domingo, 30 de noviembre de 2008

MALVIVIENDO Y EL CLIPPER DE FRESA


A través del blog de mi señor coordinador de guión he descubierto una nueva serie de internet, llamada MALVIVIENDO, y creada por David Sainz.

Se trata de una serie realizada en Sevilla por un grupo de jóvenes recién salidos de su carrera universitaria. Este primer capítulo, según dicen, tiene un presupuesto de cuarenta euros.

Evidentemente, no es perfecta, pero da gusto encontrar cosas así tan cerca de donde vivimos. Está muy bien "rodada", muy cuidada. Es simpatiquísima, y muy fresca (pero "fresca" de verdad, no "fresca" como lo suelen usar los modernuskys para hacerse los guays). Se nota, sobre todo, que han puesto corazón en ella, y que han sabido canalizar sus influencias más que reconocibles al ambiente y la cultura de nuestra patria. Entre esas influencias, hay que destacar Earl y otra gran serie que... bueno... no digo nada... ya veréis la cabecera...

A veces los planos están compuestos de una manera que me hace pensar que fue grababada pensando en cuatro tercios, y a posteriori tuvieron que adaptarla al formato panorámico. Pero igual son cosas mías, que los que me conocen ya saben que soy un poco quisquilloso con lo de componer los planos (hasta el punto de que sufro horrores cuando en nuestra propia peli veo planos que, por una razón u otra, no están compuestos como debieran)

El caso es que MALVIVIENDO tiene un detalle que hace que conecte emocionalmente con la serie más de lo que sin duda pretendian sus artífices: Me refiero a que el prota, y algún otro actor son canarios, y sus acentos también son muuuuy canarios.

Si eso solo no bastanba para conquistarme, de repente llega ese plano ineludible en el que aparece la botella de clipper de fresa.


Y es que hay un puntito de nacionalismo que tenemos todos los canarios. ¡El clipper de fresa! Esa bebida imposible con la que hemos crecido todos los que nos hemos criado en las islas afortunadas. Esa bebida que los "godos" encuentran repugnante, aunque también se vuelven adictos a ella si aguantan hasta el tercer vaso.

Creo que todos los canarios que nos dedicamos al audiovisual necesitamos colar un clipper de fresa en alguna de sus creaciones. Es algo atábico, imperioso, que escapa a nuestro control. (Y éste es el momento en que un director amigo mío, lector de este blog, me reprocha la presencia de aquella lata de clipper en una nevera de una casa de una prota de un giallo en el que dicho director cometió la imprudencia de ficharme de diseñador de producción)

Cuando hicimos Gritos en el Pasillo, quisimos incluir una máquina de refrescos de clipper dentro de los decorados, pero los de Clipper no entraron al trapo.

Sin más dilación, os dejo aquí ese recomendable primer capítulo de MALVIVIENDO.


Malviviendo Capítulo Piloto from malviviendo on Vimeo.

sábado, 29 de noviembre de 2008

TERRIBLES OCHENTA

Sí... Yo también estoy harto de que se ponga de moda recordar los ochenta, pero es que El Reno Renardo, que ya en su día me cautivaron con la magistral Camino Moria, lo han vuelto a conseguir.

Hace un tiempo, mi buen amigo Danirender me hizo llegar este nuevo hit del Reno, que se titula CRECÍ EN LOS OCHENTA.



La canción está de puta madre, y las imágenes que la acompañan... qué decir de ellas. Que a estas alturas de saturación ochentera hayan conseguido sacar un par de cosas que todavía consiguen removerme mierda ahí dentro...

Me sigue doliendo muchísimo ver a Daniel San haciendo la grulla. ¿¡Por qué coño aterriza con el pie malo!? ¡Se supone que el objetivo de la grulla es que el pie que golpea es el pie que aterriza! ¿¡No!?

Ya sé que actualizar en este plan es no hacer bien mi trabajo. En cuanto esté un poco más libre intentaré aparecer por aquí con algo más decente, y que no me hagan el trabajo otros, por geniales que sean.

martes, 25 de noviembre de 2008

THE WEREPIG COMPLETO EN LA RED


Por fin podéis ver "The Werepig" (el corto de Sam) en internet. E incluso podeis puntuarle con estrellitas, como si fuéseis Jordi Costa o Carlos Boyero.

Para ello, sólo tenéis que pinchar AQUÍIIIIIII!!!!!

domingo, 23 de noviembre de 2008

ITXASO. EIBAR. LAZCANO. ¡GRACIAS!


Me acabo de tomar uno de mis pintxos favoritos del bar Vergara.

El pintxo en cuestión se llama Itxaso, y consiste en un lecho de hojaldre relleno con una crema de rape y puerros.

Itxaso, en euskera, significa Mar.

Siempre me ha llamado la atención que los vascos utilicen un nombre tan largo para referirse a la mar. En todos los demás idiomas que conozco, utilizan una palabra corta, casi siempre monosílaba.

