miércoles, 11 de abril de 2012

BITELCHÚS, BITELCHÚS, BITEL... ¡¡A LA MIERDA LAS NORMAS!!


Acabo de volver a ver Bitelchús: Esa joya de cuando a Tim Burton le apetecía hacer joyas.

Debo haberla visto una veintena de veces, pero creo que nunca la había analizado con tanto sentido crítico como en el visionado de hoy.

Por supuesto que había detectado - de manera aislada - los múltiples "errores" de la peli, pero nunca los había juntado en un único mapa de ésos que te conducen al país del despropósito.

Ahora que por fin lo he hecho, puedo decir con conocimiento de causa que:

¡¡BITELCHÚS ES UNA PELI MARAVILLOSA!!

En serio. Creo que nunca había visto algo tan coherente con sus propias anomalías - y tan dependiente de ellas - desde la invención del Cristianismo.

Es que ni siquiera sé por donde empezar.

¿La estructura?

Yo no la tacharía de incorrecta, pero es apabullante.

Lo bueno - o lo malo - de los reproductores de dvd de hoy día es que tienen un contador que, con una simple mirada de reojo, te permite saber en qué minuto de la peli está ocurriendo cada cosa.

En el minuto 23 ó 24 de Bitelchús - más o menos donde uno empieza a esperar un punto de giro - tenemos la secuencia en la que los protagonistas se encuentran por primera vez con Bitelchús.

Muy bien, ¿no? Muy de manual.

Pero es que antes de ello, en el minuto 8 los protagonistas han tendido un accidente, en el minuto 10 u 11 han descubierto que han muerto ahogados y que son fantasmas, en el minuto 16 ó 17 descubren que su casa va a ser invadida por extraños.

Uno piensa: "Qué pronto llega el detonante." Y de repente: "¡No, espera, que aún hay más!" Y antes de que te hayas recuperado de la sorpresa anterior: "¡¡Coño! ¡No! ¡Más todavía!!"

Y es como si en vez de un solo detonante existiese una traca de petardos al más puro estilo de las fallas de Valencia.

Lo que en Los Otros de Amenábar constituye el clímax de la peli, en Bitelchús es el primer cuarto de hora, como quien dice.

La estructura de la trama de Bitelchús, en mi opinión, juega constantemente a bordear la línea de lo incorrecto, aunque sin traspasarla de manera flagrante.

Pero no quiero demorarme mucho en cuestiones de estructura, porque creo que la mayor parte de los visitantes de este blog no son guionistas, y sólo los tarados de nuestra profesión disfrutamos hablando de esa clase de cosas.

Así que cambiemos de tema.



No, no... Era broma. Tampoco era de esto de lo que quería hablar ahora.

Pero nunca viene mal agradarse la vista, ¿eh?

A las lectoras heterosexuales también os proporcionaré un buen machote que os alegre la lectura, dentro de unos cuantos párrafos.

(eso último también era broma. Iros a ver Crepúsculo)

El otro tema que me ha apasionado durante mi visionado de hoy de Bitelchús es el siguiente:

LO SOBRENATURAL.

Las historias que manejan elementos sobrenaturales necesitan - normalmente - asentar las reglas del juego antes de que comience el partido. Es como jugar al Parchís, al Ajedrez o al Apalabrados (ahora tan de moda y tan "tentándonos a procrastinar"). No tendría sentido jugar a esos juegos si no nos hubiesen explicado de manera muy clara cómo se mueve cada ficha, en que circunstancias uno se come al otro o qué clase de mierda es la que más puntúa.

Si incluyes en tu historia un elemento sobrenatural, yo diría que tienes tres opciones:

a) O bien rechazas la opción de que la magia tenga una función determinante en el drama y te limitas a contar historias - maravillosas, por otra parte - en las que "todo puede ocurrir o yo qué sé", como Mary Poppins o Willie Wonka y la Fábrica de Chocolate.

b) O bien asumes el hecho de que tu espectador conoce las reglas del juego previamente (a estas alturas todos conocemos en gran medida los mecanismos que rigen un cuento de hadas tradicional, o lo que hay que hacer para matar a un zombie o a un vampiro)

c) O bien te demoras un buen rato ESTABLECIENDO y EXPLICANDO las REGLAS con las que funciona ese mundo que has inventado.

