domingo, 22 de febrero de 2009

TRECE AÑOS



¡No! A pesar del título, este post no va a tratar sobre colegialas menores de edad.

Es que de repente me he dado cuenta de que ya han transcurrido trece años desde que empecé a dedicarme a esto de la escritura de una manera medianamente seria (y once años desde que escribí mi primera - y lamentable - novela).

Si tenemos en cuenta que estoy a punto de cumplir treinta años, podríamos decir que llevo casi el 44% de mi vida intentando ser escritor, y aún no estoy seguro de haberlo conseguido. A veces me siento como esos exploradores que se pierden en la selva, y cuando llevan varios kilómetros caminando se dan cuenta de que están andando en círculos.

Intentar arreglar mis escritos es como llevar el coche al mecánico: Te arreglan una cosa, pero te joden otra.

Sigo peleándome con las reglas de la gramática, probando las mil y una maneras de colocar mal una coma, por si algún día suena la flauta y descubro una musicalidad inédita, experimentando con los signos de puntuación, con el orden de las palabras, con las estructuras de los párrafos... como el cocinero temerario que mezcla los ingredientes de manera imposible para llegar finalmente a la conclusión de que los experimentos con gaseosa y que si una receta culinaria no está inventada desde hace siglos es porque no resulta adecuada para el paladar humano y por lo tanto no sirve para nada.

A veces releo cosas que he escrito hace años, por aquello de analizar el camino recorrido con un pelín de perspectiva. A veces me parece percibir en ese camino algo parecido a la evolución. Cuando me vuelvo a asomar a algunos pasajes de mis novelas antiguas se me cae la cara de vergüenza, y creo que eso es bueno. Significa que, en efecto, algo habré aprendido en estos trece años.

Y aunque la cuestión de las listas me suele dar pereza voy a intentar confeccionar una, enumerando esos cambios, esas diferencias que percibo entre el Juanjo que empezó hace más de una década, y el Juanjo que continúa empezando a día de hoy:

- La mecánica de trabajo. Antes me dedicaba a "vomitar sobre el papel". Escribía sin parar, sin pensarlo demasiado, y sin ningún tipo de bloqueo. A veces tardaba una o dos semanas en escribir una novela de cabo a rabo. Nunca tardaba más de tres meses en terminar una, y cuando me demoraba tanto era porque surgía alguna circunstancia de trabajo que me obligaba a interrumpir la escritura durante muchos días. Evidentemente, cuando uno tarda tan poco en escribir una novela el resultado apesta a descuido y a fogosidad amateur. Pero una cosa sí está clara: Antes me divertía escribiendo. Antes, de hecho, escribir era la cosa más maravillosa del mundo. Ahora, sencillamente, no.

- Las tijeras de podar invisibles. Cada vez soy más enemigo de las frases retorcidas, rocambolestas. Evito las oraciones compuestas en la medida de lo posible. Sobre todo las subordinadas. Sencillez, claridad y concisión ante todo. Sacar la guillotina y amputar todo lo supérfluo. Fuera todas las florituras, los adjetivos innecesarios, al carajo las frases redundantes; aquéllas que (valga la redundancia) no hacen otra cosa que repetir lo dicho anteriormente (síntoma inequívoco de inseguridad, de miedo a no haberte sabido expresar con eficacia la primera vez). Salvo en contadísimas excepciones (normalmente relacionadas con cuestiones casi musicales) si puedo decirlo con menos palabras, lo digo con menísimas.

- Porque aunque resulte paradójico, cada vez confío menos en las palabras, y cada vez encuentro menos verdad en ellas. Repescando un concepto de uno de mis cuentos antiguos: "Las cosas que de verdad importan se esconden entre los huecos que separan las palabras". Pero claro, para que existan esos huecos, hay que siluetearlos con las malditas palabras...

- Ahora rehuyo de todos aquellos topicazos que uno incluye en sus primeros relatos y novelas, alentado por una ingenua sensación de estar descubriendo la pólvora. Creo que soy más consciente de que la pólvora lleva siglos inventada y la única manera de ser original es ser honesto y, por lo tanto, auténtico. Intento mancharme más las manos cuando escribo, y aunque ser honesto no signifique ser autobiográfico sí se reflejan en mis escritos actuales todas esas dosis de cinismo, escepticismo y desengaño que a lo largo de estos trece años me han ido esculpiendo como soy, porque...