Supongo que hay que sentir algo muy especial por el mar para concederle tantas sílabas... para que, en un mundo como el nuestro, tan regido por la economía lingüística, se invierta tanto tiempo en nombrar semejante estanque de lágrimas.

La primera compañera de piso que tuve en Donosti se llamaba Itxaso. Y ésa fue la primera vez que oí la palabra. La consecuencia lógica de eso, es que a mí el término Itxaso me hace pensar más en mujeres que en extensiones de agua. Pero supongo que ése es un sino con el que (para mal o para bien, o para ambas cosas a la vez) tendré que lidiar en todos los idiomas. Supongo que he vivido lo suficiente (y con la suficiente intensidad) para que "mar" castellano sea también una mujer antes que cualquier otra cosa.

Y es que la mar es femenina por definición. Misteriosa, fascinante, peligrosa. Según me contaron una vez, las esposas de los pescadores gallegos la llaman "la puta de ojos verdes". A pesar de lo soez del calificativo, me parece un mote precioso.

Pero este fin de semana no ha sido de mar, sino de lluvia y monte y otras cosas.

Como ya comenté en la entrada anterior, tuve que ir a Eibar, pueblo natal de mi abuela, a recoger un premio que no me premiaba a mí.

Eibar no es tan feo como me habían prometido. De hecho, me pareció agradable. Aunque supongo que, para alguien que se ha criado en Puerto del Rosario, no existen muchos sitios feos en el mundo.

Y lo mejor de Eibar es la gente. Todos amabilísimos, independientemente del sexo, la edad o el grado de separación con Kevin Bacon.

El festival, pequeño, entrañable y con muy buena selección de cortos. Tras la ceremonia de entrega, una exquisita cena en la sociedad de la cofradía del bacalao, un par de conversaciones instructivas y agradables, y una habitación acogedora en la universidad de Eibar.

Pero quizá lo más significativo de mi periplo eibarrés fue la trillada cuestión del "viaje iniciático", el pasearme por mis orígenes, visitando el pueblo de mi abuela.

A la mañana siguiente regresé a Donosti en tren, por la sencilla razón de que no tenía ni idea de dónde ni cuándo pasaban las guaguas. Fue un acierto. El trayecto en tren es más largo, pero más agradable. Creo que el tren es mi medio de locomoción favorito (a menos que Christina Ricci me lleve a caballito) y el paisaje que se ve a través de las ventanillas del tren es veinte veces más bonito y sobrecogedor que el paisaje con el que uno se conforma yendo en guagua.

Frondosidad, relieve, cien tonos de verdes, y verdes, y naranjas, ríos oscuros, copiosos, otoñales, cabañas destartaladas, diseñadas para que las brujas violen a cien Hansel y mil Gretel. Sintiéndome abrumado por aquel paisaje, me ocurrió algo que tal vez no debería confensar: Sentí que para definir aquel entorno, la palabra adecuada no era Euskadi, ni País Vasco... sino Euskal Herria.

Es una tontería, pero así me vino a la cabeza, sin pensarlo, sumido en una especie de síndrome de Stendhal.

Tenía miedo de pasarme de estación, así que me bajé en la primera que tenía "Donostia" escrito en el cartel. Craso error. El tren siguió sin mí, abandonándome en los más suburbiales suburbios de Donosti.

Y en Donosti, el concepto de suburbio significa: "Conglomerado de urbanizaciones con casa muy pijas construídas con vocación de tapizar un monte, que conforman un laberinto de cuestas serpenteantes que nunca llevan a ninguna parte".

Fue una valiosísima oportunidad para odiar a Donosti de una manera en que nunca antes la había odiado. Finalmente, la calle que (en una gratificante cuesta abajo) me condujo a la civilización conocida, se llamaba "Paseo de Lazkano".

Una señal afortunada, ya que mi abuela la de Eibar (o mi "amona", como nosotros solíamos llamarla) se apellidaba Lazkano. Regresar a casa por el paseo Lazkano tenía un algo simbólico que no sé definir bien y que, por ello mismo, acaso sea más poderoso.

Este domingo donostiarra ha consistido en viento y lluvia. Uno de esos días que ponen todo su empeño en hacer que tus pies se conviertan en peces agonizantes que chapotean dentro de unos zapatos inundados, uno de esos días que llenan el aire de frenéticas espirales de hojas secas, uno de esos días en los que el viento sale a la calle con ganas de poner los paraguas del revés.

Creo que necesitaba pasear con semejante torbellino a mi alrededor. Porque tu mente se contagia, y también en ella se general remolinos que sacan a bailar las hojas muertas, y remueven mucha basura que se había sedimentado en el lugar inadecuado.

Cuando el viento sopla en tu paraguas hasta ponerlo del revés, sólo puedes hacer una cosa: Girar el paraguas... ofrecerle al viento la cara contraria, para que sople en la dirección contraria, hasta dejarlo como estaba.

Hace un rato, cuando estaba llegando a casa, el viento puso (por séptima u octava vez) mi paraguas del revés. Y después de eso, el muy cabrón se largó a soplar otros lugares, y me dejó allí, con el paraguas maltrecho al estilo papá de Mary Poppins...

