domingo, 13 de febrero de 2011

¡¡PAPANATOS!!

Que la tele en España está fatal...

Siempre los mismos...

Todo el un clon de Los Serrano...

Que aquí nadie arriesga...

Habría que hacer algo, pero claro...

¡Bah! Callaros, apagad la puta tele y meteros en

www.papanatos.com

Allí encontraréis cosas como estas:



domingo, 6 de febrero de 2011

LA CULPA LA TENGO YO. ¡Y LA TENÉIS VOSOTROS!


El 15 defebrero finaliza el plazo para que los guionistas (esos tipos que "vivimos de las subvenciones") presentemos nuestros proyectos de desarrollo de guión de largometraje, para así optar a las subvenciones del Miniterio de Cultura.

La cosa consiste en que tú presentas a) una sinopsis de la película que quieres escribir, b) un tratamiendo secuenciado de dicha historia, c) un curriculum decente, d) un documento en el que explicas en pocas palabras por qué ese proyecto merece ser financiado y lo clarito que lo tienes en tu cabeza, etc.

Si eres uno de los quince cabrones con suerte elegidos por el ministerio, recibes una subvención de 40.000 euros que te soluciona la vida durante una buena temporada. Una buena temporada durante la cuál (al menos en teoría) podrás permitirte renunciar a otros trabajos para encerrarte en tu casa a convertir ese "proyecto de guión" en un guión de verdad.

El caso es que hace relativamente poco tuve una idea para largometraje que me pareció interesante. La compartí con unas pocas personas, y algunas de ellas me dijeron, básicamente, que debía presentarla a esas subvenciones del ministerio. Porque se trata de una historia que, básicamente, es "carne de subvención". Lo tiene todo: Componente político, carga social, anzuelos cebados con carnaza para pescar actores, bajo presupuesto, terreno abonado para una posible co-producción internacional.

Nunca ha sido fácil conseguir subvenciones de ese tipo, y yo nunca he tenido la suerte (o la habilidad) necesaria cuando se trata de premios, subvenciones o certámenes. Pero creo que mis amigos tienen razón. Si alguna vez he tenido un proyecto subvencionable, probablemente es éste.

Así que aquí estaba yo, haciendo escaletas y aporreando el teclado, intentando escribir algo coherente antes del 15 de febrero.

Pero no puedo hacerlo.

¿Por qué?

He pasado varios días intentando hallar la causa. ¿Miedo al fracaso? ¿Miedo al éxito? ¿Cansancio? ¿Ineptitud?

No lo creo...

Tengo la mayor parte de la historia en mi cabeza. Sólo necesito transcribir a folios lo que ya tengo en la sesera; si acaso rellenar un par de huecos...

¿Quizá me desmotiva el hecho de percibirlo así de fácil? ¿Ausencia de reto? ¿Aburrimiento? ¿Acaso mi inconsciente, experto en sabotearse a sí mismo, no ve con buenos ojos tanta "comodidad"?

He reflexionado mucho sobre ello, me he contemplado en el espejo intentando prescindir de cualquier tipo de "filtro" o idea preconcebida. Y he llegado a la conclusión de que mi bloqueo es emocional.

Cada vez que me pongo con el proyecto en cuestión, cada vez que noto cómo ese proyecto me jode la energía, me escucho a mí mismo como cuando uno escucha un coche averiado para averiguar "de dónde coño viene ese ruidito". Y en mi caso el ruidito viene del corazón.

Reconozco ese ruidito porque, en esencia, es el mismo que he escuchado en otras ocasiones, cuando ya sea por dinero, por contrato o por manipulaciones varias, me han "obligado" a obrar en contra de mis principios.

De pronto me doy cuenta de que no me motiva el proyecto en cuestión. No me ilusiona. Reconozco que me entusiasmaba cuando lo concebí, pero luego el concepto fue perdiendo pureza, se fue contaminando, acaso fue deformándose para encajar en nuestro mundo... ¡yo qué sé! Uno empieza a hacer concesiones sin darse cuenta, y al final acaba escribiendo para otros, sin saber exactamente quiénes son esos "otros". Nadie te paga por hacerlo. Nadie te dice qué es lo que tienes que plasmar en el papel. Pero de alguna manera, un buen día te das cuenta de que esa historia ya ha dejado de surgir de tus entrañas. Ahora no la escribes de dentro hacia afuera, sino de "fuera" hacia el papel, o hacia el formulario de la puta subvención.

