domingo, 25 de marzo de 2012

CUÁNDO DEJA DE SER GRACIOSO


Los que me seguís en Twitter o en Facebook sabéis que me encanta hacer chistes muy, muy bestias. Adoro provocar. Casi no tengo límites. Cuando pienso en la cantidad de cosas que digo - y que las diga no significa que las opine - me extraña la pequeñísima cantidad de "unfollows" que tengo.

De hecho, defiendo que el humor tenga la menor cantidad de límites posibles, aun a riesgo de ofender a cierta gente.

Toda guerra tiene bajas colaterales, y el humor no deja de ser una guerra que libramos contra lo injusto que es el mundo, o contra el hecho de que algún día tendremos que morirnos.

El caso es que hoy, día 25 de marzo, ha llegado el día en que se me ha ocurrido un chiste tan bruto y tan cruel que yo mismo he decidido autocensurarme y no publicarlo ni en el Twitter ni en el Facebook.

Es posible que, tras semejante introducción, si lo contase ahora, algunos me dijeran: "Pues no es para tanto. Has publicado cosas peores."

Eso me hace reflexionar sobre ese tema tan manido: ¿Dónde están los límites del humor?

En muchos casos está bastante claro: Proximidad temporal.

No es de buen gusto reírse de algo que está "demasiado fresco". El pasado 11M, por ejemplo, se me ocurrió hacer un único chiste sobre esa fecha fatídica y, por primera vez en mucho tiempo, un par de personas me dijeron que me había pasado de la raya. Me pareció perfectamente comprensible.

Creo que era Woody Allen el que dijo aquello de "Tragedia + tiempo/distancia = Comedia".

Hoy día nadie se ofende si haces chistes con las masacres de Julio César. Hacer chistes con el holocausto judío empieza a aceptarse, pero sólo en según qué círculos. Reírse en España del 11S se puede llegar incluso a tolerar, pero meterse con el 11M es hurgar en una herida que está demasiado fresca y demasiado próxima.

Y, como decía más arriba, es comprensible.

¿Cuál es la raíz de esa "intransigencia"?

Yo he llegado a la conclusión de que lo realmente jodido en un caso así es que... aumentan las probabilidades de que te lea alguien que ha tenido un contacto directo con la tragedia en cuestión: Alguien que perdió a un amigo, a un familiar; alguien cuya vida es más amarga desde que ocurrió esa cosa de la que tú te estás riendo.

Creo que ahí es cuando la cosa empieza a parecernos jodida. Cuando puede salpicar a gente que, al ser tan cercana, ya no le cuelgas ese calificativo abstracto de "gente". Lo que antes era "gente", ahora es "persona".

Y aun así, yo defiendo hasta la muerte que se pueda hacer comedia sobre TODO.

Como insinuaba al principio de esta entrada, creo que es la mejor arma para aligerar el peso del pasado, o incluso de la mismísima existencia.

No quiero ni imaginar el poder que seguirían teniendo sobre nosotros conceptos como "Hitler" o "Franco" si no tuviésemos ese mecanismo de defensa que los aligera y los ridiculiza.

Siempre hablo de cómo mis amigos y yo empezamos a cultivar el humor negro en nuestra última etapa del colegio, casi sin darnos cuenta, justo después de que una compañera de clase falleciera casi delante de nuestras narices. Empezamos a escribir relatos macabros en los que trivializábamos cualquier cosa relacionada con la muerte. Y era nuestra válvula de escape. Era mirar a los ojos de la muerte y decir: "Sabemos que estás ahí, pero no nos das miedo. Esto es la VIDA, y es nuestro territorio." (supongo que en el fondo sí que nos daba miedo, la hijaputa)

Pero, por otra parte, ¿cómo controlar el humor? ¿Cómo asegurarse de no ofender a nadie? Puede que sea imposible.

