jueves, 7 de junio de 2012

LA LINTERNA DEL ZELDA (O CÓMO ESCRIBIR UN GUIÓN SIN ESCALETA)


Estoy retomando historias que escribí hace años, y eso me hace rememorar otros tiempos. Tiempos en los que atravesaba una situación que, si bien no era igual a la actual, sí que era comparable en ciertos aspectos, ya que ambas situaciones están presididas por un mismo dilema:

¿Escribir improvisando, dejándome llevar... o escribir con escaleta, estructurando antes de empezar?

Yo suelo sentirme más cómodo cuando escribo sin escaleta, incluso cuando lo hago sin saber a dónde me llevará la historia que estoy contando. Pero la vida me ha domesticado. Tras trabajar tanto para otros, ahora no puedo evitar estructurar y escaletar mis propias historias (aunque sólo sea dentro de mi cabeza) antes de concretarlas en el papel.

Ahora me veo obligado a revisar cosas que escribí en el pasado y en ocasiones me sorprendo a mí mismo haciéndome la siguiente pregunta:

¿Cuando escribí esta parte, era ya consciente de lo que iba a suceder más adelante en la trama?

No he podido evitar acordarme de un post que escribí hace 5 ó 6 años en mi anterior blog, cuando terminé el guión del largometraje , dirigido por César del Álamo.

He decidido rescatarlo:


LA LINTERNA DEL ZELDA:




Sé que llevo un tiempo sin actualizar decentemente.

He estado ocupado, dedicando los ratos libres que me deja Zombie Western a escribir un guión para un director con el que suelo trabajar.

Nos costó arrancar.

Se trata de una historia muy complicada de concebir. César y yo nos estuvimos mareando mutuamente con cientos de posibilidades, a cuál más descabellada.

Personalmente me notaba bastante bloqueado. Y al margen de que mis cosas acaben siendo más o menos cutres, no estoy acostumbrado a los bloqueos.

El caso es que hace unos días descubrí la causa de mi bloqueo: No había vuelto a escribir largos después del de Zombie Western, y ya va a hacer casi un año que Alby y yo le pusimos punto y final a la primera versión de nuestras marionetas zombies.

Antes de Zombie Western, escribía mis largos al estilo kamikaze, con la cabeza llena de ideas inconexas pero estimulantes. Me tiraba de cabeza al teclado y empezaba a llenar páginas con esa loca esperanza de “ya irá encajando la historia consigo misma conforme vaya avanzando”.

Y se trataba de una loca esperanza que solía serme fiel. Fructífera inclusive.

Pero con Zombie Western me vi obligado a recurrir al “otro sistema”: el mismo que tengo que usar cada vez que la cruel providencia divina me lleva a escribir para televisión y demás jodiendas mercenarias.

¿A qué me refiero? Bueno... Cuando intentas trabajar en equipo (o contentar a un grupo de Dinamarqueses) debes recurrir a escaletas, esquemas, mapas de tramas. Ya saben... “profesionalidad”, “metodología de trabajo” y demás palabrejas diseñadas para apuñalar a Peter Pan.

El otro día, examinándome a mí mismo, indagando en las causas de mi bloqueo, me di cuenta de que no había conseguido quitarme el chip Zombie Western de la cabeza.

A pesar de que con César suelo trabajar siempre de una forma más cómoda y espontánea, una inercia demoníaca me inducía a pensar en tramas esquemáticas, escaletadas, estructuradas, trazadas con escuadra y cartabón en tierra estéril.

Así que me obligué a mí mismo a actuar como en los viejos tiempos. Me lancé a escribir sin tener la más remota idea de lo que iba a escribir. Sin saber de qué trataba la historia que estaba contando. Sin siquiera saber si iba a poder respetar o no las pocas conclusiones que habíamos obtenido el señor Del Álamo y yo en nuestros vagabundeos conceptuales.

Empecé a incluir ingredientes motivado por la víscera, por el impulso más primario y surrealista, a sabiendas de que corría el riesgo de tener que retroceder más adelante para tacharlos.

Pero el inconsciente es sabio. Incluso mágico. De repente la historia que teníamos que contar afloró, como eclosionando en el terreno de esas primeras páginas de letras impulsivas.

De repente, todo lo que había metido ahí, sin razón aparente, demostró encajar en un puzzle (macabro, por supuesto) y los caprichos sensoriales de mi conciencia resultaron estar motivados por caprichos simbólicos (bastante más inteligentes, obviamente) de mi inconsciente.

A lo largo de estos días (ya no sé si cuatro, o cinco o seis) he corrido por las páginas de ese guión, intentando salvarme de mí mismo o de aquello en lo que amenazaba en convertirme, siempre casi a ciegas, con temblorosa fé en que las cosas encajasen en páginas venideras.

Escribir ciertos géneros es como correr por los subterráneos con la linternita del Legend of Zelda. Sólo ves lo que te espera dos pasos por delante de ti. El resto son tinieblas, y uno galopa entre ellas con la esperanza de encontrar el cofre del tesoro, pero también con el temor de chocarse de bruces, tarde o temprano, con una pared que te demuestra que no hay salida, que has invertido el tiempo y la energía en andar un camino que no llega a ningún sitio.

Pero al final siempre hay salida. A veces es más fácil de encontrar. A veces es condenadamente difícil. A veces te conduce a un sitio que te gusta, a veces no.

Escribir “ciertos géneros” es a veces un trabajo parecido al escapismo. Encierras a unos personajes en una situación. En una situación realmente jodida, diseñada para no tener escapatoria. Y luego tú te tienes que encerrar con ellos y ayudarles a escapar de allí.

Entonces te maldices a ti mismo, como Dédalo, y te preguntas por qué coño diseñaste una prisión tan hija puta. Pero cuando logras encontrar la salida del laberinto, merece la pena. ¡Ya lo creo que merece la pena! Y te vas a descansar por unas horas, pensando: “Qué Minotauro tan bonito tengo ahí dentro”.

Echaba de menos escribir. Me salva.

Hace un par de horas terminé ese guión del que estoy hablando. No sé si lo he terminado definitivamente, porque estoy esperando a que César apruebe o me arroje a la cara esas veinticinco últimas páginas que he escrito hoy.

Pero, independientemente de que tengamos que hacer dos cambios o cien, tengo esa reconfortante sensación de haber empezado una historia y haberla terminado.

Gracias, César, por haber encendido la chispa.


3 comentarios:

César del Álamo dijo...

Y César aprobó esas últimas 25 páginas... y la película se rodó, se montó y se estrenó (directamente en dvd, pero se estrenó). Y nuestra niña ha viajado por el mundo y ha triunfado a su modesta manera.

No sé si te he dado las gracias alguna vez por escribir ese guión, porque Mí es una de las cosas más grandes que me han pasado en la vida.

Juanjo Ramírez dijo...

Y lo que todavía nos queda!! ;)

Juanjo Ramírez dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.