He dejado el proyecto. Al menos de momento.

Me parece muy triste invertir mi tiempo en una historia sólo porque existe una "posibilidad remota pero menos remota de lo habitual" de que sea subvencionable.

Sé que puede sonar a discurso fariseo, a "este flipao se está tirando el rollito". Pero os aseguro que hablo en serio. No me parece honesto escribir porque "podría ser subvencionado". ¿Por qué?

Pues porque no creo en las subvenciones.

Creo que nuestras subvenciones, tal y como están concebidas, son el cáncer del audiovisual español. Cierran más puertas de las que abren. Fomentan el conservadurismo. Favorecen la endogamia.

Y aquí estaba yo, blandiendo esa opinión tan categórica sobre las subvenciones y, a pesar de ello, esforzándome por ser subvencionado. Ladrando a la mano que me da de comer para luego lamerla cuando me ofrece sus sobras del almuerzo. De pronto me snetí como esos "comeflores" que pronuncias discursos anti-globalización y pro-Greenpeace mientras ponen sus zapatillas Converse cosidas por niños taiwaneses encima de una mesa zarrapastrosa de un garito de Malasaña en el que se sienten muy a gustito porque tienen puesta la calefacción a toda pastilla.

Y como yo, otros tantísimos. Muchísima gente que no está de acuerdo con esas políticas ni con esos sistemas, pero que a pesar de ello consienten y agachan la cabeza y mendigan con el rabo entre las piernas.

"Por culpa de las subvenciones no tenemos una industria de verdad en este país", dicen muchos. Y mientras lo dicen, están extendiendo una mano temblorosa e insegura hacia "papá Estado" por si les cae un poco de calderilla. Luego se excusan diciendo que "hay que luchar contra el sistema desde dentro". ¡Y una polla! Eso, en dos de cada tres casos, es excusa barata, como el "tranqui que yo controlo" de los alcohólicos y los eyaculadores precoces.

Creo que pertenezco a una generación de gente que aún se puede considerar joven, y a pesar de ello los de mi quinta seguimos bailando al compás de los rancios y acomodaticios criterios de las generaciones anteriores. Da igual que los "jóvenes" lleguemos con nuevas ideas y con energía a raudales. La Ciencia se ha encargado de aumentar la esperanza de vida y la operatividad de esa otra gente que estaba "en la onda" hace treinta años.

Que sí, que la experiencia de "los mayores" tiene un valor incalculable, y este mundo debería ofrecernos un consejo de ancianos cada veinte metros. Pero el audiovisual es un sector que se renueva a una velocidad que produce vértigo incluso a los treintañeros como yo. Recuerdo que leí en Bloguionistas una cita de Joaquín Oristrell que me impactó. Decía que el principal problema de nuestro oficio es que nosotros envejecemos, pero el público siempre tiene quince años.

Mas volvamos al meollo del asunto: No nos atrevemos a cambiar las cosas. Tal vez sea por ese aumento en la longevidad laboral de los "obsoletos". Tal vez sea porque somos una generación que, en general, lo ha tenido demasiado fácil y tiene aletargado el instinto de lucha. Reconozcámoslo: El 90% de nosotros (incluso el más infortunado) tiene la vida más solucionada que nuestros antepasado de hace quince, veinte, treinta años. Y esa comodidad nos anestesia.

Nos quejamos en nuestros comentarios del Facebook, con la boca pequeña, y luego no hacemos absolutamente nada para cambiar nuestra situación. Seguimos el caminito de baldosas amarillas que nos han impuesto, sin intentar salirnos de la raya. Nos quejamos de lo inadecuado de las subvenciones, de la injusticia de los salarios mínimos, de los sindicatos y de la ausencia de los mismos.

Pero no hacemos NADA al respecto.

¡Y mira que en el caso del audiovisual lo tenemos medianamente fácil!

En tiempos de la Revolución Francesa tuvieron que recurrir a la guillotina y su afeitado irreversible. Hoy en día, gracias a las nuevas tecnologías, tenemos mecanismos mucho más sencillos y mucho más pacíficos (al menos a primera vista). Tenemos el youtube (e internet en general), que es el "sueño americano" de esta nueva aldea global. Tenemos en casa cámaras digitales que nos ofrecen una calidad que ya habrían querido para sí Truffaut, Goddard o Lars Von Triers. Tenemos ordenadores con los que podemos hacer virguerías que habrían acojonado al James Cameron de hace veinte años.

