domingo, 23 de noviembre de 2008

ITXASO. EIBAR. LAZCANO. ¡GRACIAS!


Me acabo de tomar uno de mis pintxos favoritos del bar Vergara.

El pintxo en cuestión se llama Itxaso, y consiste en un lecho de hojaldre relleno con una crema de rape y puerros.

Itxaso, en euskera, significa Mar.

Siempre me ha llamado la atención que los vascos utilicen un nombre tan largo para referirse a la mar. En todos los demás idiomas que conozco, utilizan una palabra corta, casi siempre monosílaba.

Supongo que hay que sentir algo muy especial por el mar para concederle tantas sílabas... para que, en un mundo como el nuestro, tan regido por la economía lingüística, se invierta tanto tiempo en nombrar semejante estanque de lágrimas.

La primera compañera de piso que tuve en Donosti se llamaba Itxaso. Y ésa fue la primera vez que oí la palabra. La consecuencia lógica de eso, es que a mí el término Itxaso me hace pensar más en mujeres que en extensiones de agua. Pero supongo que ése es un sino con el que (para mal o para bien, o para ambas cosas a la vez) tendré que lidiar en todos los idiomas. Supongo que he vivido lo suficiente (y con la suficiente intensidad) para que "mar" castellano sea también una mujer antes que cualquier otra cosa.

Y es que la mar es femenina por definición. Misteriosa, fascinante, peligrosa. Según me contaron una vez, las esposas de los pescadores gallegos la llaman "la puta de ojos verdes". A pesar de lo soez del calificativo, me parece un mote precioso.

Pero este fin de semana no ha sido de mar, sino de lluvia y monte y otras cosas.

Como ya comenté en la entrada anterior, tuve que ir a Eibar, pueblo natal de mi abuela, a recoger un premio que no me premiaba a mí.

Eibar no es tan feo como me habían prometido. De hecho, me pareció agradable. Aunque supongo que, para alguien que se ha criado en Puerto del Rosario, no existen muchos sitios feos en el mundo.

Y lo mejor de Eibar es la gente. Todos amabilísimos, independientemente del sexo, la edad o el grado de separación con Kevin Bacon.

El festival, pequeño, entrañable y con muy buena selección de cortos. Tras la ceremonia de entrega, una exquisita cena en la sociedad de la cofradía del bacalao, un par de conversaciones instructivas y agradables, y una habitación acogedora en la universidad de Eibar.

Pero quizá lo más significativo de mi periplo eibarrés fue la trillada cuestión del "viaje iniciático", el pasearme por mis orígenes, visitando el pueblo de mi abuela.

A la mañana siguiente regresé a Donosti en tren, por la sencilla razón de que no tenía ni idea de dónde ni cuándo pasaban las guaguas. Fue un acierto. El trayecto en tren es más largo, pero más agradable. Creo que el tren es mi medio de locomoción favorito (a menos que Christina Ricci me lleve a caballito) y el paisaje que se ve a través de las ventanillas del tren es veinte veces más bonito y sobrecogedor que el paisaje con el que uno se conforma yendo en guagua.

Frondosidad, relieve, cien tonos de verdes, y verdes, y naranjas, ríos oscuros, copiosos, otoñales, cabañas destartaladas, diseñadas para que las brujas violen a cien Hansel y mil Gretel. Sintiéndome abrumado por aquel paisaje, me ocurrió algo que tal vez no debería confensar: Sentí que para definir aquel entorno, la palabra adecuada no era Euskadi, ni País Vasco... sino Euskal Herria.

Es una tontería, pero así me vino a la cabeza, sin pensarlo, sumido en una especie de síndrome de Stendhal.

Tenía miedo de pasarme de estación, así que me bajé en la primera que tenía "Donostia" escrito en el cartel. Craso error. El tren siguió sin mí, abandonándome en los más suburbiales suburbios de Donosti.

Y en Donosti, el concepto de suburbio significa: "Conglomerado de urbanizaciones con casa muy pijas construídas con vocación de tapizar un monte, que conforman un laberinto de cuestas serpenteantes que nunca llevan a ninguna parte".

Fue una valiosísima oportunidad para odiar a Donosti de una manera en que nunca antes la había odiado. Finalmente, la calle que (en una gratificante cuesta abajo) me condujo a la civilización conocida, se llamaba "Paseo de Lazkano".

Una señal afortunada, ya que mi abuela la de Eibar (o mi "amona", como nosotros solíamos llamarla) se apellidaba Lazkano. Regresar a casa por el paseo Lazkano tenía un algo simbólico que no sé definir bien y que, por ello mismo, acaso sea más poderoso.

