jueves, 24 de mayo de 2012

LA FÓRMULA INFALIBLE PARA SER CREATIVO


Por supuesto que no tengo esa fórmula infalible. De hecho, me da un poco de risa esa gente que gana dinero asegurando a otros que les va a enseñar "creatividad".

¿Cómo cojones se enseña "creatividad"?

Es como enseñarle a alguien a correrse en la cara de un fantasma.

Yo a esos veindepeines los meto en el mismo saco de los "expertos en felicidad" o los que escriben libros titulados: "Aprende a alcanzar el éxito en siete pasos".

Como mucho, me atrevería a explorar - y muy de pasada - la naturaleza de los bloqueos creativos.

Hace unas semanas hablaba de este tema con dos compañeros de gremio, durante un almuerzo. Uno de estos amigos sacó el tema de, ¿cómo puede uno mantenerse creativo y sin bloqueos cuando trabaja en un mundo como el de la tele, en el que todo es no, no, no, no, NO... tirarte abajo proyectos, despreciar iniciativas?

Aquello detonó una conversación interesante, durante la cuál me vino a la memoria una anécdota de Ian Flemming, el autor de las novelas de James Bond y Chitty Chitty Bang Bang.

Flemming decía que cuando tenía un bloqueo creativo se marchaba de casa y se iba a escribir a una habitación de hotel.

Entonces todo fluía.

A mí aquello me dio que pensar. Imagino que lo que buscaba Ian Flemming con aquello era "ser otro", sumergirse en un ambiente en el que pudiese dejar de ser Ian por un rato. Por cuestiones de presión social, todos tendemos a asumir un rol determinado y ello nos induce a no salirnos de la norma, a hacer o decir lo que se supone que se espera de nosotros.

No nos damos cuenta, pero nos hemos construído una jaula a medida en el interior de la cabeza, y casi nunca salimos de ella.

Por eso no me resulta descabellado lo de Flemming: Irse a crear a un ambiente en el que puedes fingir que no eres tú, en el que no tienes por qué interpretar el rol que te ha tocado desempeñar en tu comunidad. También me resulta comprensible - por los mismos motivos - que muchos artistas prefieran trabajar con pseudónimo, o que el personaje de Michael Douglas en Jóvenes Prodigiosos necesitara ponerse una bata de mujer para escribir.

Cualquier detalle que sirva de interruptor. Poder "cambiar de chip mental" haciendo click.


Otra posible causa de bloqueo, según mi corta experiencia, es el miedo a materializar nuestras ideas. Esa historia que se nos ha ocurrido nos parece tan pura... ahí, resplandeciendo en el "mundo de las ideas en bruto", que tenemos miedo de cargárnosla al concretarla en una obra definida. Tememos que cualquier imprevisto interfiera en el proceso y lo fastidie, como le ocurrió a Jeff Goldlum en La Mosca, al teletransportarse.

A mí en ese tipo de casos lo que me funciona es convencerme a mí mismo de que la primera versión NO es la definitiva, que si me da la gana puedo tirarla a la basura (parece algo obvio, pero creo que en el fondo muchos escribimos con la ingenua esperanza de que la primera versión sea casi perfecta, aunque sepamos que nunca lo será)

Y también me funciona, sobre todo, contarle a alguien mi historia por mail. Porque al hacerlo:


a) Se la estás contando al público para el que está pensada tu historia, ya que normalmente elegimos a alguien a quien sabemos que le puede interesar.

b) Podrás contarla de manera informal, sin tener que respetar órdenes estrictos, sin la obligación de respetar formatos rígidos. Simplemente dejarse llevar por la ilusión, sin otra norma que el deseo de que tu interlocutor entienda la historia que le quieres contar. Sin tú darte cuenta, de algún modo, estás materializando la idea, mientras la escribes e intentas darle un mínimo de forma para que otro pueda entenderla, te encuentras con escollos que vas resolviendo sobre la marcha, te van surgiendo ideas suplementarias que enriquecen la original.

Cualquier idea es fértil si se la pone en movimiento.

Creo que la clave de esa técnica está en que te permite manipular tu idea con pasión. Mientras la cuentas de ese modo, estás jugando. No piensas en ello como si fuera una asignatura.

Porque nos entrenan para que vivamos la vida como si fuera una asignatura que hay que aprobar o suspender. Quizá en ello resida parte del problema.

Supongo que otra opción es escribir esos mails, pero sin enviárselos a nadie. Porque a veces, al contar nuestra idea ya hemos satisfecho nuestra necesidad interior de compartirla... y eso hace que la motivación disminuya y nos quedemos sin gasolina a mitad de camino.

O no...

O tal vez...

Cada cabeza es un mundo. Por eso es imposible encerrar la "creatividad" en una fórmula universal. Así de bonito.

Yo, por mi parte, voy a dejar de hablar sobre creatividad, porque al hacerlo me siento como si estuviese meando en una pila de agua bendita.

Así que le cedo la palabra a gente que sabe más que yo.

