martes, 31 de julio de 2012

REVELACIONES QUE TE ATACAN CUANDO ESCRIBES UN LARGO


Estoy a punto de sumergirme en lo más peligroso del clímax de ese largo que estoy escribiendo para César del Álamo. Va a ser jodido. Tendré que lidiar con mucha mierda y encajar todos los tarugos de toda esa mierda como fichas de tetris.

Así que este post es como cuando John McClaine se sincera con Carl Winslow antes de tirarse al vacío desde la azotea de la torre Nakatomi agarrado a una manguera.

Escribir un largo durante demasiado tiempo te llena la cabeza de reflexiones, revelaciones, requetepollas... Y ahora mismo necesito un poco de espacio libre en mi cerebro, así que voy a vaciar toda esa mierda aquí, para que vosotros podáis degustarla o arrojarla al sumidero.

No habrá demasiado material inédito. La mayor parte de lo que voy a decir ya lo he experimentado escribiendo largos anteriores, o ya lo he mascullado en Twitter.

Pero me apetece hacer una lista - cutre e inconexa - de ideas que me han venido a la cabeza durante la escritura de este engendro:

A la mierda los manuales. Cada guión demanda su propio proceso de escritura. No todos quieren detonar en la misma página. No todos necesitan girar al mismo tiempo. Escribir es amar. ¿Vosotros hacéis el amor siguiendo un manual de instrucciones?

- ¿Qué haces? ¡Sigue lamiendo, Jimmy! ¡Aún no estoy lo suficientemente lubricada!

- Lo siento, Kimberly. El manual dice que hay que lamer durante ocho minutos y, acto seguido, pasar a la postura del misionero durante doscientos séis pollazos.

NO

Cada guión es distinto. Cada uno exige su propio procedimiento de escritura. Hay que escucharlos. Son como seres vivos. Respiran, palpitan, te susurran la forma que quieren adoptar.

Escribe sin pensar demasiado. Fóllate la escaleta. De pronto te das cuenta de que la historia se detona demasiado pronto y llega el primer punto de giro demasiado tarde y no hay un "midpoint" claro, sino varios candidatos, cada uno de ellos igual de potente que los otros, por méritos propios.

No pasa nada.

No estás criando a un señorito inglés. Estás criando a un niño guerrero de Angola. Cada ecosistema exige cualidades distintas a la criatura.

El proceso no es lineal. Escribir es volver una y otra vez sobre tus propios pasos. Los más sensatos repasan su escaleta tres veces por minuto, de manera enfermiza, hasta que la historia les encaja de manera impecable. Entonces se lanzan a escribir, siguiendo las indicaciones del GPS.

A mí eso me mata.

No soy capaz de disfrutar de la escritura cuando todo está excesivamente definido. Necesito un mínimo nivel de incertidumbre. Mi combustible es "no saber qué puedes encontrarte al doblar la próxima esquina".

Este guión está siendo demasiado complejo. Intervienen demasiados elementos. Incluso me he visto obligado a garrapatear una escaleta (cosa que nunca hago, a no ser que me lo exijan).

Creo que las mejores escaletas son las más endebles: las que puedes alterar sin ceremonias engorrosas, sin sentirte obligado a pedirles perdón.

Creo que una escaleta ha de ser como la lista de la compra. Un lugar donde poner todo lo que necesitas, aunque no estés obligado a echar dichas cosas al carro en el mismo orden en que las mencionas en la lista.

Obviamente, hay cosas que sólo funcionan si las dispones en el orden adecuado. Pero ésa es ya una cuestión de sentido común. Si necesitas un trozo de papel con frases numeradas para darte cuenta de eso, joder... cambia de oficio.

Este guión está siendo un ejemplo muy gráfico sobre cómo la trama te obliga a avanzar y a retroceder en el tiempo. De repente se te ocurren ideas maravillosas: ideas que le dan tanto sentido a todo que incluso das por hecho que siempre han estado ahí, aunque tú, como "creador", no te hayas dignado a prestarles atención, a mirarlas de frente. Tienes la certeza de que esas ideas tienen que estar por derecho propio en el guión. Pero son como cúpulas majestuosas que no se sostienen por sí solas... a no ser que encuentres cuatro columnas que las sostengan.

Así que retrocedes hacia los cimientos del guión, viajas en tu Delorean hacia el pasado y siembras el primer acto de justificaciones, construyes un par de andamios en la primera mitad del segundo acto, dejas un calendario deportivo del año 2015 encima de una mesa...

Y lo mejor de todo es que mientras haces esos cambios para que encaje lo que quieres añadir al final de la trama, te das cuenta de que gracias a eso los personajes evolucionan de forma acojonante, porque ellos también necesitaban adaptarse a esas nuevas ideas que tú tenías en la cabeza. Desde el principio de los tiempos.

La trama es perfecta e inmutable. Tú, guionistilla de mierda, eres contingente y limitado. Por eso tienes que ir descubriendo la trama poco a poco, aunque ella esté escrita desde el principio de los tiempos por voluntades más poderosas que tú.

El pasado afecta el presente. El futuro afecta al pasado. El presente afecta al futuro.

Todo ha de ser por el bien del bebé.  En ocasiones escribo cosas para el largo y soy consciente de que dichas cosas "no lucen". El guión que estoy escribiendo es uno de ésos que son "muy poco agradecidos" para un guionista. La peli no se cimienta en diálogos magistrales, ni en tramas elegantes... y aunque la estructura y el personaje sean complejos, pocos espectadores lo van a percibir como mérito del guión. De hecho, si esta película sale adelante, creo que será recordada por impactos visuales que, aunque estén ya en el guión, nadie se parará a pensar en el guionista cuando los disfrute.

Pero me da igual.

Quid pro cuo. Hoy por ti, mañana por mí.

Me acuerdo mientras escribo de la anterior peli que se rodó con guión mío. Había en ella hallazgos de realización que ya estaban apuntados desde el guión, pero también había hallazgos impresionantes de guión que yo nunca escribí. Los improvisaron el director y/o el equipo durante el rodaje, o durante la pre-producción.

Las películas son obra de una mente colectiva.

Las peliculas son un trabajo EN EQUIPO.

Si quieres destacar por encima de otros, eres una célula cancerígena.

Si eres listo - u honesto - cada decisión que tomes como guionista no la tomarás para tu lucimiento personal. La tomarás POR EL BIEN DEL BEBÉ.

Lo importante es creer en la peli que estás contando, hacerlo todo para que esa peli funcione lo mejor posible, para que agite los cimientos de todo y luego, sin pararte a pensar qué es obra tuya y qué no lo es... poder decir: "Yo estuve ahí".

Hay que saber untar la vaselina. Cuando una idea es difícil de vender al espectador, cuando una explicación chirría, cuando la única solución posible es demasiado forzada... hay que untarle vaselina al espectador... hay que meterle toda esa munición por el culo.

Me viene a la cabeza algo que suelo aconsejar a todo el mundo: A alumnos, a amigos, a compañeros, a conejos imaginarios.

Si una idea es difícil de digerir, HAZLA GRACIOSA.

Si cuentas algo con sentido del humor, la gente baja la guardia, acepta la información que le transmites de muy buen grado, con las defensas bajas.

En un guión como el que estoy escribiendo, sin embargo, no hay demasiado espacio para el humor. Pero he descubierto otro tipo de vaselina igual de efectiva:


Si una idea es difícil de digerir, HAZLA BONITA.

La belleza, la poética visual, el síndrome de Sthendal.

Porque la belleza y la poesía, al igual que el humor, nos invitan a abordar las historias con otra actitud. Con una actitud muchísimo más pura, menos crítica.

En parte estoy hablando de "hacer trampa". Pero también - en parte - os estoy invitando a vencer ciertos límites. Sobrevaloramos todo aquello que tiene que ver con la razón, con la coherencia, con "las reglas del juego". Pero si atacas solamente a esa parcela, estás atacando al 30% del espectador.

Lo racional está sobrevalorado.

Los seres humanos no somos sólo materia gris. Tenemos muchos otros puntos débiles que nos diferencian de las computadoras. Si yo le doy a un espectador algo que es incoherente a nivel racional pero potente a nivel simbólico, poético, emotivo... posiblemente esté saciando a ese espectador un 80% más de lo que podría saciarlo con un discurso coherente, profesional. aséptico.

Trabajar no es sólo sentarse delante del portátil. Ya he hablado en otras ocasiones sobre cómo nuestra tradición judeocristiana y nuestra sociedad capitalista nos inducen a asociar "trabajo" con "resultados materiales". Y eso distorsiona el balance de resultados en algunas profesiones - como la de guionista - que basan gran parte de su productividad en "tener ideas".

Y las ideas pueden surgir en cualquier parte. Eso de que las grandes ideas te vienen en la ducha no siempre es cierto, pero a veces SÍ lo es.

Algunas de las mejores ideas que he tenido para este guión no las he tenido sentado frente al ordenador, sino en la cama, dando vueltas entre las sábanas, intentando dormirme.

El otro día, mientras tapaba mis ojos con la almohada, rapiñando unas cuantas horas de sueño, me asaltó una idea sobre cómo enfocar estructuralmente cierta parte del guión. Y tuve la sensación de que con eso, en un segundo, avancé más de lo que habría avanzado durante cinco horas delante de la pantalla del portátil.

A veces hay que alejarse del ordenador. Yo, para tener ideas, suelo ser más productivo cuando me muevo. A veces me obligo a dar paseos para aclarar conceptos. Eso que decimos muchas veces los escritores de que "trabajamos 24 horas del día" es un poco exagerado, pero al mismo tiempo es parcialmente cierto. Una parte de ti siempre está en guardia - incluso mientras duermes - porque nunca se sabe cuándo una buena idea puede morder el anzuelo.

Pregunta al personaje. Hace tiempo leí un cuento de Michael Ende en el que unos exploradores atravesaban la jungla en busca de algo, guiados por indígenas. Tenían prisa - no recuerdo por qué razón -. En un momento dado, la expedición había recorrido muchísimos kilómetros y, aunque aún era de día y todos tenían fuerzas para continuar, los indígenas decidieron que había que detenerse.