Me quedé un par de minutos con el paraguas en alto, como una antena parabólica en busca de un soplo de aire que viniese a enderezarlo.

Cuando por fin llegó el viento a enderezar lo que había torcido, le dije:

- ¡GRACIAS!

Y entonces me di cuenta de que lo había dicho en voz alta... y eso me hizo darme cuenta a su vez de que quizá me estoy volviendo loco.

sábado, 22 de noviembre de 2008

VAYA CHORRADITAS

Hay alguien por ahí quejándose de que no actualizo, y chantajeándome al respecto.

Sólo puedo disculparme por no actualizar con una frecuencia decente. Últimamente, entre las jornadas de Vaya Semanita y un par de encargos freelance que me han surgido, no tengo tiempo ni pa existir.

Por si fuera poco, dentro de un par de horas me tengo que ir a pasar la noche a Eibar. Hay un festival de cortos allí. A Sam le han dado el enésimo premio con Werepig, y como él no puede asistir a la entrega, me ha pedido que vaya yo por él.

Es una oportunidad que me brinda la divina povidencia para (por fin) visitar ese pueblo del que brotan algunas de mis raíces. Y es que Eibar es el pueblo de mi abuela materna.

Tengo ganas de conocer Eibar. Según me han dicho, es un pueblo industrial, realmente feo, pero muy bien surtido de bares en los que encallar para olvidar lo feo que es.

Así pues, de momento no puedo actualizar con nada decente, pero voy a dejaros algo, antes de que empecéis a tirarme piedras.

Creo que más de una docena de personas me ha venido ya con la queja de que en el youtube sólo encuentran sketches antiguos de Vaya Semanita y que, por lo tanto, viviendo fuera de Euskadi no pueden ver lo que estamos haciendo ahora.

Así que me dispongo a escarbar en el Youtube, para dejaros aquí una selección de sketches de esta sexta temporada que estamos intentando sacar adelante día tras día. Algunos de mis favoritos no se pueden encontrar en internet, asi que no podemos considerar esto un "top ten", ni pretender atisbar una lógica jerárquica en el escaparate. Son, simplemente, sketches que he podido encontrar, y puestos en el orden en que los he ido encontrando.

Empecemos:

Éste es uno de los más recientes: El de la máquina que censura la palabra España.



Otro igual de reciente, con el que me siento terriblemente identificado. Nosotros lo llamamos: Morir en Donosti.



Éste quizá no lo entienda todo el mundo, porque es demasiado localista: EA ha decidido presentarse a las elecciones por separado, sin contar con el PNV. Así que ha llegado la hora de ver cuáles son las diferencias entre EA y PNV.



Una parida friki que no sé ni cómo nos han dejado emitirla, pero que, gracias a Dios, nos dejaron. "Doctor, me han salido subtítulos".



Aquí, una alternativa a los típicos partidos de fútbol entre empresas:



Antxon y Maite es una especie de mini-serie que hacemos sobre la vida en pareja y esas cosas. Éste es uno de mis capítulos favoritos: Maite tiene... un retraso (no, no me refiero a que sea subnormal...)



Uno de los más crueles que hemos hecho últimamente: El banquero mendigo.



Éste es uno de los que más insultos nos han acarreado. Aunque cuando los fachas, o cualquier otro colectivo extremista te insulta, es muy satisfactoria la sensación de haber hecho bien tu trabajo. Así que aquí os lo dejo: El elemento que hace que los vascos se sientan realmente vascos.



Uno de los contenidos que más está funcionando esta temporada es el Jonan. Un personaje txuntero (lo que en Canarias denominamos "poligonero" o "jarcorita"). Si funciona tan bien, es gracias a las pedazo de interpretaciones que hacen Javi y Diego, encarnando al Jonan y al Txori. Os dejo el que quizá es mi capítulo favorito del Jonan: El del pitbul tó guapo ahí.



Éste que os enlazo ahora está paseándose por toda España, gracias a los mails en cadena. Si es que la regla de oro nunca falla: ¡Mete tacos en tu guión, y triunfarás!



Y de tacos, pasamos a insultos...



Otra de nuestras secciones estrella es "El txoco del miedo", en la que Iker Jiménez nos cuenta historias de terror que podría pasarle a cualquiera, aquí mismo, en Euskadi. Os dejo con una de mis favoritas:



Y para terminar, un pequeño homenaje a nuestros compañeros de plató, que esta temporada les están permitiendo currárselo más que nunca, e incluso se meten también en el terreno de la ficción, con cosas como ésta:

lunes, 17 de noviembre de 2008

THE WEREPIG!!!!



Esto que os dejo aquí es el trailer de The Werepig, el último cortometraje de Sam, gran artista y gran persona, con el que tengo el honor y el placer de estar embarcado en un proyecto del que no sé si puedo hablar aún.

Trabajando por encargo para gente así, uno pasa de ser una puta a convertirse en una puta de lujo, y encima disfruta.