- El barro le ha ganado la batalla a las nubes y tengo la impresión de que cuando me siento ante este ordenador no es el ángel quien escribe, sino el simio o incluso el cocodrilo. La oscuridad se ha ido apoderando de todo y, si bien cuido el estilo literario de una manera más racional que antaño, las temáticas sí se han vuelto primitivas, viscerales. Las hadas cada vez tienen menos cabida en lo que escribo, a menos que se dejen follar por el culo.

- Intento no abusar de los puntos suspensivos. En mis primeros tiempos los usaba muchísimo, pero con el transcurso de los años a uno le acaba dando la impresión de que se trata de un signo de puntuación titubeante, lánguido... una manera de expresarse... de quien no pisa firme en este mundo... Y quizá también les he cogido manía porque me recuerdan a aquella época remota, a aquel torpe (incluso más torpe que hoy en día) aprendiz de escritor. Mi actual cruzada en pos de la claridad me lleva a usar sólo puntos y comas. Los puntos suspensivos, dos puntos, punto y coma... son invitados ocasionales que sólo uso en momentos muy concretos.

- Sigo siendo impaciente. Pero antes la impaciencia me obligaba a escribir día y noche para terminar las novelas cuanto antes. Me agobiaba muchísimo pensando (en un alarde de neurosis) que si me moría en ese momento, nadie sabría cómo continuaría y terminaría lo que llevaba escrito. Hoy día tengo bastante claro que no tiene demasiada importancia que el mundo sepa o no cómo termina una novela inacabada. Y eso hace que mi impaciencia adopte otra forma, y en lugar de azuzarme para terminar lo que he empezado, hace que me canse a las diez páginas, o a las veinte, o a las cincuenta... y así se me van acumulando novelas inconclusas.

- Antes me negaba a revisar y corregir lo que escribía. Tenía la extraña obsesión de que no debía retocar algo ya escrito. Cada obra debía ser una instantánea, un paisaje impresionista, un reflejo exacto del tiempo y el momento vital en que había sido escrita. Ahora, sin embargo, soy amigo de las revisiones y las correcciones (sobre todo en lo que a estilo se refiere). Pero sigo siendo muy perezoso a la hora de corregir. Odio eso de volver a caminar por un terreno en el que ya están impresas las huellas de mis pies. Hay gente que disfruta con las segundas y terceras versiones. Yo, aunque las considere convenientes, sigo odiándolas.

- Antes escribía para comerme el mundo. Ahora escribo en una especie de patético intento de que el mundo no me devore a mí.

Y eso.

14 comentarios:

El chache dijo...

Pues bueno, aqui tienes una persona que no es que piense que la forma que tienes de escribir sea impresionante, sino mas alla.
Un saludete

Álvaro AM dijo...

Ojalá dentro de 13 años pueda decir que llevo todo ese tiempo intentando escribir. Ojalá dentro de 13 años pueda decir que llevo 13 años sin tirar la toalla, aunque a veces parece que se resbale de las manos sudorosas. Como tú.
O por lo menos, me gustaría que mi vida de escribidor (para evitar la de escritor)me llevase por tantas fases como a ti, y que en alguna de ellas me acercase un pelín a esa locura de letras vomitadas sobre el papel de la que hablas. Quién sabe, a lo mejor mi evolución sea contraria a la tuya. Y así, si tu pasaste de escribir impulsivamente a moderarte yo pase de la hipermeditación antes de escribir a la excreción total. Ya te contaré (o te escribiré)jajajajaja.

Anónimo dijo...

Madre nuestra...

Mi hermano y yo hemos sentido miedo al leer este post.

Tenemos los mismos síntomas que tú. Y casi la misma edad.
No hace falta ser muy avispado para pensar que el diagnóstico de la enfermedad que probablemente suframos los 3 podría ser el siguiente:

ENVEJICIMIENTO.

Pero envejecimiento del malo, del de espíritu.

Y no debemos permitirlo. Ninguno de los 3. Tú, porque ya llevas un trecho recorrido, has enfocado tu carrera profesional en esa dirección e incluso has dirigido una película bastante interesante. Nosotros, por todo lo contrario: porque jamás nos decantamos por ese camino y la escritura para nosotros es una afición al margen de nuestra carrera científica.

Pese a estar en situaciones tan diferentes, los 3 sufrimos del mismo mal. Y no hay derecho.
Investigando, investigando, hemos descubierto algunas posibles curas/vacunas contra ese hastío que se intuye en tu texto. Es un MANIFIESTO. Y dice así:

1. Escribiré por placer. Para darme el gusto. Como forma de masturbación mental. Eyacularé letras. Trataré de no manchar con ellas a nadie.