Los exploradores protestaron.

¿Por qué había que pararse, si era de día y todos estaban aptos para continuar?

Los indígenas respondieron algo similar a esto:


- Nuestros cuerpos han caminado demasiado rápido. Ahora tenemos que sentarnos a esperar para que nuestras almas los alcancen.

Cuando escribes a demasiada velocidad ocurre algo parecido. Tecleas tan rápido que tu alma se pierde en el camino. A veces es conveniente. A veces esa tormenta irreflexiva en la que uno se convierte cuando escribe espontáneamente es incluso necesaria. Ciertos tornados, aunque destruyan mil cosas, son bienvenidos porque remueven otras mil cosas que estaban estancadas en los sótanos de nuestras cabezas.

Pero otras veces... te dejas llevar por la fuerza del tornado y escribes una decena de esperpentos que te encantan pero que, lógicamente, no tienen sentido... no apuntan hacia ninguna dirección concreta...

En esa ocasiones, creo que lo mejor que puedes hacer es preguntarle a tu personaje. ¿Qué necesita él - o ella, en este caso - ? ¿Hacia dónde quiere ir? ¿Resuelve asignaturas mientras las tecleas, o se pasea de manera indolente por la trama?

Un@ secuencia en la que el personaje no aprenda o desaprenda algo... una secuencia que no te ayude a comprender algún aspecto del prot@... es una secuencia desaprovechad@.

Sé que cuando escribes películas "high concept" recomiendan: "Si estás perdido, regresa a la premisa". Yo casi nunca manejo tramas de "high concept". Por eso, cuando me pierdo, lo que hago es "regresar al personaje". Y creo que tanto en los high concept como en los low concept, si tienes un protagonista único y bien definido, lo habitual es que premisa y personaje vayan juntos, y bien agarraditos de la mano.


Escribe para alguien. Cada vez tengo más claro que uno escribe a más velocidad (y con más ilusión) cuando le alimenta el deseo de mostrar a otro ser humano las aberraciones que ha escrito.

Alguien que sintonice contigo, alguien con gustos similares a los tuyos.

En esta ocasión tengo la suerte de escribir para un director con el que sintonizo mucho, y al que me apetece mostrar lo que escribo y escuchar su opinión.

Si no tenéis esa suerte... si tenéis que escribir para alguien con quien no conectáis...


1- Si no estáis cobrando por hacerlo, DIMITID. No trabajéis gratis en algo que no os haga felices.


2- Si estáis cobrando y no os compensa dimitir... escribid pensando en alguna otra persona, alguien a quien os apetecería mostrarle vuestros logros al final de cada jornada. Alguien a quien enseñarle lo que habéis parido... antes de que vengan otras personas a deformarlo.

Ése es el combustible.

Escribimos para los seres humanos.

Es de Perogrullo, y por eso mismo lo olvidamos con demasiada facilidad.


Los blogs te roban tiempo. Todo el tiempo que he invertido en escribir esto... es tiempo que podría haber aprovechado para avanzar en mi guión.

Pero regreso a lo que dije un poco más arriba: Nuestro trabajo es muy anárquico. A veces necesitamos alejarnos de él. A veces, para que las ideas se reorganicen en nuestra cabeza, tenemos que dejar de observarlas.

Es como cuando tienes algo en la punta de la lengua y no consigues recordarlo. La única manera de deshacer ese bloqueo es ponerte a pensar en otra cosa.


viernes, 27 de julio de 2012

SIN SUBVENCIONES NI HOSTIAS


 Últimamente, con eso de que "papá Estado" escatima en subvenciones al audiovisual, se ha puesto de moda ensalzar películas ultra-independientes, baratísimas, de ésas que salen adelante al margen del sistema.

Se trata de iniciativas encomiables, perpetradas con cariño. Yo conozco - directa o indirectamente - a los artífices de algunos de esos proyectos, y les admiro, y les deseo lo mejor...

... pero no nos engañemos...

... al final escuchas ciertas cosas, contrastas ciertos datos y...

... te das cuenta de que gran parte de esas producciones que solemos considerar estandartes del audiovisual independiente/antisistema no son TAN independientes, ni TAN anti-sistema. En ocasiones algunas de ellas, según tengo entendido, incluso se benefician de las pocas subvenciones que se conceden actualmente.

No pretendo criticar eso. Una parte de mí tiende a alegrarse cada vez que un compañero de gremio consigue sacar adelante un proyecto (de la manera que sea); una parte de mí es como Batman al final del "Caballero Oscuro" y prefiere convertir a Harvey Dent en héroe como mal menor, para no dinamitar toda esperanza.

Por otra parte, es lógico que los proyectos "anti-sistema" más populares y más "en el candelabro" sean aquellos que, debido a su envergadura, su "presupuesto real" y su agenda de contactos tengan acceso a unos mecanismos de promoción más efectivos.

De hecho, yo mismo me incluyo un poco en esa lista. En su día hicimos un largometraje muy barato (bastante más barato que los "largos hiper-baratos" que son noticia hoy día) y gozamos de una promoción y una repercusión que, sin ser acojonantes, superaron con creces nuestras expectativas. ¿Y eso fue mérito exclusivo de la peli? No. También ayudó el hecho de que, una vez terminada la peli, fue fichada por una productora más consolidada que la nuestra, que a golpe de euros y contactos hizo que llegásemos a más ojos y más oídos de los que imaginábamos.

Aclaro esto último para que nadie me acuse de no poner todas las cartas sobre la mesa.

No diré ni una palabra en contra de esos "proyectos humildes e independientes que a lo mejor no lo son tanto". En todos ellos habrá toneladas de esfuerzo y de cariño, y ojalá les vaya lo mejor posible.

Pero escribo este post porque necesito romper una lanza a favor de otra clase de proyectos. Si aceptamos que los que están "en el candelabro" son proyectos "independientes"... podríamos decir que yo vengo a hablar de los proyectos EXTREMADAMENTE independientes.

A mí me ha tocado trabajar - directa o indirectamente - con algunos directores que se han especializado (casi en defensa propia y porque no había más cojones) en esta clase de proyectos suicidas. Gente que no tiene la maña, los contactos o la paciencia para recaudar la pasta y que decide tirarse a la piscina; dedicarse a lo que realmente desea dedicarse: RODAR, disfrutar haciendo pelis por el placer de hacer pelis, sin hacer la pelota a nadie, sin rellenar documentos kafkianos. Gente que encuentra las puertas cerradas porque no está en la lista de invitados, o porque viste con camiseta en vez de con corbata... y entonces decide entrar por la ventana.

Gente como César del Álamo o Norberto Ramos del Val.


Y todo este preámbulo interminable pretendía abonar el terreno para hablar, concretamente, sobre la última peli de uno de esos dos espartanos:

BUENAS NOCHES, DIJO LA SEÑORITA PÁJARO, de César del Álamo.

César, cuya peli anterior () tuve la suerte y el placer de escribir... y con quien tengo la suerte y el placer de estar escribiendo su - ojalá -  próxima peli, HA RODADO UN LARGOMETRAJE DE 100 MINUTOS CON MENOS DE 3000 EUROS.

Vale. Descansad un rato. Volved a leer el párrafo anterior. Como diría el propio César, no hay ninguna errata. No son 30.000. Son 3.000.

Algunos estaréis pensando:

"Vale, se puede hacer una peli con 3000 euros, pero el resultado será necesariamente cutre."

Es comprensible pensar de ese modo. Hay precedentes. Yo, por mi parte, he tenido la oportunidad de ver un premontaje de La Señorita Pájaro y la considero una peli más que digna, al margen de su presupuesto. Una peli en la que, aunque se detectan la humildad y la carencia de medios, se detectan también la profesionalidad del equipo técnico y artístico, el criterio, el dominio del oficio, la honestidad, la autoconsciencia.

Esa clase de cosas son las que hacen grande a una película.

Hoy día la tecnología permite que más de la mitad de la calidad de una peli no dependa de la pasta invertida en ella, sino del buen hacer de quienes trabajan a ambos lados de la cámara, y a ambos lados del ordenador.

Tenéis todo el derecho a no fiaros de lo que yo os diga. Por eso al final de este post os enlazaré las críticas externas que ha ido recibiendo la película, desde que se presentara en sociedad hace unas semanas, en el Cryptshow de Badalona.

Como curiosidad, comentaré que algunos espectadores dieron por hecho que Buenas Noches, Dijo La Señorita Pájaro ha contado con más presupuesto que el anterior largo de César (), cuando ha sido al contrario. Si la memoria no me falla, debió costar unos 5.000-6.000 euros (una vez más, sin subvenciones, todo gracias al sacrificio económico y personal del propio César y al bolsillo y la generosidad de particulares)



Otra objección bastante razonable que se le puede hacer a La Señorita Pájaro es la siguiente:

"Joder, yo también te hago una peli con 3000 euros si no tengo que pagar sueldos al equipo."

Mi (triple) respuesta a ese argumento sería:

1- No todo el mundo es capaz de hacer una película, aunque tenga el cuádruple de dinero que ésta; aunque no pague a nadie. Terminar una peli no es sólo cuestión de pasta. Es también cuestión de esfuerzo, sacrificio, tener la cabeza bien amueblada, partir de una materia prima lo suficientemente atractiva para que nadie pierda la ilusión a mitad de camino.

De hecho, no pagar sueldos al equipo, a la larga, no es una facilidad, sino todo lo contrario. La gente que no cobra se desgasta enseguida, el productor y el director no tienen derecho a exigir a los integrantes del equipo que cumplan con su deber si éstos no reciben ni un euro. Los plazos se alargan porque alguien que no cobra tiene menos disponibilidad de tiempo (si tú no les ayudas a pagar su alquiler y su comida, tendrán que ocupar su tiempo en otros curros que sí lo hagan).