Recuerdo que cuando trabajaba en "Vaya Semanita" cuidábamos mucho eso de "bordear la línea sin traspasarla". Intentábamos ser provocadores sin caer en el mal gusto. Es más difícil de lo que parece. Te das cuenta de que la gente agradece un chiste sobre ETA cuando hay tregua (es el "3 en 1" que desengrasa las tensiones) pero no puedes permitirte tocar ese tema cuando hay riesgo de que el mismo día en que tú emites a los etarras les dé por matar a un concejal.

O haces un sketch en el que te metes con las negligencias de cierta compañía de trenes de Euskadi... y es graciosísimo hasta que resulta que justo el día en que lo vas a emitir... un tren de esa compañía descarrila y muere gente.

Y esos son ejemplos muy extremos, sí, pero en otras ocasiones emites chistes que crees que van a levantar ampollas y el público los acepta sin ningún problema... Y viceversa: De repente te llegan quejas por haberte metido con cosas que ni se te había pasado por la cabeza que podían afectar a alguien (gente que se queja porque haces sketches sobre hijos adoptados, gente que se queja porque sacas un muñecón cayendo de lo alto de un edificio y a ellos se les ha suicidado un pariente...)

Al final llegas a la conclusión de que es muy cierto el dicho ése de que "nunca llueve a gusto de todos", y que los daños colaterales resultantes de ofender a unos cuántos no son nada en comparación de los daños colaterales que implicaría no poder reírnos de NADA porque hacerlo implicaría que una mariposa mueva sus alas y provoque un terremoto en Nueva York.

Existe también un factor muy curioso: Si una tragedia te afecta a ti directamente, tienes patente de corso para hacer chistes sobre el tema. Si un canceroso hace chistes sobre su propio cáncer, si un paralítico hace chistes con su minusvalía, si una mujer se mete con "el sexo débil"... no sólo se permite, sino que se aplaude. "¡Qué valor y qué integridad! ¡Ese tío es negro y está haciendo chistes sobre negros!" (todos sabemos que "negro" es de mal gusto a no ser que lo diga un negro, y "maricón" es de mal gusto a menos que lo diga un gay)

Recuerdo que en una ocasión una humorista relativamente conocida nos contó a un amigo y a mí que Twitter se revolucionó porque ella hizo un chiste sobre Irene Villa y alguien, indignado, le hizo llegar ese tweet a la propia Irene Villa. ¿Sabéis cuál fue la reacción de Irene Villa? Dijo que le hacían gracia los chistes sobre ella y comenzó a enumerar cuáles eran sus favoritos.

Entonces, si a Irene Villa le parece bien, ¿podemos abrir la veda para hacer chistes de Irene Villa? Yo creo que precisamente ahí está la clave del asunto:

Algo deja de ser gracioso cuando te estás metiendo con alguien que, debido a una cercanía espacio-temporal, deja de ser alguien abstracto para ser alguien concreto, y/o cuando sabes que a esa persona o a sus allegados le vas a hacer daño con su chiste.

Pondré un ejemplo que me toca de cerca: En mi familia hubo un caso de chica asesinada por violador. Una persona a la que apreciaba mucho murió así. Fue muy jodido, y yo mismo me he dado cuenta a posteriori de cómo, de manera inconsciente, ese tema me ha obsesionado y se ha infiltrado en algunas cosas que he escrito. ¿Soy capaz de hacer chistes sobre esa clase de temas? Sí. Como dije más arriba, incluso necesito reírme de ciertos asuntos para arrebatarles su poder y su negrura. Pero si pienso en publicar un chiste relacionado con esas cosas, me vienen a la cabeza algunos de mis familiares, y el dolor que podría despertar en ellos, y el aprecio que yo le tenía a esa persona en cuestión.

Para otras personas un chiste así no sería tan censurable. Para mí sí. Porque soy yo. Porque los seres que me importan son quiénes son.

