sábado, 30 de agosto de 2008
¡¡QUÉ FRÍO HACE EN HELSINKI!!
Emilio y Jesús Gallego, más conocidos como los GALLEGO BROS, son, además de dos tipos encantadores, la créme de la créme de la animación 2D española.
Iniciaron sus andanzas en el mundo del comic (incluso publicaban en la revista Mala Impresion!!!), pero un buen día, los planetas se alinearon, y descubrieron el flash. Desde entonces, nadie pudo pararlos. Tienen cortos de animación cojonudos (Vampire Kid, Crazy Horse...) y son los autores de la serie Shuriken school, de Zinkia Entertainment.
Actualmente, desarrollan otra nueva y muuuy prometedora serie para Zinkia: Fishbone saga.
Sin embargo, lo que quiero compartir con ustedes en esta entrada, es una serie mucho más pequeñita, que los Gallego Bros confeccionan de manera personal, en sus ratos libres, y por auténtico amor al Arte.
Estoy hablando de QUÉ FRÍO HACE EN HELSINKI, un compendio de (por el momento) cinco pastelitos audiovisuales que me conquistaron por la poderosa simplicidad de sus diseños, el gusto exquisito a la hora de combinar los colores, su sencillez y su sentido del humor, irreverente, anticlimático, plagado de silencios incómodos, casi dadaísta.
Se trata de una de esas creaciones que la gente ama u odia. A mí me ha tocado amarla, y eso me induce a dejaros, a continuación, esos cinco capitulitos, de minuto y pico de duración cada uno, por si hay alguien por aquí que también tenga ganas de amarla, o de odiarla, que también desahoga lo suyo.
CAPÍTULO 1: WALDEMAR
CAPÍTULO 2: JUHA
CAPÍTULO 3: MARKUS
CAPÍTULO 4: DINIO
CAPÍTULO 5: JALKANEN
Y si desean ustedes más información sobre los Gallego Bros, aquí tienen su web oficial.
martes, 26 de agosto de 2008
PELÍCULAS INFANTILES AUTORIZADAS PARA ADULTOS
LEMONY SNICKET: UNA SERIE DE CATASTRÓFICAS DESDICHAS (2004)
Ahora combinamos al director de la edulcorada Casper, con el guionista de la hilarante Héroes fuera de órbita.
Si fuisteis de los que os perdisteis esta pequeña joya porque llevaba la palabra “crónicas” encabezando el título, cometisteis un error.
domingo, 24 de agosto de 2008
TUGURIUM
Vuelvo a estar en Donosti. Es mi último día de vacaciones. Mañana comienza de nuevo eso de levantarse a horas que tienen un sólo dígito.
El viaje hacia el norte se me hizo relativamente corto. Parte de la culpa la tuvo una de las pelis que nos pusieron en el tren: La habitación Fermat. Me pareció entretenidísima, y muy loable. Bien es cierto que tiene (en mi opinión) algunos problemillas, pero (también en mi opinión) los aciertos de la peli tienen muchísimo más peso específico que sus errores.
Lo que no imaginaba yo, mientras veía una peli sobre gente metida en una habitación que se reduce de tamaño cual cabeza de jíbaro, es que yo iba a dormir esta noche en una habitación tan reducida que ni el propio Fermat podría quitarle más centímetros.
Sí, amigos míos. Como aún no tengo piso asignado para la nueva temporada, me he bucado un hostal para pasar esta primera noche. Tuve que elegirlo a toda prisa, a sálvese quien pueda... y como consecuencia, debo estar en el hostal más chungo de toda Donosti.
No voy a escribir aquí el nombre del antro pero, si estimáis en algo vuestros puntos de cordura... ¡¡averiguad cuál es y no vengáis!!
La habitación es un 80% cama y un 20% sordidez. No hay espacio para más. Cada vez que intento abrir la maleta, tengo que hacer malabarismos.
La pared del fondo es un 50% azulejos de cuarto de baño y otro 50% de espejo (pero no un espejo en plan guay, sino uno de esos que parecen decir con su apagado brillo: "yo llevo reflejando miserias humanas desde los años setenta, y en mi superficie, más de una puta barata ha escrito un mensaje de despedida con una barra de labios casi tan barata como ella")
La colcha de la cama es verde decadente, como tejida con "lágrimas de moho". Y no me he atrevido a comprobar qué hay bajo la colcha. Algo me dice que debe haber un inframundo malrollero... algo así como si Fraggle Rock lo dirigiese David Lynch en lugar de Jim Henson.
Como no cabe una mesita de noche entera, han puesto algo así como media mesita de noche, clavada en una esquina.
Si en este cubículo cupiesen una cámara y un trípode, habrían rodado en él veinte películas porno, con chicas de pelo rizado (incluso cardado), toneladas de vello púbico y textura de VHS caducado.
Y el baño... ¿qué decir del cuarto de baño? La habitación en sí tiene el tamaño de una cabina de ducha normal y corriente. Así pues, la cabina de ducha del interior, tiene el tamaño de una dársena para torpedos de submarino ruso (¿por qué ruso? ¡pues porque es cutre!). No hay cerrojo en la puerta, ni papel higiénico en el báter, ni esperanzas de tocar un centímetro cuadrado de azulejo sin pillar una infección.