Lo que cuesta hacer una película - y os lo dijo por experiencia - no sólo se traduce en dinero. Se traduce también en tiempo, en energía, en años de vida. Y todas esas variables de la ecuación son interdependientes. Si reduces una (en este caso el dinero) las otras aumentan.



2- En ocasiones me han contado (incluso de primera mano) de producciones con bastantes más ceros en el presupuesto en las que los integrantes del equipo tampoco han visto un duro.

Yo no defiendo eso. ¡Dios me libre! Creo que, si queremos que esto de hacer películas sea un oficio relativamente seguro y estable, los sueldos de los trabajadores deben entrar en la ecuación, por encima de casi cualquier otro factor.

Tengo la esperanza de que (a largo plazo) consigamos establecer en nuestro país una AUTÉNTICA industria cinematográfica. Y cuando digo "industria" no me refiero a un sistema que mueva cantidades exorbitadas de dinero, sino a uno que permita una constancia, una continuidad.

Me gustaría que llegara el día en que todos los que trabajamos en pelis - y otros productos audiovisuales - cobráramos cantidades de dinero modestas, razonables, pero constantes... porque eso significaría que podrían hacerse y manejarse suficientes pelis para que todos pudiésemos ir encadenando unos proyectos con otros.

Actualmente justificamos que ciertos profesionales del cine cobren sueldos astronómicos (casi insultantes) precisamente porque no hay garantía de continuidad. Trabajar en una peli se considera algo puntual, y en un sistema como el nuestro nadie te asegura que puedas currar en más de una o dos al año.



3- El dinero no lo es todo. Y al decir eso no intento contradecir el punto anterior, sino complementarlo.

Quiero contar aquí lo que sentí yo al participar en el rodaje de BUENAS NOCHES, DIJO LA SEÑORITA PÁJARO. Por supuesto que no era mi primer rodaje. He estado en unos cuantos. Siempre son maravillosos, pero agotadores. Siempre me dan un poco de miedo. O mejor dicho: Un poco de pereza.

César rodó La Señorita Pájaro a base de fines de semana. En ese entonces yo tenía un trabajo entre semana (pagado) escribiendo para televisión. Y currar para la tele provoca un agotamiento casi existencial. Uno naufraga en la tarde del viernes hecho una piltrafa.

Lo último que me apetecía era ocupar todos los fines de semana entre octubre y diciembre metiéndome en un rodaje. Así que al principio (lo confieso) iba al rodaje con pereza, por apoyar a César, por hacerle ese favor, por no dejarle tirado.

Pero conforme transcurrían los fines de semana, me daba cuenta de que aquellas jornadas de rodaje ME DABAN LA VIDA. Llegaba al lunes siguiente con las pilas más cargadas que si hubiese dedicado sábado y domingo a salir por ahí o a hacer el vago, como las personas normales.

Porque un rodaje de ese tipo, cuando sale bien, equivale a invertir tiempo y energía en algo en lo que realmente crees. Porque es la oportunidad de trabajar con gente maravillosa, que lo da todo: Técnicos, actores, actrices que - al igual que tú - han sacrificado sus juergas, sus siestas de fin de semana, su vida social... por algo en lo que creen; algo que significa algo. Es compartir multitud de experiencias, reencontrarse con personas maravillosas y conocer a otras nuevas - igual de maravillosas -. Siempre lo digo: La mayoría de la gente especial que ha entrado en mi vida, la he conocido en rodajes.

Sería genial que todos pudiésemos cobrar un sueldo coherente por dedicarnos a esto, pero seamos sinceros: Muchos de los que nos metemos en este tipo de saraos, en el fondo, no lo hacemos por la pasta. Lo hacemos para saciar otras parcelas. Y siempre habrá gente dispuesta a aprovecharse de eso, gente intentando que malvendamos nuestro trabajo. Pero la brújula apunta siempre en una dirección muy clara: Mejor regalarle tu trabajo a un amigo que malvendérselo a un hijo de puta. Mejor currar gratis en un proyecto que te llena, que cobrar una miseria por un curro que te amarga la vida.

Todo eso significa para mí (y creo que para el resto del equipo) una peli como Buenas noches, dijo la Señorita Pájaro. Una peli que - al margen de mi implicación en ella - recomiendo a todo aquél que disfrute del cine de terror e intriga.

Una peli que ha sido seleccionada en el FESTIVAL DE SITGES. Podréis disfrutar de ella en la sección Brigadoon.

Un homenaje al Giallo italiano y a los thrillers de Brian de Palma, cuyo sádico y esquemático teaser-trailer podéis ver aquí:



Por último, ya que mis opiniones no pueden ser objetivas, os enlazo aquí las críticas de personas (ajenas al equipo de rodaje, por supuesto) que he ido leyendo en la red. Críticas que considero ecuánimes, pues resaltan no sólo las virtudes de la peli, sino también algunas de sus posibles carencias:

CRÍTICA EN JUDEX:

http://www.judexfanzine.net/v3/fitxa.php?id=1971

CRÍTICA EN ABANDOMOVIEZ:


http://www.abandomoviez.net/db/criticas.php?film=20095

AUDIO-CRÍTICA EN PENUMBRIA (sí, en Mexico también nos quieren)

http://www.penumbria.net/2012/07/24/neurocharlas-buenas-noches-dijo-la-senorita-pajaro/

CRÍTICA EN KLOWNS ASESINOS:

http://www.klownsasesinos.com/pelicula/buenas-noches-dijo-la-senorita-pajaro-2012/

ENTREVISTA AL DIRECTOR EN PENUMBRIA:

http://www.penumbria.net/2012/07/09/buenas-noches-dijo-la-senorita-pajaro/

ENTREVISTA AL DIRECTOR EN "MIS PELÍCULAS DE TERROR":

http://mispeliculasdeterror.com/noticias/cesar-del-alamo

lunes, 23 de julio de 2012

EL ARTE DE GANAR EL VIL METAL QUE YA NI ES METAL NI ES NÁ


En ocasiones me viene a la cabeza aquella frase de Ciudadano Kane. La pronunciaba el personaje de Everett Sloan:

"Ganar dinero es muy fácil, siempre y cuando lo único que quieras sea ganar dinero."



Creo que esa frase encierra verdades como templos, y la cito porque quiero hablar precisamente sobre eso:

Sobre "el arte de hacer dinero".

Un arte que yo no domino en absoluto.

¿Cuántas veces habéis oído a alguien fantasear con eso de "ojalá dé con una idea potente y me forre con ella"?

Yo he tardado muchos años en darme cuenta de una verdad desoladora: El hecho de tener una buena idea, el hecho de trabajar duro y bien para conseguir un resultado impecable... no garantiza que eso te vaya a dar dinero.

La calidad de tu trabajo, a priori, no tiene por qué influir en la cantidad de dinero que ese trabajo te reporte.

Lo de "hacer dinero" es un arte paralelo que está sujeto a otro tipo de reglas y que requiere de otro tipo de habilidades.

Nos hacen creer que las cosas (un diamante, una mesa, una película) tienen un valor objetivo, y que ese valor puede traducirse a dólares o a euros.

No es así.

La economía (y el arte de trapichear con pasta, en general) funciona al margen de todo lo demás.

En el Fausto de Goethe se explica cómo uno de los grandes éxitos del demonio fue la invención del papel moneda. Desde que empezamos a comerciar con trozos de papel que representaban al oro y a las joyas en lugar de intercambiar directamente dicho oro y dichas joyas, el dinero se divorció de la materia.

Hemos convertido el dinero en un dios hueco y nos hemos arrodillado ante él.




En tiempos complicados como éstos que nos toca vivir es normal invocar este tipo de reflexiones. Me vienen a la cabeza no sólo por mis propias circuntancias y actitudes, sino por los casos de mucha gente cercana a mí: Gente extremadamente trabajadora, gente talentosa, gente honrada que lo da todo en sus trabajos, y los entrega a tiempo e impecables, gente con ideas que acaso cambiarán el mundo. Pero, por otro lado, es gente que vive continuamente con el agua al cuello porque, aunque sea muy buena en lo suyo, no es buena "haciendo dinero". No negocian bien, malvenden su trabajo, los clientes no les pagan a tiempo (o directamente no les pagan lo acordado).

Son gente que vive con los bolsillos vacíos porque algunos cabrones informales les deben miles de euros por un trabajo que fue entregado a tiempo, sí, pero que JAMÁS será cobrado a tiempo. Gente demasiado amable para insistir, demasiado bienintencionada para amenazar, demasiado buenaza para conseguir su dinero (todos sabemos que cuando alguien tiene que saldar deudas, no paga primero a los que tienen más derecho, sino a los que más gritan y a los que más dan el coñazo)

También conozco a otro tipo de gente. Gente que no da un palo al agua, gente que no es tan brillante en lo que hace... pero sí es brillante - o astuta - a la hora de trapichear, conseguir trabajos chollo, ganar cantidades de dinero realmente abusivas por hacer cosas realmente innecesarias. Gente a la que "sus contactos" siempre llaman para ofrecerles esos chollazos. A los que somos como yo nos llaman solamente para liarnos gratis, o con promesas inciertas.

Porque esto es como todo: Una mezcla de habilidades y ACTITUDES. Algunos debemos llevarlo escrito en la cara. Olemos a puta barata a cien kilómetros de distancia.

Yo, al menos, reconozco que me cuesta mucho cobrar dinero. Sé que resulta patológico, pero hay algo en el intercambio de dinero que me parece absurdo y sucio. Lo paso mal si hago un trabajo para alguien y tengo que extender la mano y decir: "Son no sé cuántos euros". Lo paso mal incluso cuando los amigos me tienen que dar el dinero de las cervezas porque he pagado yo todo con mi billete.

Hay algo en el intercambio de dinero que me chirría mucho, que me parece demoníaco (como a Goethe) pero hoy por hoy no conozco otra manera de subsistir.