De hecho, cuando tu trabajo consiste en tener que hacer chistes sobre TODO de lunes a viernes, siempre se darán casos en los que tú mismo te cortas a la hora de proponer un chiste sobre entierros porque sabes que uno de tus compañeros tiene un entierro reciente, o sobre anorexia, o sobre enfermedades terminales, o sobre haberte bebido por accidente una cerveza Cruzcampo. Y muchas veces es precisamente ese compañero afectado el que termina haciendo esa clase de chistes, porque lo necesita más que nadie.

Así que mi conclusión es que no hay una regla general. No hay una brújula moral. O, mejor dicho: Cada uno debe escuchar y seguir su propia brújula moral, que apuntará hacia una dirección o hacia otra según el lugar donde se encuentre.

Siempre pongo este ejemplo cuando hablo sobre cómo hay que hacer para intentar actuar bien en esta vida: Es como desenredar un ovillo de lana. Nadie te puede decir hacia qué dirección hay que tirar para desenredar el ovillo. Según el punto en el que te encuentres, tendrás que tirar del hilo de lana hacia arriba o hacia abajo, hacia la izquierda o hacia la derecha.

martes, 13 de marzo de 2012

TRUCOS PARA DORMIRSE PRONTO Y BIEN


El otro día hablé aquí sobre por qué, en mi opinión, para sacar adelante nuestros proyectos es importante dormir y comer bien.

Como de costumbre, el post se me alargó más de lo previsto y tuve que dejar para otro día parte de la información. Pues bien, hoy es "otro día", y me gustaría complementar el post anterior con algunos consejos para dormir en condiciones.

Yo tengo tendencia al insomnio, así que a lo largo de mi existencia he investigado un poco sobre el tema. Dejaré aquí algunos trucos para invocar el sueño. Son cosas que he leído, que me han contado o que he descubierto experimentando conmigo mismo. Algunos me funcionan. Otros no.

Opino que cuerpo y mente son más indisociables de lo que creemos. A pesar de ello, he hecho una clasificación un tanto burda entre trucos "químicos" y trucos mentales:

TRUCOS "QUÍMICOS":

- La puta valeriana: La cito aquí porque es el remedio más famoso contra el insomnio, pero lo cierto es que a mí casi nunca me hace efecto. Como mucho me relaja un pelín. Pero oye, igual vosotros tenéis más suerte.

- La infusión de amapola y lúpulo: Conmigo no es infalible, pero me funciona mejor que la valeriana. Una cucharada de amapola, dos de lúpulo (aproximadamente), agua hirviendo, dejar 5 minutos en infusión. Se debe tomar una media horita antes de irse a dormir. Esta infusión te sume en un estado de sopor muy útil. Eso sí: Es como un tren que pasa una sola vez. Te subes en él o lo pierdes. Si de pronto algo te distrae o te espabila en el momento inadecuado (un ruido, un pensamiento) pierdes el tren y los ojos ya no se te cierran.

- La melatonina: No la he probado, pero hablan maravillas de ella, así que... tendré que agenciármela. Y os la recomiendo "a ciegas".

- El vasito de leche calentita: El tradicional "un vasito de leche y a la cama" funciona precisamente (según leí por ahí) porque la leche activa la secreción de melatonina en nuestro organismo. No es infalible, pero algo ayuda.

- Lo blanco de la lechuga: Este truco me lo enseñó mi madre. Comerse esos aburridos tallos blancos de la lechuga te sume en un estado de sopor. Se supone que es química, aunque yo sospecho que lo que te adormece es el aburrimiento de comer algo tan poco estimulante. A mí me produce un efecto similar al de la infusión de amapola y lúpulo.

- Evita el alcohol: Es cierto que un buen lingotazo te ayuda a dormir rápido, pero se trata de un sueño poco sano, en el que uno se duerme, sí, pero no descansa.

TRUCOS MENTALES:

- Evitar pantallas: Eso de ver la tele antes de acostarse, o sentarse al ordenador, o mirar cosas en el Iphone. Al parecer, el brillo que emiten esos trastos engaña a una parte del cerebro haciéndole creer que todavía es de día. Esto no va a misa, claro. Hay mucha gente que se queda dormida viendo la tele. Aunque eso puede deberse a que existen muchos afortunados hijos de puta que no saben lo que es el insomnio.

