sábado, 10 de marzo de 2012

LA CLAVE PARA SACAR ADELANTE TUS PROYECTOS.


No. Por supuesto que no tengo esa solución definitiva. Lo que ocurre es que me encantan los titulares sensacionalistas.

Pero sí quiero hablar sobre una cuestión que en mi opinión es FUNDAMENTAL para llevar nuestros proyectos a buen puerto.

En primer lugar: ¿Por qué fracasan casi todas las iniciativas, tanto en el audiovisual como en cualquier otro ámbito?

Mmmm...

¿Porque nuestra idea no vale lo suficiente?

¿Porque no tenemos talento?

¿Porque no dominamos la técnica?

NO.

Reconozcámoslo:

Todos hemos visto triunfar ideas que no valen un pimiento o que, como mínimo, no valen más que otras que sí se han quedado en la estacada.

Todos hemos visto de primera mano cómo ciertos inútiles llegan a lo más alto.

Y, por mucho que pueda dolernos, todos hemos visto cómo otros muchos se abren camino ignorando - o descuidando - la técnica, el oficio.

Así que repito la pregunta:

¿Por qué fracasan casi todas las iniciativas?

La respuesta: Porque tiramos la toalla antes de haber luchado por ellas lo suficiente.

De hecho, creo que en el 90% de los casos nos rendimos antes de tener escrito el guión de turno, la novela de turno o el dossier de turno. Abandonamos incluso antes de tener un documento concreto que poder enseñar a los demás.

¿Y cuál es, en mi opinión, esa clave crucial para superar esa calamidad?

Muy sencillo. Muy básico:

Dormir bien y comer bien.


En serio. No habéis leído mal.

Analizaros a vosotros mismos durante una temporada. Os daréis cuenta de que cuando acumuláis déficit de sueño no tenéis fuerzas para luchar por casi nada. Una parte más o menos inconsciente de vosotros mismos tendrá ganas de tirarse a descansar en el primer rincón que encuentre y os envenenará con "tendencia al derrotismo".

El cansancio - y la indisposición física en general - tiene la capacidad de convertir los granos de arena en montañas.

El agotamiento distorsiona nuestra percepción de la realidad. Hace que el mundo nos parezca hostil, que las injusticias nos pesen más de lo normal.

Lo que en circunstancias normales sería una simple cuesta arriba, la falta de sueño y de energía la convierten en un acantilado.

Quizá existan personas extraordinarias capaces de burlar esos imperativos fisiológicos, pero la gente más o menos normal, como tú y como yo, es más libre y efectiva cuando asume esos límites impuestos por la vil materia, por la química o como queráis llamarlo.

Continuemos con el autoanálisis. Prestad atención a cómo funcionáis cuando habéis dormido vuestras ocho horitas de sueño durante un par de días seguidos, cuando os levantáis con el sol y os acostáis con la luna, respetando los ciclos circadianos y todo eso. Y un desayuno sano en el estómago, y un buen té a la temperatura adecuada.

¿Verdad que ahora los problemas se ven con otros ojos?

Nuestra mente está más serena, sin bajos instintos mintiéndole en defensa propia.

A la luz del nuevo día, los obstáculos que anoche considerabas insalvables resultan no ser para tanto.

De pronto todos esos "frentes a abordar" que superaban tus capacidades... resultan caber en una pequeña cuartilla de papel. Y sólo es necesario enviar un par de mails o realizar un par de llamadas para poder tacharlas.

He empezado centrándome en el dormir, porque - al menos en el caso de mi propio organismo - lo considero más importante. Pero también recomendaría COMER BIEN.

Y cuando digo "comer bien" no me refiero a comer mucho. Todos disfrutamos de los excesos gastronómicos y etílicos de un buen banquete - y quien no los disfrute, no merece vivir en este mundo - pero reconozcámoslo: Esa clase de atracones nos abotargan. La sangre se marcha de la cabeza para hacer "horas extra" en el estómago. El cuerpo y el alma nos pesan demasiado.

Yo diría que cuando uno está en "acto de servicio" lo suyo es comer siempre lo suficiente, pero sin demasiados excesos, y respetar todo ese rollo de la dieta equilibrada. Variedad de verduras y proteínas, y nada de hacerle sabotaje a los hidratos para tener cuerpo danone.Los hidratos, usados con criterio, son importantísimos para que nuestro cerebro rinda bien.

Y - aunque sienta asco hacia mí mismo al confesarlo - tampoco conviene excederse con el alcohol. Yo me considero un bebedor entusiasta, pero creo que no conviene "mezclar churros con merinas".

Me hace mucha gracia ese mito del "artista maldito" que obtiene su inspiración gracias al hada verde de la absenta o a la - tópica - botella de whisky que guarda en el cajón de su escritorio.

Una vez más, supongo que habrá portentos de la Naturaleza a quienes eso les funciona. Yo, por mi parte, si tomo más de dos cervezas mi disciplina se disuelve y las obligaciones autoimpuestas comienzan a antojárseme contingentes, incluso estúpidas.

Un par de cervecitas pueden incluso venir bien para relajar la máquina de pensar. ¡Y ya! Para mí ahí está el límite.