En otro orden de cosas, estoy prácticamente recién llegado de un intenso y agotador viaje a Madrid. No he podido ver a tanta gente como en otras ocasiones, pero sí a la suficiente para regresar al norte con una buena dosis de energía positiva.

Algunos de los encuentros madrileños han sido sorpresivos, inesperados... y por lo tanto mágicos. ¿Quién me iba a decir, por ejemplo, que a pesar de vivir en provincias vecinas, Madrid iba a ser el lugar donde conocería en persona a nuestra amiga Cata? Pues así sucedió, de manera improvisada, y así compartimos unas cuantas cañas, y la lié para ir (junto a una pequeña porción de la créme de la créme de mis amigos) a un almuerzo en mi chino de cabecera. La camarera (a la que adoro) predijo todos los platos que pensaba pedir sin necesidad de que yo abriese la boca. Espero que no sea cierta esa leyenda urbana de que las chinas están prometidas desde el momento de su nacimiento, porque algún día pretendo casarme con esa camarera.

Muchas gracias desde aquí a todos los que han hecho de esta excursión a Madrid una oportunidad de respirar aire fresco. Gracias a mis padres, a mis primos (naturales y políticos). Gracias a Jaime, y a Gonzi, y a Raulusky, y a María, y a Kino, y Javi, y Laura, y su amiga ¿Rocío? y a Mario, y Gonzalo, y gracias al Abismo, y una vez más a Cata.

Gracias también a los que no pude ver, pero hicieron lo posible por intentar que nos viésemos. Gracias a Andrés, y a Diego, y a Lurditas, y a Rafa, que siempre que me llama me pilla ausente, por inclemencias del destino, y a Yoana, que vive en su mundo y confunde un fin de semana con el siguiente, y el norte con el sur, y la tierra con la luna...

Y después de tanto agradecimiento, os pido que volváis al principio, y veáis el trailer de Werepig, ¡Coño!

jueves, 13 de noviembre de 2008

ALEXANDRA Y CINEFÍLICOS


En nuestro Vaya Semanita de hoy tenemos de invitada a Alexandra Jiménez, más conocida como "África en los Serrano". Los guionistas, siempre entregados a la causa cuando de mujeres se trata, asistimos en directo a la grabación en plató.

Como recordarán los lectores del antiguo Demasiado Violeta (si es que queda alguno) siempre he sentido predilección por "ese pedazo de África". Y verla en directo es confirmar sospechas. ¡Cielo santo, qué mujer! Nos tiene conquistados a todos, aunque hable poco.

Pero Alexandra no es la única que respondió entrevistas ayer. Un servidor (o sea, yo) también tuvo el placer de responder una para la revista on-line Cinefílicos.

La enlazo AQUÍ para el que quiera leerla.

¡Gracias, Ridard!

domingo, 9 de noviembre de 2008

DE CÓMO MI FIN DE SEMANA MEJORÓ PARA LUEGO EMPEORAR Y LUEGO MEJORAR DE NUEVO


Mi plan de fin de semana era éste: encerrarme en casa, adelantar trabajo en un guión que me han encargado, recuperarme del resfriado...

Pero basta que uno tenga un plan, para que todo salga del revés, en algunos aspectos para bien, en otros aspectos para mal.

Todo empezó con una llamada de teléfono que me sacó de la cama el viernes por la mañana. Se trataba del gran Sam, que quería hablarme sobre un proyecto suyo en el que participo.

Sam: Lo que ocurre es que ahora mismo me pillas lejos. Estoy en Donosti.

Juanjo: ¿¡Que estás en Donosti!? ¡Yo vivo en Donosti!

De esa manera, mi catarro y yo nos embutimos en mi abrigo más abrigador, y quedamos con Sam y su encantadora novia, para comer y hablar de veinte cosas. Están aquí por lo de la Semana de terror de San Sebastián donde, por cierto, le han dado a Sam el premio al mejor proyecto.

Yo no tenía intención de dejarme ver por el festival, pero Sam y unos chavales muy majos que han hecho este falso documental me contaron tantas maravillas del festival, que era mi obligación animarme, dejar a un lado el catarro y zambullirme en uno de los festivales más sui generis de nuestro país. Además, Sam se portó de puta madre, consiguiéndome entradas gratis, y un pase para la fiesta de clausura. Todo eso se lo debo también al señor Rebordinos, que fue todo amabilidad y generosidad.

De esa manera, pude ver "Idiots and angels", el último largometraje de Bill Plympton. Acojonante. Quizá le falla algo al ritmo, o a la historia, pero qué forma de componer los planos tiene el cabrón... qué forma de retorcer las perspectivas, y combinar colores, y apabullarte con decenas de conceptazos visuales por minuto...

Por si fuera poco, la peli de Plympton es totalmente muda. No hay un solo diálogo.

Quizá haya sido la única peli (o una de las pocas) que el público ha respetado.

Pues, para quien no lo sepa, este festival tiene una peculiaridad que lo hace único: El público está totalmente legitimado para meterse con las películas, hacer comentarios en alto, aprovechar cualquier incoherencia de la película en cuestión para hacer un chiste... o aprovechar el parecido de un actor con Papuchi, o Carlos Latre. Está prácticamente oficializado. Es una tradición.

