domingo, 5 de febrero de 2012
HAY QUE COMERSE A SECRETARIA#1
Cosas que uno aprende cuando se tiene que comer "tó el proceso" de preproducción, rodaje y postproducción de una peli:
Todos los personajes deben molar.
Suena a perogrullada, ¿verdad? "¡Pues claro, imbécil! ¿Ahora te das cuenta?", es lo que probablemente estéis pensando.
Pero - insisto - las cosas más obvias son, por definición, las más fáciles de obviar.
Que sí, que todos mimamos mucho a nuestro protagonista y a nuestro antagonista y a la madre que los parió. Que todos hemos leído - o hemos oído hablar - del manual de turno sobre "cómo construir personajes inolvidables de un búho que se ha llevado mi queso y vendió su ferrari porque no sabía ulular en una Harley."
Pero luego en el guión aparecen otro tipo de personajes, mucho más secundarios. Personajes mierdecillas. Son como los "paluegos" en una dentadura. Llegan a nuestro guión por razones meramente funcionales, porque el prota o el villano necesitan usarles como pared de frontón. Ya sabéis a qué clase de personajes me refiero: Esos que normalmente ni nos molestamos en bautizar con nombre propio, y acabamos llamándoles SECUAZ#1, CAMARERA#2 o POLI#3.
¿Por qué vamos a trabajar esos personajes? Salen poco, el peso de la trama no recae sobre ellos y en un sentido estructural tienen la misma importancia que la cortina de la ventana o la silla del fondo.
¿Por qué os recomiendo que hagáis molar a esos personajes, eh, por qué?
Pues por razones meramente egoístas.
Porque aunque sólo tardes veinte minutos en escribir las secuencias de SECRETARIA#1, aunque SECRETARIA#1 sólo salga cinco minutos en la peli, tú como director vas a tener que comerte a SECRETARIA#1 durante muchas horas... o incluso durante muchos meses.
Vale, has escrito el guión. Ahora están a punto de entrar en el proyecto un montón de cabronazos cuya labor es apuntalar detalles que a ti, con tu necesidad de mantener una visión global, se te escapan. Y esos cabrones empezarán a preguntarte: "¿Cómo viste SECRETARIA#1?" "¿Le ponemos a SECRETARIA#1 en la mesa un café o un té?" "¿Cuando SECRETARIA#1 pasa por ahí de fondo, tiene que sonar a zapatos de tacón o a sandalias?"
Y luego llega la actriz que interpreta a SECRETARIA#1 y te pregunta cómo tiene que decir su frase y qué se supone que tiene que sentir mientras la dice. Tú la miras intentando poner cara de póker... y como mucho consigues poner cara de Falamir Juegos. ¡Lo único que tienes que decir es "Le traigo su café, señor García"! ¡Tengo cosas más importantes en que pensar, hija de puta! Pero la culpa es tuya, gilipollas, por haber escrito un personaje cuya única misión es ser un mueble que habla y que le trae el café al señor García. No cuesta tanto ganarle la batalla a la comodidad y a la pereza, buscarle al personaje algo que sea gracioso, o significativo, o "retrato de la sociedad y toa esa mierda".
Convertir al personaje más anecdótico de tu historia en un pastelito al que poder hincar el diente.
Tu actor te lo agradecerá. Para él no es lo mismo acudir a tu rodaje para interpretar a OFICINISTA#1 que ir a ese mismo rodaje a interpretar a un OFICINISTA que sólo sale en una escena pero ¡menuda escena! En ambos casos le pagarás lo mismo, pero en el segundo caso, tendrás a un actor contento.
Y tener a los actores contentos en un rodaje implica calidad de vida (regla número uno: Contenta a los actores casi casi tanto como debes contentar a los eléctricos)
Es más: Los actores MERECEN que les tengamos contentos. ¡Cojones, ya! Si vas a pedirle a un profesional que madrugue y se desplace hasta el set de rodaje, asegúrate de proporcionarle una experiencia edificante. Y el resto de trabajadores, los que no salen ante las cámaras, también agradecerán poder volcar su trabajo - por muy técnico y mecánico que sea - sobre una materia prima interesante.
A lo mejor no he convencido aún a los más escépticos, así que voy a la carga con otra razón de peso:
El maldito proceso de postproducción.
En el mejor de los casos, puedes tirarte MESES montando y re-montando las secuencias en las que aparecen SECRETARIA#1 y OFICINISTA#2. Sus diálogos van a sonar en tu cabeza una y otra vez una y otra vez una y otra vez una y otra vez. Como una tortura nazi. Mientras seleccionas, editas, afinas, trimeas, capturas, recapturas, etalonas. Os lo digo (y os lo juro) por experiencia: Cuando los personajes te dan igual, cuando lo que dicen te provoca indiferencia porque en la peli eran puro trámite, resulta mucho más infernal sufrir esa exposición continua al mismo plano, a la misma reacción, a las mismas tres líneas de diálogo.
Y luego te toca visionar cincuenta veces tu película, buscando errores chorras. Y otras cincuenta veces en los festivales y "pre-estrenos" de turno. Es entonces cuando esos cinco minutos de personaje inane (esos que te has tenido que tragar un centenar de veces a lo largo de todas las fases del proyecto) se te hacen más interminables que el resto de la peli. ¡Pero qué cómodo fue quitártelos de en medio cuando escribías el guión, ¿eh?! ¡Ahora lo pagas!
Así que, desde la más humilde de mis subjetividades, lanzo este consejillo al aire: Si escribís guiones para otros - cosa difícil de conseguir en España - haced molar a SECRETARIA#1. Los directores os lo agradecerán. Y si escribís para vosotros mismos, haced molar a OFICINISTA#2. Vosotros mismos os lo agradeceréis.
Y si alguien os sale con eso de que es un error que todos los personajes sean reseñables porque eso puede distraernos de la trama y bla, bla, bla... decidle que se vuelva a ver "Uno, dos, tres" de Billy Wilder.
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2 comentarios:
¡Cabronazo! La que me liaste hace años por preguntarte a cuántos metros y en qué posición estaba no sé qué villano en aquella partida de rol en Fuerteventura.
Y ahora me vienes con Secretaria1. Pos ahora vas y lo cascas. Jajajajaja.
Gonzalo del Cerro.
Bob, the goon, molaba mucho.
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