Escribo desde mi adorada Fuerteventura. He venido un par de días a ver a la familia, reencontrarme con gente importante, dar achuchones a mi perro, beber cerveza Tropical... Cargar las pilas, en general.
Desde que llegué a esta isla (a los tres años de edad) nunca había estado tanto tiempo fuera de ella. Llevaba cinco meses sin pisarla, y creo que de alguna manera necesitaba regresar. Fuerteventura es distinta al resto de lugares en que he vivido. Es una isla donde el tiempo late a otro ritmo, donde el sol ilumina de una manera distinta y donde incluso el aire tiene una textura y un olor diferentes. Eso es lo primero que uno nota al salir del avión. Supongo que así es el aire africano.
Dentro de unas horas cojo el avión de regreso acompañado por un libro prometedor del que os hablaré más adelante.
Porque en primer lugar quiero hablaros del libro que me acompañó en el viaje de venida: Langoliers, del gran Stephen King. Llevaba años queriendo leer esta novela (que se edita, junto con La ventana secreta, en un recopilatorio titulado "Las dos después de medianoche") pero parecía haber desaparecido de todas las librerías del planeta. Probablemente estuviera descatalogada y ahora alguien ha decidido reeditarla, porque el otro día entré en la Fnac de Donosti y me di de bruces con un estante lleno de ejemplares. Compré uno sin dudarlo, y lo he devorado.
Me ha encantado. Una de las mejores cosas que he leído de Stephen King, que ya es mucho decir. Y es que King es un autor irregular, pero siempre honesto y talentoso. Y en la mitad de las novelas que le leo acabo desertando a la mitad, pero cuando me conquista, me conquista más que nadie.
En Langoliers, camuflándose bajo una sencillez conseguidísima y una aparente falta de pretensiones, Stephen King demuestra una vez más su maestría a la hora de definir a sus personajes, a la hora de hacerlos creíbles, a la hora de sumergirlos (junto al propio lector) en un mundo que casi se podría tocar. Escrito con esa prosa sencilla y directa habitual en el autor, salpicada de metáforas adecuadas, pertinentes, bien engrasadas, lo suficientemente inteligentes para no brillar más de lo necesario.
Aunque la novela genere un hechizo que te impide parar de leer, el ritmo es más bien lento, incluso agónico. Las cartas se van desvelando sobre la mesa de forma tan paulatina y redundante que la trama resulta predecible a corto plazo. La mente del lector siempre va dos o tres pasos por delante de la de los personajes. Pero creo que es algo pretendido por el propio King y, de hecho, una constante en su literatura: Stephen King suele escatimar en elipsis. No nos ahorra nada, ni siquiera lo más trivial. Si un personaje tiene que ir a afeitarse, nosotros nos vamos al baño con él, y asistimos a los pensamientos y a las sensaciones que tiene el tipo en cuestión mientras se afeita. Un escritor más dinámico nos habría ahorrado ese trozo, y habría ido directamente a lo "importante". Como resultado, los ritmos de King pueden llegar a ser desesperantes, pero en cierto modo es un precio que hay que pagar para que los personajes cobren consistencia, para que lector llegue a conocerlos del todo, a sentirlos reales, a empatizar con ellos. Eso es lo que hace que dichos personajes nos importen hasta el punto de saltar de la silla con dolor si el personaje muere, o saltar de alegría si se salva.
Y es que Stephen King demuestra una capacidad de empatía acojonante a la hora de tratar a sus personajes. Como resultado de ello, en esta novela encontramos uno de los mejores "villanos" que he leído en mi vida.
Pero lo bonito de Langoliers es que no se trata solamente de una novela de intriga, ciencia ficción y aventuras. También es un poema, una gigantesca alegoría, sencilla y eficaz, haciendo referencia a realidades casi metafísicas que cualquier ser humano siente en sus propios huesos, día tras día. En ese sentido, Langoliers (al igual que IT - novela escrita, si no me equivoco justo el año anterior) es un Stephen King que aprendió a soñar a la manera de Ray Bradbury.
