lunes, 9 de julio de 2012

LOS HOMBRES QUE NO AMABAN A LOS GUIONES


Ya os dije que estoy escribiendo otro largo, y que lo estoy mimando mucho. Avanzo con pies de plomo, mirando cada secuencia desde todos los ángulos posibles antes de zambullirme en ella. No me siento a escribir un tramo de historia hasta que no hallo una manera de afrontarlo que me la ponga tiesa.

Eso sí: Cuando me siento, me siento con auténticas ganas, con auténtica ilusión.
Y... honestamente: Hacía mucho tiempo que no me pasaba eso.

¿Por qué llevaba meses o años escribiendo sin apasionarme al 100%? ¿Qué ha pasado? ¿Qué clase de mojo se me había perdido por el camino?

Me analizo a mí mismo, intento establecer un antes y un después, busco posibles causas y las pongo en los distintos platos de la balanza.

Por una parte está la cuestión del "respeto". Nos hemos dedicado a endiosar esta profesión, a salpicarla de tecnicismos, a intentar homologar las estructuras, a dirigir el tráfico en medio de una estampida de búfalos.

Los que nos dedicamos a esto estamos tan acomplejados por dedicarnos a ello que intentamos maquillar nuestra "profesión de putas" para que parezca una profesión de dioses. Y no hay puta que parezca más barata que aquélla que se maquilla en exceso.

Quizá eso sea parte de problema: Una veneración excesiva, una tendencia a trascendentalizar el oficio que, en última instancia, nos paraliza.

Pero si no quieres ser el pagafantas de tus propios guiones, no los trates como si fueran princesas.

Si cada vez que viene a casa el amor de tu vida te sientes obligado a ordenar el salón, por favor: cambia de "amor de tu vida"... o cambia de chip.

Yo sólo sé que en otros tiempos me sentaba a escribir en el ordenador como si me estuviese sentando a jugar a un videojuego. Todo diversión. Todo espontaneidad. Todo energía. Todo necesidad de compartir.

No obstante, cuanto más "¿sé?" sobre escritura, más trabajo me cuesta ponerme a teclear. Da más pereza asistir a una fiesta cuando la sociedad te ha "civilizado" y te ha metido en la cabeza que no eres digno de estar en dicha fiesta si no vistes con traje y si no has planchado el traje y si no le has sacado brillo a los zapatos. Y aféitate y échate el aftershave pero que sea de marca.

Exceso de respeto. Castración. Domesticación pavloviana.

Es una posible causa, pero creo que hay algo más.

Intenté rememorar la clase de sentimiento que me animaba a escribir en aquellos tiempos, cuando terminaba el primer borrador de un guión en cuatro días, o incluso en dos. ¿Qué fuerza me impulsaba? ¿Qué ingrediente tenía antes y ahora no? Descubrí que se podía condensar en una frase:

"Qué ganas tengo de terminar esto para que lo puedan leer Fulanito, y Menganito."

Ahora las cosas son distintas. Fulanito y Menganito siguen ahí, pero han cambiado. Ya no son los mismos. La vida les ha pasado por encima y les ha atado una corbata en el alma, como si fuera una correa de perro. Igual que a ti.

Ahora cuando terminas tu guión - o tu novela - no te imaginas soltándola en un parque para que los demás la vean jugar: te imaginas llevándola a un tribunal de inquisición. Así son las cosas. Tus compañeros de fatigas ya no reciben los guiones como cachorritos con los que jugar, sino como ratones muertos que diseccionar.

¡Y ojo! No soy enemigo de las críticas. Nada hay más peligroso que la falta de sinceridad. Alabar una cosa que no te ha gustado es como darle a un soldado un rifle de juguete y soltarlo en pleno desembarco de Normandía.

No hay mejor regalo que una crítica constructiva.

Más de la mitad de la gente, sin embargo, tiende a la crítica destructiva, y la mayoría de las veces ni siquiera lo hace conscientemente.

Lo más jodido de esa enfermedad (que algunos llaman "madurar") no son las críticas, ni el hecho de que saquen a relucir diez fallos de tu guión por cada detallito que ensalzan. El problema es que lo hacen sin cariño. Ya no notas que se diviertan cuando leen.

