artística adecuada, una iluminación propicia, un ritmo de montaje mágico...

Por favor: El día que mi guión dé la impresión de valerse por sí solo, sin la necesidad de los demás ingredientes del séptimo arte... ¡¡por favor!! ¡¡Quemad ese guión!! ¡¡Abofeteadme!! ¡¡Escupidme entre ceja y ceja, a quemarropa!!

Si en el papel está todo lo necesario para que la peli funcione... es porque algo está saliendo mal. Hace tiempo, un actor al que admiro, Ramón Ibarra, me dijo (entre caña y caña) la siguiente frase:
"El teatro es del actor, el cine es del director, la televisión es del guionista".

Y en estos momentos intento escribir cine. Así que el guionista (aunque sea yo mismo) ha de entender que es el segundo de a bordo.

Hoy he vuelto a ver Crónicas de Spiderwick. Sigo sin entender por qué esa peli no tuvo más éxito del que tuvo. Es exquisita.




Y, cómo no, hay alguna que otra novedad en el blog de los DIBUJOSAURIOS.

martes, 11 de agosto de 2009

ARISTÓTELES, COCINA, MAGIA.


Tras más de un mes de disfrutar de los platos de mi madre (que, evidentemente, es la mejor cocinera del mundo) hoy he cocinado mi propio almuerzo.

Me encanta cocinar.

Hay algo mágico en la cocina. Algo que me recuerda a la Alquimia y, por lo tanto, también a cualquier otro proceso de creación artística. Porque cocinar algo es como escribir una novela, o hacer una película, o pintar cuadros: Elegir los ingredientes, saber si debes cortarlos "hilando muy fino" o de manera más gruesa, saber en qué cantidad debe comparecer cada uno de ellos para dejar testimonio de su sabor sin llegar a importunar. Saber cuánto tiempo precisa cada ingrediente en la sartén, saber a qué temperatura (o a qué tono) debemos cocinar todo el conjunto, dictaminar qué ingredientes deben cocinarse por separado para brillar con luz propia y cuáles deben ser unificados bajo el tono de una misma salsa.

Por todas esas razones, cuando cocino con algún proyecto artístico en la cabeza considero el proceso culinario como un oráculo más completo y personal que cualquier Tarot, I Ching o la puta madre que los parió.

Y es por eso que cocinar el almuerzo de hoy ha sido significativo para mí. Porque estoy dándole vueltas a otro guión de largometraje. Y cocinar me ayuda a establecer paralelismos irracionales y, por lo tanto, reseñables.

Tengo entre manos una premisa de guión que me la pone baste dura (o, como mínimo, morcillona) pero he estado a punto de abandonarla tres o cuatro veces por semana porque había una especie de bloqueo, un trombo inexplicable que me impedía desarrollar la idea.

No fue hasta ayer que esclarecí el misterio.

A veces la clave para entender nuestros límites está en el autoconicimiento. Y en una noche de luna en cuarto menguante me dio por reflexionar sobre qué demonios estaba fallando.

Intentemos desglosarlo en varios apartados:

1- La historia que estoy intentando convertir en guión está diseñada para que la mayor parte del metraje transcurra en un solo decorado. Es una manera de no complicarme demasiado la vida si al final decido intentar sacar esto adelante, e incluso dirigirlo yo mismo.

2- El punto número (1-) me estaba jodiendo vivo. Como en otras ocasiones en que he escrito un guión intentando limitarlo a una sola localicación. Unidad de espacio. Al final siempre salía algo simpático, pero tenía pocas posibilidades de desarrollarse en condiciones, a los ojos profanos se les antojaba más teatro que cine.

3- Ayer o anteayer me di cuenta de por qué todo lo que escribía para una sola localicación (o unas pocas) se parecía tanto al puto teatro: Porque quería ser excesivamente fiel al jodido Aristóteles de los cojones y a sus compinches. Porque una parte encorsetada de mi cerebro no sabía disociar conceptos y daba por sentado que si había unidad de espacio, había que forzar también una unidad de tiempo.

