martes, 8 de mayo de 2012
"JERÓNIMO" Y ENAMORARSE DE LAS COSAS
Hace poco tuve que cancelar un proyecto que estaba intentando sacar adelante.
Tuve que cancelarlo porque se trataba de algo demasiado complejo y ambicioso para llevarse a cabo sin medios.
En apariencia era muy barato de realizar. Podía hacerse sin dinero, sólo con tiempo y esfuerzo.
Si alguna vez habéis intentado sacar proyectos adelante, ya os habréis dado cuenta de que en la frase anterior sobra la palabra "sólo". Si algo nos enseña la experiencia, es que lo más útil que se puede financiar con dinero es el tiempo de la gente, su esfuerzo, su disponibilidad.
En esta ocasión - por razones que no vienen al caso - la naturaleza del proyecto exigía un nivel de secretismo tan alto que nos impedía buscar financiación. Y por otra parte haberlo hecho con financiación también habría traicionado, en cierto modo, la filosofía del proyecto.
Así que... otra cría de tortuga que se comen las gaviotas antes de que pueda llegar a la orilla. Toca pasar página.
¿Y ahora qué?
Pues aquí estoy: Pasando los días - y sobre todo las noches - dentro de ese laberinto que todos hemos visitado alguna vez. Buscando ideas, intentando encontrar algún nuevo proyecto que me motive lo suficiente para embarcarme en él.
Mientras esté sin trabajo, necesito emprender cosas por mi cuenta. Porque uno necesita "sentirse útil", y porque la mente es una caja de Pandora en la que los horrores no paran de aporrear la tapa a menos que los entretengas con caramelos y juguetes.
(si tuviese trabajo también necesitaría hacer "cosas mías" de forma paralela, pero "ésa es otra historia y merece ser contada en otra ocasión")
Paso las horas haciendo brainstorming conmigo mismo a la caza de materiales frescos, o revisitando guiones viejos, o proyectos viejos que ni siquiera llegué a convertir en guión. También me pongo a ver películas de distintos géneros con la esperanza de que alguna de ellas encienda alguna chispa en mi interior.
El problema es que resulta difícil enamorarse de una idea. De hecho, cuanto más "mayor" se hace uno, más complicado resulta. Porque las ideas llegan a tu cabeza menos limpias que antaño. Se manifiestan ante ti y las observas como el Terminator, procesando y analizando mil variables: "Esto es difícil de vender", "Esto es demasiado caro", "Exigiría demasiadas localizaciones", "Esto sin un plató..."
Ahogamos la brasa antes de que nazca, echándole demasiado carbón, anticipando demasiadas cosas porque ya nos conocemos los procesos demasiado bien. Y eso es un arma de doble filo.
En estos momentos uno de mis mayores dilemas es el siguiente:
¿Debo centrar mis esfuerzos en algo que se ajuste a lo que "se está buscando ahora", o debo olvidarme de esos matices pragmáticos y centrarme en algo que a mí realmente me apetezca?
¿Será posible conciliar ambas opciones?
¡Esquizofrenia!
Vivimos tiempos complicados, y a veces uno duda si se trata de tiempos para ser pragmático o si se trata de tiempos para ser soñador.
Hace poco hablaba con una buena amiga sobre el tema. Vivimos en un país en el que sólo se apuesta por lo que ya ha demostrado funcionar en otros lados. Aquí nadie arriesga nada. Sólo quieren caminos pavimentados. Si tú mueves algo capaz de circular por esas carreteras asfaltadas, tendrás más posibilidades de ser aceptado.
Sin embargo, si te apetece descubrir nuevos caminos, si te apetece sentir esa experiencia - tan terapéutica - de desviarte de la ruta principal y descubrir rincones secretos, especiales... igual hay que olvidarse de "contentar a los mercados".
Ésa es la parte "bonita". Luego llega el hostión contra el molino porque - reconozcámoslo - la mayor parte de los senderos alternativos desembocan en uno.
Por muy soñadores que seamos, un hostión de ese calibre es capaz de despertar a cualquiera. De cualquier sueño.
Supongo que, una vez más, la clave está en el maldito "término medio". La virtud aristotélica y todo eso. Una combinación de ilusión y lucidez, de originalidad y pertinencia.
Quizá la idea deba hallarla nuestra "parte soñadora" y, una vez encontrada, nuestra "parte pragmática" debe encargarse de adaptarla a este entorno hostil que es nuestro mundo, y asegurarse de que llegue a buen puerto, sana y salva.
Porque por muy "adecuada a las exigencias del mercado" que resulte tu idea, si no brota de nuestra ilusión, de nuestra necesidad interior... entonces será una idea sin alma. Otro producto zombi.
Sé que algunos se conforman con eso. Yo no.