Mientras escribo esto me viene a la cabeza cierta ocasión en que quería escribir un largometraje por propia iniciativa. El problema: Que entre semana trabajaba en un programa de televisión, y eso desgasta bastante. Sólo podía sentarme a escribir mis propias cosas durante los fines de semana.

Pero los fines de semana transcurrían y a mí no me nacía escribir ni una sola palabra. Yo lo atribuía a eso de que currar en la tele te desgasta tanto las neuronas y te fumiga tanto las ilusiones - al menos en este país - que un fin de semana no era tiempo suficiente para recuperarme.

Y en parte era verdad.

Pero pronto me di cuenta de que había otro factor en la ecuación: La cerveza.

Los fines de semana terminaban consistiendo en bares y en cervezas de todas las procedencias y colores. Españolas, holandesas, belgas, irlandesas, rubias, negras... Y aunque la cerveza sea una droga legal, leve y simpática... te aletarga. Y genera una sensación de cansancio y derrotismo similar a la descrita un poco más arriba.

Así que finalmente tomé una decisión: Hasta que terminase ese maldito guión, las cervezas no serían el ruido de fondo de mi escritura, sino un incentivo, un premio. Sí, me convertí a mí mismo en un chucho de programa de César Millán. Marcaba cada hito con una cerveza a juego:

"Cuando llegue al primer punto de giro, bajaré al irlandés de al lado a celebrarlo con una pinta Guinnes. Sólo una." Y así lo hacía. Y otra Guinness cuando llegase al "midpoint", y otra cuando terminase el segundo acto. Y una cervezita más pequeña cuando consiguiese solucionar esa secuencia tan delicada y peliaguda. Birra en dosis homeopáticas.

Escribí el guión en dos fines de semana.

Dos fines de semana que llevaba posponiendo porque era más sencillo alimentar el cansancio - físico y anímico - con esos ingredientes que en ocasiones nos hacen ver la vida más fácil, pero que en otras ocasiones nos hacen ver el mundo más difícil.

En resumen: Dormir bien y comer (y beber) bien.

No es tan fácil de asimilar, ¿eh? Vivimos en una sociedad en la que - tal vez condicionados por siglos de tradición judeocristiana - nos encanta regodearnos en lo mal que lo pasamos haciendo nuestro trabajo. Estoy harto de ver a esa gente que presume de estar tan ocupada que sólo duerme cuatro horas al día y que lo único que ha comido en todo el día es un bocadillo de chorizo que les trajo no sé quién.

Yo creo que, salvo en casos muy concretos, el que lleva esa clase de rutina por sistema es porque ALGO HACE MAL. O porque sus superiores hacen algo mal con él.

Sobrevaloramos a los mártires.

Me viene a la cabeza aquel estudio según el cuál España era el país de la Unión Europea en el que trabajábamos más horas, pero era también el país en el que menos rendíamos por hora.

Yo creo que si gestionamos bien nuestras fuerzas, si nos mantenemos centrados, si aprendemos a optimizar nuestros recursos físicos e intelectuales, podremos avanzar en nuestros proyectos mucho más rápido - y teniendo que desandar menos pasos - que esos llorones de las cuatro horas de sueño por día y un solo bocata en el estómago.

¿Y cómo conseguiremos ese buen rendimiento? Pues durmiendo ocho horas por día y comiendo algo mejor que un puto bocadillo. No es lo único, pero es una buena manera de empezar.

Muchos podréis replicarme - y con razón - que es muy difícil organizarse de ese modo cuando para ganarnos la vida tenemos que someternos de lunes a viernes a trabajos con horarios abusivos. Llegamos a casa extenuados, lo queramos o no. Nos cuesta controlar nuestros hábitos alimenticios por culpa de horarios abusivos, etc.

No puedo presumir de tener una solución a eso, pero os voy a proponer un par de cosas:

1- Si créeis lo suficiente en vuestro proyecto y - tras hacer cuentas - veis que os lo podéis permitir, dejad vuestro trabajo (yo lo he hecho). Saltad sin red. E intentad dedicaros en cuerpo y alma a materializar esa idea vuestra, como si de un curro remunerado se tratase.

2- Si no os podéis permitir dejar el trabajo - cosa normal, sobre todo en los tiempos que corren - exprimid los pocos días libras que tengáis. Fines de semana. Vacaciones. Eso implicará renunciar a macro-juergas de viernes y sábados con los amigos. Implicará renunciar a ese viaje que te hubiera gustado hacer con tu pareja. Los colegas te llamarán para que te tomes unas cañas con ellos, justo cuando tú te acabas de sentar ante el ordenador para currar en lo tuyo - siempre llaman en ese preciso instante, os lo aseguro - y vosotros les tendréis que decir que no. Con todo el dolor de vuestro corazón. Estáis ocupados.

Y si no puedes sacrificar todo eso durante unos cuántos fines de semana al año, eso quiere decir que el proyecto que tienes entre manos no te apasiona. Así que mándalo a la mierda, al menos hasta que aprendas a enamorarte de él como es debido. Y busca otro.

2 comentarios:

El chache dijo...

Veo que sigues regalando tu sabiduría en estos lares. Tu sapiencia vale millones y tu nos la regalas... pero que majo.
Un saludete

Juanjo Ramírez dijo...

De sabiduría nada. Voy dando tumbos. Mañana diré lo contrario. ;)