miércoles, 6 de junio de 2012

RÉQUIEM PARA EL HOMBRE QUE ME ENSEÑÓ A ESCRIBIR RÉQUIEMS (HOMENAJE A RAY BRADBURY)



Hoy, después de varios meses desencantado con el tema de mis novelas y con el panorama editorial en general, he decidido retomar mis proyectos literarios.

Y precisamente hoy...

... me entero de que acaba de fallecer mi escritor favorito.

Ray Bradbury nos ha dicho adiós a los 91 añazos de edad.

Era una noticia esperada. El maestro estaba ya tan mayor, tan frágil de salud, tan en silla de ruedas, tan versión yankie de nuestro enorme Chicho...

A pesar de ello, una noticia como ésta siempre impacta.

Creo que no existe un escritor a quien haya admirado más que al maestro Bradbury, y creo que - salvando las distancias - no existe nadie en esa profesión con quien me haya sentido más identificado.

Para mí era el rey de las letras, aunque en sus páginas hubiese demasiados vampiros y demasiados platillos volantes para que se dignasen a concederle un premio Nobel.

Su prosa exhuberante, su manera de dejarse llevar, de atravesar murallas, de descartar el manual de instrucciones. Sus orgías de dinosaurios, marcianos, cohetes, monstruos (de los de escamas y los de piel humana).

Y pese a todo, no puedo evitar contemplar esta noticia bajo un prisma de luz y de optimismo. Porque si algo caracterizó la obra de Bradbury, fue la obsesión por retratar el fenómeno de la muerte como algo natural, incluso mágico, agradable...

Me viene a la cabeza una anécdota. Algo que me pasó hace tiempo con uno de sus recopilatorios de relatos: EL PAÍS DE OCTUBRE.


Se trata de un libro en el que casi todos los cuentos tienen un denominador común: LA MUERTE. Abrí ese libro en una época en la que mi estado anímico no era el adecuado. Recuerdo que iba leyéndolo en un avión y - aunque los relatos eran buenísimos - decidí cerrar el libro. "Éste no es el momento", pensé. "Si sigo leyendo esto, voy a caer en una depresión."

Me propuse no retomar ese recopilatorio hasta que no me sintiese con fuerzas. Lo tuve en la estantería de mi cuarto: Él me observaba con su lomo, y yo lo observaba a él. Pasaron semanas, meses... y un buen día me nació retomar la lectura. Abrí El país de Octubre por donde había dejado el marcapáginas y...

¿Sabéis qué había utilizado a modo de marcapáginas?

La tarjeta de embarque del vuelo en el que paré de leerlo.

En ese marcapáginas figuraba la fecha del vuelo: la fecha exacta en que había cerrado el libro. No me lo podía creer. Se trataba del mismo día en que lo acababa de volver a abrir, pero del año anterior. Había transcurrido un año EXACTO.

(el subconsciente, que maneja información privilegiada)

Cuento esto porque retomar la lectura justo un año después fue lo mejor que me pudo pasar. En mis nuevas circunstancias anímicas, la forma en que Bradbury hablaba de la muerte me resultaba hermosa, reconfortante incluso. Mientras seguía leyendo el libro, sucedió algo triste: un familiar de un ser muy querido falleció de manera muy traumática. Fue una conmoción para todos los que nos sentíamos más o menos cerca del suceso. Y justo ese día, entre tanta negrura, El país de Octubre y el maestro Bradbury me regalaron el cuento más divertido y desenfadado sobre la Muerte que he leído en mi vida: HABÍA UNA VEZ UNA VIEJA.

Eso me ayudó a sobrellevar el tema.

Y ahora que, tras varios años temiéndolo esperándolo, ha fallecido Ray Bradbury, a mí me nace imaginarle marchar con tan buen humor como la anciana de su cuento.

91 años, Ray. Es una buena cifra. Has decidido que ya era el momento de marcharse tranquilo. Ahora que el presente se parece al futuro que diseñabas en tus libros de hace medio siglo. Ahora que los libros sobreviven como archivos de e-book y ya no puede venir ningún bombero a abrasarlos con 451 grados fahrenheit.

Ahora Montag y sus colegas vendrán a incinerarte a ti, y esparciremos tus cenizas por Marte, y LA SIRENA (probablemente mi cuento favorito en toda la historia de los cuentos) desgarrará silencios en tu honor.



Yo, por mi parte, publicaré este post y retomaré lo de escribir y mover novelas y relatos. Es lo mejor que podemos hacer para mantenerte vivo: Seguir intentando dedicarnos a esto, todos aquéllos que escribimos con AMOR - o lo intentamos - porque tú nos mostrarte cómo se hacía.

A modo de despedida, cito aquí un texto tuyo que, si de mí dependiera, convertiría en tu epitafio. Lo escribiste en una de mis novelas favoritas. Otra de tus tiernas odas a la inevitabilidad de la Muerte: EL ÁRBOL DE LAS BRUJAS.



"Y un último pensamiento de Tom:

Oh, señor Mortajosario, ¿dejaremos de tenerles miedo alguna vez a la noche y a la muerte?
 

Y el pensamiento volvió:

Cuando lleguéis a las estrellas, muchacho, sí, y viváis para siempre allí, todos los miedos desaparecerán, y la Muerte misma morirá."


2 comentarios:

Moniruki dijo...

sé que suena cursi, pero es que es verdad, siempre vivirá en sus libros.
La sirena también es mi cuento favorito.

Juanjo Ramírez dijo...

:))))