¡¡¡¡Y mi historia no conseguía respirar adecuadamente si la sometía a las dictaduras del "tiempo real"!!!!

4- Y fue anoche, dejándome caer en una piscina y dejando que mis pensamientos se enfriasen y se diluyesen en el agua, cuando me hice consciente de algo tan obvio como que:

El hecho de conservar (casi intacta) la unidad de espacio no implicaba tener que conservar también la "unidad de tiempo".

Sé que puede parecer de Perogrullo, pero para un resquicio inconsciente de mí mismo ha sido toda una revelación eso de que conservar la misma localización, no implique tener que relatar los hechos en tiempo real... o casi real...

En cuanto fui consciente de esa liberación a nivel narrativo, todo empezó a fluir. Los conceptos comenzaron a salir de sus escondrijos y un amago de trama (en el que todavía estoy trabajando) comenzó a perfilarse.

¡¡Era así de sencillo!! ¡¡Disociar la puta unidad de espacio, la puta unidad de acción y la puta unidad de tiempo!! ¡¡¡QUE TE DEN POR CULO, ARISTÓTELES!!!

Aristóteles: ¡¡¡Oye!!! ¡¡Un poco de respeto, niñato!! ¿¡Quién te crees que eres para cuestionarme!?

Juanjo: ¡Coño, Aristóteles, no era mi intención tocarte las pelotas, pero... ¿No crees que ya va siendo hora de que nos dejes probar otras cosas?

Aristóteles: Si me lo dijese alguien medianamente digno, quizá me lo plantearía. ¡Pero tú eres el gilipollas de los cacahuetes!

Juanjo: ¡No me jodas, Aristóteles! ¿Tengo que recordarte que tú también la cagaste? ¡Según tú el Sol giraba alrededor de la Tierra!

Aristóteles: ¡No me vengas ahora con eso! Esa teoría la expuse en otros tiempos. Entonces no había telescopios. ¡Y tampoco había cámaras digitales! ¡¡¡Venga!!! ¡Déjame un cámara digital de las de ahora! Seguro que en un mes te hago algo mejor que esas mierdas con frutos secos que de las que tú intentas presumir.

Juanjo: Vete a la mierda, Aristóteles...

Aristóteles: Ok. Me voy a chupar la polla de Platón, o la de Alejandro Magno... que siempre es más interesante que hablar contigo... ¡¡Pringao!! ¡¡¡Fracasao!!!!

Juanjo: Serás hijo de puta...

Aristóteles: Oye...

Juanjo: ¿Qué?

Aristóteles: Que en lo de la unidad de espacio y tiempo tienes razón... ¡A la mierda la unidad temporal!

Juanjo: Joder, gracias...

Aristóteles: Vete a tomar por saco...

domingo, 9 de agosto de 2009

NO HAY NADA COMO ESTAR EN CASA, NO HAY NADA COMO ESTAR EN CASA, NO HAY NADA COMO ESTAR EN CASA...



Creo que ya no está de moda eso de hablar sobre las pelis de los ochenta. Tras el desquiciado revival de estos últimos años da la sensación de que todo lo que tenía que decirse sobre lo ochentero, todo lo que tenía que desenterrarse, ya ha quedado dicho, redicho y exhumado.

Como era de prever, ahora lo que empieza a "molar" es hablar de los noventa.

Yo en parte me alegro y dejo escapar un suspirillo de alivio. Ese entrañable concepto de "lo ochentero" empezaba a parecerse a una pradera mancillada, pisoteada por patas de caballos y expoliada por invasores bárbaros sedientos de botín.

¿Soy un snob alérgico a las modas? Es posible. Pero reconozcámoslo... a todos nos jode un poco que alguien venga y te arranque de las manos esa cosa que sientes especial, esa cosa que te hace sentir especial porque sabes que realmente sólo os gusta a ti y a una minoría de inadaptados como tú. Coño, en serio... ¿no os jode? ¿No os da por saco que ese "alguien" os arranque esa cosa de las manos, que destruya el hechizo de intimidad y lo arroje a los cubos de basura para que todos los gatos lo puedan olisquear y lo puedan desmembrar y lo puedan engullir sin siquiera tomarse la molestia de saborearlo?

