martes, 5 de enero de 2010

YO. FUERTEVENTURA. LOST TEMP 5.

He leído por ahí que si actualizo esto alguien que me importa lo verá con buenos ojos. Y eso es una muy buena excusa para volver a escribir aquí.

Si últimamente tardo tanto en actualizar es porque tengo la sensación de que sólo me nace contar cosas que no interesan a nadie.

Aunque es difícil predecir qué cosas van a interesar a la gente y cuáles no. Si ese tipo de cosas fuesen tan predecibles como yo quisiera, Belén Esteban se moriría de hambre (o se nutriría de lefa)

¿Qué intento decir con todo esto?

Que voy a hablar de mi vida. Y nada más. Modo "diario de adolescente" activado. Si alguien entró buscando temáticas trascendentes intentaré contentarle en un futuro. Pero hoy no es el día. Lo siento.

Y eso de mi vida, ¿en qué consiste?

Pues, para empezar, en unas vacaciones que se acaban. Mañana es mi último día en Fuerteventura y luego lo de siempre: Un par de aviones que (si Dios quiere, y si a Iberia le sale de los cojones) me volverán a llevar a Donosti.

No me da demasiada pereza volver al trabajo. Soy consciente de que el noventa y nueve por ciento de la población desearía escupirme por pronunciar esas palabras, pero qué se le va a hacer. No me malinterpretéis: Con gusto me quedaría otro par de semanas en mi isla, pero he de reconocer que (dentro de lo que cabe) trabajo en lo que me gusta. Y con muy buen ambiente laboral.

Las estancias en mi isla son cada vez más extrañas. Me he dado cuenta de que últimamente, cada vez que regreso a Fuerteventura, se me echan encima un montón de miedos, inseguridades y complejos infantiles que creía haber dejado atrás hace siglos.

Es como cuando los personajes de Stephen King vuelven a Derry.

Es como si, de alguna manera, hubiese evolucionado a base de quitarme lastres de encima. Y como si, en lugar de destruir dichos lastres, hubiese estado usando esta isla a modo de trastero para almacenarlos.

Y cada vez que pongo un pie en la isla, la boca de la cerradura del trastero me susurra: "Recuerda que esa ligereza que te ayuda a deambular por el mundo no es real. Exceso de equipaje en tu existencia. Todas esas piedras que pensabas haber sacado de tus bolsillos no se perdieron en la nada. Están todas aquí. Esperándote. Recordándote que el suelo de tu casa está limpio porque escondes la mierda debajo de la alfombra."

Adoro mi isla.

Adoro sus paisajes y su tranquilidad e incluso esa sensación de estar pisando un terreno más antiguo que cualquier problema que se nos pueda pasar por la cabeza.

Pero si hay algo que cada vez me cuesta más soportar en esta isla, es la gente. Evidentemente, no me refiero a la familia, ni a los amigos. Me refiero a lo otro. A ese ruido de fondo que llamamos "gente".

Fuerteventura siempre tuvo esa ventaja/inconveniente de los sitios pequeños. Sientes que todo el mundo te vigila. Todos cotillean. Todos se preguntan por todos.

Eso podía considerarse agradable antaño, en el ya extinto siglo XX. Pero en los últimos años la isla ha experimentado un crecimiento abyecto y (peor todavía) insuficiente. Porque en estos momentos Fuerteventura se encuentra en ese incómodo término medio: Lo suficientemente pequeña para saber que en cada esquina puedes toparte con alguien conocido; lo suficientemente grande para encontrarte a un desconocido en cada esquina. El resultado es un estado de paranoia constante. Porque cada vez que uno sobla la susodicha esquina, se cruza con alguien que te mira de forma rara. Y la cara de ese alguien te suena, pero no le conoces. ¿O sí le conoces pero ya no te acuerdas de él? ¿O acaso te suena porque piensas que en un sitio como éste te debería de sonar? Eso de no saber si conoces o no a la gente que se cruza contigo y que te mira es algo muy, muy chungo. No suelo entrar a muchos bares en Fuerteventura, pero(/porque) cuando lo hago experimento lo mismo que esos forasteros de las películas de Oeste. Cruzas el umbral y te aborda la sensación de que un par de conversaciones se han detenido, de que diez pares de ojos se prenden de tu silueta y no te sueltan.

La magia se ha perdido. Ya no es la Fuerteventura de hace quince años. Tampoco es ese anonimato de las grandes ciudades, en la que si te encuentras con alguien conocido, el propio sabor a improbabilidad del encuentro lo torna en algo mágico.

Al final acabo convirtiendo mi casa en una especie de torre de marfil, y en ella me atrinchero.

¿Qué más contar?

Que esperaba (como siempre) aprovechar estos días de tiempo libre para avanzar en mis proyectos creativos. Estoy rodeado de amigos que lo han conseguido. No ha sido mi caso. Exceptuando un par de dibujos y un par de abortos de secuencia de guión, mis vacaciones de navidad han sido aparentemente estériles. No obstante, ese hecho me ha agobiado muchísimo menos que las veces anteriores. No sé si eso es bueno o peligroso, o si es peligroso porque es bueno, o si es bueno de lo peligroso que es.

Entonces, ¿en qué he inverido mi tiempo libre? Pues en cumplir con todas esas obligaciones navideñas tan cansinas como ineludibles, y en ver a gente, y en solucionar una asignatura pendiente que arrastraba desde hace varios meses:

Verme la quinta temporada de Perdidos.