Este domingo donostiarra ha consistido en viento y lluvia. Uno de esos días que ponen todo su empeño en hacer que tus pies se conviertan en peces agonizantes que chapotean dentro de unos zapatos inundados, uno de esos días que llenan el aire de frenéticas espirales de hojas secas, uno de esos días en los que el viento sale a la calle con ganas de poner los paraguas del revés.

Creo que necesitaba pasear con semejante torbellino a mi alrededor. Porque tu mente se contagia, y también en ella se general remolinos que sacan a bailar las hojas muertas, y remueven mucha basura que se había sedimentado en el lugar inadecuado.

Cuando el viento sopla en tu paraguas hasta ponerlo del revés, sólo puedes hacer una cosa: Girar el paraguas... ofrecerle al viento la cara contraria, para que sople en la dirección contraria, hasta dejarlo como estaba.

Hace un rato, cuando estaba llegando a casa, el viento puso (por séptima u octava vez) mi paraguas del revés. Y después de eso, el muy cabrón se largó a soplar otros lugares, y me dejó allí, con el paraguas maltrecho al estilo papá de Mary Poppins...

Me quedé un par de minutos con el paraguas en alto, como una antena parabólica en busca de un soplo de aire que viniese a enderezarlo.

Cuando por fin llegó el viento a enderezar lo que había torcido, le dije:

- ¡GRACIAS!

Y entonces me di cuenta de que lo había dicho en voz alta... y eso me hizo darme cuenta a su vez de que quizá me estoy volviendo loco.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Los trenes son lo mejor, pura metáfora vital. El miercoles tiro para Santiago en tren, me apetece mucho.Cuando le hablas al viento es porque uno quiere creer en lo que no se ve, no es que se esté volviendo loco...creo.

El chache dijo...

Es fantastico que hayas tenido una experiencia tan satisfactoria en el pueblo de tu abuela, y que lo pasaras tan bien en el festival. Una gran suerte y satisfaccion de que la gente fuera tan amable y educada. Un gran placer de tu bubolico viaje en tren y una maravilla que llegaras bien a tu casa. a mi no me gustan los paraguas, me encanta mojarme bajo la lluvia.
Me alegra que pasaras un fin de semana tan bueno.
Un gran saludo.

Juanjo Ramírez dijo...

Gonzalusky: Los trenes son tan... literarios... Y sí... pura metáfora. Yo creo que indirectamente, los inventó Homero, o alguien así.

Chache: Yo también soy más bien antiparaguas, y pro mojarme en la lluvia. Pero te aseguro que en esta ciudad, al final, no te queda más remedio que tragar con el paraguas.

Abrazos!

Anónimo dijo...

Mi prima se llama Itxaso y vive en Aiete :p

Sanse tiene tanto encanto, que lo menos encantador es ese momento urbanización, que en cualquier otra ciudad, resultarían hasta bonitas!

Nunca se me había ocurrido pensar en el mar como una puta, y es que... la que yo creo que es puta seguro es la lluvia! :)

La palabra Euskal Herria para mi tiene connotaciones políticas negativas (derivadas sin duda en nacer donde nací), pero creo que lo que sentiste en el camino lo sentirías igual de intensamente paseando por el Norte de Navarra no porque quiera hacer boina y decir lo bonita que es mi tierra, si no porque ambos paisajes son mas que grandiosos.

Tay dijo...

Lo de Euskal Herria es un efecto epigenético… Para el que no lo conozca, pongo la definición y así boicoteo sin un motivo definido, pero que seguramente puedo argumentar de alguna forma el uso de Wikipedia…

La epigenética (del griego epi, en o sobre) se refiere a los cambios reversibles de ADN que hace que unos genes se expresen o no dependiendo de condiciones exteriores (polifenismo).

:D

Me ha gustado mucho esta entrada

Anónimo dijo...

Todos estamos muy cerca de Kevin Bacon, y los trenes mola: dos verdades como sendos templos.

Juanjo Ramírez dijo...

Cata: Las gallegas la llamaban "la puta de ojos verdes" porque los pescadores se marchaban a por ella y a veces no volvían. Estoy seguro de que Navarra es una preciosidad. ¡A ver si la visito!

Tay: ¡Muuuy interesante lo de la epigenética! Me alegro de que te haya gustado este homenaje a nuestra amona y a su tierra!

César: Ya lo creo que molan los trenes. Y quien no se lo crea, que vea Misión Imposible, Con la muerte en los talones o... Pánico en el transiberiano ;P

Anónimo dijo...

O "Tira a mamá del tren".

Unknown dijo...

Si, es como raro visitar la tierra de origen de tu familia. Es como un nudo en el estómago o algo así.