Obviamente, cuanto peor es la peli, más se meten con ella. Podría resultar cruel, pero en el fondo hay algo de cariñoso en la forma en que se meten con las pelis. Es como si todos fuesen conscientes de que, simplemente, es parte del juego. No es nada personal... De hecho, muchas veces los propios directores de las pelis están en la sala, y cuando la proyección termina, a pesar de las burlas, todo son aplausos y ovaciones.

Me hubiese gustado asistir al pase de La terza madre de Darío Argento. Por lo visto, la pusieron de vuelta y media. Convirtieron una (al parecer) lamentable película de miedo en una experiencia desternillante.

Sí pude disfrutar de "Nightmare detective 2", una peli de terror japo post-The Ring-y-demás-polladas. La peli era pa echarle de comer aparte. Es de éstas que están llenas de sueños que están dentro de un sueño que a su vez está dentro de un sueño que finalmente resulta estar dentro de otro sueño. A ratos la respetaron, pero a ratos la pusieron de vuelta y media. El clímax con los audiocomentarios de aquella sala de gamberros fue... acojonante.

La ceremonia de clausura también estuvo bien. Con Santiago Segura de maestro de ceremonias, bastante espontáneo, y bastante "soy Santiago Segura y ya estoy hasta la polla de hacer esto, pero lo canalizo para que sea gracioso". Premiaron a los premiados, y proyectaron los cortos ganadores.

Mejor corto español: "Porque hay cosas que nunca se olvidan". Aunque la trama es una mera anécdora, está bastante bien realizado, y empieza con un plano secuencia de esos que te hacen querer gritarle al director a la cara que es un hijo de puta por haber hecho ese planazo. Lo paradójico es llamarlo "cortometraje" español, si tenemos en cuenta que el director era argentino y todos los actores italianos. Pero esas incongruencias son bastante comunes en este "mundillo".

Mejor corto del mundo mundial: "Spider". Un corto australiano realmente potente. No os voy a contar nada sobre él. Es mejor descubrirlo sin saber nada. Aterrador e hilarante al mismo tiempo.

Nos pusieron también los trailers que han hecho los directores famosetes para el concurso ése de trailers falsos. Creo que el rey indiscutible fue el trailer de José Corvacho y Juan Cruz. Las carcajadas hicieron temblar el Kursaal, y fue de los pocos que la audiencia aplaudió al finalizar, junto con el de Bayona, que también molaba bastante. A mí me resultó también muy simpático el de Koldo Serra, que homenajeaba las pelis de monstruos de los años 50. Los de Balagueró y Paco Plaza eran más anecdóticos, pero muy bien rodados. Y el de Isabel Coixet... pues... estaba muy bien hecho... pero era bastante cortarrollos. Era como si todo el mundo está comiendo, y tú empiezas a hablar sobre cómo últimamente, cuando vas al baño, las heces te salen demasiado líquidas y de un color marrón claro... o como si vas a una divertida fiesta de cumpleaños y le dices al homenajeado: "¡Felicidades, qué coincidencia, cumples el mismo día que murió mi abuela!".

Y proyectaron también (por fin) el trailer de ASD (Almas sin dueño), la peli de Tinieblas González. No había vuelto a coincidir con Tinieblas desde que nos conocimos en La Palma, hará tres o cuatro años. Ya en aquel entonces, él llevaba varios años intentando sacar esa peli adelante... así que uno empieza a sumar años, y le da vértigo. Me parece sobrecogedora la fuerza de voluntad que tiene este hombre pa luchar por su peli. Yo, en su caso, me habría vuelto loco. De hecho, me volví loco con Gritos, tardando la mitad que él. Y según me dijo anoche, todavía no ha terminado de montarla y sonorizarla. Escuchándole me sentía terriblemente identificado, volvió a despertarse el "yo de hace un par de años", cuando estaba en esa misma situación, intentando terminar una peli que no parece dispuesta a terminarse... Fue volver a recordar por qué huí despavorido del mundo del cine. Es una maquinaria diseñada para joderte la vida.

Tras todo ese despliege de cortos y de trailers, llegó el plato fuerte: "Deliverance", peli dirigida por Jennifer Lynch, hija de David Lynch. Sólo vi un trozo de la peli. No me disgustaba, pero tampoco me entusiasmaba. El problema que le vi, es que no me generaba ninguna espectativa, no me invitaba a participar de la peli (quizá el problema estaba más en mí que en la peli) y también me daba la sensación de que la señorita Lynch, en lugar de controlar a sus actores, se dejaba controlar por ellos (eran, eso sí, actores muy buenos. El gran Bill Pullman y Julia Ormond entre ellos).