- Usar la cama sólo para dormir: Es otra manera de engañar a la mente. Hacer que nuestro inconsciente asocie la cama con dormir y con ninguna otra cosa (bueno, ¡aceptamos barco! Todos sabemos que hay otras cosas que se pueden hacer en una cama) Así que nada de tumbarse en la cama a ver pelis, o a jugar videojuegos, o a comer. Sólo hay - además de la del sexo - una excepción:

- Leer antes de dormir: A mucha gente le funciona. A mí no. Me explico: Sí que me entra el sueño mientras leo, pero en cuanto cierro el libro y apago la luz, vuelvo a estar como una moto.

- El móvil y el ordenador lejos de la cama y/o apagados.

- Fabricar rituales: Me refiero a rituales de "antes de irse a la cama". Lo leí por algún lado, en internet. Repetir la misma secuencia todas las noches (un paseo, o una ducha, o el vaso de leche, luego el pijama... Siempre lo mismo y en el mismo orden, a lo Casimiro) Es una manera de acostumbrar a tu cuerpo y a tu mente e irles avisando de que quieres irte a dormir en "x" minutos.



- No pienses en tu vida: Esto lo he descubierto analizándome a mí mismo. EVITAD A TODA COSTA pensar en cosas que tengan relación con vuestra vida. Nada de pensar en mierdas relacionadas con vuestro trabajo, no mareéis vuestros proyectos personales, ni siquiera penséis en esa persona que os gusta. Porque al ser asuntos con los que queréis o debéis lidiar en la vigilia, vuestra mente se dispara y empezáis a darles vueltas. "Debería haber hecho esto otro." "Si me dijese tal cosa, entonces yo le diría..." Demasiada actividad cerebral. ¡No bueno! Así que para evitar eso, yo recomiendo:

- Fantasear: Lleva tu mente a algún sitio que no tenga absolutamente nada que ver con la realidad que te toca vivir cuando no estás en la cama. Yo qué sé, imagina que estás pilotando el Halcón Milenario, recorre la Muralla China a lomos de un dinosaurio, túmbate en las ramas de un árbol de un planeta extraño con un rifle de francotirador a matar bichos.

- Que no te encuentren: Esto es un anexo muy útil para el truco anterior. Incorpora a tu fantasía el factor "tengo que quedarme muy quieto y no hacer ruido, porque podrían descubrirme". Imagina por ejemplo que en tu casa han entrado unos asesinos. No saben que tú estás en el desván. ¡No te muevas, ni siquiera hagas ruido al respirar! ¡O eres tú el que te has colado en algún sitio! ¡Eres un ninja agazapado, descansando inadvertido hasta que llegue el momento clave! También es divertido cuando lo que acecha ahí fuera son monstruos.

- Cuéntate una película: Es una variante de lo anterior. Se trata de un truco que inventó mi padre para sí mismo. Todas las noches, para dormirse, se cuenta Ben-hur a sí mismo, como si se la estuviese explicando a alguien que no la ha visto nunca. Mi padre se sabe Ben-hur de memoria, así que puede recorrerla de manera muy detallada y sin esforzarse. Antes de que Charlton Heston llegue a las galeras, él ya se ha quedado frito. Yo creo que no sería capaz de hacerlo. Me aburriría. Me falta disciplina.

Y creo que esos son todos los trucos que barajo. Seguro que existen veinte mil más. No obstante, quiero finalizar exponiendo el que para mí es el truco definitivo:

Para poderte dormir, es fundamental que de verdad te quieras dormir.

Parece una perogrullada, pero creo que es importante. A veces una parte muy íntima de nuestra mente no quiere dormirse en realidad. Si no convences a ese rincón de tu semi-inconsciente de que realmente quieres o necesitas cerrar los ojos, date por jodido.

