
"Soy demasiado viejo para esta mierda."
Célebre frase de
Danny Glover en
Arma Letal, "recientemente" homenajeada en esa pedazo de sitcom que es "
Cómo conocí a vuestra madre".
No encuentro una manera mejor de expresar esa sensación que me gobierna últimamente: Emitiendo en riguroso directo desde el tuétano de mis mismísimos huesos.
Esta semana confluyen en la cartelera dos de mis mitos más venerados y arraigados:
Tim Burton y
Lewis Carroll.
Se trata de una combinación que debería ponérmela dura y abrir de par en par las caja fuerte que custodia mis orgasmos.
Y sin embargo, el sentimiento dominante que me ha acuciado desde que oí hablar de ese proyecto es... la pereza. Muchíiisima pereza.
Ya quedaron atrás aquellos tiempos en que me desmayaba de emoción cada vez que
Tim Burton anunciaba un nuevo proyecto.
¡¿Qué cojones estás haciendo, Tim Burton?! ¿¡Qué tenemos que hacer tus (in)condicionales para que vuelvas a volcarte en algo que no sea remake de ninguna otra cosa!? ¿Dónde hay que firmar para que hagas otro Bitelchús u otro Eduardo Manostijeras u otro Ed Wood u otro Big Fish?
Últimamente tengo la sensación de que "alguien que me odia" le ha dado a
Tim Burton una lista de mis escritores favoritos y le ha animado a hacer "remakes" para joderme la vida. Primero Roald Dahl, ahora Lewis Carroll. ¿Cuál será el próximo? ¿Allan Poe? ¿William Goldman? ¿Espronceda? ¿Ray Bradbury?
El caso es que (regresando al meollo del asunto) llevo varios meses sintiendo una mezcla de curiosidad y miedo cada vez que oigo algo sobre el
Alicia de
Burton. Y conforme llegaba la fecha del estreno, el miedo y la curiosidad se aglutinaban en un solo sentimiento. Y ese sentimiento era... PEREZA.
Y os aseguro que es muy jodido (y te hace plantear muchas cosas) eso de que te dé pereza una película que unifica la visión de dos de los artistas que más han condicionado tu formación como "tipejo que se dedica a esto".
No me malinterpretéis. No he dado la espalda a las fronteras del país de
Nunca Jamás. Dichas fronteras no combinen con mis gafas de pasta, ni con mi jersey de cuello alto. El imbécil que soy últimamente llegó al orgasmo con la última delicia kafkiana de
Polanski y se relame mientras busca la manera de poder disfrutar de la última gamberrada de
Luc Besson.
Y es ese mismo imbécil el que bajó hoy hasta el centro de su ciudad y pagó una entrada para ver el "Alicia en el País de las Maravillas" de Tim Burton.
Me daba pereza. Bastante pereza. Pero era mi deber. Era Tim. Era Lewis.
El caso es que compré la entrada con una hora de antelación. Y llevaba en mi bolsillo ese e-book que compré recientemente. Y en ese e-book tenía como lectura "predilecta" El Cartero de Bukowkski. Pero Bukowsky me estaba estimulando tan poquísimamente poco como estimularía al
Doctor Xavier resolver el jeroglífico del
Diario Vasco. Así que mientras esperaba a que llegase la hora de mi sesión de cine me entretuve con otro de los tesoros de mi e-book:
Alicia. La novela original. Uno de mis cuentos favoritos. Ése que compré en su día en edición de lujo. Ése que, aun teniendo la edición de lujo, compré en edición de bolsillo para poder transportarlo de aquí para allá en todos mis viajes, como la caja que transporta al cadáver somnoliento del conde Drácula de TRansilvania a Lodres y de Carfax a los Cárpatos. Alicia... Ese libro que introduje en mi e-book antes que casi cualquier otro (porque llevar Alicia en mi bolsillo es incluso más prioritario que llevar condones)
El caso es que mientras esperaba el inicio de mi sesión de cine de hoy, encendí el e-book y me puse a leer tres o cuatro capítulos de Alicia. Y entonces recordé por qué me entusiasmaba tanto ese relato. Y disfruté como un enano. Y me dejé embriagar por tanto surrealismo, y por tanto entresijo filosófico, y tanta letra sádica y pedófila.
Y mis expectativas se encendieron, y deseé fevientemente experimentar en tres dimensiones todo el jugo que mi adorado
Tim Burton podría sacarle a aquella historia.
Pero entonces entré en la sala 7, y me senté en la fila siete, y ocupé el asiento dos, y me puse aquellas gafas tan extrañas, y... buuuffff!!!