La mayor parte de los guionistas en España tenemos un problemilla: Estamos bastante acostumbrados a trabajar para la televisión. Y la televisión, en nuestro país, funciona con una rigidez muy de arquetipo Saturno: "Esto no puede hacerse", "Las cosas funcionan de determinada manera y no se pueden cambiar", "Eres sólo un engranaje dentro de un proceso que te supera", "No te pases de creativo, que eso es ir por libre. Tienes que adaptarte al tono de tu serie, al formato de tu programa, al oráculo de la curva del audímetro."
Siempre he sido muy defensor de trabajar en la tele, porque creo que es la mejor escuela para entrenar la humildad, para aprender a trabajar en equipo, para desapegarte de tus ideas y acostumbrarte a escuchar las de los demás.
Pero se trata - una vez más - de un arma de doble filo. Currar en la tele también te vicia, te formatea la cabeza introduciendo en ella ciertas limitaciones que, si bien son útiles para que funcione la maquinaria televisiva, se convierten en lastres a la hora de desarrollar tus propias cosas.
Me viene a la cabeza cierto largo que escribí. Mientras elaboraba la trama, pensaba: "Recuerda que sólo dispones de sala de estar, cocina y dormitorio. No tenemos baño." De pronto me entraron ganas de abofetearme a mí mismo y gritarme: "¡No tenemos cuarto de baño en la serie que te toca escribir para la tele! ¡Aquí, a priori, puedes tener las habitaciones que te salgan de los huevos!"
Y ésta ha sido una anécdota tonta sobre una limitación "de pacotilla". En realidad nos introducen limitaciones más jodidas: Cuando trabajas para la tele, te hacen creer que no tienes derecho a ser diferente a los demás, que "no encajar" con la forma de hacer las cosas de la mayoría equivale a "no ser profesional".
¡Ojo! ¡Que nadie se confunda! Yo soy el primero en querer mearme sobre los "artistillas" que se creen superiores al resto de los mortales. Soy el primero en denunciar la inseguridad encubierta de ésos que evaden su responsabilidad diciendo: "Si la gente no entiende mi obra es culpa de ellos".
Pero sí defiendo la necesidad de ser auténtico y honesto a la hora de contar las historias. Ser "auténtico" no significa "ser superior a los demás", sino ser diferente. Hablar con voz propia, sin pretensiones de que dicha "voz propia" se imponga sobre las demás. Eso es totalmente compatible con la humildad de contar las cosas con cariño hacia el espectador, con el deseo de que el público pueda entender tu historia porque tú la has amoldado a sus necesidades.
Esa "voz propia" sólo surge (o sólo se manifiesta en su máximo esplendor) cuando trabajamos con una idea que de verdad nos ilusiona.
¿Y cómo reconocer esa clase de ideas?
A mí me viene a la cabeza un diálogo del protagonista de Conspiración (uno de los personajes más entrañables de Mel Gibson) Se trata de un diálogo que aparece al principio de la peli, y habla sobre ENAMORARSE. Lo mantienen el personaje de Mel y un cliente que acaba de entrar en su taxi:
- El amor es una mierda - dice el cliente.
- El amor le da alas. Le hace volar. Yo ni lo llamo "amor". Lo llamo "Jerónimo".
- ¿Jerónimo?
- Sí, Jerónimo. Cuando uno se enamora, es capaz de saltar desde lo alto del Empire State sin preocuparse y gritar "Jerónimo" hasta llegar al suelo. Maravilloso.
- Sí, pero después, ¿morir? ¿Quedar aplastado ahí?
- Ya le estoy diciendo que el amor le da alas.
En esa fase me encuentro yo en estos días: Buscando alguna idea que me haga saltar desde lo alto del Empire State gritando "Jerónimo". Lo demás ya se irá viendo por el camino. Siempre recuerdo una frase que le escuché al gran Ray Bradbury: "Arrójate desde lo alto de un acantilado, sin pensar, y ve construyendo unas alas durante la caída."
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5 comentarios:
Siempre te comento el facebook, en vez de aquí.
A ver si ahora me vuelvo a acostumbrar a esto de los blogs.
Gran entrada, me siento absolutamente identificado con lo que has escrito.
¡Un abrazo!
¡Mil gracias, Edu! Sí, ahora lo normal es que los comentarios vayan por Facebook!
Me alegro de que te sientas identificado. Pertenecemos a la misma raza de mierda ;P
Juanjix, al leerte me viene a la cabeza una frase que he leido hoy
"el mundo necesita gente que ame lo que hace"... por suerte tu amas lo que haces y eso al leerte o ver algo que sale de ti se nota...
Vuelve a emocionarte-nos... simplemente tomate tu tiempo, todos necesitamos tiempo.
Beso gordo!
pd.-juro que cuando te he escrito el mail hace cinco minutos no había leido esto :)
Vaya... acabo de leer parte del post (no, entero... son las 7:30 am): siento mucho que hayas tenido que abandonar el proyecto.
Gracias, César!
Ya sabes: Shit happens, my friend!
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