Tenemos todos los ingredientes para unirnos y hacer cosas distintas. Cosas que digan de manera implícita: "Ésta es la voz de una nueva generación. Somos gente valiente. No somos los dinosaurios anquilosados de siempre." Podemos difundir nuestras obras sin coste alguno, y lo que hoy publique yo en la red podrá verlo a los pocos segundos un tal Lars en Dinamarca y un tal Sazuke en Japón.

Conozco a muchos guionistas con talento (la mitad de ellos están comiéndose los mocos). Conozco a realizadores en paro que podrían rodar Alatriste el triple de bien de lo que se rodó y con la tercera parte del presupuesto. Conozco gente capaz de hacer, sin salir de su propio dormitorio, mejores efectos especiales y mejores bandas sonoras que muchos otros que cobran dinerales por hacer bazofia. Conozco productores que (lo crean o no) tienen una mentalidad abierta; que sienten un auténtico amor hacia el séptimo arte.

Si toda esa gente se uniese, si toda esa gente formase un "Equipos A", especializándose cada uno en lo que mejor sabe hacer, quizá muchas cosas serían distintas.

Pero mucha de esa gente, si le propones cualquier iniciativa osada, te dirá cosas como: "Bah, eso no es rentable", o "Eso no te lo subvenciona ni Dios" o, "No merece la pena".

Da igual cuánto talento que tengan las nuevas generaciones. Da igual que tengan el motor del F1 de Fernando Alonso. Porque les falta la gasolina. Les falta el entusiasmo. Les han contado un par de mentiras y se las han creído. Porque es muy cómodo creerse las mentiras. Es muy fácil apostar por una cantinela que en resulmen te está invitando a quedarte sentado en tu sofá y a no hacer nada. Así nos trata esta sociedad: Escatimándonos el polvo del siglo a cambio de una mamada mediocre. Pero chico, la mamada no exige ningún esfuerzo. Tú quédate recostado en el sofá, que yo te exprimo el semen y luego lo invertiré en la bolsa sin darte nada a cambio.

Y luego están los cenizos y los frustrados. Esa gente que no consigue las cosas porque no vale para ello, o porque no se ha esforzado lo suficiente. Gente que no se siente cómoda saboreando su fracaso en soledad, y que por ello mismo siembra el mundo de mensajes de escepticismo y desaliento para que los que vienen detrás desistan en sus intentos de conseguir lo que desean. Vampiros de ilusiones que intentan atraer a los demás hacia su ciénaga de mierda, balbuceando un canto bajonero de sirena desdentada.

Yo os confieso que últimamente me siento como si estuviese despertando (demasiado poco a poco) de un larguísimo sueño de varios años de duración. Intento volver a encontrarme a mí mismo después de haber aceptado demasiadas "mentiras" (o, mejor dicho, demasiadas "medias verdades") Intento arrancarme poco a poco el collar de "Danny the Dog". Creo que me han domesticado. Puro conductismo pauloviano. Mediante premios y descargas eléctricas, los primeros lo suficientemente sosos para no compensar, las segundas lo suficientemente leves para no hacerme despertar.

Soy consciente de que probablemente no estaría escribiendo una entrada tan "reaccionaria" si no percibiese un ambiente enrarecido en nuestro "mundillo audiovisual" últimamente. En menos de un mes hemos asistido a dos polémicas relacionadas con un par de cineastas relevantes de nuestro país y sus respectivos twitters. Dichas polémicas no tienen demasiada relación DIRECTA con este post, pero ¡coño! te hacen pensar; te hacen replantearte en qué clase de país vives, y en hasta qué punto no tenemos nosotros cierta "culpa" de que las cosas sean como son. Sólo espero que, del mismo modo en que los acontecimientos de los últimos días me han invitado a la auto-crítica a mí, hagan lo mismo con gente que pueda difundir sus opiniones con más alcance de la que puede permitirse este humilde blog de andar por casa.

miércoles, 2 de febrero de 2011

PUES HABRÁ QUE HABLAR DE LA PUTA LEY SINDE...


Espero que sepáis disculparme por estos días de silencio. He estado enfermo, como la mitad de los habitantes de este país.

Mi idea era regresar con los Conceptos Absurdos, pero llevo varios días seguidos debatiendo con gente sobre la polémica "ley Sinde" y sus aledaños. He tenido que pronunciar tantas veces los mismos argumentos en tan poco tiempo que he decidido escribirlos aquí.

