viernes, 11 de mayo de 2012
ÉNFASIS
No me gusta criticar el trabajo de otros en el blog, pero hoy me viene de perlas para lo que quiero expresar. Me tomo la libertad de hacerlo porque el objeto de mis críticas no es ningún incauto desvalido, sino el gran Peter Jackson.
Cualquier flecha que le pueda lanzar yo a Peter, él se la podrá sacudir despreocupadamente, como una cagada de mosquito. Y por otra parte, aunque el buen señor haya adelgazado, tiene argumentos DE PESO para replicarme: "¿Quién eres tú para enmendarme la plana, capullo? ¿Quieres que pongamos nuestras fichas de imdb a competir como si fueran pokemons? Además, la prueba de que no tienes ni idea de contar historias es que ya llevas dos párrafos en esta entrada y aún no has introducido el tema sobre el que quieres hablar".
Y ya os aviso que en este tercer párrafo tampoco voy a introducir el tema. Seguiré engordando esta mierda. De hecho, voy a meter un flashback: Todo empezó hace poco, cuando volví a ver - en días casi consecutivos - el King Kong de Peter Jackson y el Mundo Perdido (Parque Jurásico 2) de Spielberg.
Me llamó la atención lo "mal realizada" que está King Kong - opinión personal y discutible - y lo bien realizada que me parece Parque Jurásico 2 - esto que no lo discuta ni Dios -. Supongo que es lógico establecer un vínculo inconsciente entre ambas pelis, pues las dos toman como referente el mismo clásico de los años 20:
A mi juicio, la razón de que una peli funcione y la otra no - además de una mera cuestión de "buen gusto" - está en el ÉNFASIS.
Esperad, que voy a repetirlo, para "enfatizarlo":
ÉNFASIS.
Es una de esas lecciones del "prescolar de contadores de historias". Pura perogrullada. En el fondo todos lo sabemos, pero se nos olvida con demasiada facilidad. Por eso me apetece hablar de ello, aunque al hacerlo no consiga descubrir la pólvora:
Si quieres que el espectador se implique en tu historia, tienes que administrar muy bien el énfasis.
Todos sabemos que en toda historia hay ciertos momentos que son más importantes que otros. Llámalo detonates y puntos de giro, llámalo aparición estelar, llámalo "x". O no los llames de ningún modo. Pero están ahí.
Creo que la misión más importante del director - o el contador de historias - consiste en detectar esos momentitos de oro y en POTENCIARLOS. Hacerlos destacar sobre todo lo demás, para que el espectador los perciba como relevantes. No se trata sólo de que el público SEPA que tiene que considerarlos importantes. Se trata también de que los SIENTA especiales.
Hay que separar el grano de la paja.
El polvo del día del aniversario no puede ser un polvo como el de todos los días. No sé... cúrratelo un poco... algunas velitas cursis, pétalos de rosa... esas mariconadas...
Del mismo modo en que un monologuista ha de insinuarle al público mediante pausas e inflexiones dónde y cuándo se tiene que reír, un "contador de historias" debe insinuar a la víscera del espectador cuáles son las fotos importantes en la excursión. "A su derecha pueden ustedes ver la torre Eiffel. No puedes venir a París y pasarlo por alto."
Creo que hay muchas historias que no funcionan porque en ellas suceden cosas importantes, sí, pero el narrador no se ha esforzado en decirnos que lo son.
¿Y qué tiene que ver todo esto con el King Kong de Peter Jackson?
Pues para mí es un ejemplo de cómo joder el énfasis por empeñarte, precisamente, en enfatizarlo TODO.
King Kong - siempre en mi opinión - es una peli que muere ahogada en su propia grandilocuencia.
Porque a veces Peter Jackson no entiende de mesura. Lo retrata todo "a lo grande". Grandes angulares, grandes contrapicados, grandes travellings. Si el prota está escribiendo en su camarote, la cámara se mueve por la máquina de escribir mostrándonosla como el portento más acojonante del mundo. Si alguien bebe una botella de ron, la cámara se lanza hacia la botella y a base de angulaciones y movimientos enfáticos la convierte en un monumento que ya quisiera el monolito de 2001.
Y así con todo.
Las olas del mar, los arrecifes, las fosas nasales de Adrien Brody, los aborígenes.
Cuando tras un hora de película aparece el puto mono, el espectador ya está curado de espanto. "Ah, vale, un mono gigante."
Y no es sólo porque al simio le roben protagonismo unos tiranosaurios barrigones. Los dinosaurios son lo de menos. ¡Lo que pasa es que la puta máquina de escribir era tan acojonante como el mono! ¡Y el mamón de Peter nos ha dicho que la botella de ron nos tiene que parecer tan importante como el mono!
Es como en todo: El contraste es necesario. Si le das demasiados puñetazos en la cara a alguien, termina acostumbrándose. De vez en cuando hay que darle un golpe en los riñones.
Si no incluyes en el viaje itinerarios, lugares significativos... acabas aburriéndote de que todo sea igual.
A mí me ocurre en King Kong. La parte del mono turisteando por New York me parece brutal, pero llego a ella tan cansado, tan saturado, tan aburrido de espectacularidad... que me la suda.
Y oye, Peter, no te enfades... Le puede pasar a cualquiera. Y como buena prueba de ello, yo he escrito este post con más paja que grano.
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