Si asumes la opción "c)" tienes que dejar claro el "manual de instrucciones" y mantener el compromiso de no pasártelo por el forro, ya estés haciendo Harry Potter, Origen o Spiderman.



Y entonces llega Bitelchús, que se apunta a la opción "c)" pero luego... ¡¡se limpia el culo con ella delante de nuestras putas narices!!

En serio: Reto a alguien a que haga una tesis doctoral sobre el sistema de normas que rige todo lo que sucede en Bitelchús.

Se supone que los vivos no pueden ver a los muertos... hasta que, por razones de trama, a los guionistas les interesa que puedan verles.

Y se supone que los fantasmas interaccionan con el "mundo de los vivos" moviendo objetos físicos con sus propias manos... hasta que, para poder rodar una secuencia - por otra parte MEMORABLE -, les conviene que dos únicos fantasmas sean capaces de obligar a bailar al mismo tiempo a seis personas al ritmo del calipso de Belafonte - y de convertir los cócteles de langostinos en brazos musculosos y terribles -.

Y tampoco te ha contado nadie en el primer acto que Bitelchús necesite casarse con una viva para acceder a nuestro mundo... hasta que, por necesidades de la trama una vez más, el propio Beetle-Keaton se lo cuenta a Lydia-Ryder.


Si los cabrones de inmigración te preguntan sobre mis gustos, diles que he visto el Exorcista 167 veces, y que cada vez que la veo me parece más graciosa.


Yo mismo tengo escrito un largometraje de género fantástico en el que me funciona casi todo salvo "las reglas de mi universo sobrenatural". No son lo suficientemente limpias... lo suficientemente diáfanas... Creo que cuando lo escribí - y cuando lo revisé - me esforcé tanto en que todo resultara coherente que lo volví demasiado complicado.

Por eso resulta liberador ver pelis como el Bitelchús de Tim Burton (guión de Michael McDowell y Larry Wilson) y pensar: "Igual resulta que la gente no viene aquí a que le demos coherencia. Igual estos cabrones vienen precisamente huyendo de la puta coherencia y de toda esa mierda."

Como decía el protagonista de Novecento (La leyenda del pianista del océano. Alessandro Baricco): "¡A la mierda las normas!"

Entonces uno se pregunta: ¿y qué más da?

Ahora mismo podría irrumpir en mis aposentos el mismísimo Robert McKee montado en un Rocketeer y...

(INCISO: ¿Os habéis quedado con esa imagen? ¡McKee con un cohete en la espalda! Porque a mí me va a impedir dormir esta noche)


Decía:

Que ahora mismo podría irrumpir en mi casa el puto Bob McKee para explicarme por qué las reglas sobrenaturales de Bitelchús no funcionan. Y yo respondería: "Que te follen, Bob McKee. Esta peli me ha funcionado y me ha fascinado desde mucho antes de que saber que quería dedicarme a esto. ¿Quién eres tú para decirme, así de sopeton, que eso que ha iluminado mi vida no funciona?"

¿Qué derecho tenemos a decirle a un niño que un donut está malo? ¿Qué derecho tenemos a decirle que el caviar está más rico que la nocilla? ¿Quién nos legitima para ello?

Creo que por eso me fascinan las pelis que, como Bitelchús, funcionan a pesar de follarse las reglas vigentes.

(algún día escribiré otra entrada entusiasta sobre La Joven del Agua)

Pero es que también me parece fascinante la libertad con la que Bitelchús nos invita a posicionarnos con respecto a los personajes. ¿Nos deberían caer bien? ¿Nos deberían caer mal?

El propio Bitelchús es un tipo que nos haría cambiar de asiento si nos tocase junto a él en la guagua. Un zafio, un tramposo, un cabronazo. Pero, por otra parte, "nos hace gracia", nos cae simpático...