Es por ello que me siento más tranquilo cuando consigo un curro con un sueldo fijo: la misma cantidad cada mes, sin tener que ir a cobrar cada trabajo puntual. Un ingreso automático en mi cuenta corriente y no tener que ocupar neuronas ni invertir energías en ese arte desagradable de "hacer dinero". Poder centrarme en cosas que considero realmente útiles.

Cuando emprendo proyectos personales siempre asumo que lo hago "por amor al arte", sin intenciones de ganar pasta. Si pudiese ganarla, bienvenidísima sería, pero no suele ser el caso.

A día de hoy tengo dos pelis comercializadas (una como guionista y otra como director y guionista) ninguna de las dos me ha dado un duro (salvo algunas migajan que me puedan haber llegado a través de la SGAE) y en ninguno de los dos casos eso ha supuesto una decepción para mí. Las criaturitas funcionan por sí solas, se mueven por el mundo, saltan de ordenador a ordenador, gustan a gente... Era lo único que esperaba de ellas.

He encabezado el post con una imagen del tío Gilito. Todos conocemos esa imagen: Gilito zambuyéndose en su piscina de monedas de oro y chapoteando entre el dinero, saltando como un delfín de un lado a otro. Yo no sé cómo coño lo hace. Si yo me tirase a una piscina de oro desde lo alto de un trampolín, me metería un hostión que me reventaría los huesos.

miércoles, 18 de julio de 2012

EL ARTE DE HACER LA MALETA PARA VIAJAR HACIA EL SEGUNDO ACTO


Debido a mi condición de "canario-andaluz" estoy bastante acostumbrado a viajar en avión. Desde que tengo uso de razón, me he visto obligado a hacer varias maletas por año.

Para mí eso de "hacer la maleta" es ya puro trámite. La soluciono en cuestión de cinco o diez minutos.

¿Recordáis ese cliché que aparece en mil películas? Esa persona que debe huir a toda hostia de algún sitio y hace su equipaje apresuradamente, arrojando la ropa al interior de la maleta, a toda velocidad, sin preocuparse de dónde y cómo cae cada objeto, cada prenda de ropa. Finalmente consiguen cerrar la maleta a duras penas, con trozos de camisa asomando por los bordes.

¡Aficionados!

Yo a estas alturas hago mi equipaje en el mismo tiempo que ellos. Y todo me cabe, todo me encaja, la cremallera cierra sin problemas, sin ninguna lengua de trapo asomando por ella.

Con una excepción.

Aunque sea experto organizando maletas para viajar a Madrid, a Fuerteventura, a Las Palmas, a Donosti...

... me cuesta horrores hacer la maleta para viajar hacia el SEGUNDO ACTO.

Inciso:

Éste no es un blog de guión; es un blog personal... y soy consciente de que, aunque mi "vida personal" últimamente esté demasiado centrada en cuestiones de guión, no todos los que me leéis estáis familiarizados con las nomenclaturas guionísticas.

Así que intentaré explicarme en términos "profanos":

El segundo acto es el meollo de una peli; su tramo más largo.
 
Por alguna razón, en nuestro gremio existe un temor reverencial hacia el "segundo acto". Si en los cuentos populares los malos son el ogro o la bruja de turno...  en los manuales - o las charlas de bar - sobre guión, esos ogros tan temidos son los segundos actos.

Según mi opinión, se puede temer el segundo acto de dos maneras distintas:

El primer grupo está conformado por aquéllos que lo temen de una forma que podría resumirse así: "¡Dios mío! ¿¡Tendré material suficiente para llenar estas sesenta páginas!?"

Sé de guionistas que registran su cabeza con desesperación, como quien registra el cubo de la basura... que exprimen la bayeta en busca de más cosas con las que poder rellenar todo ese metraje...

... y en cierta manera les envidio.

Porque yo pertenezco al segundo grupo: en mi cubo siempre hay demasiada basura, y toda ella quiere salir en la peli.

De ahí el símil de hacer el equipaje.

Intento encajarlo todo en el espacio reducido de mi maleta, pero tengo la sensación de que me sobran cosas y de que, al mismo tiempo, todas las cosas que me sobran son imprescindibles.

No quiero que me obliguen a facturar. No quiero que me cobren exceso de equipaje.

Intento encajar todas las secuencias, todos los pulsos, todos los personajes... pruebo a colocarlas en distintos órdenes, en distintos ángulos... jugando al tetrix con ellas en ese compartimento tan limitado de mi bolsa de viaje.

Que luego los lectores, los productores, los espectadores... todos ellos son más nazis que el puto Ryanair.

Me apetece hablar del tema porque el guión que me ocupa actualmente me ha obligado a hacer algo que casi nunca hago:

Escaletas.

(Inciso: AQUÍ DEFINICIÓN Y EJEMPLO DE ESCALETA para los "profanos". Que luego se me quejan de que cuando hablo de guión me pongo demasiado críptico) 

Estoy relativamente acostumbrado a hacer escaletas, pero creo que es la primera vez que elaboro una escaleta por decisión propia.

Cuando he trabajado para directores o productores que se sentían más cómodos trabajando con escaleta, he currado con escaleta, por supuesto. Pero cuando escribo para mí mismo - o para directores de mucha confianza - suelo lanzarme sobre los folios de cabeza, sin demasiados planes.

En ocasiones empiezo con una especie de escaleta mental. Incompleta, eso sí. Retazos que no apunto en ningún sitio, embriones de estructura, andamios demasiado enclenques para sostener cualquier arquitectura.

No es raro que empiece a escribir una historia sin saber cómo va a terminar. A veces me he sorprendido descubriendo el final de mi propia historia conforme lo tecleaba - o casi -.

Y no es una cuestión de prepotencia. No se trata de chulería, o de soberbia. Lo que ocurre es que trabajar con escaleta me aburre muchísimo. No escribo con la misma pasión cuando "me invitan" a respetar una lista de puntos (1, 2, 3, 4, 5, 6, 7...)  por el bien de la historia. Me encanta que mi propia historia me sorprenda, que crezca como un árbol, de manera orgánica, que mi inconsciente se encargue de sembrar el camino de miguitas de pan a lo Hansell y Gretel para que las intenciones no se pierdan en el bosque, para que todo resulte encajar incluso mejor de lo que hubiese encajado si todas las decisiones hubiesen sido meditadas, racionales ("hay que dejar que los chicos del sótano hagan su trabajo", que diría Stephen King)

No obstante, LA HISTORIA ES LA QUE MANDA, y cada historia tiene sus propias exigencias, sus propios antojos. Mis preferencias como ser humano no son tan prioritarias como las necesidades de lo que intento contar. Y esta trama en cuestión necesita escaleta.

Es la única manera de hacer bien esta maleta. No sólo he de meter en ella mis calcetines, o el cepillo de dientes del director. También tienen que entrar las pertenencias de la peli original: la peli de la que - ya lo dije en su día - estamos preparando una secuela.

Hay que hacer una lista de todo lo que queremos meter, y luego ir tachando las cosas que no quepan. Hay que  escribir en la lista "maquinilla de afeitar" porque es la única manera de recordar que te has olvidado de incluir "espuma de afeitar", que lo primero no funciona sin lo segundo.

¡Cómo envidio a esos guionistas que no tienen con qué amueblar el segundo acto! Ésos que tienen una maleta demasiado grande y no saben con qué llenarla. Me entran ganas de pedirles que guarden mi bolsita de cocaína en su maleta. Sólo hasta que pasemos el control de seguridad.

viernes, 13 de julio de 2012

Y SIN EMBARGO... (O LA CARTA AL PROFE DEL COLEGIO)


Hace tiempo me contaron una anécdota de cierto escritor brillante. No recuerdo quién era. Posiblemente Gabriel García Márquez, o Vargas Llosa... uno de los grandes.

La anécdota es la siguiente:

Un amigo del célebre escritor fue a visitarle a casa y se lo encontró desesperado, con folios rotos esparcidos por doquier.

- ¿Qué te pasa? - preguntó el amigo en cuestión.

Y el escritor respondió más o menos esto:

- ¡Estoy bloqueado! Tengo que escribir una carta para el colegio de mi hijo, diciéndoles que no ha ido a clase porque ha estado enfermo... ¡y no consigo redactarla! ¡Llevo ya diez intentos y no hay manera!

Imaginadlo. Uno de los escritores más importantes del momento, posiblemente un premio Nóbel de Literatura, un tipo acostumbrado a combinar las palabras con belleza, a convertirlas en algo más que simples palabras... tirándose de los pelos porque no consigue ordenar esas mismas veintiocho letras del alfabeto para escribir algo tan prosaico como: "Mi hijo no ha podido asistir a clase porque ha estado enfermo."

Yo nunca ganaré un premio Nóbel, pero salvando mil distancias, me siento bastante identificado con ese escritor. Supongo que muchos de los que nos dedicamos a juntar palabras habremos pasado por eso alguna vez. Estamos acostumbrados a jugar con el lenguaje escrito para emocionar al personal, o para hacerle reír, o para aterrorizarle. Nos sentimos relativamente cómodos cuando usamos las letras para expresar cosas que mucha gente no sería capaz de expresar.

Y sin embargo...

... cuando llega el momento de escribir una simple carta de "aquí les envío mi currículum"...

... o una nota de presentación para una editorial diciendo cómo te llamas y por qué quieres publicar tu novela...

... o esa sádica petición que te hacen cada vez que te publican algo o te entrevistan en algún sitio: "Mándanos algunas líneas sobre ti, tu biografía, tu trayectoria"...

... o la típica autorización firmada en la que das permiso a alguien para que haga un trámite en tu nombre...

Hay mil ejemplos. Mil variantes de esa "nota al profe del colegio".

Cuento esto porque a veces, cuando escribo un guión, me sucede algo similar.

Resuelvo con bastante facilidad esas secuencias complejas, ésas que tienen que ser especialmente potentes, ésas que requieren que pongas a trabajar a pleno rendimiento tu imaginación, tu dominio de la escritura, tu experiencia.


Y sin embargo...

... me atasco en esas otras secuencias: las aparentemente sencillas, las que casi parecen puro trámite, ésas en las que aparentemente no sucede gran cosa, en las que no hay nada especialmente grandioso que contar.