Primero vino Spielberg y me arrancó los dinosaurios de las manos (y que conste que ADORO las pelis de Parque Jurásico). Luego vino Tarantino y alimentó a los gatos callejeros con mis ninjas, mis katanas, mi kung fu... (y que conste que ADORO a Tarantino, y a Kill Bill, y a Neo, y a Morfeo, y a AngLee y a los ángeles de Charlie y a la madre que los parió). Pero es que sonaba a cachondeo: De repente todo el mundo había adorado las pelis de Bruce Lee cuando era niño, todo el mundo había soñado con ser ninja. Entonces, ¿por qué era yo el bicho raro del colegio?

Luego llegó Amélie, y se convirtió en una de mis películas favoritas, y fui seis veces a verla al cine, y me sentí identificadísimo con la prota. Pero fue cuestión de días que Amélie también se pusiera de moda y encontrar en cada esquina a una persona con la que yo no tenía absolutamente nada en común pero que a pesar de ello maullaba: "Me encanta Amélie. ¡Es que me siento tan identificada con ella!". ¿Ah, sí? Entonces, si todo el mundo de repente veía el mundo igual que Amélie, ¿por qué yo me sentía tan rematadamente solo e incompendido?

Y hubo un tiempo en que si me cruzaba con una chica que llevaba un bolso de Pesadilla antes de Navidad veía en ella una cómplice, gustos comunes, un alma lo suficientemente gemela para fantasear unos segundos. Ahora si me cruzo con la cara de Jack Skelleton estampada en un bolso pienso en el 80% de posibilidades que existen de que el/la dueñ@ del bolso sea un/a payas@.

¡Pero si ocurre con todo lo pretendidamente "freakie"! Lo que antes nos hacía sentir inadaptados, ahora es "guay". Alguien debería inventar un test como el de los replicantes, una serie de pautas que nos permitan descubrir a los impostores, y por defecto, aislar a los auténticos compañeros; esos a los que de verdad les importa el ninja o dinosaurio de turno. Esos que de verdad guardan un hermoso recuerdo de las pelis de los ochenta en lugar de usarlas como excusa para llevar una chapita molona en la solapa.

Y era de pelis ochenteras de lo que quería hablaros, antes de irme por las ramas con este estúpido e improvisado desahogo.

Anoche descubrí una ochentada que, a pesar de ser medianamente célebre, nunca había visto hasta ayer. Me refiero a esa encantadora película titulada "THE LAST STARFIGHTER".

Esta peli me ha hecho recordar qué es lo que más me gusta de muchas películas ochenteras. Algo que no me suele ocurrir con pelis anteriores a esa década ni con pelis posteriores.

Es lo que definiría (a falta de un término mejor) como "yo quiero estar ahí".

Me pasó en Starfighter, y siempre me sucede con pelis como Gremlins, La Puerta, Noche de miedo, No matarás al vecino, Cazafantasmas, Golpe en la pequeña China, Exploradores, incluso La jungla de cristal...

Supongo que en gran medida se deberá a que fue la década en que me tocó ser niño, y eso me hace percibir esas películas de un modo distinto a otras, y valorar una serie de factores que se combinan para generar esos mundos en los que uno se siente dentro y disfruta de esa sensación.

Es una cuestión de ambientación, de un determinado criterio a la hora de elegir localizaciones y diseñar decorados, y saber en qué callejón colocar un poco de humo, dónde colocar un cielo exageradamente estrellado... Algo relacionado con la dirección de fotografía, o incluso con el tipo de celuloide y el tipo de ópticas que se usaban en aquella época.