Y no sólo eso: Es un personaje muy HONESTO. El clímax de la peli consiste en impedir que se consume una PROMESA que Lydia le ha hecho a Bitelchús. Es INJUSTO. Y sin embargo ahí estamos nosotros los espectadores, deseando que Alec Baldwin y Geena Davis impidan que Bitelchús reciba lo que él, por justicia, merece.

Bitelchús nos cae bien, sus exigencias son legítimas.

¿Y qué decir de Charles, el padre de Lydia? Por un lado está diseñado para caer muy bien al espectador: Quiere conservar la casa tal como está, desaprueba las decisiones de su esposa (auténtica antagonista de la peli), ha venido al campo, según sus propias palabras, "para disfrutar de él, no para cambiarlo".

Y sin embargo nos lo plantean como otro antagonista más, y le hacen tomar decisiones que nos generan rechazo (como querer convertir el pueblo en un parque temático)

O qué decir de la propia "madrastra", tan magistralmente interpretada por Catherine O`Hara.

Te la definen como una fuerza intrusiva que va a destrozar el hogar de los protas con su horrenda concepción de la estética... Pero, por otra parte, gracias a esa estética la dirección artística de la peli nos maravilla. Consiguen que cada decorado nos parezca un exquisito poema y que, al mismo tiempo, una parte de nuestro cerebro asuma que "ese look" ha de parecernos detestable.

Y creo que todo eso define la manera en que funciona Bitelchús con el espectador: Nos inyecta ruido en la sesera, hace que no tengamos claro cómo se supone que deberíamos reaccionar ante cada estímulo, marea la estructura de la trama para que no sepamos en qué momento del itinerario nos encontramos...

Gracias a eso, Bitelchús es un "dejarse llevar".

Y los espectadores, a veces, agradecemos esa clase de cosas. Como lo agradecen los propios personajes de la peli cuando los fantasmas les poseen y se adueñan de sus extremidades y les obligan a bailar el:

4 comentarios:

Ema dijo...

Genial todo, todo, lo que dices. Me hiciste reír y recordar esa película. Sólo sé que cuando era más chica me sentía un tanto atraída a Bitelchus...será normal?? No creo, pero ese personaje es memorable... reconozco haberlo nombrado tres veces por si era verdad que se aparecía xD
Qué loco.
Saludos!!!

Gonzalo del Cerro. dijo...

Hola Juanjo,

Esta entrada me ha recordado una vez que fuimos al cine y pregunté a David Pascual si le había gustado la película (no recuerdo cuál era, no me preguntes). Empezó a soltarme una verborrea sobre guión, estructura cinematográfica, crítica ácida, etc. Y sólo le contesté (más o menos): macho, a ti no te gusta el cine. A mí me gusta y por eso puedo tragarme esta mierda con alegría.

Lo mismo digo yo ahora. Bitelchús se pasa las normas por el forro. Pero es que las normas son para los directores de cine fracasados que tienen que dedicarse a la docencia.

Anónimo dijo...

"talmente" de acuerdo en todo. Sólo hay una cosa que me hace pensar... yo que estoy viendo Mad Men (que no enganchandome porque aunque es otro tema creo que es una serie americana para americanos y que para mi solo me aporta una ambientacion de la os.. además si me cae mal el prota no me engancha) Bueno, a lo que iba... que soy una flaca rubia que aunuqe me quiera parecer a Super Christina... me tengo que conformar con la mujer "atada a la pata de la cama" de Don ;( otra razón para que tener tirria a esta serie... Ya me he desahogado :PGenial post!! a darle duro que no queda nada para acabar la semana.
♥ ♥ ¡¡Saludos y muchos besos!! ♥

Juanjo Ramírez dijo...

Ema: Muchas gracias! A mí me pasaba lo mismo con Lydia!

Gonzalo: Jajaja. Como diría el Coppola de La Hora Chanante: "Es que no sabéis vivir. Sólo sabéis grabar y montar." Yo creo que si nos dedicamos a esto tenemos "casi" el "deber" de disfrutar primero las pelis y luego, a posteriori, pararnos a analizarlas.

Natalia: Gracias! :) Y oye: Que las rubias flacas sóis tan apetecibles como las súper Christinas!