A continuación me dispongo a enumerar los distintos tipos de lector destructivo que se han ido cruzando en mi camino, o en el camino de otros amigos guionistas. Y, por escalofriante que resulte, se trata de actitudes que he visto en gente que se dedica a esto profesionalmente:

- Los que no saben distinguir entre si el guión es bueno o malo y si le ha gustado o no a ellos. Ocurre con frecuencia. Es algo asumible en espectadores de a pie, pero el hecho de que se dé también entre críticos y guionistas hace que uno se pregunte qué demonios le está pasando al mundo. Es gente a la que escuchas descalificar un guión - o una película - sin distanciarse, sin buscar perspectiva ni objetividad. Vociferan sobre si la peli es buena o si es una mierda, pero de sus argumentos - si es que los tienen - deduces que no están hablando de la calidad o el buen funcionamiento de la película en sí, sino del grado de conexión que tienen ellos con la historia o con el género. Yo les quitaría el carnet. A todos ellos. NO son profesionales.

- Los que se creen más listos que nadie. Porque nos han metido en la cabeza que para parecer inteligentes y profundos tenemos que descalificarlo todo, como si nada fuese capaz de contentarnos o satisfacernos. No ocurre sólo en el campo de la narrativa. Pasa en todos los ámbitos. Estamos hablando de ese esnob que siempre le pone pegas al vino en el restaurante, para que todos creamos que entiende mucho de vinos. Tratarán vuestros guiones como tratan el vino: buscando más pegas que aplausos para parecer más interesantes, para adoptar el rol de alguien que sabe más que tú. Y cuando no encuentran pegas, se las inventan. (si el que tiene que leer tu guión es un directivo de una cadena o alguna criatura similar, esto adopta tintes aún más siniestros: a veces se tienen que inventar las pegas para fingir que son útiles; para justificar un puesto de trabajo que ni ellos merecen, ni el mundo necesita)

- Los listillos que siguen el manual. Los árboles no les dejan ver el bosque. Leen tu historia, pero en realidad no están viendo tu historia, ni la están sintiendo, porque la miran obsesionados con encontrar el patrón. Se sienten tan inseguros en la jungla de la narrativa que no sueltan el manual ni para echar un polvo. Si tu guión tiene un ápice de vida, ellos no la ven: están demasiado ocupados buscando detonantes, puntos de giro... Si tu personaje es digno de cariño, ellos no se encariñan ni llegan a conocerlo, porque no le miran a los ojos: están demasiado ocupados definiendo su "arco dramático". Cuando hablan sobre tu guión, en realidad no te están dando una opinión inédita y auténtica. Simplemente te están diciendo lo que opinaría McKee, o Blake Snyder, o Syd Field o cualquier otro gurú al que no has invitado a tu fiesta.

- Los que se sienten demasiado identificados con tu historia. Cabe pensar que serán tu público más agradecido. ¡Lo que has escrito les toca tan de cerca! Pues todo lo contrario. No hay peor cuña que la de la misma madera. De alguna manera se sienten invadidos, vulnerables... Tu historia remueve en ellos "asignaturas pendientes", verdades incómodas sobre su situación, su personalidad... Sin ellos darse cuenta, se ponen a la defensiva. Empiezan a juzgar al personaje sin advertir que en realidad se están juzgando a sí mismos. Terminan actuando como los del primer grupo: Tomándose el asunto como algo personal.

- Los "caballeros de armadura oxidada". Se parecen mucho a los anteriores, pero les afectan cosas más universales. Es algo que nos puede ocurrir a todos: nos sentimos vulnerables e indefensos cuando alguna ñoñería nos consigue emocionar de forma aparentemente fácil. No queremos parecer tan "débiles", ni queremos reconocer que nos tocan la fibra las mismas cosas que al resto de los mortales. Nos aterra descubrir que pertenecemos a "la masa". Reaccionamos diciendo que la historia es pueril y poco creíble, o la acusamos de "hacer trampas" usando trucos burdos. Incluso hemos acuñado una palabra para marginar a este tipo de película: facilona. Vi a mucha gente reaccionar así ante War Horse, de Steven Spielberg. Yo mismo recuerdo haber reaccionado así cuando vi El hijo de la novia de Campanella.

