domingo, 14 de septiembre de 2008
SALTO DE PÁGINA
Me gustan los libros de Paul Auster.
Entre ellos, hay uno cuyo título siempre ha llamado poderosamente mi atención:
El palacio de la luna.
A pesar de ello, esa novela y yo nos hemos dedicado a darnos esquinazo mutuamente.
La primera vez que quise leerlo, cedí a las recomendaciones de no recuerdo quién, y elegí Leviatán en lugar del palacio lunar. No me arrepiento. Leviatán fue una manera preciosa de asomarme al mundo de Auster.
Años después, una amiga a la que aprecio mucho, me recomendó encarecidamente El palacio de la luna, y me lo prestó. Tampoco resultó ser el momento adecuado. Yo estaba en cama. Enfermo. Mis treinta y nueve grados de fiebre y yo no teníamos demasiadas fuerzas para leer. Por si fuera poco, a esas alturas ya había leído otros cuatro libros de Auster, y sólo me bastó un primer vistazo a las primeras treinta páginas del libro para concluir que, aunque la novela tenía una calidad tremenda, me recordaba en exceso al resto de las cosas que había leído de su autor. No conseguía sorprenderme. Por esa razón, decidí que lo mejor era cerrar el libro, y retomarlo en otra ocasión, cuando hubiese pasado algo de tiempo, y no tuviese el "universo Auster" tan fresco.
Pasaron otros dos o tres años, y llegamos al momento presente. Hace un par de días, tras recibir otra recomendación, me compré El palacio de la luna, y empecé a leerlo de nuevo.
Ha sido un placer volver a disfrutar de la prosa dinámica, directa y sencilla (que no simple) del viejo Paul. Volver a sumergirme en sus personajes tan bien construídos, y en esa maquinaria de casualidades aparentes, de anécdotas cargadas de intención, de engranajes de plástico que giran triturando magia, haciendo funcionar esa imitación barata del Destino, que los escépticos conocen como azar.
Esta tarde, El palacio de la luna y yo estábamos en un parque, haciéndonos compañía mutuamente. Cuando terminé una página y empecé la siguiente, pensé que Paul se había vuelto loco, de repente. Volví a releer. La narración seguía sin tener sentido. Tras superar los dos primeros segundos de estupefacción, comprobé los números de página, y me di cuenta de que en ese punto, mi ejemplar de la novela saltaba de la página 32 a la 67.
Revisé todos los números de todas las páginas, con la esperanza de que las páginas 33 a 66 estuviesen más adelantes, desordenadas... tal vez a la vuelta de la esquina de la página 80, o de la 117. Pero no era una cuestión de orden. Simplemente, no estaban. El palacio de la luna había llegado a mí con treinta y cinco páginas de menos.
Sin lamentarme demasiado por el placer perdido, dejé aquel libro mutilado en el banco del parque, por si algún anónimo transeunte decidía encontrarlo, y permitir que aquellas primeras treinta y dos páginas le cambiasen la vida. Un libro rojo sobre madera blanca.
Es una de las maneras más "auster" que se me ocurren para abandonar un libro.
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11 comentarios:
¿Una señal del cielo? Tal vez no DEBAS leer ese libro... Si lo lees, sucederá algo terrible, y alguien se verá obligado a comer setas.
32, 67, 80, 117, apuntados para jugar a la loteria, si toca va todo fundido en hacer una pelicula.
Buena coincidencia, durante muchos años ha sido mi libro de cabecera... jaja, la verdad es que nunca me ha pasado que a un libro le falten tantas páginas, ahora no lo tengo a mano (lo he prestado) pero seguro que esas páginas guardan algo interesante...
El que te recomendó "Leviatán" fui yo Juanjonuski. Curiosamente "Leviatán" me lo dejé en el metro (no es coña) claro que a mí me costó un buen cabreo.
Sí, es un final "Auster" para ese libro tullido.
He perdido en el metro 4 libros en mi vida, es un puto peligro, y no tengo ni idea de cómo ocurre, sencillamente me pasa.
Me apunto "El palacio de la luna"
Jack: Si ganas la lotería con eso, en la peli que hagas tendrás que poner a Editorial Anagrama en los agradecimientos :P
Desconvencida: ¡Hola! ¡Bienvenida! Tarde o temprano conseguiré leerme ese maldito libro!
César: ... y si ello implica que hay que comer setas... pues bueno, el cuento es lo importante ;P
Gonzi: ¡Es cierto! ¡Fuiste tú! De hecho, recuerdo que yo te dije que quería empezar con Auster, y te pedí que me dijeras qué libro era el más adecuado para ello.
También soy experto en olvidarme libros, pero en los aviones. Me he dejado en aviones más libros de los que puedo recordar. Los dos que más he lamentado perder de esa manera son "El lobo estepario" y "Dune".
El otro día, mi subconsciente intentó dejar en un avión "El amor en los tiempos del cólera", pero la pareja que iba sentada junto a mí me recordó que estaba allí, en el último momento.
Que putada, 60 páginas menos, menudo "coitus interrupts". Eso sí, dejarlo en el banco del parque es una genialidad. Seguro que algún tipo mutilado lo encuentra y tras leerlo fascinado decide escribir las páginas que faltan (reconstruyendo así su vida a nivel ético y espiritual).
Podrías habértelo quedado, quien sabe si dentro de cientos de años se pagan millones por ese "raro" ejemplar...
A mi Sus Majestades los Reyes de Oriente me trajeron las navidades pasadas La Carretera encuadernada al revés. No es lo mismo, claro, porque el mío se podía leer. La único malo es que la gente, al ver que tienes el libro boca abajo, se piensa que te estás tirando el rollo de cultureta.
(Por cierto, La Carretera me encantó. El tuyo me lo apunto, aunque me aseguraré de pedir un "completo"
Te van a denunciar los seguidores del ´bookcrossing´ porque encontrarte un libro al que le faltan hojas me parece una PUTADA.
:)
Yo sufrí una desesperación similar al encontrarme páginas en blanco en el libro que estaba leyendo. Lo peor es que eran las Leyendas de mi querido Bécquer, y claro, en lo emocionante, entre ánimas vagabundas y fantasmas, quedarte en blanco literalmente, da un poco de yuyu...
Kike: Me gusta esa simbiosis entre libro mutilado y persona mutilada!
Sach: No conozco "La carretera". Lo tendré en cuenta!
Ola: Lo bueno de Bécquer es que si te pasa eso, probablemente tengas a menos de cien metros una biblioteca en la que tienen todas sus leyendas por duplicado :)
Cata: ¡Hoy por fin probé la gavilla de San Marcial! La mejor que he probado hasta el momento. ¡Y la más grande! :D
Bueno pues lo siguiente es el sandwich vegetal de va benne (ay que sencillota soy en mis gustos).
Y si pasas por Pamplona que te lleven sin falta al gaucho y pides el de foie y sobre todo el de anguila (hay que probar eso alguna vez en la vida)
ya me dirás
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