Normalmente me da pereza pronunciarme sobre este tipo de cosas en el blog, pero por alguna extraña razón este asunto en concreto me motiva.

Creo que no voy a decir nada nuevo sobre el tema, pero me apetece decirlo con mis palabras, como se lo he dicho estos días a unos cuantos compañeros de profesión (qué bien suena eso de "compañeros de profesión", ¿eh?)

En primer lugar, quiero aclarar que no voy a hablar de la "Ley Sinde" como tal. No me la he leído, así que cualquier opinión mía sobre ella sería la opinión de un indocumentado. Mi intención es hablar sobre la ineludible problemática que ha motivado dicha ley.

En segundo lugar, quiero resaltar un par de cosas sobre mí, por aquello de esgrimir motivos para considerarme medianamente neutral:

Soy socio de la SGAE desde hace más de un año, pero todavía no he recibido un solo euro de ellos (a pesar de haber estado más de dos años trabajando en un programa que genera derechos de autor). Por otro lado, soy "autor" de dos películas que se han distribuído en España (y en uno de los casos incluso soy "autor" por partida doble) A pesar de ello, aún no he recibido un duro por ninguna de ellas. Y aunque me diesen el porcentaje que me corresponde por cada copia - o entrada - vendida, os aseguro que mi porción del pastel es tan minúscula que no me solucionaría la vida ni siquiera durante un par de días.

Una de esas dos películas es muy fácil de encontrar en internet y, según las cifras que he visto, ha sido descargada "ilegalmente" por bastante gente. Yo estoy encantado con ello. No os podéis imaginar lo agradecido que me siento hacia toda esa gente que se ha descargado nuestra peli a través de algunas de esas páginas que ahora quieren cerrar.

Y a pesar de todo ello, creo que SÍ que deberíamos pagar por las películas, series, libros, etc... que consumimos.

Por una cuestión meramente egoísta. A todos nos gusta que se hagan buenas pelis. A todos nos gusta que nos cuenten buenas historias. Y para hacer esas historias hay que comprar el tiempo y la dedicación de la gente que se dedica a hacerlas (directores, guionistas, maquilladores, atrezzistas, empresas de catering, etc) Esa gente necesita - como todo hijo de vecino - llegar a fin de mes, y si "los de arriba" deciden que no es rentable pagarles para contar historias, tendrán que llegar a fin de mes trabajando en otras cosas.

¿Cuál es, en mi opinión, el error que está cometiendo el Estado con este tema?

¡Convertirlo en un debate moral!

Yo propongo que nos olvidemos de si descargar películas está bien o está mal. Esa moralina va a entorpecer cualquier tipo de entendimiento. Es más: Si le prohibes algo "al pueblo" diciéndole que es malo, el pueblo reaccionará a la contra. ¡Somos humanos! Más grave todavía: ¡Somos españoles! Una vez leí un aforismo que decía: "Si el agua estuviese prohibida, todo el mundo querría beberla."

¡¡Ahí está el error, en mi opinión!!

Están demonizando el asunto. Están acusando y amenazando a la gente. Intentan excusarse diciendo que van sólo contra el que se lucra con la piratería. ¡Pero yo discrepo! La cantinela que flota en el ambiente es que todo aquel que descargue pelis desde su casa es un ladrón. Recordad aquellos anuncios que nos hacían tragarnos cada vez que veíamos un dvd COMPRADO: "¡No robarías un coche! ¡No robarías en el supermercado! ¡Piratear es delito! ¡Ahora la ley va a por ti!"

¡¡¡TORPEZAAAA!!!

Dejémonos de asustar y recriminar a la gente de a pie y adoptemos una actitud más pragmática, empresarial incluso.

Concibamos a los ciudadanos casi como clientes. Como gente a la que hay que SEDUCIR.

Seamos comprensivos.

Estamos en un país en el que, si queremos lograr que la gente adopte ciertas conductas, primero tenemos que cambiar su mentalidad y sus (puede que justificadas) ideas preconcebidas.