Es también algo relacionado con cómo se mimaba a los personajes en aquel entonces: Tenían mil detalles que los hacían estar vivos, excentricidades, diálogos con chispa. Y las relaciones entre esos personajes eran mágicas. Generaban una sensación de que habían vivido juntos durante toda su vida, y de que seguirán vivos cuando apagues la tele o el proyector de cine, y seguirán contándose cosas, y tú te las perderás porque ya no estás con ellos. Porque cuando te levantas de la butaca dejas de ser un goonie, y eso te jode, porque en ningún sitio te sientes más en casa y al mismo tiempo tan "en un parque de atracciones" como dentro de ese desván, laberinto de cajas con estatuas y mapas del tesoro de piratas tuertos.

Si me pongo a buscar predecesores, pelis que lograsen esa magia de ambiente y/o personajes, me vienen a la cabeza el Hitchcock de La ventana Indiscreta (que es tal vez el mismo de la cafetería de Los Pájaros) o el Spielberg de Tiburón.

Si me pongo a buscar herederos de esa clase de magia tras los benditos ochenta sólo me viene a la cabeza el Shyamalan de La joven del agua. Y poco, muy poco más (acaso Monsters House, o Crónicas de Spiderwick, o las tres primeras pelis de Harry Potter).

¿Qué quiero decir con todo esto? Nada. Sólo que añoro aquello. Que me gusta zambullirme en esas películas del pasado y rememorar aquella sensación como quien abre un viejo álbum de fotos. Y que lo echo de menos en el cine de hoy.

Ah! Y novedades en DIBUJOSAURIOS, como siempre...

jueves, 6 de agosto de 2009

PUES AÚN NO SÉ SI ME ARRASTRÓ AL INFIERNO O NO


El otro día me fui a ver Arrástrame al Infierno, la nueva peli de Sam Raimi. Llevaba mucho tiempo esperándola como agua de mayo. Después de tantos años y tantos hombres araña, el señor Raimi y su hermano Ivan regresan al género de terror. Y ésa es quizá la noticia más relevante de estos últimos días.

Mucho más que la Gripe A.

De hecho, me imagino a Nostradamus sentado en su escritorio, en medio de un trance, preguntándose: "¿Y pal 2009 qué profetizo? ¿La plaga apocalíptica que se va a extender a nivel mundial, o la próxima peli de terror de Sam Raimi?" - Segundos de meditación... - "¡Qué coño! ¡La peli de Sam Raimi!"

Pero vayamos al grano. ¿Mereció la pena gastar siete de mis euros y dos de mis horas en ver Drag me to hell? Pues lo cierto es que a día de hoy no sé todavía si la peli me ha gustado o no.

En otras palabras, que por supuesto que ha merecido la pena.

Porque cada vez valoro más eso en una peli: Que me desconcierte. Que me haga salir de la sala incapaz de encasillar y categorizar lo que he visto.

Estoy harto de ver pelis impecables, construidas de manera magistral y que, sin embargo, resultan incapaces de sembrarme semillas dentro. Tan pronto como salgo del cine las olvido.

Con la peli de Raimi no sucede eso. Es una peli extraña, grotesca incluso. A veces llega al punto de dar vergüenza ajena. Pero eso es lo mejor. Algo así como subirse a una montaña rusa sin barandillas a las que agarrarse; como asistir a un funeral de payasos y descubrir que eres el único que viste de luto y eso te deja en evidencia.

En cierto modo Raimi regresa a los registros inaprehensibles de su trilogía de Evil Dead. Uno se pasa toda la peli sin saber a cierta ciencia si Sam pretende que te rías o que te asustes. Ni siquiera especifica si quiere que te rías CON él o si prefiere que te rías DE él. O si es Sam Raimi el que se está riendo de ti.

Y todo eso es maravilloso, porque confiere al espectador una sensación de libertad muy de agradecer.