Ese tipo de secuencias son "la carta al profe del colegio" del guión. Así a priori son tan prosaicas que nos bloqueamos intentando escribirlas. El guión puede estancarse más tiempo en esa clase de chorradas que en los auténticos retos guionísticos que nos han de proporcionar "fortuna y gloria".

De pronto termino una secuencia muy intensa, y a continuación toca otra secuencia de intensidad similar, y con el mismo personaje. No va a funcionar. No en este punto de la trama. Hace falta una secuencia más "trivial" entre medias. Una estación de paso. Una maldita "nota al profe del colegio".

Me tomo una cerveza con el director, lo comento con él. Me dice, casi con despreocupación: "Pon cualquier cosa. Una secuencia del novio intentando llamarla al móvil, por ejemplo. Y ella que no se lo coge."

Y, coño, pues sí, con eso basta. El novio llamando por teléfono y si acaso un detallito más para que la secuencia haga avanzar la trama además de servirnos de respiro. No hay que complicarse la vida. Basta con eso:

INT. CASA DEL PUTO NOVIO. NOCHE.

"Estimado profesor: Mi hijo no ha asistido a sus clases estos días porque ha estado enfermo." Punto.

Supongo que en ocasiones nos bloqueamos con esas chorradas por una especie de soberbia extraña. Pensamos que algo tan sencillo no es digno de ser contado por unos escritores tan "cojonudos" como nosotros. Damos por hecho que lo podría hacer cualquiera.

O tal vez nos hemos acostumbrado tanto a desnudar el alma en la escritura que nos sentimos incómodos cuando las formalidades nos obligan a acudir vestidos a la cita. No sabemos hacernos el nudo de la corbata. Nos sentimos como el Albatros de Baudelaire. Y aunque no lo comentemos en voz alta, aunque ni siquiera lo pensemos conscientemente, el mero hecho de sentirse así ya resulta pretencioso.

No obstante, aún más pretencioso resultaría intentar cambiar nuestra forma de ser a estas alturas. Es por ello que, para no atascarme tanto con esas "secuencias-trámite" de los guiones, intento buscarles siempre algo que las haga parecer menos insípidas. Un mínimo destello de belleza, de originalidad, de lo que sea.

Pero sin pasarse. Sin salirse del tiesto. Sin distorsionar la intención narrativa por querer "lucirnos" cuando no procede.

Lo contrario equivaldría a redactar en verso la típica carta de "aquí le envío mi curriculum".

Yo hice algo parecido en cierta ocasión. Mandé una de mis novelas a varias editoriales con una carta que pretendía ser original y llamar la atención y todo eso. La carta consistía en yo intentando presentarme de manera ortodoxa y mi madre (es decir, otras frases con tipografía distinta) interrumpiendo mis líneas para intentar hablar bien de mí pero de forma más coloquial, poniéndome por las nubes ("amor de madre") vendiendo mi moto, alabando mis logros y mi trayectoria personal de esa manera en que yo no no podría hacerlo sin que se me cayera la cara de vergüenza. La carta se iba convirtiendo poco a poco en una discusión entre esa hipotética madre mía (que continuaba ensalzando mi persona) y yo, que le suplicaba que se callase y me dejara hacerlo a mí, que aquello era una carta seria destinada a personas serias.

Creo que me quedó muy divertida.

Evidentemente, nadie me hizo ni puto caso. Estaba meando fuera del tiesto.

lunes, 9 de julio de 2012

LOS HOMBRES QUE NO AMABAN A LOS GUIONES


Ya os dije que estoy escribiendo otro largo, y que lo estoy mimando mucho. Avanzo con pies de plomo, mirando cada secuencia desde todos los ángulos posibles antes de zambullirme en ella. No me siento a escribir un tramo de historia hasta que no hallo una manera de afrontarlo que me la ponga tiesa.

Eso sí: Cuando me siento, me siento con auténticas ganas, con auténtica ilusión.
Y... honestamente: Hacía mucho tiempo que no me pasaba eso.

¿Por qué llevaba meses o años escribiendo sin apasionarme al 100%? ¿Qué ha pasado? ¿Qué clase de mojo se me había perdido por el camino?

Me analizo a mí mismo, intento establecer un antes y un después, busco posibles causas y las pongo en los distintos platos de la balanza.

Por una parte está la cuestión del "respeto". Nos hemos dedicado a endiosar esta profesión, a salpicarla de tecnicismos, a intentar homologar las estructuras, a dirigir el tráfico en medio de una estampida de búfalos.

Los que nos dedicamos a esto estamos tan acomplejados por dedicarnos a ello que intentamos maquillar nuestra "profesión de putas" para que parezca una profesión de dioses. Y no hay puta que parezca más barata que aquélla que se maquilla en exceso.

Quizá eso sea parte de problema: Una veneración excesiva, una tendencia a trascendentalizar el oficio que, en última instancia, nos paraliza.

Pero si no quieres ser el pagafantas de tus propios guiones, no los trates como si fueran princesas.

Si cada vez que viene a casa el amor de tu vida te sientes obligado a ordenar el salón, por favor: cambia de "amor de tu vida"... o cambia de chip.

Yo sólo sé que en otros tiempos me sentaba a escribir en el ordenador como si me estuviese sentando a jugar a un videojuego. Todo diversión. Todo espontaneidad. Todo energía. Todo necesidad de compartir.

No obstante, cuanto más "¿sé?" sobre escritura, más trabajo me cuesta ponerme a teclear. Da más pereza asistir a una fiesta cuando la sociedad te ha "civilizado" y te ha metido en la cabeza que no eres digno de estar en dicha fiesta si no vistes con traje y si no has planchado el traje y si no le has sacado brillo a los zapatos. Y aféitate y échate el aftershave pero que sea de marca.

Exceso de respeto. Castración. Domesticación pavloviana.

Es una posible causa, pero creo que hay algo más.

Intenté rememorar la clase de sentimiento que me animaba a escribir en aquellos tiempos, cuando terminaba el primer borrador de un guión en cuatro días, o incluso en dos. ¿Qué fuerza me impulsaba? ¿Qué ingrediente tenía antes y ahora no? Descubrí que se podía condensar en una frase:

"Qué ganas tengo de terminar esto para que lo puedan leer Fulanito, y Menganito."

Ahora las cosas son distintas. Fulanito y Menganito siguen ahí, pero han cambiado. Ya no son los mismos. La vida les ha pasado por encima y les ha atado una corbata en el alma, como si fuera una correa de perro. Igual que a ti.

Ahora cuando terminas tu guión - o tu novela - no te imaginas soltándola en un parque para que los demás la vean jugar: te imaginas llevándola a un tribunal de inquisición. Así son las cosas. Tus compañeros de fatigas ya no reciben los guiones como cachorritos con los que jugar, sino como ratones muertos que diseccionar.

¡Y ojo! No soy enemigo de las críticas. Nada hay más peligroso que la falta de sinceridad. Alabar una cosa que no te ha gustado es como darle a un soldado un rifle de juguete y soltarlo en pleno desembarco de Normandía.

No hay mejor regalo que una crítica constructiva.

Más de la mitad de la gente, sin embargo, tiende a la crítica destructiva, y la mayoría de las veces ni siquiera lo hace conscientemente.

Lo más jodido de esa enfermedad (que algunos llaman "madurar") no son las críticas, ni el hecho de que saquen a relucir diez fallos de tu guión por cada detallito que ensalzan. El problema es que lo hacen sin cariño. Ya no notas que se diviertan cuando leen.

A continuación me dispongo a enumerar los distintos tipos de lector destructivo que se han ido cruzando en mi camino, o en el camino de otros amigos guionistas. Y, por escalofriante que resulte, se trata de actitudes que he visto en gente que se dedica a esto profesionalmente:

- Los que no saben distinguir entre si el guión es bueno o malo y si le ha gustado o no a ellos. Ocurre con frecuencia. Es algo asumible en espectadores de a pie, pero el hecho de que se dé también entre críticos y guionistas hace que uno se pregunte qué demonios le está pasando al mundo. Es gente a la que escuchas descalificar un guión - o una película - sin distanciarse, sin buscar perspectiva ni objetividad. Vociferan sobre si la peli es buena o si es una mierda, pero de sus argumentos - si es que los tienen - deduces que no están hablando de la calidad o el buen funcionamiento de la película en sí, sino del grado de conexión que tienen ellos con la historia o con el género. Yo les quitaría el carnet. A todos ellos. NO son profesionales.

- Los que se creen más listos que nadie. Porque nos han metido en la cabeza que para parecer inteligentes y profundos tenemos que descalificarlo todo, como si nada fuese capaz de contentarnos o satisfacernos. No ocurre sólo en el campo de la narrativa. Pasa en todos los ámbitos. Estamos hablando de ese esnob que siempre le pone pegas al vino en el restaurante, para que todos creamos que entiende mucho de vinos. Tratarán vuestros guiones como tratan el vino: buscando más pegas que aplausos para parecer más interesantes, para adoptar el rol de alguien que sabe más que tú. Y cuando no encuentran pegas, se las inventan. (si el que tiene que leer tu guión es un directivo de una cadena o alguna criatura similar, esto adopta tintes aún más siniestros: a veces se tienen que inventar las pegas para fingir que son útiles; para justificar un puesto de trabajo que ni ellos merecen, ni el mundo necesita)

- Los listillos que siguen el manual. Los árboles no les dejan ver el bosque. Leen tu historia, pero en realidad no están viendo tu historia, ni la están sintiendo, porque la miran obsesionados con encontrar el patrón. Se sienten tan inseguros en la jungla de la narrativa que no sueltan el manual ni para echar un polvo. Si tu guión tiene un ápice de vida, ellos no la ven: están demasiado ocupados buscando detonantes, puntos de giro... Si tu personaje es digno de cariño, ellos no se encariñan ni llegan a conocerlo, porque no le miran a los ojos: están demasiado ocupados definiendo su "arco dramático". Cuando hablan sobre tu guión, en realidad no te están dando una opinión inédita y auténtica. Simplemente te están diciendo lo que opinaría McKee, o Blake Snyder, o Syd Field o cualquier otro gurú al que no has invitado a tu fiesta.

