viernes, 19 de septiembre de 2008

LA VIDA DEL ESCRITOR INÉDITO (o cómo aplastar mil veces el hígado de Prometeo con la roca de Sísifo)


Siempre me ha resultado más fácil escribir que mover lo que escribo.

Lo de ser vendepeines no es mi fuerte, y a veces incluso me cuesta discernir si lo que tengo entre las manos es un peine, un diamante en bruto o un pedazo de maloliente mierda.

Soy uno de esos inadaptados que erigen un decadente Xanadú de tinta y papel en el que atrincherarse y pudrirse lentamente. Alérgico a las llamadas de teléfono, los dosieres, los correos certificados, los "cordiales saludos", los "muy señores míos"... Alérgico (hablando mal y pronto) a todo lo que apeste a realidad, y a sus estúpidas, arbitrarias reglas.

Ello no impide que, de vez en cuando, enferme de optimismo y decida que ya es hora de hacer algo útil con mi vida, y que no sirve de nada escribir relatos, poemas, novelas o cualquier otra manifestación de basura onanista y pretenciosa si luego no hago los esfuerzos pertinentes para que todo eso acabe en el estante de alguna librería, o muera en el intento.

En esas ocasiones, decido que ha llegado la hora de buscar un agente literario.

Los agentes literarios (para quien tenga la suerte de no saberlo) son seres muy codiciados en el mundillo de la escritura ya que, a cambio de un porcentaje de beneficios, se dedican a mover las obras por ti, a elegir las editoriales que más convienen a tu obra, a llamar a esas puertas que los editores no se dignarían a abrir al resto de los mortales, a conseguirte contratos decentes, y un largo y anhelado etcétera.

¿Cuál es el problema? Pues que hoy día hay tal saturación de payasos que queremos ser escritores, que conseguir que un agente te haga caso es casi tan difícil como conseguir que te haga caso la propia editorial. Al lado de eso, obtener un salvoconducto en Casablanca es un juego de niños.

Y a pesar de todo eso yo, ingenuo de mí, vuelvo a correr cada "x" tiempo hacia el muro del andén nueve y tres cuartos, con la cabeza por delante, y la loca esperanza de haber dejado de ser muggle por arte de magia, de la noche a la mañana. Y así tecleo (una vez más) en google las palabras "lista agentes literarios", y escribo mails a todas las direcciones que encuentro (¡¡a veces, incluso sacudo la pereza y llamo por teléfono!!) y es entonces cuando el muro de cínicos ladrillos del puñetero andén nueve y tres cuartos te destroza la cabeza, las ilusiones, la mismísima autoestima... y sobre el muro del andén hay un alféizar que tiembla con el golpe, y vuelca sobre tu espalda un jarro de agua fría.

Las palabras más presentes en la vida de un escritor desconocido son: "Lamento comunicarle...". Cuando uno recibe el temido mail, o el malhadado sobre, esas dos palabras te atropellan como una locomotora gris, y aprendes a encajar el golpe, y a enumerar de memoria todos los vagones del tren: el de "estamos saturados y no aceptamos a nuevos autores", el de "su novela no se adecúa a nuestra línea editorial", el de "no dude en avisarnos si escribe otra cosa".

Afortunadamente, la sensación que se tiene al intentarlo una y otra vez no es la de estar andando en círculos. Es más bien caminar en espiral, porque de alguna manera, uno nota que avanza un poco en cada intento. Cada vez te hacen caso más agentes, porque cada vez tienes más experiencia, y más argumentos que ofrecerles e incluso (quiero pensar) más y mejores novelas.

Cada vez que uno regresa a Xanadú (derrotado, escaldado, escarmentado) lo hace con el amargo consuelo de que ha conseguido llegar más lejos que en ocasiones anteriores. La primera vez, el dragón te tira del caballo en la campiña que rodea al castillo; la segunda vez consigues llegar hasta el puente levadizo antes de que la bestia te achicharre el culo; la tercera vez, saltas el foso, y te derriban en el patio interior.

En este enésimo intento que inicié la semana pasada, sigo todavía encima del caballo, y rodeo las murallas del castillo en busca de algún punto débil, alguna grieta a través de la cuál poder colarme.

No es fácil.

Para empezar, hay que olvidarse de esas "mariconadas" de las poesías, los ensayos o los relatos cortos. Normalmente, los agentes literarios sólo se dignan a hablarte si les ofreces novelas. Los pobres saben mejor que nadie lo chungo que está el panorama literario, y sólo compran artillería pesada.