Pero no nos engañemos: Arrástrame al Infierno no es esa obra grandiosa que uno esperaría de los autores que antaño revolucionaron el género con Evil Dead. Es una peli "barata de intenciones", donde el enfant terrible ya está cansado, más interesado (o resignado) en rodar una peli standard de serie B cara, al estilo de las que produce Zemekis para Dark Castle (forma de abordar el género, por otra parte, más que digna y más que necesaria)

Pues bien, ahora podéis coger todo el párrafo anterior y tirarlo a la basura. Porque entre tanta "sobriedad standard" uno se encuentra con cuatro o cinco momentazos que probablemente pasarán a la historia del género. Es como si Raimi obedeciese al profe como un niño bueno, pero cada vez que el profe le da la espalda, le lanza una pedrada a la cabeza. Ése es el Sam que dirige Arrástrame al Infierno. Establece un tono determinado para la peli, luego se mea en ese tono, luego seca un poco la orina mientras toma una cerveza (muy diurética ella) para volverse a mear. Eso convierte la película en una especie de discurso esquizofrénico. A veces creemos ver al Raimi de Premonición, luego se asoma el de Terroríficamente Muertos y hace de las suyas, luego nos vuelve a convencer de que pretende ser serio y justo entonces le posee un demonio kandariano fan de Chuck Jones que convierte todo el tinglado en un episodio del coyote y el correcaminos.

En otras palabras, no me parece una peli pa tomársela en serio, pero es una peli que se deja ver muy bien. Narrada con tanta efectividad como desfachatez. Y con una banda sonora cojonuda de Christopher Young.

Y he dejado para el final un tema que quiero desarrollar un poco más: Arrástrame al Infierno tiene los mejores "sustos" que he visto en mucho tiempo. Bien es cierto que abusa un poco de ellos, pero eso siempre depende de lo niño que uno se vuelva mientras está delante de la pantalla.

Yo es que soy muy fan de las "pelis de sustos" cuando están bien hechas. Es algo que se suele usar para menospreciar una peli de terror: "Bah... Es una peli de sustos". A veces incluso me ofende que la gente desprestigie tan a la ligera toda una labor de artesanía. Creo que el espectador que mira el arte del susto por encima del hombro suele ser el snob, el tipo carente de autenticidad que repite como un loro lo que supone que hay que pensar sobre cada cosa.

Tal vez estoy generalizando demasiado. Si alguno de los que leen esto tiene esa opinión sobre las pelis de sustos, no es mi intención ofenderle. Pero voy a intentar explicar por qué pienso que los sustos no merecen nuestro desprecio.

Por alguna razón el cine (a pesar de que han pasado más de cien años desde su invención) todavía parece esclavizado por las mentalidades de la novela decimonónica y el teatro. Se valora muchísimo el guión (yo el primero) en detrimento de los demás ingredientes cinematográficos (que son los que en realidad diferencian al cine de otras artes). Quizá se deba a que el espectador medio piensa (por alguna estúpida razón) que está más capacitado para opinar en cuestiones de guión que en otros aspectos del séptimo arte.

Y claro, los "sustos", desde un punto de vista meramente guionístico suelen ser una solución burda, un truco fácil y vacío de contenido.

Así que vuelvo un poco a lo que comentaba el otro día cuando hablábamos de Lucio Fulci. Hay cosas en el cine que tienen el mismo mérito y cuestan el mismo trabajo que escribir bien el guión. Cosas que (insisto) quizá sean más cine que el maldito guión. Y son la clase de cosas que uno tiene que dominar para fabricar buenos sustos para su peli.

¿Creéis que es fácil hacer un susto efectivo? Fabricar un "buuuuu" que realmente altere el ritmo cardíaco del público. Hay muchos parámetros a tener en cuenta para que ese sobresalto funcione. Detrás de cada "sustito" hay un trabajo de sonido muy laborioso, y una decisión de cómo encuadrar el plano y mover la cámara, y un conocimiento profundo de la percepción y la psicología humanas para distribuir esos sustos de forma que no saturen o "acostumbren" al espectador. Saber engañarle para que el "buuuu!!!" les pille desprevenidos e indefensos, o saber generar un crescendo que ponga al público a tono, lamerle un poco el clítoris antes de saltar sobre él y metérsela hasta el fondo.

Pura alquimia. Cocinar con unos ingredientes difíciles de dominar y sin ninguna receta que te asegure un resultado concreto.

