jueves, 19 de enero de 2012
EL ARTE DE PERDER LOS TRENES
Últimamente he progresado en eso de aprender a decir que NO. Ahora, para equilibrar, tengo que re-aprender a decir que SÍ de vez en cuando.
Lo peligroso de las profesiones vinculadad al audiovisual es que son excesivamente vocacionales. Y siempre hay gente dispuesta a aprovecharse de ello. Gente que nos lía, que nos "engaña" con malas o con buenas intenciones. Todos nos hemos malvendido como putas baratas alguna que otra vez. Todos hemos trabajado gratis porque "el proyecto merecía la pena".
Nos venden humo.
"Es que ahora no hay pasta, pero si luego la cosa funciona contaremos contigo y bla, bla, bla..."
Con eso nos la meten doblada. A todos. Guionistas, actores, técnicos...
Las primeras veces lo haces porque necesitas experiencia o algo que se parezca a un currículum. El resto de las veces aceptas simplemente porque eres imbécil. Después de la vez anterior te habías prometido a ti mismo que "una y no más", que no volverías a trabajar gratis para nadie. Pero entonces llega alguien a hablarte de no sé qué proyecto y te cuenta la buenísima pinta que tiene (porque siempre tiene buenísima pinta) y "esto lo va a petar seguro, y ahora mismo no te podemos pagar pero es una oportunidad, porque tengo un contacto muy bueno para acceder a no sé qué pez gordo (siempre hay un contacto para acceder al pez gordo de turno, que nunca sirve para nada) y bla, y bla, bla, bla y más bla.
Y entonces te entran las dudas. Te habías propuesto no seguir currando gratis pero de pronto piensas: ¿Y si éste es el tren? ¿Y si rechazo esto y resulta que ÉSTE SÍ era el proyecto? ¿Y si luego de verdad la peta y el tren se ha puesto en marcha sin ti rumbo a pastos más verdes? Sería como cuando no compras la lotería en el trabajo y resulta que toca. Todos millonarios, celebrándolo, y tú sintiéndote el ser más gilipollas del planeta.
Pues yo ya me he curado de eso. Me curé cuando asumí que hay personas que sencillamente no tenemos suerte para ese tipo de cosas. La tenemos para cosas que quizá sean más importantes, pero no para eso.
Cuando me insisten para que compre lotería en el trabajo siempre contesto lo mismo: Si toca no me va a dar rabia. Porque sé que si yo también la hubiese comprado, no habría tocado. El Cosmos habría funcionado de forma diferente.
Con las colas lo mismo: Cuando tengo que elegir una cola u otra en el mostrador de facturación del aeropuerto o en el supermercado me coloco en la que tengo más cerca, con una tranquila resignación. No necesito elucubrar como Vizzini con el veneno en "La princesa prometida". Ya tengo la certeza de que la cola que yo elija, sea cual sea, tardará más. Aunque haya menos gente. Los dados con los que juega Dios están trucados. Sucederá algo. La cajera será retrasada y no encontrará los códigos de barras de las cosas, o se estropeará la máquina de no sé qué, o habrá que cambiar el rollo de papel de los tickets, o tendré delante a una anciana que se empeñará en pagar con moneditas de cobre.
¿Por qué? Misterios de la vida. Yo creo que la suerte, en gran medida, nos la granjeamos nosotros mismos con decisiones inconscientes, y si no la tenemos es porque en el fondo no creemos merecerla, o porque la parte más sabia de nosotros mismos decide que aún no estamos preparados para asimilarla. Va llegando poco a poco, conforme tenga que llegar. No conviene regar demasiado a ciertas plantas.
Lo bueno de eso es lo que mencionaba un poco más arriba: La tranquila resignación.
Lo bueno de eso es que te regala una filosofía de vida: De pronto tienes claro que el correr tras un tren o rechazarlo no debe depender de especulaciones inciertas. No pienses en objetivos, ni en promesas. Métete en los proyectos no por los beneficios que te puedan reportar en un futuro, sino por las satisfacciones que te van a reportar MIENTRAS trabajas en ellos. Métete porque la historia te hace cosquillitas en el estómago, o porque ves ahí la oportunidad de currar con gente con la que te apetece compartir esa experiencia, o porque estar ahí te servirá para aprender algo que deseas aprender. O simplemente porque te sientes feliz mientras lo haces, satisfecho.
La vida hay que disfrutarla AHORA. Mañana podemos estar muertos. Imagina la cara de gilipollas que se nos quedará si la muerte nos sorprende invirtiendo a largo plazo en un futuro lejano, indefinido. Eso sí que sería como perder todos los trenes a la vez.
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2 comentarios:
Me ha encantado esta reflexión. Estoy totalmente de acuerdo, a mí también me ha tocado sufrir ese tipo de cosas, y ya lo haces por lo que tú decías, me apetece pasar este tiempo con esta gente, voy a aprender algo...no por posibles oportunidades futuras. Me gusta mucho tu clarividencia, Juanjo. Un abrazo.
Muchísimas gracias! Ésta es vuestra casa!
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