Creo que esto puede suceder por muchos motivos. A modo de ejemplo, os hablaré de la novela que estoy escribiendo ahora, "Gente rota". En ella hay un personaje que sufre un insomnio de este tipo. Voy a tomarme el atrevimiento de poner aquí, a modo de adelanto, un par de párrafos en los que se habla sobre las razones para no querer dormirse.

Me atrevo a compartirlo aquí porque no destripa nada de la novela, y porque en realidad es una versión actualizada de otra entrada que escribí hace años, hablando de mis propias razones para no querer dormir en aquel entonces.

Me despido con ello:

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Al principio era eso, un comprensible desajuste horario. Ahora, sin embargo, hay algo más. Le cuesta dormir incluso cuando está cansada. La almohada le grita cosas al oído. No se siente demasiado cómoda en su cama. Las sábanas le apestan a derrota. Cada vez que se arropa con ellas tiene la sensación de estar capitulando. El día no puede terminar ahí. Falta algo por ocurrir. Un algo mágico, aunque sea una magia barata y de segunda mano. Algo que cambie las cosas una pizca. Algo que mitigue esa desoladora sensación de que las horas son escaleras mecánicas que la arrastran irremediablemente hacia no sabe qué agujero, ese cerrar los ojos con la sospecha de que el día es una sopa de letras en la que le ha faltado por descubrir una última palabra.

Por eso la cama se convierte en un lugar terrible, y la rechaza por quinta vez en las últimas horas. Se levanta de nuevo, regresa al mail y al facebook y otra vez al mail, y entre click y click de ratón, un sorbo de cerveza, y la anestesia que le idiotiza las neuronas, y la noche que le contagia la negrura, y muy, muy pocas fuerzas... muy pocas convicciones para luchar por nada.

sábado, 10 de marzo de 2012

LA CLAVE PARA SACAR ADELANTE TUS PROYECTOS.


No. Por supuesto que no tengo esa solución definitiva. Lo que ocurre es que me encantan los titulares sensacionalistas.

Pero sí quiero hablar sobre una cuestión que en mi opinión es FUNDAMENTAL para llevar nuestros proyectos a buen puerto.

En primer lugar: ¿Por qué fracasan casi todas las iniciativas, tanto en el audiovisual como en cualquier otro ámbito?

Mmmm...

¿Porque nuestra idea no vale lo suficiente?

¿Porque no tenemos talento?

¿Porque no dominamos la técnica?

NO.

Reconozcámoslo:

Todos hemos visto triunfar ideas que no valen un pimiento o que, como mínimo, no valen más que otras que sí se han quedado en la estacada.

Todos hemos visto de primera mano cómo ciertos inútiles llegan a lo más alto.

Y, por mucho que pueda dolernos, todos hemos visto cómo otros muchos se abren camino ignorando - o descuidando - la técnica, el oficio.

Así que repito la pregunta:

¿Por qué fracasan casi todas las iniciativas?

La respuesta: Porque tiramos la toalla antes de haber luchado por ellas lo suficiente.

De hecho, creo que en el 90% de los casos nos rendimos antes de tener escrito el guión de turno, la novela de turno o el dossier de turno. Abandonamos incluso antes de tener un documento concreto que poder enseñar a los demás.

¿Y cuál es, en mi opinión, esa clave crucial para superar esa calamidad?

Muy sencillo. Muy básico:

Dormir bien y comer bien.


En serio. No habéis leído mal.

Analizaros a vosotros mismos durante una temporada. Os daréis cuenta de que cuando acumuláis déficit de sueño no tenéis fuerzas para luchar por casi nada. Una parte más o menos inconsciente de vosotros mismos tendrá ganas de tirarse a descansar en el primer rincón que encuentre y os envenenará con "tendencia al derrotismo".

El cansancio - y la indisposición física en general - tiene la capacidad de convertir los granos de arena en montañas.

El agotamiento distorsiona nuestra percepción de la realidad. Hace que el mundo nos parezca hostil, que las injusticias nos pesen más de lo normal.

