domingo, 25 de marzo de 2012

CUÁNDO DEJA DE SER GRACIOSO


Los que me seguís en Twitter o en Facebook sabéis que me encanta hacer chistes muy, muy bestias. Adoro provocar. Casi no tengo límites. Cuando pienso en la cantidad de cosas que digo - y que las diga no significa que las opine - me extraña la pequeñísima cantidad de "unfollows" que tengo.

De hecho, defiendo que el humor tenga la menor cantidad de límites posibles, aun a riesgo de ofender a cierta gente.

Toda guerra tiene bajas colaterales, y el humor no deja de ser una guerra que libramos contra lo injusto que es el mundo, o contra el hecho de que algún día tendremos que morirnos.

El caso es que hoy, día 25 de marzo, ha llegado el día en que se me ha ocurrido un chiste tan bruto y tan cruel que yo mismo he decidido autocensurarme y no publicarlo ni en el Twitter ni en el Facebook.

Es posible que, tras semejante introducción, si lo contase ahora, algunos me dijeran: "Pues no es para tanto. Has publicado cosas peores."

Eso me hace reflexionar sobre ese tema tan manido: ¿Dónde están los límites del humor?

En muchos casos está bastante claro: Proximidad temporal.

No es de buen gusto reírse de algo que está "demasiado fresco". El pasado 11M, por ejemplo, se me ocurrió hacer un único chiste sobre esa fecha fatídica y, por primera vez en mucho tiempo, un par de personas me dijeron que me había pasado de la raya. Me pareció perfectamente comprensible.

Creo que era Woody Allen el que dijo aquello de "Tragedia + tiempo/distancia = Comedia".

Hoy día nadie se ofende si haces chistes con las masacres de Julio César. Hacer chistes con el holocausto judío empieza a aceptarse, pero sólo en según qué círculos. Reírse en España del 11S se puede llegar incluso a tolerar, pero meterse con el 11M es hurgar en una herida que está demasiado fresca y demasiado próxima.

Y, como decía más arriba, es comprensible.

¿Cuál es la raíz de esa "intransigencia"?

Yo he llegado a la conclusión de que lo realmente jodido en un caso así es que... aumentan las probabilidades de que te lea alguien que ha tenido un contacto directo con la tragedia en cuestión: Alguien que perdió a un amigo, a un familiar; alguien cuya vida es más amarga desde que ocurrió esa cosa de la que tú te estás riendo.

Creo que ahí es cuando la cosa empieza a parecernos jodida. Cuando puede salpicar a gente que, al ser tan cercana, ya no le cuelgas ese calificativo abstracto de "gente". Lo que antes era "gente", ahora es "persona".

Y aun así, yo defiendo hasta la muerte que se pueda hacer comedia sobre TODO.

Como insinuaba al principio de esta entrada, creo que es la mejor arma para aligerar el peso del pasado, o incluso de la mismísima existencia.

No quiero ni imaginar el poder que seguirían teniendo sobre nosotros conceptos como "Hitler" o "Franco" si no tuviésemos ese mecanismo de defensa que los aligera y los ridiculiza.

Siempre hablo de cómo mis amigos y yo empezamos a cultivar el humor negro en nuestra última etapa del colegio, casi sin darnos cuenta, justo después de que una compañera de clase falleciera casi delante de nuestras narices. Empezamos a escribir relatos macabros en los que trivializábamos cualquier cosa relacionada con la muerte. Y era nuestra válvula de escape. Era mirar a los ojos de la muerte y decir: "Sabemos que estás ahí, pero no nos das miedo. Esto es la VIDA, y es nuestro territorio." (supongo que en el fondo sí que nos daba miedo, la hijaputa)

Pero, por otra parte, ¿cómo controlar el humor? ¿Cómo asegurarse de no ofender a nadie? Puede que sea imposible.

Recuerdo que cuando trabajaba en "Vaya Semanita" cuidábamos mucho eso de "bordear la línea sin traspasarla". Intentábamos ser provocadores sin caer en el mal gusto. Es más difícil de lo que parece. Te das cuenta de que la gente agradece un chiste sobre ETA cuando hay tregua (es el "3 en 1" que desengrasa las tensiones) pero no puedes permitirte tocar ese tema cuando hay riesgo de que el mismo día en que tú emites a los etarras les dé por matar a un concejal.

O haces un sketch en el que te metes con las negligencias de cierta compañía de trenes de Euskadi... y es graciosísimo hasta que resulta que justo el día en que lo vas a emitir... un tren de esa compañía descarrila y muere gente.

Y esos son ejemplos muy extremos, sí, pero en otras ocasiones emites chistes que crees que van a levantar ampollas y el público los acepta sin ningún problema... Y viceversa: De repente te llegan quejas por haberte metido con cosas que ni se te había pasado por la cabeza que podían afectar a alguien (gente que se queja porque haces sketches sobre hijos adoptados, gente que se queja porque sacas un muñecón cayendo de lo alto de un edificio y a ellos se les ha suicidado un pariente...)

Al final llegas a la conclusión de que es muy cierto el dicho ése de que "nunca llueve a gusto de todos", y que los daños colaterales resultantes de ofender a unos cuántos no son nada en comparación de los daños colaterales que implicaría no poder reírnos de NADA porque hacerlo implicaría que una mariposa mueva sus alas y provoque un terremoto en Nueva York.