Entonces empieza la pesadilla. Rechazan las obras en las que más confías, porque son demasiado cortas para colocarlas fácilmente en el mercado, y también puedes ofrecerles obras largas, pero no son tan potentes como las cortas, porque saben a whisky rebajado con agua, pero a pesar de todo, les ofreces también las que ellos quieren, las de más de 50.000 palabras, mientras te preguntas cómo es posible que no cuajen los ultraligeros de 25.000 palabras en un mundo cada vez más frenético, más habituado al ritmo de las series de televisión. No entiendes cómo es que en una sociedad tan acostumbrada a leer en los trayectos de metro y autobús, no proliferan los libros finos, que no pesan, que se pueden guardar en cualquier bolso, o en el propio bolsillo del abrigo.

Lo peor de todo es que luego encuentras infinidad de libros de ese tamaño en los estantes de las librerías, pero tú no eres quién para recordárselo a alguien que sabe más de tú sobre cómo vender libros.

Ahora estoy sacando al ring otro par de novelas que sí tienen el número de páginas necesario, pero ya puedo predecir cuál será la respuesta: También serán difíciles de colocar, porque resultarán demasiado infantiles para un adulto, y demasiado oscuras para un niño.

Y así, te vas dando cuenta de que, como autor, no encajas en ningún sitio, y eso puede ser bueno, pero también puede ser una barrera infranqueable, y estás eternamente condenado a no saber si eres un "ey, nena, soy un aborto de genio incomprendido"o un "ey, nena, no tengo dónde caerme muerto, porque no sé escribir lo que el mundo necesita".

Y luego está (cómo no) la tortura inhumana de tener que escribir las sinopsis de tus novelas. Algo así como fabricarte una tarjeta de presentación en la que sólo caben la mitad de las cifras de tu número de teléfono y la cuarta parte de las letras de tu nombre. Cuando intentas contar en tres páginas todo lo que pasa en tu novela (o al menos lo más importante) te das cuenta de lo descabellada que suena la trama si la despojas de los cien mil detalles que adornan. Elaborar sinopsis es el sagrado arte de cómo introducir una polla de treinta centímetros por el agujero de un culo, pero sin vaselina, ni preliminares cariñosos.

Como en las películas de intriga, cuando el prota intenta explicar a la Policía todo lo que le ha pasado. Es entonces, al intentar contarlo en cuatro frases a alguien totalmente ajeno a la movida, cuando descubre que esa historia que es tan coherente cuando uno la vive con el ritmo y la cantidad de información adecuada, resulta ridícula e inverosímil cuando uno la relata en modo abreviado.

Pero aquí seguimos, intentándolo cada vez con más entusiasmo, canalizando el cinismo hasta convertirlo en herramienta útil, y descubriendo, día tras día, que lo más importante es aprender a sentir placer ante el impacto de esa pared de ladrillos, de esa locomotora aparatosa y obsoleta, de aprovechar esa energía para seguir escribiendo, y escribiendo, y escribiendo, y hasta que llegue el día de ver tu propio libro en un estante, tu alma sobrevive gracias a cosas como volcar tu mierda en este blog, e intentar contaminaros a vosotros, y ganarte la vida colaborando en la concepción y escritura de guiones que incluso te hacen gracia, e incluso sientes más satisfacción que vergüenza cuando los ves en la pantalla.

Y está también esa otra satisfacción, que el cine nunca fue capaz de darme: La de poder ver el resultado final una o dos semanas después de que lo hayas escrito.

Y mientras tanto, ratos libres para escribir, y escribir, y arrojar sus obras por la borda del nido, y remendarlas cada vez que regresen repletas de arañazos, con un chichón en la cabeza, a medias consciente de que es la puñetera vida la que te está utilizando para remendarte a ti mismo.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

(sn)

Marta Anais Garcia dijo...

Hola Juanjo, no puedo dejar de contestar a esta entrada. Yo tengo tanto miedo como tú, pero creo en lo que estamos haciendo y creo que puede llenarnos de felicidad al llegar a buen puerto. Porque tu cuento es cojonudo, y mis ilustraciones aunque no sean perfectas son resultonas :)))
Juanjo este es el comienzo de una hermosa amistad llena de éxitos. :))))))))
Besitos mil

Juanjo Ramírez dijo...

¡¡Martaaaaa!! :DDDDDD

¡Qué ilusión leerte por aquí!

Lo de nuestro pequeñín es diferente. Ése seguro que que lo colocamos rápido y arrasamos con él. Pero será gracias a tus muchísimo más que "resultonas" ilustraciones.