Abandoné la sala a los veinte minutos, aunque sé que algunos de vosotros me regañaréis por ello. ¿La razón? Pues que la ceremonia se había alargado más de lo que esperaba, y con lo ajustados que estaban los horarios, había que elegir entre ver la peli entera, o cenar. Y el estómago manda. Así que me fui de pintxos con un tipo encantador del que, en realidad, sé más bien poco. Sólo sé que el valenciano, se llama Carlos, escribe libros sobre H.R Giger y, de hecho, es quien trae a España las exposiciones de Giger. Inicié a Carlos en el apasionante mundo de los bares de Gros, y de allí fuimos directamente a la fiesta de despedida.

La fiesta estuvo genial, pero algo sucedió... Algo que cambió el rumbo de la noche.

En realidad, ese "algo" había sucedido mucho antes, pero fue en medio de la fiesta cuando me di cuenta... cuando me llevé la mano al bolsillo y me advertí que (¡¡maldición!!) me había dejado las llaves olvidadas en casa. Si a eso le sumamos el hecho de que no tenía el teléfono de ninguno de mis dos nuevos compañeros de piso, y que ni siquiera sabía si estaría alguno de ellos en Donosti (aquí es muy común largarse los fines de semana a cualquier lugar que no sea Donosti) la conclusión era: No podría entrar en mi casa hasta vete a saber cuándo.

Sam me dijo que durmiese en su habitación del hotel, pero no quería fatidiar la última noche en Donosti de una pareja, y de un modo u otro, el tiempo pasó, el alcohol fluyó, y el tema se fue olvidando. Y lo cierto es que yo no estaba demasiado preocupado. Tenía la sensación de que todo saldría bien, de que algo mágico sucedería, y convertiría el problema de las llaves en una oportunidad para una preciosa aventura. Obviamente, estaba equivocado, pero yo aún no lo sabía.

Decidí relajarme y divertirme. Cuando se acabaron las invitaciones a bebidas, pagué una cerveza a precio de gin tonic, y un gin tonic a precio de entrada de cine. Luego me enganchó por banda un sueco gigantesco, que llevaba en el cuerpo más alcohol que toda Irlanda. Ya tuve alguna que otra experiencia con los suecos en Dinamarca. Lo de los suecos con el alcohol es como si tomasen el brevaje que transforma a Jeckyll en Mr Hyde. Beben más y más rápido de lo que son capaces de asimilar, y luego comienzan a hacer locuras, con un puntito entre agresivo y entrañable. El sueco de ayer pidió cinco cervezas y cinco chupitos de vodka, y pretendía que nos los tomásemos entre él y yo, al estilo Marion en "En busca del arca perdida". Me tomé uno de los chupitos, y en ese momento, Sam y Carlos me rescataron muy oportunamente. Y menos mal, porque si no, me habría bebido todo lo que me ofreciese el sueco. Estando sin llaves de casa, no tenía nada mejor que hacer.

De un modo u otro, mi plan era intentar aguantar hasta que llegase una hora decente a la que poder llamar a alguien de producción (es decir, la pobre y bendita Naroa) pa intentar conseguir los teléfonos de mis compañeros. Hasta que llegase esa hora decente, la cosa era muy sencilla: Refugiarme de garito en garito, para hacer más corta la noche, quizá incluso ligarme a alguna chica que tuviese casa propia en la que pasar una noche o, en el peor de los casos, buscar una habitación libre en una pensión u hotel. ¡Así de sencillo!

Craso error.

Porque olvidaba un pequeño detalle: Esto no es Madrid... ¡Es el puto Donosti!

A partir de las dos o tres de la madrugada, es complicado encontrar sitios abiertos, incluso en fin de semana!! Supongo que un par de sitios habrá, pero ni los conocía, ni tuve fuerzas para encontrarlos. Y con respecto a las pensiones y los hoteles... no había una puta habitación disponible en todo Donosti. No sólo por la gente del festival... Resulta que esta mañana había en la ciudad un importante maratón, de esos en los que centenares de personas corren como gilipollas, para apoyar vete a saber qué causa, o para conmemorar vete a saber qué. Hijos de puta... Todas las pensiones y todos los hoteles estaban ocupados por gente que no tenía nada mejor que hacer que pasar la noche en Donosti pa correr a la mañana siguiente. Conozco la manera de pensar de Dios, y sé que creó ese jodido maratón simplemente para joderme a mí.

Desee la muerte de todos los corredores de maratón del mundo, y más adelante, cuando ya era de día y yo seguía pululando por la ciudad como un zombie en busca de pensiones, estuve a punto de estrangular a más de uno, cuando los veía salir de sus hostales, frescos como una lechuga, sonrientes, asquerosamente sanos, con sus numeritos en la espalda y sus indumentarias de payaso.

Creo que algunos de ellos acusaron el mal de ojo que les eché cuando me cruzaba con ellos.

