domingo, 6 de mayo de 2012

EMOTICONOS: ¿EL FELPUDO DE ORWELL?



No es la primera vez que hablo sobre EMOTICONOS en este blog. En su día escribí otro post consagrado a ellos.

Hoy rescato ese tema para centrarme en algo que, en aquella ocasión, abordé sólo de forma tangencial:

El PELIGRO que esos emoticonos suponen para nuestras mentes.

El emoticono puede entenderse como una indicación orientativa sobre "en qué clave hay que leer la partitura". Surge para suplir las carencias de la comunicación escrita, como un intento de introducir un sucedáneo de "comunicación no verbal" en el mensaje textual.

Las nuevas tecnologías nos obligan invitan a intercambiar información escrita con una velocidad de interacción que no concede al emisor del mensaje demasiado tiempo para elaborarlo, ni concede al destinatario demasiado tiempo para interpretarlo.

En siglos anteriores, la comunicación escrita era el terreno de la carta, el ensayo, el artículo periodístico. Aquello era otro ritmo. Había tiempo para interpretar la información, para leer entre líneas. Había espacio para desarrollar cada punto, para exponer los argumentos con detalle, reducir la ambigüedad - en la medida de lo posible -.

Ya comenté en mi post anterior cómo, en mi opinión, los emoticonos surgen de manera casi inevitable, respondiendo a necesidades "darwinistas".

No obstante, hay algo escalofriante en esas caritas amarillas y en esas combinaciones de paréntesis, letras, signos de puntuación. Porque la "facilidad" suele ser la tarjeta de visita del Diablo.

Si continuamos abusando del emoticono, si lo convertimos en elemento indisociable de nuestro lenguaje escrito, ¿acaso no atrofiaremos nuestras mentes?

Lenguaje y pensamiento son dos espejos que se potencian y definen el uno al otro.

Y los emoticonos - al igual que las abreviaturas en los sms - implican una simplificación del lenguaje, ergo una simplificación en nuestra manera de pensar.

Hablamos de regresar al jeroglífico, de incorporar imágenes a la comunicación escrita. Y ya se sabe que tendemos a interpretar las imágenes de forma más visceral que los textos. Esa clase de información se consume con más inmediatez, de forma menos reflexiva, sin filtros, saltándose varios peldaños del proceso.

En el post anterior decía de pasada que esas connotaciones del "lenguaje del chateo y el sms" me recuerdan inevitablemente a la neolengua de Orwell.

Resulta divertido ponerse conspiranoico en ese sentido: Pensar en poderes fácticos y en grandes corporaciones que se encargan de inventar y promover los emoticonos para simplificar nuestro lenguaje y, de ese modo, idiotizar a la población.

Jugoso, ¿verdad? Una conspiración a escala global, generando una sociedad de gente manipulable. Gente que "siente" más de lo que "analiza". Gente que acepta cualquier mensaje sin procesarlo, ni digerirlo, ni contemplarlo "a la luz de la razón".

Sería bonito. A mí es que las conspiraciones me apasionan. Pero creo que el advenimiento de los emoticonos ha sido algo natural, algo - como apuntaba más arriba - inevitablemente darwinista).

Puede que los emoticonos sean catalizadores para crear un nuevo modelo de ser humano, más adaptado al entorno social y comunicacional del siglo XXI.

Por otra parte, ¿quién sabe? Quizá aún nos dure esa resaca de "el sueño de la razón produce monstruos". Quizá nuestro inconsciente colectivo sigue marcado a fuego por las guerras, las invenciones diabólicas, los genocidios, las bombas atómicas... y ha decidido que algo hemos hecho mal, que hay que desandar unos cuantos pasos. Quizá la "era de la razón" quedó obsoleta y hemos elegido regresar un poco al barro, a revolver en él para buscar alguna cosa que nos dejamos olvidada.

No seré yo quien se posicione al respecto.

Lo que sí reconozco es que yo soy el primero en utilizar un centenar de emoticonos cuando lo estimo oportuno.

Y seguiré usándolos.

Eso sí: Plenamente consciente de sus efectos secundarios. Como cuando me tomo un whisky.

;)

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