2. Escribir me hará feliz. Una vez ya me hacía feliz. Ahora puede volver a hacerlo. Cuando no sea así, me esforzaré para que así sea. Haré tanta fuerza para ser feliz escribiendo, que a veces incluso se me escapará algún pedo. Ese pedo olerá a tinta de impresión.

3. Mientras escribo, no pensaré en lo que los demás quieren leer. Pensaré en lo que me gustaría leer a mí. Ese será el camino. Porque los gustos de los demás no son tan distintos de los míos, incluso se parecen más a los míos de lo que a mí me gustaría.

4. No perderé la ilusión ni la inocencia. Me encontraré con malas personas, pero no me pondré a su altura, no seré como ellos. Yo seré feliz y ellos se joderán en su amargura. No dejaré de sonreír.

5. Repetiré siempre este lema: "Si no lo creo, no lo veo". Si una historia no me entusiasma, si no me emociona, si no me intriga ni me interesa, ¿para qué plasmarla en un papel? ¿A quién entusiasmará, emocionará, intrigará e interesará, si ni siquiera entusiasma, emociona, intriga e interesa a su autor? Quizás escriba menos pero lo que escriba, será mejor.

6. Estos cinco artículos se resumen, de momento en dos: "Seré un buen tipo que escribe y no un escritor a punto de perder la fe".

Comienza la batalla.
Saludos dobles.

PDs:
1. Perdón por la extensión.
2. No es que te estemos persiguiendo, no te preocupes (jeje). Es que, mientras imprimíamos otro de tus relatos de las NANAS..., hemos pinchado en no-sabemos-dónde y hemos llegado aquí. Somos fans, pero ni tanto, ni tan peligrosos.
3. Este comentario se autodestruirá en 4... 3...

Anónimo dijo...

Coño, hoy mi hermano y yo hablamos por los codos.
La técnica en la escritura mejora con los años porque se entrena, se practica. Hay épocas en los que los puntos suspensivos son "lo más" y de repente vas y te haces, sin saber cómo, fan de los punto y coma. A veces quieres ser minimalista y escribir frases cortas como los escritores yankis o como Ray Loriga y Benjamín Prado y otras piensas que el colomo de la belleza es una de esas frases que ocupa un párrafo del tamaño de tu cabeza, como en las novelas de Thomas Mann.
El estilo define, encuadra, es importante decidir cuál utilizar según el género, la trama o el tema. Es una parte más. Pero en el fondo, allá abajo, está la IDEA, la historia. Y esa nace de la necesidad de contar, de la ilusión por decir algo, del vicio de generar sensaciones en los demás. El estilo hay que cuidarlo, pero sin olvidarnos que sólo es el maquillaje que le ponemos a la verdadera protagonista.

A ver si cuelgas pronto otro relato, que el último fue la repanocha.

Juanjo Ramírez dijo...

¡Cuánto comentario en una sola noche! ¡Así da gusto!

Chache: Gracias por tu apoyo INCONDICIONAL! Ya sabes lo que me anima!

Yo soy aquel: Supongo que aguantar 13 años es fácil cuando de verdad te gusta lo que haces. Es lo que yo intento: No perder la ilusión por ello.

Rincha, Relincha: Tranquilos, que no me siento perseguido por la red, y también sois muy bienvenidos en este otro blog. Sí es posible que lo nuestro sea envejecimiento del chungo, pero también estoy yo en fase de querer revertir el proceso, y de sentirme preparado para ello. Vuestro manifiesto es una buena forma de empezar. Comparto lo que decís y me dispongo a ponerlo en práctica.

Intuía que érais científicos. Os expesáis con una precisión (bastante elegante) muy común en los hombres de ciencia.

Mi tendencia a las frases cortas y sencillas supongo que está condicionada por esto de dedicarme al audiovisual. En este sector se tiende a transmitir el mensaje de forma más clara y más directa, porque normalmente el receptor sólo tiene una oportunidad para captarlo, entenderlo y digerirlo. Eso lo acostumbra a uno, o lo malacostumbra, o vete tú a saber.

Este es el blog que actualizo con más asiduidad, el "de todo un poco" pero cuando vuelva a escribir relato lo encontraréis tanto en este blog como en el otro. Suelo colgarlos en ambos a la vez. Tengo un par de ideíllas para nuevos relatos. ¡A ver si tengo tiempo y energias para sentarme un rato y... cristalizan en historias!

Un abrazo

Anónimo dijo...