Siempre que hablo de esto pongo el ejemplo de los impuestos. En España la gente es más dada a eludir sus obligaciones tributarias que en países como Alemania o Dinamarca. Y os aseguro que en una Dinamarca el porcentaje que hay que pagar a Hacienda es muchísimo más alto que el que pagamos en nuestro país. ¿Por qué los "europeos de verdad" pagan esos impuestos sin rechistar? Pues probablemente lo hagan porque tienen la certeza de que esos impuestos van a repercutir directamente en su bienestar. Porque saben que ese dinero que sale de sus bolsillos lo van a disfrutar en forma de parques, carreteras, becas, sanidad, etc, etc, etc, etc, etceterísima.

¿Qué ocurre en España? Pues que la gente cree que una gran parte de ese dinero que Hacienda "le roba" no va a repercutir en el beneficio de la ciudadanía, sino que va a ir directamente a los bolsillos de tres o cuatro listillos de las "altas esferas". Desgraciadamente, no tenemos demasiados argumentos para desmentir esa creencia. Así pues, es lógico que en la mentalidad española pueda llegar incluso a aplaudirse el hecho de que alguien le escatime algún que otro euro a Hacienda. No estamos tan lejos de la España del Lazarillo de Tormes.

¡Y en el audiovisual español sucede algo muy parecido!

La gente tiene la sensación de que los que nos dedicamos a esto somos "los de las subvenciones". Piensan que si piratean una película o una serie no están haciendo daño a nadie. ¡La gente que hace pelis se gasta el dinero de los contribuyentes en orgías con champán y cocaína!

Y lo jodido del asunto es que a día de hoy tampoco podemos desmentir eso con la cabeza bien alta.

Que sí, que al 90% de los "titiriteros" nos cuesta llegar a fin de mes y tenemos que esforzarnos para enlazar un trabajo de mierda con el siguiente. Pero no nos engañemos: Todos conocemos de primera mano más de una historia sobre pelis que ya nacen amortizadas a priori gracias a las subvenciones y los derechos de antena de las televisiones. Todos hemos oído hablar de tal o cual caso en el que un alto porcentaje de tal o cual subvención "se piede en el camino" para lucrar a los que menos lo necesitan.

¡Y mientras eso sea así, los "internautas" pueden dejarnos ruborizados y con la boca cerrada con sus argumentos, por mucho que la mayor parte de los que nos dedicamos al audiovisual suframos esas injusticias tanto como ellos (o incluso más que ellos)!

Hay que sanear la forma de hacer películas en España. Si queremos que el público pague por nuestros contenidos tenemos que predicar con el ejemplo y hacerle ver que, en efecto, hay una relación directa entre cómo ellos invierten su dinero en comprar o alquilar nuestras obras y cómo gracias a eso están apoyando de manera efectiva el tipo de cine que les gusta, y contribuyendo al desarrollo de la industria audiovisual española (si es que llega el día en que podamos considerarla industria)

¿Quién sabe? Puede que para llegar a eso haya que suprimir las subvenciones "a priori" del ministerio, como sugiere mi amigo, socio y productor Alberto López Garrido.

Así mismo, creo que para convencer realmente a nuestro público tenemos que efectuar otra reforma paralela:

FACILITAR EL ACCESO A LOS CONTENIDOS LEGALES.

Creo que no tenemos derecho a exigir a la gente que adquiera obras online de manera legal mientras sea mucho más fácil conseguir esos contenidos ilegalmente.

Porque hora mismo las cosas están así.

Si quieres descargarte "Avatar" gratis, sólo tienes que darle a un botón. Si quieres conseguirla legalmente, probablemente tendrás que rellenar un formulario, dar un número de tarjeta de crédito, luego meterte en tu correo electrónico para clickear en un enlace de no sé qué, o descargarte una "licencia" de no sé cuántos...

Cada uno de esos pasos es un escupitajo en la cara de tu comprador potencial; una oportunidad más para que se lo piense y te mande a tomar por saco y termine acudiendo al lugar en el que le ofrecen el mismo contenido de forma gratuíta (y con la misma calidad o mejor, si se sabe buscar la vida)

Os pongo un ejemplo: Nuestra película fue, entre otras cosas, la primera de España que se estrenó en descarga legal. Mucha gente intentó descargársela legalmente para apoyar un proyecto tan pequeño. Pero muchos desistieron tras varios intentos. La web que gestionaba las descargas legales ponía las cosas muy difíciles. Había que rellenar muchas chorradas, pedían el número de la tarjeta (algunos nos escribieron diciéndonos que no podían comprarla online porque eran menores de edad y no tenían tarjeta de crédito), luego tardaba siglos en descargarse, y no la podían sacar del disco duro (sólo podías ver la peli en tu ordenador) y si eras usuario de Mac, pues resulta que habías pagado inútilmente, porque ese archivo legal NO funcionaba en Mac.