- Los que no saben leer guiones. Sí. Así de clarito lo digo: Hay profesionales de la escritura que NO saben leer guiones. Los leen a toda prisa, sin cariño, sobrevolando la mitad de las acotaciones sin procesarlas, ignorando subtextos. Luego te dicen que "tal cosa" no se entiende bien... y lo que ocurre es que ellos no han prestado atención a la parte del guión en la que se explica "tal cosa". Por otra parte, esta clase de gente, en muchas ocasiones, no es capaz de "visualizar" el resultado final. Ven luego la peli terminada y te dicen: "Ahora sí lo entiendo, es que en el guión no se pillaba." Y puede ser cierto. A veces tú te has explicado mal al escribirlo (háztelo mirar) pero en otras ocasiones a ese lector le faltan en la cabeza un par de códecs imprescindibles en esta profesión. Si tenéis problemas a la hora de imaginar cómo funcionará en pantalla lo que leéis en el papel, pues... no sé... apuntaros a cursos de realización, rodad cortos, leed los guiones de vuestras pelis favoritas y comparad el texto con el resultado final... Por supuesto que es casi imposible predecir al cien por cien cómo funcionará lo escrito una vez rodado y post-producido; por supuesto que cada director tiene su propia visión... Pero aunque en cada restaurante hagan la paella de forma distinta, siempre sabes más o menos lo que te vas a encontrar en el plato.

- Los saboteadores. Esos que, de manera inconsciente, tratan de desanimarte poniendo todo tipo de obstáculos en tu camino. Hacen que tus propios zapatos te pesen al andar. Si no encuentran problemas suficientes dentro del propio guión, los buscan fuera de los folios, diciéndote cosas como: "Esto es imposible de producir", "esta historia en España no sale adelante", "se parece demasiado a _ _ _ _ _ _". Suele ser gente frustrada que intenta contagiar su frustración al resto de la humanidad. A veces simplemente porque no pueden quitarse ese filtro de los ojos y lo interpretan todo bajo ese prisma. Y en otra ocasiones, yo diría que hay una motivación más oscura: En el fondo ellos están muy cómodos en su parálisis y en su derrotismo. No quieren que la gente a su alrededor emprenda iniciativas. No quieren que los demás levanten el vuelo y les dejen solos en la fosa. Aunque la soledad no es lo peor. Lo peor es: que los demás tengan éxito y demuestren que nuestro mundo no está tan viciado como creemos, que se pueden emprender cosas y llevarlas a buen puerto. Eso deja al saboteador en evidencia. Si algo así sucediera, ya no habría excusas externas que pueda ofrecerse a sí mismo para seguir paralizado, para seguir viviendo sin luchar por hacer con su vida algo que merezca la pena.

- Los silenciosos. Esos que te minan la moral sin esforzarse siquiera. Les basta con no decir nada. Silencio. Días, semanas y meses de silencio. Una parte de tu cabeza permanece en stand-by por culpa de ellos. Lo normal es que no hayan leído tu guión porque no han tenido tiempo. Yo soy el primero al que le pasa eso con decenas de guiones ajenos. Pero a veces lo que percibes tras esa conducta es una enorme falta de respeto hacia ti y hacia tu trabajo. ¿Maneras de notarlo? Pues, por ejemplo, cuando uno de ellos te dice: "Me he empezado a leer tu guión, a ver qué tal." y tras eso... no vuelves a saber nada más sobre el tema. No te comenta nada, no te dice si se lo ha terminado... O de repente coincides en la fiesta de turno con la persona en cuestión... y esa persona hace un comentario que evidencia que leyó tu guión. Descubres que el muy mamón lo ha leído pero no te ha dicho NADA al respecto. Como si el asunto no mereciese ningún comentario, ninguna apreciación. Imagino que en estos casos lo que ocurre es que a esa persona no le ha gustado tu guión, pero no se atreve a decírtelo. No quiere quedar mal. Tú, sin embargo, hubieses preferido sus opiniones - por hirientes que fuesen - a su silencio. Las opiniones son útiles; el silencio es triste y angustioso, e invita a tu imaginación a inventarse problemas aún más jodidos que los que hayan podido detectar esos lectores mudos. O peor todavía: ¡No es que odien tu guión! Es que no les ha interesado lo más mínimo... Lo han olvidado dos segundos después de haberlo leído.

Son ocho posibles maneras de destruir un guión.

Y ninguno estamos a salvo de convertirnos en cualquiera de esos "destructores". Probablemente todos somos en mayor medida - o hemos sido - uno o varios de los que acabo de mencionar.

Pero yo al menos prefiero a:

- Los que te ofrecen una opinión objetiva, constructiva. Los que, al margen de lo mucho o poco que les guste tu guión, demuestran haberlo entendido y saben señalar sus auténticos puntos negros; los que te ayudan a detectar los tramos mejorables e incluso aportan posibles soluciones para mejorarlos.