- Los que se sienten demasiado identificados con tu historia. Cabe pensar que serán tu público más agradecido. ¡Lo que has escrito les toca tan de cerca! Pues todo lo contrario. No hay peor cuña que la de la misma madera. De alguna manera se sienten invadidos, vulnerables... Tu historia remueve en ellos "asignaturas pendientes", verdades incómodas sobre su situación, su personalidad... Sin ellos darse cuenta, se ponen a la defensiva. Empiezan a juzgar al personaje sin advertir que en realidad se están juzgando a sí mismos. Terminan actuando como los del primer grupo: Tomándose el asunto como algo personal.

- Los "caballeros de armadura oxidada". Se parecen mucho a los anteriores, pero les afectan cosas más universales. Es algo que nos puede ocurrir a todos: nos sentimos vulnerables e indefensos cuando alguna ñoñería nos consigue emocionar de forma aparentemente fácil. No queremos parecer tan "débiles", ni queremos reconocer que nos tocan la fibra las mismas cosas que al resto de los mortales. Nos aterra descubrir que pertenecemos a "la masa". Reaccionamos diciendo que la historia es pueril y poco creíble, o la acusamos de "hacer trampas" usando trucos burdos. Incluso hemos acuñado una palabra para marginar a este tipo de película: facilona. Vi a mucha gente reaccionar así ante War Horse, de Steven Spielberg. Yo mismo recuerdo haber reaccionado así cuando vi El hijo de la novia de Campanella.

- Los que no saben leer guiones. Sí. Así de clarito lo digo: Hay profesionales de la escritura que NO saben leer guiones. Los leen a toda prisa, sin cariño, sobrevolando la mitad de las acotaciones sin procesarlas, ignorando subtextos. Luego te dicen que "tal cosa" no se entiende bien... y lo que ocurre es que ellos no han prestado atención a la parte del guión en la que se explica "tal cosa". Por otra parte, esta clase de gente, en muchas ocasiones, no es capaz de "visualizar" el resultado final. Ven luego la peli terminada y te dicen: "Ahora sí lo entiendo, es que en el guión no se pillaba." Y puede ser cierto. A veces tú te has explicado mal al escribirlo (háztelo mirar) pero en otras ocasiones a ese lector le faltan en la cabeza un par de códecs imprescindibles en esta profesión. Si tenéis problemas a la hora de imaginar cómo funcionará en pantalla lo que leéis en el papel, pues... no sé... apuntaros a cursos de realización, rodad cortos, leed los guiones de vuestras pelis favoritas y comparad el texto con el resultado final... Por supuesto que es casi imposible predecir al cien por cien cómo funcionará lo escrito una vez rodado y post-producido; por supuesto que cada director tiene su propia visión... Pero aunque en cada restaurante hagan la paella de forma distinta, siempre sabes más o menos lo que te vas a encontrar en el plato.

- Los saboteadores. Esos que, de manera inconsciente, tratan de desanimarte poniendo todo tipo de obstáculos en tu camino. Hacen que tus propios zapatos te pesen al andar. Si no encuentran problemas suficientes dentro del propio guión, los buscan fuera de los folios, diciéndote cosas como: "Esto es imposible de producir", "esta historia en España no sale adelante", "se parece demasiado a _ _ _ _ _ _". Suele ser gente frustrada que intenta contagiar su frustración al resto de la humanidad. A veces simplemente porque no pueden quitarse ese filtro de los ojos y lo interpretan todo bajo ese prisma. Y en otra ocasiones, yo diría que hay una motivación más oscura: En el fondo ellos están muy cómodos en su parálisis y en su derrotismo. No quieren que la gente a su alrededor emprenda iniciativas. No quieren que los demás levanten el vuelo y les dejen solos en la fosa. Aunque la soledad no es lo peor. Lo peor es: que los demás tengan éxito y demuestren que nuestro mundo no está tan viciado como creemos, que se pueden emprender cosas y llevarlas a buen puerto. Eso deja al saboteador en evidencia. Si algo así sucediera, ya no habría excusas externas que pueda ofrecerse a sí mismo para seguir paralizado, para seguir viviendo sin luchar por hacer con su vida algo que merezca la pena.

- Los silenciosos. Esos que te minan la moral sin esforzarse siquiera. Les basta con no decir nada. Silencio. Días, semanas y meses de silencio. Una parte de tu cabeza permanece en stand-by por culpa de ellos. Lo normal es que no hayan leído tu guión porque no han tenido tiempo. Yo soy el primero al que le pasa eso con decenas de guiones ajenos. Pero a veces lo que percibes tras esa conducta es una enorme falta de respeto hacia ti y hacia tu trabajo. ¿Maneras de notarlo? Pues, por ejemplo, cuando uno de ellos te dice: "Me he empezado a leer tu guión, a ver qué tal." y tras eso... no vuelves a saber nada más sobre el tema. No te comenta nada, no te dice si se lo ha terminado... O de repente coincides en la fiesta de turno con la persona en cuestión... y esa persona hace un comentario que evidencia que leyó tu guión. Descubres que el muy mamón lo ha leído pero no te ha dicho NADA al respecto. Como si el asunto no mereciese ningún comentario, ninguna apreciación. Imagino que en estos casos lo que ocurre es que a esa persona no le ha gustado tu guión, pero no se atreve a decírtelo. No quiere quedar mal. Tú, sin embargo, hubieses preferido sus opiniones - por hirientes que fuesen - a su silencio. Las opiniones son útiles; el silencio es triste y angustioso, e invita a tu imaginación a inventarse problemas aún más jodidos que los que hayan podido detectar esos lectores mudos. O peor todavía: ¡No es que odien tu guión! Es que no les ha interesado lo más mínimo... Lo han olvidado dos segundos después de haberlo leído.

Son ocho posibles maneras de destruir un guión.

Y ninguno estamos a salvo de convertirnos en cualquiera de esos "destructores". Probablemente todos somos en mayor medida - o hemos sido - uno o varios de los que acabo de mencionar.

Pero yo al menos prefiero a:

- Los que te ofrecen una opinión objetiva, constructiva. Los que, al margen de lo mucho o poco que les guste tu guión, demuestran haberlo entendido y saben señalar sus auténticos puntos negros; los que te ayudan a detectar los tramos mejorables e incluso aportan posibles soluciones para mejorarlos.

Si tenéis cerca a gente así, no la soltéis. No cumplirán ese papel de antaño, no harán que puedas decir eso de "qué ilusión cuando lo lea Fulanito, lo que se va a divertir" pero al menos sus opiniones serán ÚTILES. Esa clase de gente es como el aguafiestas que, en plena fiesta, te dice: "No deberías seguir bebiendo, que dentro de dos horas tienes que coger el coche." Nos cagamos en su madre, lo último que queremos es hacerles caso, pero está ahí para salvarte la vida, o para que tu guión no se quede paralítico por culpa de un accidente tonto.

Para finalizar el post, intentaré darle la vuelta a la tortilla y usar algunos de los conceptos anteriores en un sentido más positivo. Elaborar una lista de cosas que creo que todos deberíamos hacer cuando leemos un guión ajeno y tenemos que enviarle al autor nuestra opinión:

- Intenta empezar siempre alabando las cosas buenas que has encontrado en el guión y mencionando las razones por las que crees que la historia va a funcionar. Y más adelante, si haces un repaso lineal de la trama resaltando los problemillas, no te cortes a la hora de intercalar también de cuando en cuando menciones a detalles concretos que te han gustado especialmente. Señalar los errores es útil para mejorar el guión. Señalar las virtudes es útil para motivar al guionista, para que siga teniendo ganas de arreglarlo.

- Intenta empatizar. No estás leyendo TU peli. Tienes que adivinar qué - y cómo - quiere contar esa historia el autor, a qué clase de público va dirigida, etc. Y cuando hagas una valoración personal, insiste mucho en que se trata de una valoración personal, una opinión subjetiva que ni puede ni pretende "ir a misa".

- Cada vez que señales un problema del guión, intenta ofrecer posibles formas de solucionarlo (sin traicionar la esencia de la historia, claro). A lo mejor ninguna de esas soluciones que propones formará luego parte del guión pero:  

1) Con ello le muestras al autor que hay otros enfoques del asunto que no traicionan su guión. Le invitamos a abrir su mente, a no aferrarse con lo primero que ha escrito. 


2) Es muy cómodo decir "eso está mal" sin proponer nada para mejorarlo, y no debemos permitirnos tanta comodidad.  Si decir "está mal" nos acaba resultando cómodo, podríamos acostumbrarnos demasiado a ello y decirlo demasiado a menudo, con demasiada ligereza.

- Utiliza tecnicismos sólo cuando estés seguro de que tu interlocutor los conoce y los domina. Y no los uses para parecer "más profesional", ni porque sientas que estás obligado a hablar de actos, giros o midpoints. Úsalos si te permiten explicar mejor y más rápido lo que de verdad sientes hacia el guión. A fin de cuentas, los tecnicismos nacieron para eso.

- Intenta diferenciar de manera muy clara qué problemillas te parecen realmente serios y cuáles te parecen secundarios.

- Del mismo modo en que empezaste resaltando las cosas buenas del guión, finaliza volviendo a recordar que ese guión, a pesar de los problemas que hayas enumerado, tiene un montón de virtudes. Despídete dejando claro por qué crees que la historia va a funcionar. Intenta terminar dejando a la otra persona con buen sabor de boca.