¿Qué puedo contaros de mi experiencia con esta temporada 5? Pues que sigo enamorado de Juliette, que me sigue fascinando Benjamin Linus, que sigo teniéndole muchísimo cariño a John Locke, que Kate sigue siendo la más guapa de todas, que con Hurley me siguen entrando ganas de pegarle un puñetazo en un segundo y de darle un abrazo al segundo siguiente y quedarme mil horas escuchando sus conversaciones con Miles, que (al igual que Kate) echaba de menos al Jack de antes, el que estaba obsesionado por arreglarlo todo, que Richard me sigue inspirando tranquilidad, que Jin y Sun me aburren a pesar de lo bienísimo que me caen, que invitaría a Sawyer a cien cervezas, que Daniel Faraday me sigue recordando a Neil Patrick Harris (con todo lo bueno que eso conlleva), que me sigue inpirando mucha envidia (de la sana) la relación de Desmond y su Penélope, que Iliana ñaam, ñammm, ñaaammm y muy digna sustituta de Michelle Rodríguez, que confiaría mi vida a Sayid, que estaba empezando a fall in love with Charlotte y de repente...

Pero hasta ahora he hablado de mis sentimientos hacia los personajes, y eso es algo que ya venía labrado de temporadas anteriores. Ahora me veo obligado a tratar el asunto escabroso: Las tramas. ¿Cumplen expectativas?

He de decir que durante los primeros capítulos de esta temporada cinco me sentí (por enésima vez) estafado. El hilo conductor tenía un no sé qué de caballo sin nadie que lo guiase tirando de las riendas. Luego, poco a poco, lo que se me antojaba un cuadro diseñado por un chimpancé se empieza a parecer a un puzzle en el que unas cosas encajan con otras (u otras cosas con unas, por aquello de trastocar el orden temporal, ustedes ya me entienden). Conforme avanza la narración, me quedo con la sensación de estar recibiendo explicaciones convincentes, pero decepcionantes.

Me refiero a que... ¡Joder! Esta serie empezó levantando unas expectativas acojonantes y conforme avanzan las distintas temporadas, da la sensación de que los guionistas se encuentran de repente con un chocho acojonante. Arrancaron demasiado fuerte y empezaron a manejar más ingredientes de los que cabían en la receta culinaria. Y así están desde la tercera temporada, como funambulistas estresados, intentando atar ciertos cabos e inventándose nuevas cortinas de humo para distraer nuestra atención mientras averiguan cómo coño atar los cabos sueltos y fingen ignorar el hecho de que las nuevas cortinas de humo generarán una decena de nuevos cabos sueltos. Y a eso le sumamos otra tercera generación de cabos sueltos necesaria para alargar el asunto, marear la perdiz, meter elefantes en el interior de boas constrictors... para lograr que la broma pueda durar seis temporadas.

¿Qué sucede al final? Pues que los guionistas (que en mi opinión, y a pesar de todo, están haciendo un trabajo excelente) no tienen más remedio que llevar la trama por derroteros que ya hemos visto veinte veces en el cine y la literatura de ciencia ficción. Que Lost acaba siento como ese colega que viene y te dice: "¡Ey, tíos! ¡La noche es nuestra! ¡Vamos a quemar la ciudad! ¡Estaremos de juerga hasta el amanecer!" y luego, en mitad de la noche, se desinfla, se da cuenta de que no tiene fuerzas para aguantar tanto... y empieza a balbucear: "Bueno... En esta zona los garitos cierran a las tres, así que a esa hora cada mochuelo a su olivo y Dios en el de todos..."

A estas alturas casi me atrevería a aventurar qué partes de la trama de Lost fueron concebidas desde el principio y qué partes son fruto de la maravillosa improvisación de los guionistas a la hora de tapar agujeros sobre la marcha, estirar chiches, inventar salidas de emergencia en callejones sin salida.

Ojalá esa sexta y última temporada consiga sorprenderme. Ojalá la última temporada de la serie está a la altura de las dos primeras (que para mí siguen siendo las mejores hasta la fecha). Ojalá tenga que tragarme la mitad de las palabras de esta entrada.

Pero qué queréis que os diga... A juzgar por el rumbo que parece haber tomado la trama, a juzgar por los veinte referentes similares que le vienen a uno a la cabeza mientras ve la serie, a jugar por la cantidad de tiempo que han tenido los habitantes del cyberespacio para prever y considerar todas las hipótesis posibles... Lost lo tiene muy, muy difícil para sorprender a estas alturas.

Creo que es una gran serie. Pero temo que se esté ahogando en su propia grandeza.

5 comentarios:

Cata dijo...

Conozco esa sensación de la que hablas, por un lado es como si todo hubiera quedado estancado, por otro, ya no te ubicas allí. Da igual, siempre será TU isla, y siempre querrás volver...
En cuanto a tu no creatividad durante las vacaciones, yo creo (y confío) en que simplemente estás tomando fuerzas, verás que luego, cuando no lo esperes, todo sale de golpe! (siempre suele ocurrir así)
Un beso gordísimo, y ojalá los capullos de iberia por una vez se porten!

Juanjo Ramírez dijo...

Hola! Lo de la no-creatividad casa vez me obsesiona menos. Lo dejo estar. Y lo otro... pues sí, es ley de vida. Un abrazo!!

Pal dijo...

No te voy a decir lo de casi todos los días porque ya me repito y porque a estas alturas tu ya lo sabes de sobra. A parte: Gracias

Ah, y Lost nos va dejar a todos con las bragas por los suelos (eso o quemo a los guionistas)

Kike dijo...

¿No has visto Solomon Kane al final?

rafa aw dijo...

Menos mal que no sigo todas esas series que os gustan tanto... me volvería loco si encima me hago fan de ellas.

Pero eso de Lost es igual que Vuelo 714 para sidney.