Existe también un factor muy curioso: Si una tragedia te afecta a ti directamente, tienes patente de corso para hacer chistes sobre el tema. Si un canceroso hace chistes sobre su propio cáncer, si un paralítico hace chistes con su minusvalía, si una mujer se mete con "el sexo débil"... no sólo se permite, sino que se aplaude. "¡Qué valor y qué integridad! ¡Ese tío es negro y está haciendo chistes sobre negros!" (todos sabemos que "negro" es de mal gusto a no ser que lo diga un negro, y "maricón" es de mal gusto a menos que lo diga un gay)

Recuerdo que en una ocasión una humorista relativamente conocida nos contó a un amigo y a mí que Twitter se revolucionó porque ella hizo un chiste sobre Irene Villa y alguien, indignado, le hizo llegar ese tweet a la propia Irene Villa. ¿Sabéis cuál fue la reacción de Irene Villa? Dijo que le hacían gracia los chistes sobre ella y comenzó a enumerar cuáles eran sus favoritos.

Entonces, si a Irene Villa le parece bien, ¿podemos abrir la veda para hacer chistes de Irene Villa? Yo creo que precisamente ahí está la clave del asunto:

Algo deja de ser gracioso cuando te estás metiendo con alguien que, debido a una cercanía espacio-temporal, deja de ser alguien abstracto para ser alguien concreto, y/o cuando sabes que a esa persona o a sus allegados le vas a hacer daño con su chiste.

Pondré un ejemplo que me toca de cerca: En mi familia hubo un caso de chica asesinada por violador. Una persona a la que apreciaba mucho murió así. Fue muy jodido, y yo mismo me he dado cuenta a posteriori de cómo, de manera inconsciente, ese tema me ha obsesionado y se ha infiltrado en algunas cosas que he escrito. ¿Soy capaz de hacer chistes sobre esa clase de temas? Sí. Como dije más arriba, incluso necesito reírme de ciertos asuntos para arrebatarles su poder y su negrura. Pero si pienso en publicar un chiste relacionado con esas cosas, me vienen a la cabeza algunos de mis familiares, y el dolor que podría despertar en ellos, y el aprecio que yo le tenía a esa persona en cuestión.

Para otras personas un chiste así no sería tan censurable. Para mí sí. Porque soy yo. Porque los seres que me importan son quiénes son.

De hecho, cuando tu trabajo consiste en tener que hacer chistes sobre TODO de lunes a viernes, siempre se darán casos en los que tú mismo te cortas a la hora de proponer un chiste sobre entierros porque sabes que uno de tus compañeros tiene un entierro reciente, o sobre anorexia, o sobre enfermedades terminales, o sobre haberte bebido por accidente una cerveza Cruzcampo. Y muchas veces es precisamente ese compañero afectado el que termina haciendo esa clase de chistes, porque lo necesita más que nadie.

Así que mi conclusión es que no hay una regla general. No hay una brújula moral. O, mejor dicho: Cada uno debe escuchar y seguir su propia brújula moral, que apuntará hacia una dirección o hacia otra según el lugar donde se encuentre.

Siempre pongo este ejemplo cuando hablo sobre cómo hay que hacer para intentar actuar bien en esta vida: Es como desenredar un ovillo de lana. Nadie te puede decir hacia qué dirección hay que tirar para desenredar el ovillo. Según el punto en el que te encuentres, tendrás que tirar del hilo de lana hacia arriba o hacia abajo, hacia la izquierda o hacia la derecha.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Mire usted, me parece un gracioso criminal.

Le vengo sigo desde hace tiempo, ya tuve contacto con empresa para la que trabajó y me hablaron mucho de usted: perro verde. Suena?

Mi nombre yo llamo Ethanoah, y aunque nací en pueblo llamado Otaniaia, del sur de Etiopía, llevo viviendo 12 años ya en España. Soy “negro”, de color, más información de usted. También “maricón” o gay (porque amigos indígenas me violaron en mi infancia), y además ahora trabajo de repartidor de en empresa Cruzcampo.

Creo tener problemas usted. Qué hecho yo a usted?. No veo otro modo solucionar ofensa. Duelo próximo usted decir.

Gracias finalizar. Vernos este próximo jueves a las 20h en Cristóbal Colón, plaza?

Poder contar chiste pendiente, todo queda terminado pronto, última oportunidad.

Reir el último. Yo, jajajja.

El chache dijo...

Ejem... anonadado me encuentro con el comentario de aquí arriba...
En fin, solo decir que yo, en mi humilde opinión, pienso que los dos temas tabus del humor es la crueldad a los animales y la crueldad a los bebes... lo demas, adelante, y al que no le haga gracia, que se joda.
Un saludete

The crow dijo...

Yo creo que los límites del humor son cosa de cada uno, es un tema muy complicado de delimitar, aunque me parecen bastante acertadas las reflexiones de tu post.

Señor Estrada dijo...

Solo hay un límite al humor. Y es cuando llega un tío con una escopeta, te dice que no le gustó el chiste y te suelta dos cartuchos con posta lobera. Ya si eso, en la otra vida te das cuenta que igual tenías que haberle dado al "delete". ¡Gora Miramon!