Voy a despedirme con tres textos de tres artistas brillantes. Tres de mis principales guías existenciales.

Estos tres tipos son Ray Bradbury, Stephen King y William Goldman.

Los textos que he elegido tampoco ofrecen recetas mágicas, pero me parecen coordenadas interesantes en nuestro mapa de búsqueda.

El primer extracto es de Ray Bradbury. Lo escribió en el prólogo de su recopilatorio de ensayos ZEN EN EL ARTE DE ESCRIBIR:


“A veces me anonada la capacidad que tuve a los nueve años para comprender que estaba en una trampa y escaparme. ¿Cómo fue que el niño que era yo en octubre de 1929 pudo, por las críticas de unos compañeros del cuarto curso, romper sus historietas de Buck Rogers y un mes más tarde pensar que esos compañeros eran todos un montón de idiotas y volver a coleccionar? ¿De dónde me venían la fuerza y el discernimiento? ¿Qué clase de proceso me ayudó a decir: más me valdría estar muerto? ¿Qué me está matando? ¿De qué estoy enfermo? ¿Cuál es la medicina? Obviamente, yo era capaz de responder. Designé la enfermedad: haber roto las historietas. Encontré la medicina: volver a coleccionar, no importaba qué. Lo hice. Y bien hecho estuvo. Pero de todos modos: ¿a esa edad? ¿Acostumbrado como está uno a responder a la presión de sus iguales? ¿De dónde saqué el valor para rebelarme, cambiar de vida, vivir solo?

No quiero sobrevalorar el asunto, pero maldita sea, me encanta ese niño de nueve años, quien demonios fuese. Sin su ayuda yo no habría sobrevivido para presentar estos ensayos.”

(...)

"Grita. Salta. Juega. Deja atrás a esos hijos de puta. Ellos nunca vivirán como tú. Anda, hazlo."

 **

El segundo extracto es de la novela IT de Stephen King:


"Se da cuenta de que, por fin, ha descubierto cómo hacerlo. Después de intentarlo por diez años, de pronto ha hallado el botón de arranque en esa gran excavadora muerta que tanto espacio ocupa dentro de su cabeza. Y se ha puesto en marcha. No estaba hecha para llevar a los bailes a las chicas bonitas. No es un símlolo de estatus. Es algo serio. Puede acabar con todo. Y si él no se anda con cuidado, acabará también con él.

**

Y el último extracto es de La princesa prometida, de William Goldman. Este fragmento, además de explicar por qué la novela me parece INCLUSO mejor que la película, nos proporciona una clave sobre el tema que nos ocupa. El texto no habla directamente sobre la creatividad. Habla sobre la belleza, pero a buen entendedor...


Para comprender el extracto de Goldman primero necesito recordaros lo que sucedía en ese primer capítulo de La Princesa Prometida. El libro nos habla de Buttercup, una muchacha bellísima, aunque sin ningún interés por sacar a relucir dicha belleza. Aunque ella no lo sabe, es la número veinte en el ranking de las mujeres más hermosas del mundo.

Goldman nos va contando cómo las que encabezan ese ranking se van echando a perder por las causas más ridículas (una engorda por culpa de su afición al chocolate, otra se casa...)

Pero Buttercup, a pesar de su potencial, nunca pasa de estar entre las veinte o treinta más hermosas.

Entonces conoce a Westley y se enamora de él.

A partir de ese momento, Goldman nos relata con un cinismo delicioso cómo Buttercup empieza a cuidarse un poco para gustar más a Westley. Se viste mejor, se peina... Gracias a eso va ascendiendo en el ranking:

"En dos semanas del vigésimo puesto pasó al decimoquinto, un cambio jamás visto en aquellas épocas. Al cabo de tres semanas, ya se había ubicado en la novena posición y seguía subiendo. La competencia era tremenda, pero el día siguiente de llegar al noveno puesto, recibió una carta de Westley desde Londres y, con sólo leerla, saltó al octavo."

Pero pasan los días y entonces a Buttercup le llega una carta muy distinta. En esa carta la informan de que su amado Westley ha muerto asaltado por piratas. Tras leer las malas noticias, la muchacha se encierra en su alcoba durante muchos días. "Del interior no se oyó ruido alguno, ni llantos, ni gemidos amargos."

Entonces Goldman escribe lo siguiente:

"La mujer que salió de aquella alcoba era un poco más delgada, mucho más sabia e infinitamente más triste. Ésta comprendía la naturaleza del dolor, y debajo de la gloria de sus facciones se entreveían el carácter y la sabiduría que otorga el sufrimiento.
Tenía entonces dieciocho años. Era la mujer más hermosa que existiera en cien años. A ella no parecía importarle."

2 comentarios:

Óscar dijo...

Lo de la habitación de hotel que se lo digan a Barton Fink ;)

EMF dijo...

Me has dado muchas ganas de hincarle el diente a la novela de La princesa prometida, que la tengo en la estantería muerta de risa hace años.