Puede parecer que con eso de ser guionista estoy tirando piedras contra mi propio tejado. Nada de eso. Valoro muchísimo el guión, y el 80% de mis pelis favoritas están cimentadas en guiones míticos. Pero no creo que el guión sea el único baremo para determinar el mérito y el valor de una película.

Que sí, que yo también valoro esas pelis de terror con buenos guiones y que se basan más en generar mal rollo que en los "sustos". Que claro que tiene mucho mérito eso de que termines de ver la peli y enciendas todas las luces de la casa porque sigues acojonado y qué bien dirige Kubrik y que si Al final de la escalera sí que es terror etc, etc. Pero valoro en la misma medida que la sala de cine se convierta en una montaña rusa y que me hagan saltar LITERALMENTE de la butaca.

Cada vez es más difícil que una peli me haga saltar y retorcerme en la butaca. Uno va perdiendo inocencia con los años. Pero Sam Raimi lo consiguió anteayer.

En otro orden de cosas, podréis encontrar nuevos chistes gráficos en el blog de los DIBUJOSAURIOS.


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domingo, 2 de agosto de 2009

COSAS QUE HE VISTO ÚLTIMAMENTE

Llevo más de un mes de vacaciones, y me gusta pasar mis vacaciones como Tom Hanks en No matarás al vecino: Sentado en mi hogar, dulce hogar, bebiendo cerveza y (en mi caso) viendo pelis y series.

Voy a comentar algunas de las cosas que he visto estos días.

Empecemos hablando de series:

- True Blood (primera temporada): El segundo plato de Alan Ball, tras ponerse a sí mismo el listón más alto del mundo con A dos metros bajo tierra. Mi estimado compañero de piso Rober (suelo tener muchísima suerte con mis compañeros de piso, y eso que he tenido 18 en menos de año y medio) me la grabó. La premisa de la serie es bastante potente, y está muy bien hecha. No obstante, aunque sólo he visto cinco o seis capítulos de "A dos metros..." creo que True Blood no pasa el listón. Es una serie que gusta, entretiene... pero no apasiona. Las tramas son ligeramente predecibles, pero es fácil coger cariño a los personajes. Anna Paquin está tremenda, y muy morbosa. Y lo más flipante de la serie, en mi opinión, es la maravillosa cabecera:



Si es que los de HBO son únicos diseñando cabeceras...

Lucky Louie: Otra serie de la HBO, también descubierta gracias a mi compañero de piso Rober. Una delicia. En este caso se trata de una sitcom. Deliberadamente "barata". Grosera incluso. Una serie que se atreve con tabúes que rara vez se abordan en televisión. Cuestiones como la masturbación y su relación con la vida en pareja, el racismo, odiar a tus propios hijos... Los personajes son deliciosos y grotescos, tanto los principales como los secundarios. Los diálogos son deliciosamente salvajes, los silencios sabiamente ubicados... Sólo les dejaron hacer una temporada. No me extraña.
Big Bang Theory: Que se ha convertido en mi sitcom favorita. Pero no voy a hablar de ella ahora, porque ya lo hice en su momento.
Chuck (Primera Temporada): Serie que descubrí a raíz de Big Bang Theory, gracias a la recomendación de mi apreciado Lord Blackwell. La premisa de la serie es acojonante: A un nerd le introducen en el cerebro (de manera "accidental") todos los datos de los ordenadores de la CIA y la NSA. No es una serie perfecta, pero no necesita serlo para alegrarle la vida a uno. La producción ejecutiva corre a cargo (entre otros) del gran McG, director de "Los ángeles de Charlie", que también dirige el primer capítulo. Y se nota su influencia en la serie (o el hecho de que le eligieran a él por encajar cual dedo en anillo). Porque hay mucho de eso en la serie: Espionaje glamuroso y cool, peleas de artes marciales entre tías buenas, McGuffins gilipollezcos, tramas esperpéticas... Todo ello se sostiene gracias a la humanidad que confieren a las serie media docena de personajes achuchables (cada uno a su manera) y unos giros de guión exquisitamente comerciales.