Supongo que muchas de esas limitaciones las habrán ido arreglando con el paso del tiempo, pero según me cuentan, sigue siendo mucho más laboriosa y enrevesada la vía legal que la ilegal.

Yo mismo, hace no mucho, quise descargarme una novela para mi e-book. Tenía interés en pagar por ella. Era un autor español actual al que me apetecía apoyar. Os aseguro que me recorrí todo internet y no encontré la manera de conseguir ese libro legalmente.

¿¡Qué coño nos pasa!?

Nos dedicamos a una labor empresarial. Vendemos contenidos. Cualquier otra empresa de cualquier otro sector se esfuerza por hacer llegar el producto a su cliente. Seducirle. Facilitarle el acceso. Si Cola Cao quiere que la gente compre Cola Cao, pondrá sus tarritos amarillos en el estante más visible del supermercado. Lo que no hará Cola Cao es pedirle a la gente que en lugar de conseguir el Cola Cao gratis en la parroquia de la esquina, suba una montaña a cuatro patas, espere seis horas y pague un dineral por los dichosos polvitos de cacao. Lo que no hace Cola Cao es llamarte ladrón a la cara si no haces esos esfuerzos inadmisibles para comprar su producto.

Pongamos el ejemplo del bar:

Imaginad que estáis en vuestra casa con unos amigos. Tenéis cervezas en la nevera, pero a pesar de ello decidís salir a la calle a tomaros unas cañas en un bar. Porque el bar os reporta una serie de satisfacciones que os compensan pagar un poco más por esa cerveza: Salir al aire libre, ver a otra gente, el ambiente, la decoración del local, la amabilidad del camarero o lo buena que está la camarera... Entonces llegáis al bar en cuestión y resulta que ni siquiera se han esforzado por lograr una decoración agradable. Por si fuera poco, tardan diez minutos en atenderte, y el camarero que te sirve es un borde que te trata como si tuvieses que darle las gracias por haber entrado a su local; y encima te sirve las cañas mal tiradas, y la tapa que te pone no es nada del otro mundo, y por si fuera poco, te cobra las cañas a un precio abusivo. ¡Coño! Resulta lógico que tú y tus amigos lleguéis a la conclusión de que para recibir ese trato, mejor os quedáis en casa y os tomáis las cervezas de la nevera, que os han salido muchísimo más baratas (lo que os cuesta vuestra conexión a internet, el canon de vuestro disco duro, etc)

Yo creo que al público, cuando se lo pones fácil, no le importa tanto pagar por consumir. La gente es muy dada a comprar de manera compulsiva. Pensad en los adolescentes que se gastan tres euros en bajarse un politono del móvil, o en enviar un sms a "Sálvame" (¿por qué? Porque es casi tan fácil como apretar un botón. No tienen tiempo para pensárselo mucho) Pensad en ese grupo de amigos que pide otra ronda de cañas, y otra y otra sin preocuparse de cuánto les están costando esas cervezas (¿por qué? Porque el camarero se las sirve de inmediato, sin darles tiempo a pensárselo dos veces, sin romper la magia del momento. Seguro que si el camarero tardase un cuarto de hora en atenderles y les pidiese rellenar un formulario para pedir las cañas y hacerles ir a una ventanilla al fondo de la barra a recogerlas, serían muchos menos los que pedirían otra ronda) Pensad en esa gente que paga un plus de no sé cuántos euros por un 25% más de Coca Cola en el McDonald, o un seguro de robo en el billete de tren. Se lo ponen tan fácil que muchas veces lo pagan sin pararse a reflexionar sobre si realmente lo necesitan o no.

Si la gente paga con tanta facilidad por cosas que en ocasiones incluso se podrían considerar un timo, ¿por qué no íbamos a poder educarla para que pague por cosas que realmente merecen la pena?

Yo no sé cuál es la fórmula más adecuada para rentabilizar las obras culturales en esta era del internet y el home cinema. ¿Descarga legal rápida y efectiva, un spotify del audiovisual con publicidad, un canon VOLUNTARIO?

Quizá todo ello a la vez.

Lo único que creo tener claro es eso: Que si queremos exigir a nuestros CLIENTES que paguen por nuestros productos, tenemos que a) predicar con el ejemplo y b) facilitarles el acceso.