Eso sí: Los que tengáis miedo a volar, no hagáis como yo. Langoliers no es la clase de libro que se deba leer en un avión. Aunque reconozco que leerlo a 10.000 metros de altura es una experiencia única, similar a la que debió de sentir Bastian en La historia Interminable.
Por cierto, que cuando uno lee Langoliers tiene la sensación de que está (una vez más) ante un referente que pudo influir muy mucho a J.J Abrahams a la hora de crear su serie Perdidos (según mi hermana, para ser "guay" hay que decir "Lost" en vez de "Perdidos") La cantidad de ingredientes comunes entre esta novela de 1990 y la serie de Abrahams es para pararse a pensarlo. Y, según tengo entendido, Abrahams no niega la influencia del maestro King en la serie, del mismo modo en que King no oculta su admiración hacia Lost.
Cuando me terminé la novela, fui a imdb a informarme sobre el telefilm de 1995 cuya existencia conocía de refilón. ¡Grata sorpresa descubrir que la peli en cuestión está dirigida por Tom Holland - que hace años me conquistó con esa exquisitez llamada "Noche de miedo" - y protagonitada - entre otros - por David Morse!
Y ahora hablaré del libro que me llevo para el viaje de vuelta. Empecemos (¿por qué no?) por el principio. Me dirigí hacia el aeropuerto de Donosti con Langoliers ya empezado. Mi plan era comprar otra novela en el aeropuerto, por si acaso. Pero entonces el taxi que me llevaba al aeropuerto quedó atascado en una enorme caravana de coches que no habría tenido que estar allí. Resulta que la Policía Nacional estaba haciendo un control (en busca de algún etarra traspapelado, supongo). La cosa iba para largo, y me resigné a pensar que, dadas las circunstancias, lo más probable era que perdiese el vuelo.
En mi certeza de que todo el Universo gira en torno a mí, deduje que aquel incidente significaba algo. Por alguna razón que yo desconocía, no debía coger ese avión. No obstante, el atasco se disolvió en el último momento y llegué al aeropuerto por los pelos. Si no había perdido el vuelo, ¿qué razón de ser tenía aquel atasco surrealista? La respuesta me llegó de inmediato: Si hubiese llegado al aeropuerto de Donosti con tiempo de sobra, me habría entretenido mirando la limitadísima oferta de libros de bolsillo que hay allí, y habría terminado comprando un libro de mierda que me habría disuadido a la hora de buscar y comprar el libro que me aguardaba en el aeropuerto de Madrid; el libro que de verdad estaba destinado para mí.
Así pues, aterricé en Barajas y recorrí todas las librerías de la terminal en busca del libro adecuado. Pero intentar comprar el libro adecuado en las tiendas de un aeropuerto es un auténtico suplicio. Antes al menos siempre había un buen muestrario de libros de Stephen King, o Vázquez Figueroa. Ahora la mitad de la estantería está colonizada por libros de Paulo Coelho, y por el puto niño del pijama de rayas y otros pocos con cuyo rollito conecto igual de poco. No tengo nada contra la existencia de todos esos autores, pero me jode que no dejen espacio para alternativas en las estanterías.
Cuando me hube paseado por las tres o cuatro librerías del aeropuerto sin éxito alguno, volví a meterme en una de las anteriormente visitada, sin demasiadas esperanzas, pero diciéndome a mí mismo que quizá había pasado algún título por alto.
Y allí estaba. No sé cómo pude ignorarlo la primera vez, porque estaba allí para mí, sobresaliendo entre los demás porque alguien lo había entresacado para que asomase entre los otros lomos.
Objetos frágiles, de Neil Gaiman.
Una recopilación de relatos cortos.
Reconozco que Gaiman me suele saturar, pero en ese momento recordé las recomendaciones de Light Artisan, que sostiene que Gaiman se luce de verdad en "las distancias cortas" y que para disfrutarlo de verdad hay que descubrirlo en sus relatos cortos. Recordé también las entusiastas recomendaciones de Gonzalusky Darko. Y lo compré.