Viendo Chuck he tenido la misma sensación que tuve en su día con la primera temporada de Pushing Daisies (serie perpetrada, entre otros, por Barry Sonnenfeld). Creo que cuando alguien acostumbrado a trabajar en cine se introduce en el terreno de las series, se produce una simbiosis preciosa. Los "cineastas" introducen en el terreno de las teleseries una poética especial. Una sensibilidad difícil de describir.

Californication: Me quedan sólo dos capítulos para terminar la primera temporada. Adoro esta serie. Es una serie sobre escritores que parece escrita para escritores. Empiezo a comprobar que conecto muy bien con las series producidad por Showtime (me pasó también con Weeds y con Dexter) Creo que el "comercial" título que le han endosado a esta serie hará que más de uno la prejuzgue sin condecerle una oportunidad. Por supuesto que hay mucho sexo y mucha "fornication" en la serie, pero no se reduce sólo a eso. Se trata de una serie salpicada de ironías, de reflexiones profundas con el disfraz de un discurso sencillo, existencialismos bebidos en vaso de plástico... Supongo que lo que me pasa a mí con Californication es similar a lo que a muchos les pasa con House: Es una serie de PERSONAJE. Hank Moody es el puto amom y David Duchovny lo interpreta como Dios. Y yo que (mejor o peor) soy escritor, no puedo evitar sentirme identificadísimo con muchos aspectos del personaje y de las tramas. Creo que me siento identificado con un 65% de Hank. Con el 35% por ciento restante (afortunadamente) no me siento identificado, pero ello no impide que siente una simpatía enorme hacia el personaje. Si algo sé de escritura a estas alturas, os aseguro que esta serie aborda la "problemática" del escritor mejor que nadie.

¡¡Y el personaje de Mia... Dios santo!!! ¡¡Amo a Madeline Zima!! ¿¡De dónde ha salido esa diosa!? Si eso es tener 16 años, propongo que se reforme el código penal!!!

Pero no sólo he visto series. También he visto pelis:
- El último rey de Escocia: Peli artesana, realizada de manera más que decente, explotando la belleza de los paisajes africanos, sacrificando alardes innecesarios en favor de la narración. Con un Forest Whitaker inmenso, acojonante... y un James McAvoy del que cada vez soy más fan. Una peli que se pasea con valentía por terrenos morales un tanto incómodos, que asesta puñetazos inesperados a tu conciencia sin caer en facilidades maniqueas y que tiene la delicadeza y la elegancia de juzgar sólo lo estrictamente necesario.
- Diamantes de sangre: Seguimos con las pelis ambientadas en África. En esta ocasión de la mano de Edward Zwick, dirigiendo a un impecable Leonardo Di Caprio y a una más que besable y aplaudible Jennifer Connelly. Las pelis de Zwick me suelen parecer bien hechas, pero también pomposas, empalagosas e incluso soporíferas. Pero Diamantes de sangre es una de esas excepciones que confirman la regla. No esperen encontrar en Diamante de sangre a un Autor "con mayúsculas", porque creo que Zwick no lo es, ni lo pretende. Pero se trata de una peli muy digna, muy bien rodada. Una peli en la que resulta fácil sumergirse e implicarse. Una peli que te hace pensar en cuestiones del mundo real que trascienden la película. Una película, en definitiva, que cualquier que tenga un miligramo de corazón recomendaría a cualquiera que tenga medio miligramo de corazón.