Así que la noche, y granparte de la mañana, la tuve que pasar a la intemperie, al más puro estilo homeless. Nadie se muere por pasar una noche en la calle, pero es bastante jodido. Más aún cuando uno está intentando salir de un resfriado. Gracias a Dios, no llovió. Y gracias a Dios, a mí no me dio por pensar que podía empezar a llover. Estaba demasiado ocupado cagándome en todos los muertos de Donosti, encontrando mil nuevas razones para odiar esta ciudad, diciéndome una y mil veces que si eso me pasase en Madrid, sería taaaan diferente... Y así fue todo: Pulular por todos los rincones de la ciudad en busca de un techo que no existía, dándome luego la caminata hacia las afueras, hacia el barrio periférico en el que está mi casa... y tocar el telefonillo de manera insistente, durante una hora, sin saber si había alguien en el piso o no... y sin saber (en caso de haber alguien) si lograría despertarle o no. Finalmente, me rendí, y me dejé caer en los escalones, junto al portal, y me medio dormí mientras cerca de allí, unos chavales borrokas se emborrachaban, y pateaban contenedores, y sembraban el suelo de cristales rotos... y llegaba un coche de la Policía, y les sermoneaba... y luego los polis seguían su camino, sin reparar en que había un tío tirado junto a la puerta de un portal, o reparando en ello, pero sin concederle la más mínima importancia.

Creo que me quedé traspuesto unos cuarenta minutos. Cuando volví en mí, el cielo volvía a ser azul, mi cuerpo estaba dolorido, y hacía mucho más frío del que había hecho a lo largo de la noche. Me levanté, volví a bajar al centro, volví a buscar pensión, volví a fracasar en el intento, volví a la periferia, insistí una vez más con el portero automático, nada, regresé al centro, me cagué en Dios, y etcétera, y más etcétera, y mucho más etcétera, y esto en Madrid no pasaría, y odio esta ciudad... Finalmente, a eso de las once de la mañana, volví a intentar lo del portero automático y uno de mis compañeros de piso respondió a la llamada. Vi el cielo abierto. Mi compañero de piso, un señor mayor que es director de producción, había estado allí toda la noche durmiendo, pero debía tener el sueño bastante pesado, porque en ningún momento oyó mis llamadas. Pero el hombre estuvo muy amable y empático.

Me tiré de cabeza a la cama... llegando a la conclusión de que a veces nos complicamos demasiado la vida, y nos olvidamos que la felicidad puede consistir en un techo, y una cama, y poco más.

He dormido tres o cuatro horas, y ahora intento mantenerme despierto, para seguir teniendo sueño cuando llegue la noche, y no trastocar mis horarios. Este relato de mis tribulaciones de fin de semana me ha ayudado (junto con un par de tés) a no cerrar los ojos. Gracias por vuestra paciencia. Amo mi colchón, aunque se te clave en los huesos. Amo mi habitación, aunque sea vieja y fría. Amo mi edredón. ¡Sí! Sobre todo amo mi edredón...

Y lo más curioso del asunto, es que el resfriado se ha marchado, o ha simulado una retirada, para cogerme desprevenido.

martes, 4 de noviembre de 2008

R.I.P (Resfriado Increíblemente Persistente)


Eso que ven en la foto es un hombre que tiene en su interior más mocos que espíritu. Un hombre que en un solo día ha deforestado tres cuartas partes de Amazonas consumiendo cleenex. Un hombre con la nariz dolorida, enrojecida, hasta los huevos-ida. Un hombre que a estas alturas ya ni es hombre ni es ná... y mira con desconfianza todos esos remedios en los que alguna vez creyó... que si el té, que si el tomillo, que si el puto própolis y la jodida equinácea...

La jarra que llevo en la mano se ha convertido en una especie de amuleto para mí. ¿Recuerdan la mochila de la suerte que llevaba Vincen Vaughn en Parque Jurásico 2? Pues... si recuerdan algo así, están realmente enfermos, como una puta cabra, y les ruego que dejen de visitar mi blog, olviden mi mail y no se acerquen a menos de cien metros de mí.

Si los ruegos del párrafo anterior no han surtido efecto y siguen ustedes aquí, pues... eso, que esta jarra es para mí como la mochila del Mundo Perdido. Le tengo un especial cariño, porque la compré en una feria de la cerveza a la que asistí con Josep, Teresa, Jon y Bernat. Fue una buena época, y desde entonces esa jarra es una de las pocas cosas que llevo conmigo de un lado a otro cuando me obligan a mudarme de piso, para que pueda plantar chinchetas en toda la geografía de Donosti.

Pero en realidad no pretendía hablaros de nada de eso. Lo único que quería decir con todas las letras anteriores, es que estoy malito, y que eso implica que mis palabras no tendrá demasiado sentido.

Aunque, por otra parte, creo que he conseguido expresarlo, porque si alguno de vosotros relee lo que llevo escrito hasta ahora y le atribuye algún sentido, le felicitaré, e incluso le regalaré algo.

Le regalaré este puto catarro, por ejemplo.

Empecemos con la semana de terror de Donosti. ¿Qué me pareció? Pues, sinceramente... me olvidé de que era la semana de terror de Donosti, así que no he visto ninguna peli, ningun corto, ni ningún tipo raro por la calle.

Dediqué el fin de semana a ver series, ver pelis, responder mails, cocinar, comer, deprimirme un poquito, incubar esta mierda de resfriado...