Betty a vuelto!!! igual es una señal.
Supongo... no tengo ni idea, pero supongo que escritor se es, y una vez que decides serlo ya lo eres para siempre. Y serán trece, catorce, quince... sesenta, y seguirás pensando que podrías hacerlo mejor.
Eternos insatisfechos. Eso no es malo, solo parte de la evolución.
Pero (y siempre hay un pero) me jode que seas tan cruel con tus primeras novelas, me jode porque me sale la personalidad madre y pienso... son como hijos primerizos, a los que no deberías rechazar solo porque ahora hagas mejor las cosas.
Y deberías escribir para ti, porque a los demás va y resulta que nos encanta lo que escribes.
Y he intentado no poner muchos puntos suspensivos, pero no puedo evitarlo... :p
pd- aunque te empeñes en que no, siempre tienes un punto luminoso, y si no solo hay que leer la etiqueta.
LLeva a un sitio.
Besazo!

Anónimo dijo...

Siento el olvido de la h de "ha"... una vez suspendí un examen por esa falta de ortografía... debería ser mas cuidadosa!
(y puntos suspensivos)

Juanjo Ramírez dijo...

En el fondo les tengo cariño a esos hijos primerizos, Cata. Pero no me los llevaría a una fiesta :P

Pero bueno, en general sí que estoy luminoso últimamente, a pesar de tanto análisis depresivo y cínico :P

Abrazos!

Anónimo dijo...

Yo llevo más de 15 años intentado ser director... La mitad de mi vida... Y de serlo al margen de todo y de todos: haciendo lo que quiero, como quiero y cuando quiero.

No sé si te servirá de consuelo, pero tú estás mucho más cerca de ser un "escritor de verdad" de lo que estoy yo de ser un "director de verdad".

Y como sé que vendrás con que sí que soy un director, con que me menosprecio y bla, bla, bla, pues te digo que ahí lo tienes: que si crees que no lo estoy haciendo mal, pues que tú menos.

Ahora, como vengas a ratificar este momento de crisis que sufro en mi 31º cumpleaños, pues date por jodido.

Anónimo dijo...

¡Ah! Y me doy por aludido con lo de "hay gente que disfruta con las segundas y terceras versiones" ;)

Anónimo dijo...

En fin, yo soy de las que vomitaban y siguen vomitando cuando escribo. Me siento incapaz de repasar lo escrito más allá de algunas correcciones gramaticales y es que, me aburriría y terminaría rompiéndolo o mandándolo a la papelera de reciclaje. Tanto estilo y parafernalia llegan a "distraer" muchas veces al lector y terminan fijándose más en ese estilo que en el fondo.
Tú escribes muy bien Juanjo, además, por mucho que te empeñes a la hora de publicar una novela siempre habrá gente dedicada a corregir tu escrito, eso en cuanto a novelas se refiere.
Sobre escribir un post, por ejemplo, se nota cuando alguien se ha tomado más la molestia en gustar que en comunicar y, sinceramente, yo prefiero lo segundo, no quiero decir con esto que lea faltas de ortografía, o ausencia de acentos, pero de éso a rebanarse los sesos para hacer un texto y enmarcarlo, va un abismo.

No sé si me habré explicado bien jeje
Un abrazo.

Juanjo Ramírez dijo...

César: Te lo respondí el otro día, pero se ve que no se publicó. Decía que entonces los dos somos de verdad, pero yo soy un año y diez días más joven, asín que chincha rabiña! ;P

Ciudadana: Muy de acuerdo! Te has explicado a la perfección :D Sí es cierto que muchas veces se echa de menos autenticidad en los escritos de mucha gente. Es algo en lo que intento no caer...

Abrazos!

Anónimo dijo...

Juanjo, no nos engañemos: escribimos pa follar. Esto es así. En realidad me identifico mucho con las cosas que dices, sin embargo, para mi la escritura es un acto visceral porque no escribo para nadie que no sea yo mismo (y Mito)suele ser como cuando los búhos escupen esa pelota de pelo y huesecitos de roedores. Algo que hay dentro y necesito sacar.
Creo que no busco evolucionar en mi escritura aunque padezco muchos síntomas que identificas en tu pasado, simplemente mi escritura evocuciona en cuanto evoluciono como persona. Todavía soy jóven. Déjame evolucionar tranquilo!!!!

p.d: qué grande el sketch de las Rancheras!!!!Dios!!!


y volver, volver vooooolveeer!!

Juanjo Ramírez dijo...

Yo no escribo pa follar, Íñigo. ¡Yo escribo pa que me la chupen! :P

Sí es cierto que al final evolución de escritura y evolución como persona van unidas.

Muy grandes esas rancheras. "Con dineeero y siiin dineeeroooooo..." Y el emo de Diego triunfó! Y ese Jonan con el cerebro tó ciclao no te confundas Saruman que te meto! :P