Y da igual lo bueno o malo que sea el guión de marras. Creo que siempre se pueden encontrar razones para querer salvarlo. Todavía no me he topado con ningún guión que - independientemente de su calidad o mal funcionamiento - no lleve en su interior la semilla de lo que puede acabar siendo una buena historia.

viernes, 6 de julio de 2012

REFLEXIONES IRREFLEXIVAS SOBRE EL CALVARIO ESCRIBIR UNA PELÍCULA


Debería estar trabajando en el guión, pero es viernes,

he tenido un almuerzo de viernes con excesos de viernes,

no quiero escribir así, no hay prisa, no en esta ocasión, prefiero hacerlo con cariño, me lo puedo permitir,

he intentado echar una siesta, no he podido, las ideas bullen y se chocan contra las paredes de mi cráneo como polillas atiborradas de cocaína,

he escrito bastantes largos, pero jamás me había enfrentado a algo como esto,

intentamos hacer una secuela de una peli muy célebre, una peli de culto,

sería fácil tacharnos de soberbios, de insensatos, menuda desfachatez, vaya osadía,

mierda, mierda, mierda, mierda,

hacía tiempo que no avanzaba tan despacio con un guión, aquí no mandan sólo mis entrañas, ni mis neuronas, ni las del director,

aquí hay que contentar a un muerto,

hay que meterse en el universo de otro autor y respetarlo pero al mismo tiempo tratar de ir más allá, darle una vuelta de tuerca y dos y tres e intentar impactar y horrorizar a un público que ya está acostumbrado a verlo todo,

que ya está inmunizado, anestesiado,

como follarse a una tía con cariño, con todo el amor del mundo, pero abofeteándola y llamándola puta,

cada decisión es un dilema, un decidir si hay que cortar el cable rojo o el azul,

porque es muy facil no sentirse digno,

porque estamos cometiendo allanamiento de morada,

nos estamos colando en la filmografía de un fiambre sin permiso,

¿cómo coño se le pide el consentimiento a un muerto?

cuando uno conduce un coche prestado no se atreve a correr tanto, ni lo mete por los mismos sitios,

tienes miedo de hacerle un arañazo,

y hay que crear personajes desde cero sin referencia alguna porque la peli original no tenía un solo personaje con volumen, sobrevivía sin ellos, se sustentaba en su propia exuberancia poética, en su capacidad de ir "más allá",

e intentar mantener ese ritmo desquiciado - y pausado al mismo tiempo - que tenía la peli original,

y darte de cabezazos contra el teclado, porque no es posible,

es fácil arrancar pronto y no estancarse cuando te la suda presentar los personajes, desarrollarlos, exponer sus conflictos,

nosotros no podemos permitirnos eso, en la nuestra hay personajes, no sabemos trabajar sin personajes,

y el ordenador que se me rompe sin motivo aparente cada vez que voy a sentarme a escribir este guión,

es lo que tiene escribir la secuela de la película más maldita de un director maldito,

y escribir vomitando mi propia oscuridad pero, al mismo tiempo, parándome a chequear mi oscuridad para ver si es compatible con la oscuridad del homenajeado,

yo estoy contento, el director está contento - o eso dice - pero al hijo de puta del difunto no parece hacerle gracia que celebremos fiestas en su honor y nos sigue boicoteando: la tecnología es su interfase, la utiliza para jodernos la vida,

ayer tuve conexión a internet durante todo el día y cuando, finalmente, a las doce en punto de la noche quise mandar lo que había escrito al señor director, la conexión a internet falló,

de repente,

justo en ese momento,

y yo venga a insistir, y luego la conexión que regresa y me funciona todo internet excepto... excepto el puto mail...

hay que ser un incauto para continuar cuando te mandan mensajes tan claritos, cuando los fantasmas se dejan de sutilezas y de subtextos de mierda,

pero ¡joder! ¿qué cojones esperábais? ¡Nos dedicamos a esto del audiovisual! Nuestra foto viene en el diccionario junto a la definición de "incauto",

es mentira: acabo de comprobarlo y no: No hay ninguna foto nuestra en el diccionario...

eso último también es mentira: en realidad no lo he comprobado, simplemente he bajado a hacerme un té,

y arrastrarse por la ciénaga de los muertos a ritmo de lombriz,

y volver mil y una veces sobre tus propios pasos,

y escribir un primer acto frenético, apresurado

"tienes que darte prisa, Juanjo. En la peli anterior justo después del prólogo ya está muriendo alguien",

y lo logro: escribo un primer acto frenético, hiper-breve, intentando emular la cadencia de la peli anterior, intentando emular a ese hijoputa que nos jode los ordenadores desde la ultratumba, a ese hijoputa al que adoramos y veneramos y reivindicamos...

... pero que se pasaba a los personajes por el forro de sus adoradísimos, veneradísimos y reivindicadísimos cojones,

su peli era como una porno que entre diálogo y diálogo, en lugar de escenas de sexo, tenía recitales de poesía visual y sensorial; poesía y violencia,

pero nosotros - pretenciosos de mierda - queremos ir "más allá" de eso, queremos currarnos los diálogos entre poesía y poesía, queremos cuidar esas secuencias que en una peli porno pasarías hacia delante,

queremos que los personajes tengan arco y conflicto y raccord emocional y volumen y toda esa mierda,

y por eso hay algo en tu trabajo que chirría, se te ocurren buenas ideas para continuar la trama, y para terminarla,

pero sabes que a pesar de los conceptos ¿ingeniosos?, a pesar de la exuberancia visual, el público no se implicará emocionalmente con la historia,

porque no les ha dado tiempo a encariñarse con el personaje,

he logrado un primer acto frenético, sí... y en él está contado casi todo lo que se tiene que contar... pero no está diseñado para que el espectador asimile todo lo que tiene que asimilar,

así que vuelta atrás y apuntalar conceptos y dejar muy claritos los conflictos y oxigenar un poco las secuencias,

y ahora me gusta más, muchísimo más, estoy contento

el director también; él también acusaba los problemas de ese primer acto anoréxico que intentaba huir de sí mismo,

y los primeros actos hay que cuidarlos mucho, como a los niños, dicen que los primeros años de un niño son cruciales para determinar el carácter y la actitud que tendrá el crío el resto de su vida; con las historias es igual:

el primer acto es como una caja de sorpresas en la que está todo comprimido: si cada resorte está colocado en su sitio, cuando la abras todo se despliegará como debe,

el primer acto es el huevo cósmico justo antes del Big Bang: ahí está todo, o casi todo,

y ahora estoy muy contento con el nuevo primer acto, más pausado, dura casi lo que dura el primer acto de una peli normal y corriente

(casi)

al señor director también le gusta, pero no sé si al hijoputa del difunto director maldito le parecerá bien o mal; igual está revolviéndose en su tumba y pensando si esta vez me va a joder el Mac o el Iphone,

o quizá no intentaba boicotearnos el proyecto, a lo mejor su fantasma nos siembra el camino de obstáculos para obligarnos a pensar, a replantear las cosas, a mimar esta puta secuela de su propia película,

¡¿y qué coño hago con los diálogos?! He decidido no esmerarme demasiado en el estilo, porque total, luego habrá que traducirlos al inglés, pero ¡cojones! si no suenan mínimamente naturales, no estoy cómodo,

y el tono de las acotaciones: la película va a ser muy bestia, más bestia incluso que la peli anterior, que la obra de culto del director maldito,

pero César me pide que suavice el lenguaje de las acotaciones, para no espantar a futuros posibles inversores,

y yo suavizo,

pero los dos tenemos claro que estamos preparando una película muy, muy chuga,

una película de un par de millones de rombos,

si quieren invertir en bolsa, combren acciones de rombos, van a subir. Como esta peli se haga, van a subir,

y mirar cara a cara toda esa basura que estamos sacando de nuestras cabezas y llegar a la conclusión de que no sólo hemos alcanzado el grado de depravación de la original sino que, en efecto, nos estamos pasando otros tres, o cuatro, o cinco pueblos...

... y pensar: ¿en qué clase de personas nos convierte eso?

jueves, 5 de julio de 2012

LA CERA DEL PENITENTE


Sé que he pasado mucho tiempo sin actualizar. He tenido el ordenador roto, y estoy enfrascado en un proyecto interesante. Ambas cosas están relacionadas. El proyecto en cuestión viene rodeado de connotaciones que lo convierten en un proyecto maldito.

Porque EXISTEN los proyectos malditos.

En los tiempos que corren, este tipo de proyectos son más civilizados que antaño, y en lugar de dedicarse a matar a la gente involucrada en ellos, se dedican… pues a eso: A joder los ordenadores involucrados en ello.

Es un tema que daría para un post entero, pero hoy no pretendía hablaros de eso, sino de otra maldición: Una con la que yo, personalmente, tengo que convivir desde que era un niño.

LA CERA DEL PENITENTE.

Semana Santa en Granada. Yo debía tener unos ocho  años. Estaba viendo las procesiones con mi familia. Habían puesto unas cintas de “prohibido el paso” que separaban al público de los penitentes.

Pero los niños no entienden de prohibiciones.

Los niños atravesaban aquella imitación de precinto policial y se dedicaban a corretear entre los penitentes para recolectar la cera que goteaba de los cirios. Amasaban esa cera entre sus manos e iban construyendo una pelotita con ella. Todos los niños lo hacían. Mi hermana entre ellos.

Todos los niños… menos YO.

Yo era el único gilipollas que no traspasaba el precinto porque se suponía que “estaba prohibido”. Así se lo decía a mis padres cuando ellos me animaban a unirme a los demás niños.

- No seas tonto – insistían ellos -. No va a pasar nada. Mira a tu hermana. ¿No ves que con los niños hacen la vista gorda?

Así que finalmente me animé a traspasar esa barrera e hice un tímido intento de disfrutar de mis privilegios infantiles. Me dirigí con pasos temerosos hacia el penitente más cercano, alcé mis manitas para recibir aquellas gotas de cera caliente y... 

... no tardó ni medio minuto en aparecer un señor con traje y corbata a regañarme de muy malas maneras. Me echó de allí, tratándome como si fuese un criminal. Un peligroso criminal de ocho años de edad.

Yo no podía entender tanta injusticia. No me entraba en la cabeza por qué, si mis padres me habían asegurado que “no pasaba nada”, a mí me regañaban por hacer lo mismo que hacían todos los demás niños.