- Invasión: Remake de las célebres pelis de los ultracuerpos. Tienes cojones que a estas alturas no haya visto ninguna de las clásicas y me haya estrenado viendo ésta. No es una peli a la que concedería un visado para pasar a la historia del cine, pero me ha parecido muy decente. Bastante bien rodada, con un subtexto bastante coherente, un ritmo muy conseguido y una Nicole Kidman que todavía era bastante guapa, antes de que esos cirujanos plásticos que tanto la odian la convirtiesen en un remake americano de la duquesa de Alba (y que conste que no lo digo en tono jocoso, sino con una profunda tristeza. Tan profunda como la que me invade en estos días cuando veo arder en los telediarios los bosques de Tenerife y de La Palma). Pero dejando aparte los temas de apariencia física, Nicole vuelve a demostrar que es una pedazo de actriz como la copa de un pino.
- Bunny Lake is Missing: Otto Preminger siempre me ha parecido el hermano segundón de Hitchcock. Pero ser el segundón de Hitchcock implica ser mucho más grande de lo que cualquiera de nosotros seremos en nuestra puta vida. La peli tarda en arrancar, pero una vez que lo hace, te atrapa como sólo sabían atraparte las pelis "de antes".
- Aquella casa al lado del cementerio: Una delicia de Lucio Fulci que he visto obedeciendo las recomendaciones de mi admirado César del Álamo. Era la peli que me faltaba para completar la tetralogía zombi de Fulci. Lo bonito de las pelis de zombies de Fulci es que más que pelis de zombis son pelis esotéricas, espiritistas... En el caso de "Aquella casa al lado del cementerio" (¡¡Inmejorable título!!) nos encontramos más bien ante una peli espiritista en la que de vez en cuando sale un zombi.

En algunos planos de la peli se aprecian las típicas deficiencias achacables a la falta de presupuesto, y a la consecuencia más grave de esa carencia de pasta: La falta de tiempo.

Adoro a Lucio Fulci. Soy consciente de que los guiones de sus pelis son burdos, resignados a ser una mera excusa para rodar planos... ¡¡pero QUÉ PLANOS!! También soy consciente de que las pelis de Fulci están plagadas de efectismos que muchos considerarán ridículos, pero que a mí me parecen encantadores. Y reconozco que Fulci usa a sus actores sin pensar en ellos como tales. Más bien parece considerarlos hermosas piezas de atrezzo que distribuye a lo largo y ancho del cinemascope para pintar cuadros.

Fulci ha sido injustamente denostado. Y tal vez su único pecado fue relegar la narrativa a un segundo plano y centrarse en la poesía. Porque las pelis de Fulci son eso: poesía visual. Hay directores que aman tanto el cine que mandan a la mierda el guión y dedican todos sus mismos a los elementos más puramente "visuales": La composición de los planos (que a veces parecen estructurados con escuadra y cartabón), los movimientos de cámara, el tratamiento del color, los ojos y los labios de los actores...) A veces pienso que las cosas que hacen que muchos consideren a Fulci un director de serie Z son las mismas cosas que si Fulci se apellidase Lorca y las contase en un papel, le asegurarían la inmortalidad. Incluso sin salir del celuloide: Creo que si Fulci se apellidase Buñuel e incidiese en las diferencias entre las clases sociales, pues... mejor me callo!!!

Y creo que eso es todo de momento.

Los que quieran dibujosauriear un poco ya tienen en el cyberespacio el dinobibujo 14, el número 15 y el número 16.

Abrazos por doquier!!

sábado, 1 de agosto de 2009

CORAZÓOONNNN

Amo Spotify.

Es lo más parecido a escuchar "radio a la carta".

Gracias al altruismo de este programa informático he podido descubrir muchos grupos, solistas, cantautistas... Y no sólo eso. También me ha ofrecido la oportunidad de reencontrarme con músicos a los que antaño era muy aficionado y los que (cosas de la vida) había perdido la pista.

Tal es el caso de mi adorado Albert Pla.

Llevo un par de días encandilado con una canción suya que me parece absolutamente entrañable.

Se llama CORAZÓN.

Os la dejo aquí en un enlace de Youtube (tengo problemillas en el ordenador y no he podido escucharla entera, pero creo que es la misma (y maravillosa) versión que he estado escuchando estos días)



Me encanta esta cancioncilla. Me parece tierna y subversiva a partes iguales.

Y para los que quieran dinosauriodibujear un poco: Hoy he colgado en el otro blog el dibujosaurio número 11, el número 12 y el número 13.

Abrazos!