Lo que en circunstancias normales sería una simple cuesta arriba, la falta de sueño y de energía la convierten en un acantilado.

Quizá existan personas extraordinarias capaces de burlar esos imperativos fisiológicos, pero la gente más o menos normal, como tú y como yo, es más libre y efectiva cuando asume esos límites impuestos por la vil materia, por la química o como queráis llamarlo.

Continuemos con el autoanálisis. Prestad atención a cómo funcionáis cuando habéis dormido vuestras ocho horitas de sueño durante un par de días seguidos, cuando os levantáis con el sol y os acostáis con la luna, respetando los ciclos circadianos y todo eso. Y un desayuno sano en el estómago, y un buen té a la temperatura adecuada.

¿Verdad que ahora los problemas se ven con otros ojos?

Nuestra mente está más serena, sin bajos instintos mintiéndole en defensa propia.

A la luz del nuevo día, los obstáculos que anoche considerabas insalvables resultan no ser para tanto.

De pronto todos esos "frentes a abordar" que superaban tus capacidades... resultan caber en una pequeña cuartilla de papel. Y sólo es necesario enviar un par de mails o realizar un par de llamadas para poder tacharlas.

He empezado centrándome en el dormir, porque - al menos en el caso de mi propio organismo - lo considero más importante. Pero también recomendaría COMER BIEN.

Y cuando digo "comer bien" no me refiero a comer mucho. Todos disfrutamos de los excesos gastronómicos y etílicos de un buen banquete - y quien no los disfrute, no merece vivir en este mundo - pero reconozcámoslo: Esa clase de atracones nos abotargan. La sangre se marcha de la cabeza para hacer "horas extra" en el estómago. El cuerpo y el alma nos pesan demasiado.

Yo diría que cuando uno está en "acto de servicio" lo suyo es comer siempre lo suficiente, pero sin demasiados excesos, y respetar todo ese rollo de la dieta equilibrada. Variedad de verduras y proteínas, y nada de hacerle sabotaje a los hidratos para tener cuerpo danone.Los hidratos, usados con criterio, son importantísimos para que nuestro cerebro rinda bien.

Y - aunque sienta asco hacia mí mismo al confesarlo - tampoco conviene excederse con el alcohol. Yo me considero un bebedor entusiasta, pero creo que no conviene "mezclar churros con merinas".

Me hace mucha gracia ese mito del "artista maldito" que obtiene su inspiración gracias al hada verde de la absenta o a la - tópica - botella de whisky que guarda en el cajón de su escritorio.

Una vez más, supongo que habrá portentos de la Naturaleza a quienes eso les funciona. Yo, por mi parte, si tomo más de dos cervezas mi disciplina se disuelve y las obligaciones autoimpuestas comienzan a antojárseme contingentes, incluso estúpidas.

Un par de cervecitas pueden incluso venir bien para relajar la máquina de pensar. ¡Y ya! Para mí ahí está el límite.

Mientras escribo esto me viene a la cabeza cierta ocasión en que quería escribir un largometraje por propia iniciativa. El problema: Que entre semana trabajaba en un programa de televisión, y eso desgasta bastante. Sólo podía sentarme a escribir mis propias cosas durante los fines de semana.

Pero los fines de semana transcurrían y a mí no me nacía escribir ni una sola palabra. Yo lo atribuía a eso de que currar en la tele te desgasta tanto las neuronas y te fumiga tanto las ilusiones - al menos en este país - que un fin de semana no era tiempo suficiente para recuperarme.

Y en parte era verdad.

Pero pronto me di cuenta de que había otro factor en la ecuación: La cerveza.

Los fines de semana terminaban consistiendo en bares y en cervezas de todas las procedencias y colores. Españolas, holandesas, belgas, irlandesas, rubias, negras... Y aunque la cerveza sea una droga legal, leve y simpática... te aletarga. Y genera una sensación de cansancio y derrotismo similar a la descrita un poco más arriba.