Pega número 1: El 3 D no funcionaba. No sé si se debía a estos cines, o a la fila en la que me había sentado, o a los renglones torcidos del cabrón de Dios. El caso es que la sensación de tres dimensiones era muy decepcionante. Y yo tenía con qué comparar (como cuando estás seguro de que un polvo ha sido flojo porque en otras ocasiones has follado con mujeres más capacitadas) ya que cuando fui a ver Avatar y me pusieron el trailer de Alicia... os aseguro que el 3D de Alicia de aquel trailer funcionaba incluso mejor que el de Avatar.
¡Pero tampoco se hundía el mundo! Aunque la sensación de 3D no fuese reseñable, las imágenes se podían ver sin demasiada molestia (exceptuando el hecho de que tenías apretujándote la nariz unas gafas baratuchas que en realidad si siquiera se te antojaban necesarias)
El caso es que... empieza la peli. Aparece Alicia y se te antoja muy follable. ¿Es un buen indicio? A Lewis Carroll también se le antojaba muy follable la prota del cuento, con la diferencia de que la Alicia que le quitaba el sueño a Carroll aparentaba 10 años, y la de la peli aparenta 20.
Intentas interaccionar con la peli. Aún no llega a la pantalla nada que haya salido de la imaginería de Lewis Carroll. Los primeros 15 minutos de peli son un prólogo. Un felpudo para sacudirse los pies, en el que empiezan a percibirse las costuras. El espectador que haya leído previamente la novela llega a la conclusión de que a ese prólogo se le ve el plumero. Es un intento por parte del guionista y/o director de introducir en esos primeros minutos de "mundo real" todos los elementos con los que nuestra Alicia va a interaccionar en el mundo de las maravillas. ¡Trampa! ¡Truco sucio! ¡Basura! ¡Eau de telefilme del Disney Channel!
Y a continuación... esos putos diálogos que intentan hacernos creer que Alicia es una niña súper inocente y súper outsider, a pesar de tener suficiente volumen tetil para hacer una cubana... y más pelos en el coño que Ruth Gabriel en Días Contados.
Los diálogos "súper intensos" y "súper imaginativos" de Alicia no se diferencian demasiado de esos aforismos escritos con tiza que podemos encontrar en las paredes de los baños de los garitos más (@#∞!!¬) de Mañasaña. La clase de gilipolleces con las que nos dan la brasas ciertas tías mientras nosotros asentimos y sonreímos... no porque nos interese lo que dicen, sino por el simple hecho de que nos gustaría follárnoslas.
Así son los primeros 10 ó 15 minutos de Alicia. Tan auténticos como una manifa anti-globalización patrocinada por Natura. Y entonces aparece el conejo blanco, tan predecible e infográfico... y llegas a la conclusión de que estás perdiendo el tiempo en esa sala de cine, de que ahí fuera hay un mundo con un sol que brilla, una gigantesca bola de helio que tiñe los árboles de verde... y un centenar de barras de bar con cañeros provistos de palancas de las que solamente hay que tirar para obtener CERVEZA.
En otras palabras: ¡Que me salí del cine a los 15 minutos! ¡Que Alicia no consiguió retenerme en la butaca!
Esto es un mensaje para los dos ó tres que me reprochan cada vez que me salgo de una sesión de cine: ¡Que os den por culo! ¡Es mi dinero y puedo malgastarlo como quiera! Dicho esto, entenderé a la perfección (y por las mismas razones que acabo de esgrimir) que dejéis de leer esta entrada en este mismísimo momento.
Pero os juro que no abandoné el visionado de Alicia por una cuestión de arrogancia, ni por una cuestión de prepotencia.
Lo abandoné por miedo.
Os aseguro que cuando vi aquel primer cuarto de hora en el que ni siquiera me habían introducido en el mundo de Carroll... sentí auténtico PAVOR. Una parte de mí decidió que tenía que marcharse de aquella sala en defensa propia, porque estaba a punto de presenciar algo terrible.
Os recuerdo que estaba enfrentándome a dos de mis referentes más poderosos: Tim Burton y Lewis Carroll. Lo que ocurrió en aquellos primeros 15 minutos de peli fue algo equivalente a abrir una puerta por accidente y sorprender a mi padre sodomizando a mi madre en contra de su voluntad.
Me largué del cine justo en el momento en que vislumbré al conejo blanco.
Me estoy haciendo viejo. Soy el puto Murtaugh. Tengo poco más de 30 años y reacciono como si tuviese poco más de 80.
Y lo peor de todo es que estoy elaborando un guión sobre treintañeros que no aceptan el hecho de que tienen más de treinta... ¿cómo me va a afectar, al mismo tiempo, asumir que tengo algo menos de setenta?
Por cierto: Sí. Lo habéis adivinado. He intentado hacer el post sobre Alicia en el País de las Maravillas en el que aparezca más veces la palabra "follar" en todas su declinaciones. Creo que es lo que Lewis habría deseado.