De momento sólo he leído el primer cuento, Estudio en Esmeralda, y me ha parecido una delicia. Una manera elegante de combinar a Conan Doyle con Lovecraft, condimentado con esa actitud tan de Neil Gaiman, a medio camino entre la iconofilia y la iconoclastia.
¡Seguiremos informando!
7 comentarios:
Es que eso es lo mejor de King, la forma en la que mete lo sobrenatural (o lo insólito) en lo cotidiano, pera lo cual hace bien en explayarse en el día a día de los personajes... Si la trama lo merece (cosa que no siempre pasa con King), se agradece saber hasta a qué hora van al baño los personajes, porque sentirás mucho más lo que les pueda pasar.
Mis novelas favoritas de King, curiosamente, no son de terror sobrenatural (una, ni siquiera es de terror): "Misery", "Cujo" y "El Cuerpo" (encontrable en la recopilación "Las Cuatro Estaciones"). Luego va "It", que es la hostia también, pero su longitud a veces va un poco en su contra (sobre todo por el terrible dolor de brazos que provoca a veces).
En cuanto a Gaiman, el viernes se estrena "Coraline", dirigida por Henry Selrick... En stop motion y 3D... Me apetece mucho, mucho...
Stephen King es un genio. Menos mal que te comiste el atasco. Si es que, como tu dices, las cosas no pasan por accidente.
Un saludete
A mi también me gusto mucho "Estudio en esmeralda", pero más como una efectiva parodia/homenaje que como un relato por sí mismo.
Respecto a Stephen King, he leido muy poco de él. Casi lo que más me gustó fué "La niebla".
PD: ¿Le gustará Stephen King y Neil Gaiman a Paula Cifuentes...?
César: Con respecto a Coraline, la novela me dejó más bien frío, pero todo el mundo me está hablando maravillas de la peli. Hace tiempo vi el trailer y me dio la impresión de que la peli me va a gustar más que el libro.
Chache: Sí! El mundo está embadurnado en magia!
Kike: En realidad apenas he leído relatos de Gaiman que me convenzan en su totalidad, pero muchos de ellos suelen tener piedras preciosas incrustadas. "La niebla" mola mucho. A mí me encantan "It", "Cementerio de animales", "Salems lot", ésta de "Langoliers" y alguna más en la que ahora no caigo. Pero me faltan por leer casi todas, en realidad.
Jeje. Langoliers es el único libro junto con Sidarta (o como se escriba) que me he leído de un tirón, puede que no sea la mejor novela del mundo pero sí es la que más me ha gustado, sencillamente me atrapó y me hizo vivir la experiencia más vívida que he tenido con un libro, sólo tengo que pensar en él y me sobreviene el recuerdo de lo que es estar en ese aeropuerto vacío, comiendo sandwiches pasados y cocacola desbravada.
El señor Toomy, Bethany, el escritor y el chico intentando entender qué está pasando. El primer momento en el que la niña escucha los "crispies" a lo lejos...
Y bueno, la alegoría de los langoliers en sí es una referencia que tengo grabada a fuego, así como las frases del padre del señor Toomy.
La peli no está nada mal dentro de que es un telefilme, pero fliparás con el casting que salvo excepciones está magistral, ojo a David Morse, a Dean Stockwell (MAESTRO) y a Bronson Pinchott (Valki) que hace un Toomy PERFECTO, de hecho no me permito pensar en el con otra cara ya.
Y ya te comenté lo de Gaiman, me sorprendió muchísimo en relato corto, muy ligero, nada embelesado ni pagado de su mundillo, muy bien escrito y sobretodo haciendo gala de un "menos es más" que no esperaba de él.
Abrazuskies!!!! (impresionante foto de fuerteventura)
y la foto es increible
Qué envidia... Minivacaciones en casa...
Stephen King... mmm... tengo que releer algo... Hace mil años que no cojo ningún libro suyo entre mis manos.
Abrazos, artista!
Publicar un comentario