Tal vez lo llevaba escrito en la cara. Tal vez tengo demasiado aspecto de “guiri” para vivir en las páginas del Lazarillo de Tormes. Tal vez la maldición está grabada en esos genes guipuzcoanos que heredé de mi abuela.

O tal vez aquel encargado del traje y la corbata me vio caminar más inseguro que a los otros niños y decidió cebarse conmigo.

Ya fuese por una razón u otra, desde entonces fui consciente de que poseía esa maldición que con el tiempo he bautizado como “la cera del penitente”. He tenido muchas otras ocasiones para constatarlo: Yo no sirvo para las infracciones. Esas pequeñas ilegalidades que comete todo el mundo a sabiendas de que “la autoridad competente” las asume y hace la vista gorda… esas pequeñas ilegalidades que normalmente nadie castiga porque en el fondo no hacen daño a nadie… esas pequeñas ilegalidades que en un país como el nuestro se asumen como algo cotidiano porque “nadie te pilla”…

Pues bien: Yo soy ése al que sí pillan. Soy vuestra puta cabeza de turco, cabrones. Esa infracción que vosotros cometéis todos los días como si fuera algo natural, yo la cometo una sola vez y se ceban conmigo.

A lo mejor es por eso mismo: porque vosotros lo hacéis con esa naturalidad, con esa cara (dura) de “aquí no pasa nada”.

De un modo u otro, la maldición de la cera del penitente me ha convertido en una persona correcta y civilizada... A LA FUERZA.

En muchos casos me encanta ser así. La mayoría de las normas están ahí por razones sensatas, y creo que tengo cierta tendencia a contribuir al bien común.

Pero en esas ocasiones en las que no estoy tan de acuerdo con una norma porque me parece estúpida o injusta… también tengo que obedecer. Como una puta oveja. Alguien me puso un chip nada más nacer.

Ahora bien, el hijo puta que me puso el chip no tuvo en cuenta los posibles efectos secundarios.

Esa prohibición externa me ha obligado a canalizar todo lo demás hacia las cosas que escribo: Rebeldía, caos, insumisión, terrorismo ideológico, perversiones de todos los colores.

Batman por fuera, Joker por dentro.

Cuando no tengo que escribir para otros el gamberro subversivo que llevo dentro toma las riendas, y entonces el acto de contar historias se convierte para mí en una catarsis, una venganza contra nadie en concreto y contra el mundo en general, una forma de dinamitar los pilares de cualquier cosa que se considere correcta y ortodoxa.

Cuando escribo sin riendas ni bozal:

Elijo un tema escabroso por cada paso de peatones que he respetado.

Meto un dedo en una llaga por cada dedo que no me han dejado meter en un enchufe.

Saco un tabú a bailar por cada billete de metro que pagué en vez de colarme.

Pervierto una estructura de guión por cada "sinpa" que no he hecho.

Me cago en una norma gramatical por cada césped que no he pisado.

Y ojalá algún día pueda conseguir que cada palabra que escriba os provoque una pesadilla, que os impida conciliar un sueño... por cada vez que he bajado el volúmen de la tele por la noche, para no molestar a los vecinos.

A veces me paro a pensar en todo eso. Barajo pros y contras. Me analizo. Finalmente decido que esa manera en que los acontecimientos me han moldeado no me hace ni mejor ni peor que nadie, pero me gusta ser como soy. Creo que, por una mera cuestión de equilibrio, se hace necesaria - o conveniente - más gente civilizada en el mundo exterior, y más gente rebelde en el mundo interior.

Ahora estoy escribiendo un largo para un director que no sólo acepta las subversiones y las depravaciones de mi caja de Pandora, sino que las anima y las fomenta.

Los penitentes del interior de mi cabeza están acojonados. Voy a hacerles una visita. Voy a romper a mordiscos ese precinto de "prohibido el paso". Sí... están acojonados... porque saben que van a hacer honor a su nombre... cuando les meta esos cirios por el culo.

martes, 3 de julio de 2012

POR QUÉ ES ÚTIL LA ROJA


No me considero un aficionado al fútbol. Soy más bien uno de ésos que sólo ven los partidos cuando juega España; uno de ésos que van al bar para ver la final de turno pensando más en los amigos y en la cerveza que en los equipos y el balón. Se supone que soy del Athletic de Bilbao, pero ni siquiera estoy al día sobre cuándo juegan los leones, ni sobre si ganan o pierden.

En otras palabras: La reflexión que quiero compartir con vosotros no la hace un futbolero, sino un profano.

Durante estos días de Eurocopa, casi toda España ha sido roja.

Incido en el "casi" porque tampoco han faltado las críticas de algunos. Durante estos días he leído hasta la saciedad esos argumentos que, aunque lógicos, cada vez me parecen más trillados y cansinos:

- Que si es una vergüenza que esos tíos cobren millonadas por dar patadas a un balón mientras se hacen recortes en educación y sanidad.

- Que si somos imbéciles porque dejamos que nos entretengan con el fútbol, y de ese modo nos hacen "mirar hacia otro lado" mientras la prima de riesgo sube, mientras nos la meten doblada haciendo más y más recortes (otra vez los dichosos recortes).

- Que si es una chorrada enorgullecerse de ser español porque tu equipo gane un partido contra Francia, cuando en Francia tienen más dinero, mejores sueldos o más premios nóbeles.

- Que - en definitiva - el hecho de que los españoles se interesen tanto por el fútbol estando el país tan mal como está debería ser más motivo de vergüenza que de orgullo.

Como ya dije, me parecen argumentos coherentes, incluso sensatos. Pero con el tiempo no sólo he aprendido a respetar el fútbol como deporte: También he aprendido a valorar "La Roja" como fenómeno social.

 Voy a intentar explicar por qué no considero nociva la popularidad desmedida de la Selección Española sino que - desde un punto de vista social y antropológico - me parece bastante útil para nuestro país.

Desde el principio de los tiempos, el ser humano ha necesitado HÉROES.

Héroes que nos inspiren. Héroes como modelo de conducta a imitar. Héroes en los que depositar los sueños y las esperanzas. Héroes como figura concreta en la que proyectar anhelos, símbolos y valores abstractos.

En otros tiempos esas funciones las cumplían los dioses, los semidioses, los Hércules y los Aquiles de turno.

Luego llegaron los Cristos, los Budas, los Alejandros Magnos. Personas reales que acaso existieron y fueron brillantes, sí, peroluego, con el paso del tiempo, otras personas se dedicaron a exagerar dicho brillo, a distorsionar sus figuras para convertirlos en leyendas.

En nuestra época, el "cuarto poder" ha demostrado una capacidad formidable para crear héroes en vida; a tiempo real.

Cualquier persona, destaque o no, puede adquirir ese estatus de héroe gracias a la complicidad de los medios y a la respuesta de la audiencia.

Y como decía un poco más arriba, un héroe es, entre otras cosas, un modelo de conducta y una encarnación de ciertos valores.

Durante mucho tiempo el cine, la televisión, la publicidad... han potenciado unos arquetipos de héroe individualista, que triunfa con aparente facilidad y sin ayuda de nadie. Nos han transmitido ese ideal de: Sé mejor que los demás, gana mucha pasta, los demás en el fondo no importan.

Yo, personalmente, prefiero los valores y modelos de conducta que transmite la Selección Española: El valor del trabajo en equipo, el no obsesionarse por destacar demasiado por encima de tus compañeros, el concepto de que si nos apoyamos unos a otros solucionaremos mejor los problemas y llegaremos más lejos que si vamos cada uno por nuestra cuenta, la constatación de que en ocasiones es mejor "retroceder" y reenfocar las situaciones para poder avanzar con más calidad.

Sin olvidar otros valores igualmente positivos que encarnan fuera del campo de juego: La solidaridad entre compañeros, la deportividad, el respeto a los rivales, la humildad, la aparente sencillez (que nos hace pensar en ellos como en personas corrientes "como tú y como yo").

No sé si se trata de valores que surgen espontáneamente de ellos o si se trata de una "imagen de marca" que proyectan intencionadamente de puertas hacia afuera. De hecho, si ese paquete de valores es un producto elaborado conscientemente, yo le daría la enhorabuena a quien lo haya diseñado, o a quienes vigilen para que esa "imagen de marca" se mantenga y sea en todo momento coherente con el mensaje que transmite.

Por supuesto que el fútbol no lo es todo. A pesar de ser afines a "La Roja", a muchos nos dolió ver cómo en los telediarios no paraban de hablar de la Eurocopa mientras Valencia ardía. Pero finalmente ambos temas se han acabado uniendo:

Al parecer ayer surgió una falsa noticia en las redes sociales. Anunciaban que Iniesta había donado los 300.000 euros que recibió al ganar el partido para ayudar a los afectados por los incendios de Valencia.

Vale, la noticia era falsa pero, ¿os imagináis que sucediese algo así? Sería otro paso más hacia la consolidación de este nuevo modelo de héroe, humilde, solidario. Y ya el mero hecho de que apareciese esa falsa noticia en el ciberespacio nos indica que la propia ciudadanía española empieza a comulgar con esos nuevos "valores heróicos" y les pide actuar en esa línea, y llevarla todavía más allá.

Yo, sinceramente, tengo la esperanza de que los españoles se contagien un poco de esa filosofía de la Selección; de que en su día a día reaccionen luchando contra nuestra difícil situación de la misma manera en que esos futbolistas luchan contra sus rivales en el campo, es decir (y perdón si me repito): Con solidaridad, con humildad, con calma, con buen rollo, con prudencia, sin dejarse llevar por el individualismo o la soberbia, sin tirar cada uno por su lado.

¿Y vosotros? Ya seáis futboleros, ya seáis profanos como yo, ¿qué preferís? ¿Este modelo de "héroe colectivo" que encarna "La Roja", o el modelo que encarnan Belén Esteban, el ganador del Gran Hermano, o el chavalín de Operación Triunfo?