Si tenéis cerca a gente así, no la soltéis. No cumplirán ese papel de antaño, no harán que puedas decir eso de "qué ilusión cuando lo lea Fulanito, lo que se va a divertir" pero al menos sus opiniones serán ÚTILES. Esa clase de gente es como el aguafiestas que, en plena fiesta, te dice: "No deberías seguir bebiendo, que dentro de dos horas tienes que coger el coche." Nos cagamos en su madre, lo último que queremos es hacerles caso, pero está ahí para salvarte la vida, o para que tu guión no se quede paralítico por culpa de un accidente tonto.

Para finalizar el post, intentaré darle la vuelta a la tortilla y usar algunos de los conceptos anteriores en un sentido más positivo. Elaborar una lista de cosas que creo que todos deberíamos hacer cuando leemos un guión ajeno y tenemos que enviarle al autor nuestra opinión:

- Intenta empezar siempre alabando las cosas buenas que has encontrado en el guión y mencionando las razones por las que crees que la historia va a funcionar. Y más adelante, si haces un repaso lineal de la trama resaltando los problemillas, no te cortes a la hora de intercalar también de cuando en cuando menciones a detalles concretos que te han gustado especialmente. Señalar los errores es útil para mejorar el guión. Señalar las virtudes es útil para motivar al guionista, para que siga teniendo ganas de arreglarlo.

- Intenta empatizar. No estás leyendo TU peli. Tienes que adivinar qué - y cómo - quiere contar esa historia el autor, a qué clase de público va dirigida, etc. Y cuando hagas una valoración personal, insiste mucho en que se trata de una valoración personal, una opinión subjetiva que ni puede ni pretende "ir a misa".

- Cada vez que señales un problema del guión, intenta ofrecer posibles formas de solucionarlo (sin traicionar la esencia de la historia, claro). A lo mejor ninguna de esas soluciones que propones formará luego parte del guión pero:  

1) Con ello le muestras al autor que hay otros enfoques del asunto que no traicionan su guión. Le invitamos a abrir su mente, a no aferrarse con lo primero que ha escrito. 


2) Es muy cómodo decir "eso está mal" sin proponer nada para mejorarlo, y no debemos permitirnos tanta comodidad.  Si decir "está mal" nos acaba resultando cómodo, podríamos acostumbrarnos demasiado a ello y decirlo demasiado a menudo, con demasiada ligereza.

- Utiliza tecnicismos sólo cuando estés seguro de que tu interlocutor los conoce y los domina. Y no los uses para parecer "más profesional", ni porque sientas que estás obligado a hablar de actos, giros o midpoints. Úsalos si te permiten explicar mejor y más rápido lo que de verdad sientes hacia el guión. A fin de cuentas, los tecnicismos nacieron para eso.

- Intenta diferenciar de manera muy clara qué problemillas te parecen realmente serios y cuáles te parecen secundarios.

- Del mismo modo en que empezaste resaltando las cosas buenas del guión, finaliza volviendo a recordar que ese guión, a pesar de los problemas que hayas enumerado, tiene un montón de virtudes. Despídete dejando claro por qué crees que la historia va a funcionar. Intenta terminar dejando a la otra persona con buen sabor de boca.

Y da igual lo bueno o malo que sea el guión de marras. Creo que siempre se pueden encontrar razones para querer salvarlo. Todavía no me he topado con ningún guión que - independientemente de su calidad o mal funcionamiento - no lleve en su interior la semilla de lo que puede acabar siendo una buena historia.

5 comentarios:

EMF dijo...

Muy buen bestiario, sí señor.

Lo que me temo es que todos alguna vez hemos podido pertenecer, sin querer, a alguna de esas categorías (yo me culpo de alguna vez haber leído un guión muy por encima).

Zero Neuronas dijo...

Sí, todos tenemos un poco de cada uno de esos enemigos, pero yo intento leer los guiones que me dejan amigos y conocidos siempre de una misma manera. Intento siempre pensar que lo he escrito yo y lo estoy releyendo para mejorarlo. De esta forma, comienzo -como tú dices- diciéndole lo que me gusta y después le digo, no lo que no me gusta, sino lo que creo que se mejoraría haciéndolo de tal otra manera. Después depende de ellos ver si esas mejoras están en su visión o en la mía.

Yo mismo, cuando moví mi primera novela, recibí muchas alabanzas y algunas críticas constructivas. De estas críticas, me quedé con lo que consideré acertado y descarté lo que o no consideré acertado o no iba con mi forma de escribir.

Pero todos somos humanos, incluso esos profesionales que a veces nos amargan la vida. Lo que pasa es que parece que esos profesionales no saben que lo son.

Gonzalo Visedo dijo...