Así que finalmente tomé una decisión: Hasta que terminase ese maldito guión, las cervezas no serían el ruido de fondo de mi escritura, sino un incentivo, un premio. Sí, me convertí a mí mismo en un chucho de programa de César Millán. Marcaba cada hito con una cerveza a juego:

"Cuando llegue al primer punto de giro, bajaré al irlandés de al lado a celebrarlo con una pinta Guinnes. Sólo una." Y así lo hacía. Y otra Guinness cuando llegase al "midpoint", y otra cuando terminase el segundo acto. Y una cervezita más pequeña cuando consiguiese solucionar esa secuencia tan delicada y peliaguda. Birra en dosis homeopáticas.

Escribí el guión en dos fines de semana.

Dos fines de semana que llevaba posponiendo porque era más sencillo alimentar el cansancio - físico y anímico - con esos ingredientes que en ocasiones nos hacen ver la vida más fácil, pero que en otras ocasiones nos hacen ver el mundo más difícil.

En resumen: Dormir bien y comer (y beber) bien.

No es tan fácil de asimilar, ¿eh? Vivimos en una sociedad en la que - tal vez condicionados por siglos de tradición judeocristiana - nos encanta regodearnos en lo mal que lo pasamos haciendo nuestro trabajo. Estoy harto de ver a esa gente que presume de estar tan ocupada que sólo duerme cuatro horas al día y que lo único que ha comido en todo el día es un bocadillo de chorizo que les trajo no sé quién.

Yo creo que, salvo en casos muy concretos, el que lleva esa clase de rutina por sistema es porque ALGO HACE MAL. O porque sus superiores hacen algo mal con él.

Sobrevaloramos a los mártires.

Me viene a la cabeza aquel estudio según el cuál España era el país de la Unión Europea en el que trabajábamos más horas, pero era también el país en el que menos rendíamos por hora.

Yo creo que si gestionamos bien nuestras fuerzas, si nos mantenemos centrados, si aprendemos a optimizar nuestros recursos físicos e intelectuales, podremos avanzar en nuestros proyectos mucho más rápido - y teniendo que desandar menos pasos - que esos llorones de las cuatro horas de sueño por día y un solo bocata en el estómago.

¿Y cómo conseguiremos ese buen rendimiento? Pues durmiendo ocho horas por día y comiendo algo mejor que un puto bocadillo. No es lo único, pero es una buena manera de empezar.

Muchos podréis replicarme - y con razón - que es muy difícil organizarse de ese modo cuando para ganarnos la vida tenemos que someternos de lunes a viernes a trabajos con horarios abusivos. Llegamos a casa extenuados, lo queramos o no. Nos cuesta controlar nuestros hábitos alimenticios por culpa de horarios abusivos, etc.

No puedo presumir de tener una solución a eso, pero os voy a proponer un par de cosas:

1- Si créeis lo suficiente en vuestro proyecto y - tras hacer cuentas - veis que os lo podéis permitir, dejad vuestro trabajo (yo lo he hecho). Saltad sin red. E intentad dedicaros en cuerpo y alma a materializar esa idea vuestra, como si de un curro remunerado se tratase.

2- Si no os podéis permitir dejar el trabajo - cosa normal, sobre todo en los tiempos que corren - exprimid los pocos días libras que tengáis. Fines de semana. Vacaciones. Eso implicará renunciar a macro-juergas de viernes y sábados con los amigos. Implicará renunciar a ese viaje que te hubiera gustado hacer con tu pareja. Los colegas te llamarán para que te tomes unas cañas con ellos, justo cuando tú te acabas de sentar ante el ordenador para currar en lo tuyo - siempre llaman en ese preciso instante, os lo aseguro - y vosotros les tendréis que decir que no. Con todo el dolor de vuestro corazón. Estáis ocupados.

Y si no puedes sacrificar todo eso durante unos cuántos fines de semana al año, eso quiere decir que el proyecto que tienes entre manos no te apasiona. Así que mándalo a la mierda, al menos hasta que aprendas a enamorarte de él como es debido. Y busca otro.