viernes, 22 de agosto de 2008

JUNTANDO LOS PEDAZOS



Anteayer. Aeropuerto de Fuerteventura. Mostrador de Spanair. Vuelo Fuerteventura Madrid. Overbooking. Stress.

Ese tedioso control de seguridad, en el que pretenden desangrarte para asegurarte de que no llevas líquidos contigo.

Entro al avión. Cambio mi asiento de la fila 5 (ventanilla) por uno de la fila 24 (pasillo) para que un clon de Isabel Coixet (en versión agradable) pueda ir sentada al lado de su marido. Pienso en cómo el prota de Destino Final cambia el asiento a unas pasajeras en el avión, y en cómo luego eso cambia otra vez un sin fin de cosas cuando el avión se estrella y explota por los aires.

Me digo a mí mismo que los aviones no se estrellan ni explotan en la vida real. Eso sólo sucede en las películas.

Paso el viaje rodeado de niños que gritan, que corren, que patalean en el suelo del avión para provocar ese "clonk y clonk" que nos recuerda a todos cuán endebles son esos pájaros de plástico y latón en los que desafiamos (pagando un dineral) las leyes de Isaac Newton. Niños que zarandean los asientos como si fuesen cocoteros que, desgraciadamente, no tienen ningún coco a punto de caer y chocar, y machacar y fabricar zumo de niños. Niños que eclipsan con sus berridos las voces que unos padres que, por el simple hecho de existir de la forma en que existen, explican a la perfección por qué los niños han salido así.

La azafata está buena.

Las dos chicas de la fila de atrás también están buenísimas. Pero... mierda, todo parece indicar que son lesbianas.

Vaya mierda de vuelo.

Me intento refugiar en el libro que llevo como compañero de viajes. "El amor en los tiempos del cólera", de Gabriel García Márquez. La noche anterior, me había convencido a mí mismo que debía darle una segunda oportunidad a ese libro, que la vez anterior lo mandé a freír espárragos en las primeras cincuenta o sesenta páginas porque yo no era lo suficientemente maduro, porque mi mentalidad giraba a demasiadas revoluciones por segundo para ser un auténtico gourmet de la lectura. Me había convencido a mí mismo de que, si otras creaciones del gran García Márquez me habían gustado, este amor en los tiempos coléricos no podía ser menos. Pero la cruda realidad, amigos míos, es que los vuelos de dos horas y pico no son compatibles con dar segundas oportunidades a libros plomizos.

Finalmente, abandono al doctor Juvenal Urbino mucho antes que la vez anterior. "El amor en los tiempos del cólera" sigue estando muy bien escrito, pero sigue siendo un tostón (o mi mente sigue siendo igual de inmadura que hace años). De un modo u otro, el doctor Urbino tal vez me lo agradezca. Esta vez le he abandonado vivo. La última vez, le dejé muerto.

Mierda de libro. Mierda de sandwich de beicon y pollo. Mierda de vuelo. Mierda de todo.

La voz del piloto chasquea en la megafonía. El aeropuerto de Barajas está congestionado. Aterrizaremos con retraso.

Mierda, mierda, mierda, mierda. Definitivamente, es un mal día. Me he levantado con el pie izquierdo. O, peor todavía: Se ha levantado Dios con el pie izquierdo. O tal vez libraba ese día, y se ha quedado durmiendo la siesta, dejándole el asunto de las pezuñas izquierdas al demonio.

Por fin aterrizamos en Barajas. Encendemos los teléfonos...

... y entonces nos enteramos:

Algunos minutos antes, en ese mismo aeropuerto, un avión de Spanair (similar al nuestro)... que iba rumbo a Canarias (de donde viene el nuestro) se ha estrellado en la pista de despegue de Barajas, y ha ardido, y ha explotado, y más de 150 muertos, y no sé cuántos heridos, muchos de los cuales tal vez prefieran estar igual de muertos, y sirenas, y humo, y familiares que lloran, y familiares que no saben si deben llorar o no, y cienes de tragedias por metro cuadrado de ceniza.

Y entonces toda la mierda anterior parecen cagadas de mosquito. Me siento uno de los hombres más afortunados del planeta. Minutos después, habrá tiempo de pensar en los fallecidos, de condolerses por el dolor de los familiares y las víctimas... pero al principio, aunque suene perverso, aunque suene retorcidamente egoísta, la sensación dominante es la euforia de estar vivo.

Llego a Madrid, y Madrid es una escala en mi viaje hacia Donosti, y aquí, en la capital, dejaré una piel muerta de serpiente. Porque regreso para empezar una nueva etapa en muchos aspectos de mi vida, y eso me hace pensar que, de manera simbólica, una parte de mí sí que viajaba en ese avión siniestrado.

Puede que todos los días, aunque no nos demos cuenta, empezamos de cero. Todos los días morimos, y nos renovamos y, sobre todo, vivimos. Y, ¿quién sabe? puede que todos esos muertos se sintiesen ofendidos si supiesen hasta qué punto olvidamos día a día lo vivísimos que estamos, y la fragilidad que implica estar así de vivo, haciendo equilibrios funambulistas entre un millón de imposibilidades.

Y termino citando una vez más a mi adorado Bradbury:
"Cada mañana, salto de la cama y piso una mina. La mina soy yo. Luego me paso el resto del día juntando los pedazos."

7 comentarios:

Gonzalo Visedo dijo...

Gran entrada, y me encanta la frase de su amado Bradbury. Poco se puede decir en estos casos. Uno siempre aprieta el culo cuando un avión despega, y alguna vez me ha entrado un sudor frío, pero debo reconocer que me gustan los aviones y los aeropuertos, quizás porque es una forma de huir... De todas formas, la vida en sí es un riesgo, lo otra posibilidad es quedarse en casa, aunque nunca se sabe, te puedes caer en la ducha.

Espero que le vayan bien las cosas, y decirle que yo me atasqué con "100 años de soledad".

Anónimo dijo...

Zumo de niño!

Eres el Grinch!

Una especie de Doctor Seuss con final de redención humanista.

Kike dijo...

Cuando a uno le pasan este tipo de cosas vuelve a nacer. Pero bueno, siempre puedes verlo como el dia de "por los pelos".

Anónimo dijo...

Saludos Juanjo. Gracias por una entrada maravillosa.

pd. prueba con James G. Ballard

Juanjo Ramírez dijo...

Gonzo: A mí 100 años de soledad me encantó, pero me costó bastante trabajo terminarla.

Anónimo: Veo que lo has pillado! ;)

Kike: Puede que todos los días sean el día de "por los pelos", pero la mayor parte del tiempo, no nos enteramos de ello.

Tomás: Gracias a ti! Ballard es una de mis mil asignaturas pendientes. Tomaré nota! De momento mañana empezaré con "El color de la magia" de Terry Pratchet. El señor Pratchet me dejó con muy buen sabor de boca cuando leí "Guardias! Guardias?", y 3 euros en el quiosco son una tentación inevitable ;)

Anónimo dijo...

Yeah! me ha gustado el post, acabo de "nacer" a tu blog, me mola verte en un registro diferente, sé que es lo que querías, guays.

"Cien años de Soledad" creo que es el libro favorito de Mario, creo. no sé, yo me lo empecé y también lo dejé, aunque no recuerdo porqué...

Un abrazoooooorl.

Juanjo Ramírez dijo...

Bienvenidusky, Gonzalusky!!!

100 años de Soledad es de esas novelas que, te guste o no, entiendes por qué el tío que la ha escrito es un dios sobre la Tierra