¿Qué? ¿Que si hice algo productivo? ¿Que si he escrito algún cuento? ¿Que si he avanzado en la novela?

Amigos míos... miembros y miembras... ¿ustedes creen que si hubiese escrito, estaría enfermo ahora?

¡No señor!

Mientras uno se mantenga escribiendo y encarcelando sueños en letras de tinta, es inmortal.

La enfermedad y la muerte sólo llegan cuando uno se detiene a recobrar el aliento, y luego le da pereza volver a ponerse en marcha, y se echa una siestecita en los laureles.

Lo peor de todo, es que sé por qué me cuesta tanto avanzar en mi novela. Una simple cuestión de oscuridad. Me está saliendo algo tan perverso, tan jodido, que no me resulta agradable escribirlo.

Cuando uno escribe algo mínimamente auténtico, se zambulle en el mundo que esta creando a golpe de teclado. Si dicho mundo es desagradable y sórdido, cada jornada de trabajo es un picnic por los más embajonantes suburbios del Infierno.

De alguna manera, el tono de lo que escribes termina contagiándo tu vida cotidiana. Me pasó algo similar con mi anterior mini-novela (La mierda). Era tan retorcida, que una parte de mí no deseaba escribirla... pero otra parte de mí me apuntaba con un reloj de arena en la cabeza, y me obligaba a terminarla.

Recuerdo el día en que la terminé. Entonces vivía con mi "ex". No hacía ni 24 horas que había puesto punto final a "La mierda", cuando mi querida Ariadna me dijo que notaba cómo me había cambiado el humor por el simple hecho de terminarla.

Espeluznante, pero cierto.

Al día siguiente de terminar La mierda, empecé otra. Mucho más luminosa. Un cuentecito pseudo-infantil al pseudo-estilo Roal Dahl. Disfruté mucho durante cincuenta y pico páginas, y luego... me quedé sin fuerzas para continuarlo, y regresó de nuevo la necesidad imperiosa de escribir algo destinado a traumatizar a las almas más sensibles.

No disfruto con ello, pero es lo que hay... Y quizá sea algo que debo intentar cambiar. Porque si algo me quedó claro hace tiempo, cuando era más sabio que ahora, es que si no disfrutas escribiendo, es porque algo no funciona bien en el proceso.

Quizá deba plantearme ponerme a escribir otra cosa, o enfocar la nueva novela desde una perspectiva que me haga verla como algo disfrutable, en lugar de abordarla con esa agonía que debe sentir un vampiro cuando busca víctimas a las que chupar la sangre.

El caso es que de momento estoy contento con el resultado. Pero nunca había sido tan lento escribiendo una novela.

Y es que últimamente, cada vez que me siento a escribir "en serio", me da por cuidar la musicalidad de la prosa de una manera enfermiza, hasta que llega un punto en que me siento como si, en lugar de prosa, estuviese escribiendo una novela en verso blanco.

Siempre me he considerado un músico frustrado, y quizá ese intento de encajar las palabras y los signos de puntuación con precisión de orfebre sea una torpe tentativa de diseñar partituras sin aprender solfeo, de desgranar melodías inaudibles, para olvidar que nunca fui capaz de arrancarle una nota musical decente a un instrumento.

Lo peor de todo, es que probablemente ningún lector notará el resultado, y mis tribulaciones con la prosa travestida en verso no dejarán de ser un yo mismo intentando contentarme a mí mismo sin que a nadie le importe. Seré una especie de versión de juguete de Stanley Kubrick, tardando dos años en rodar una historia, porque se empeña en repetir doscientas veces cada plano, hasta conseguir matices que nadie más aprecia.

Hace poco leí que Marcel Proust, en ocasiones, tardaba un día entero en encontrar una sola frase que le convenciese. Y Proust no es un referente al que me quiera parecer. Me sentía más contento conmigo mismo cuando mis dedos tamborileaban sobre el teclado como si la dama de la guadaña los persiguiese para reclamar alguna deuda pendiente.

Y sin embargo, parte del problema está también ahí: Cuando releo mis novelas del pasado, el estilo de escritura me parece tan torpe, que intento frenarme a mí mismo en las novelas presentes, escribir más despacio, negándome a mí mismo la posibilidad de escribir un capítulo en una sola tarde, y fumigar así la deliciosa tentación de escribir sin pensar en lo que escribo.

De esa manera, el proceso de escritura se convierte en algo muerto, petrificado incluso. Deja de ser un plantar árboles indómitos que crecen y escapan a tu control y te llevan a ninguna parte o a todas las partes a la vez... y se convierte en un encajar vértebras, un hacer puzzles con piezas de esqueletos, un construir una escalera hacia la oscuridad, sin empezar a colocar ningún peldaño hasta que el anterior esté convenientemente apuntalado.

De un modo u otro, el resultado, como ya he dicho, me tiene muy contento.

Pero es muy probable que el Juanjo de dentro de cinco años lo relea, y le horrorice.

Así que de momento, lo único enteramente cierto es que tengo un catarro de tres pares de cojones.