Un abrazo!

Anónimo dijo...

Seguro que has leído "Mientras escribo" de Stephen King, si no estas ya tardando, eso es el pan nuestro de cada día, tú sigue haciendo pesas con las letras, eso nunca sobra.

Las editoriales en España están aún mas atrasadas que la televisión, pero aún hay esperanza, hace un tiempo Norma decidido publicarle un libro de poemas a un amigo (http://halowii.com/)
Animo, cuando crees que todo te sale mal la mejor opción es seguir intentándolo, no sabemos hacer otra cosa, y recuerda, si haces siempre las mismas cosas, siempre tendrás los mismos resultados, para obtener algo nuevo hay que hacer algo diferente.

Por cierto te aviso de que hay un seminario de Paco Rodriguez el próximo fin de semana en Madrid sobre pitching, parece que no hay otra maldita manera de vender un guión hoy en día, ya no lee ni el tato, lo mejor va a terminar por ser lo de liarse la manta a la cabeza y suplicar al ICAA.

Kike dijo...

En realidad uno escribe más para sí mismo que para los demás. Y lo chachi es que cuando se tiene toneladas de basura inédita, siempre puedes rebuscar en ella algo que "intentar mover" lo cual ya es, de por sí, una aventura épica.
Tu reflexión es inteligente y verídica pero deprimente, como de costumbre. Las cosas no pueden estar siempre tan jodidas. Ánimo Juanjo, estoy deseando ver esa(s) novela(s) en la Fnac.

PD-> Me apunté (y pagué) hace 3 dias al seminario sobre pitching y NADIE me ha mandado un email de confirmación... ¿Como coño sé si me dejarán pasar?

Juanjo Ramírez dijo...

"Mientras escribo" es (junto con "Zen en el arte de escribir" de Ray Bradbury) mi libro de cabecera sobre el arte de escribir.

No pierdo la fe en llegar a publicar. Todo lo contrario. Pero soy consciente de que no es fácil, y hay que pelearlo.

Ya he recibido alguna que otra lección de Pitching. Luego hay un paso aún más jodido, que es tener que hacer un pitching en inglés. Lo sé por experiencia :P

De todos modos hoy día, desde que se ha puesto de moda seguir al pie de la letra los manuales de pitching, la clave está en saber marcar la diferencia.

Anónimo dijo...

El mundo editorial se escapa de mi compresión... pero, supongo, que es la misma mierda que el mundo de la distribución cinematográfica.

Todo lo que sea comercializar el arte es basura y no responde nunca a un interés cultural sino económico... y aunque tu trabajo sea "vendible", aún tienes que ser el "amigo de", o el "hijo de" para que te hagan caso... Y si eres piscis (por ejemplo)lo de las relaciones sociales seguro que no es tu fuerte.

¡Repartamos nuestros libros por la calle! ¡Proyectemos nuestras pelis en las fachadas de los edificios!

...

¡Uy!, que reivindicativo y cultureta me he levantado hoy.

PD: por si vuelves a pasar por aquí, ¡Hola, Marta!

Tom Hagen dijo...

Tío, pues pásate las historias cortas que lo mismo sacamos el guión de un corto para que yo pueda dar por fin el salto... jejeje, era por si colaba.
Sigue así, dale duro compañero. No podrán con nosotros ;).

Juanjo Ramírez dijo...

César: Y mientras no nos hagan demasiado caso los medios de difusión dominantes, siempre tendremos las calles y las fachadas de internet, divino tesoro :)

Lenny: Encontrarás algunos de ellos si vas a la columna de la derecha de este blog y clickeas en "Nanas para dormir al diablo". ;)

Anónimo dijo...

Todo se puede conseguir. Alguien que conozco de un foro consiguió que le publicasen su primera novela y creo que se vendió bien, pero me hizo gracia que trabajase en la FNAC de dependiente y tuviese su novela al mismo tiempo en los estantes. Imagino a alguien que la comprase y se encontrase en la caja al mismo escritor. Sería como ver a Steven Spielberg en la taquilla del cine cobrándote la entrada.

Sach dijo...

Y si no consigues colocarla en ninguna editorial siempre puedes publicártela tú mismo. Hace tiempo descubrí Lulu donde puedes subir tu novela/relato/poema o lo que quieras. Lo publicas (te dan tu propio ISBN), eliges el diseño, las tapas, la sinopsis e incluso creo que le pones el precio de venta que quieras.
Lo único es que sólo se vende a través de internet. Pero oye, a lo mejor para hacerte un hueco...

Suerte en la lucha