Muy bueno, aunque también habría que hacer uno sobre modelo productor al que le envías un trabajo, esos señores que tienen obligación de leer los guiones (¿perdón?), o los que le rodean. Yo sé que es complejo, que tienen a muchos que les dan el coñazo (aah, pero es tu profesión, macho), que somos muchos pesaos, pero cada día me recuerdan más a los mecánicos cuando les llevas el coche, quicir, los pesimistas ancestrales que con una sola ojeada dicen: "Uyyy, esto va a ser la junta y te va a salir muy caro, no sé, casi mejor que cambies de coche..." O sea, que no lo voy a leer ya sólo con lo que me cuentas... Ayer mismo, un conocido productor me desanimaba por enésima vez tras haberle mandado un cordial mensaje y dos páginas de sinopsis y otras dos describiendo el proyecto (por no agobiar con el guión)... Daba por hecho que no serviría de nada escribirle, pero al menos respondió (ya eso hasta se agradece) Me comentó que está todo fatal, fatal (¿no jodas?), que está todo parado (¿de veras?), que se van al extranjero. Y no lo dudo que está todo fatal, y que esto es el fin, pero bueno, antes, cuando no estaba todo fatal, eran otros los motivos: tu historia es un poco oscura, tras leer sólo la descripción de tres líneas que le puse en el mail, si bien están o estaban produciendo una historia apocalíptica, que fue lo que respondí, pero entonces me dijo que sí, que la de ellos era oscura, pero de género fantástico, y entonces le respondí que la mía era de género negro, pero entonces me dijo que con lo del 2012 iban a hacer taquilla... ya me quedé sin respuesta... El caso es que no la leyó. Hace unos meses, en un pitching, otro productor me dijo que mi historia no le llegaba al estómago (me contó que su deseo era hacer una frikada con los actores en pelotas todo el tiempo); y antes te contestaban que ahora sólo hacemos comedia; o antes te decían que buscamos algo para tal actor (de la tele, claro), o antes que tu historia no es visual (curiosamente era una historia sobre un pintor rupestre que empezaba con una cacería... que sí, que a lo mejor es una mierda, pero hombre, que no es visual... ¿de verdad la has leído?). El caso es que siempre está todo faltal, como la junta de la trócola, y probablemente no sirvan mis historias, pero estoy deseando que realmente alguien llamado productor se las lea (no sólo el analista de guión mal pagado). En fin, habrá que seguir dando el coñazo porque a mí el crowdfunding me da cierta pereza (hala, lo que ha dicho!!!). Gran texto, Juanjo. Yo leí un guión tuyo hace tiempo, cuando tuviste aquella iniciativa de escribir varias historias a la vez por tu blog. Creo que te dije algo, espero que no fuera excesivamente destructivo. Admiro tu capacidad de trabajo, sensatez e imaginación prolífica (yo soy incapaz, mis historias debo encontrarlas en la realidad y soy muy leeento... o básicamente soy un vago de los cojones) y tienes razón: cuanto más sabes de la escritura, más cuesta darle a la tecla. Y es cierto: lo lógico siempre es alabar las cosas buenas del texto y empezar por ello. Por cierto, recomiendo también dar a leer las historias a gente que no tenga que ver con el medio, parece absurdo, pero es por ellos por lo que contamos historias. Además, suelen ser más optimistas. Creo que a veces somos excesivamente endogámicos.

Juanjo Ramírez dijo...

Mil gracias a los tres!

En efecto, creo que todos somos o hemos sido o seremos destructores porque, en efecto, todos somos humanos.

Y es cierto que los productores merecerían una entrada aparte.

Lo de dejar que el guión lo lea alguien ajeno al medio es tremendamente útil y oxigenante. Yo suelo hacerlo siempre.

Marta dijo...

Juanjo,

me ha encantado tu post.
Abordas dos cuestiones súper interesantes. La primera, la de perder la capacidad de divertirse escribiendo. Es cierto que cuando le coges respeto, te paralizas. A mí también me ha pasado. Lo asumo como un bloqueo y trato de superarlo. Pero sé muy bien lo que es sentirte incómoda en tu piel de... escribiente. Y no me gusta nada!

La segunda: la lectura de guiones. Al margen de la gente con voluntad destructiva, es muy útil que señales que todos podemos caer y caemos en eso. El hecho de que no sea consciente, no nos exime.Así que una buena llamada de atención.

Por último, yo sigo leyendo con mucho cariño. Eso lo tengo claro. Me gusta mucho ayudar y construir. Así que me ofrezco así, un poco "a la valenta", pero con seguridad. Cuando quieras, aquí tienes dos ojos más.

salu2