Los que me conocéis bien sabéis que no soy una persona escrupulosa. Así que, imaginad cómo estará ese baño para que haya preferido irme a cagar al cuarto de baño de un centro comercial. Es el colmo del patetismo.
Imaginadme allí, haciendo mis necesidades en el retrete del centro comercial en cuestión, preguntándome qué demonios hace uno mal en esta vida para que el karma lo destierre a un sitio como ése.
Mientras me aliviaba en el báter del centro comercial, escuchaba una conversación de dos chavales al otro lado de la puerta. Hablaban sobre lo mucho que les "flipaba" el Vaya Semanita. "¿Viste tal sketch?" "¿Viste tal otro?" "A mí hay cosas que no me gustan, pero hay otras que me flipan". "Y el Andoni sale y bla, bla, bla..." "¿Y viste lo del sirimiri moja mogollón, bla, bla, bla..."
Y yo no puedo evitar enorgullecerme al pensar que trabajo en un programa del que se habla bien en las letrinas de los centros comerciales. Es una sensación realmente gratificante. Uno casi le da gracias al cabrón de Dios por haberle deportado a defecar allí.
Luego me metí a ver Venganza, la peli ésa de Liam Neeson con guión de Luc Besson y otro tipo. Me pareció cojonuda. Es como combinar Payback con el Caso Bourne.
Ahora me duele la cabeza, y mañana madrugo, y trabajo y, si Dios quiere, me dirán que tengo piso y que puedo largarme de este maldito tugurium.
viernes, 22 de agosto de 2008
JUNTANDO LOS PEDAZOS
Anteayer. Aeropuerto de Fuerteventura. Mostrador de Spanair. Vuelo Fuerteventura Madrid. Overbooking. Stress.
Ese tedioso control de seguridad, en el que pretenden desangrarte para asegurarte de que no llevas líquidos contigo.
Entro al avión. Cambio mi asiento de la fila 5 (ventanilla) por uno de la fila 24 (pasillo) para que un clon de Isabel Coixet (en versión agradable) pueda ir sentada al lado de su marido. Pienso en cómo el prota de Destino Final cambia el asiento a unas pasajeras en el avión, y en cómo luego eso cambia otra vez un sin fin de cosas cuando el avión se estrella y explota por los aires.
Me digo a mí mismo que los aviones no se estrellan ni explotan en la vida real. Eso sólo sucede en las películas.
Paso el viaje rodeado de niños que gritan, que corren, que patalean en el suelo del avión para provocar ese "clonk y clonk" que nos recuerda a todos cuán endebles son esos pájaros de plástico y latón en los que desafiamos (pagando un dineral) las leyes de Isaac Newton. Niños que zarandean los asientos como si fuesen cocoteros que, desgraciadamente, no tienen ningún coco a punto de caer y chocar, y machacar y fabricar zumo de niños. Niños que eclipsan con sus berridos las voces que unos padres que, por el simple hecho de existir de la forma en que existen, explican a la perfección por qué los niños han salido así.
La azafata está buena.
Las dos chicas de la fila de atrás también están buenísimas. Pero... mierda, todo parece indicar que son lesbianas.
Vaya mierda de vuelo.
Me intento refugiar en el libro que llevo como compañero de viajes. "El amor en los tiempos del cólera", de Gabriel García Márquez. La noche anterior, me había convencido a mí mismo que debía darle una segunda oportunidad a ese libro, que la vez anterior lo mandé a freír espárragos en las primeras cincuenta o sesenta páginas porque yo no era lo suficientemente maduro, porque mi mentalidad giraba a demasiadas revoluciones por segundo para ser un auténtico gourmet de la lectura. Me había convencido a mí mismo de que, si otras creaciones del gran García Márquez me habían gustado, este amor en los tiempos coléricos no podía ser menos. Pero la cruda realidad, amigos míos, es que los vuelos de dos horas y pico no son compatibles con dar segundas oportunidades a libros plomizos.
Finalmente, abandono al doctor Juvenal Urbino mucho antes que la vez anterior. "El amor en los tiempos del cólera" sigue estando muy bien escrito, pero sigue siendo un tostón (o mi mente sigue siendo igual de inmadura que hace años). De un modo u otro, el doctor Urbino tal vez me lo agradezca. Esta vez le he abandonado vivo. La última vez, le dejé muerto.
Mierda de libro. Mierda de sandwich de beicon y pollo. Mierda de vuelo. Mierda de todo.
La voz del piloto chasquea en la megafonía. El aeropuerto de Barajas está congestionado. Aterrizaremos con retraso.
Mierda, mierda, mierda, mierda. Definitivamente, es un mal día. Me he levantado con el pie izquierdo. O, peor todavía: Se ha levantado Dios con el pie izquierdo. O tal vez libraba ese día, y se ha quedado durmiendo la siesta, dejándole el asunto de las pezuñas izquierdas al demonio.
Por fin aterrizamos en Barajas. Encendemos los teléfonos...
... y entonces nos enteramos:
Algunos minutos antes, en ese mismo aeropuerto, un avión de Spanair (similar al nuestro)... que iba rumbo a Canarias (de donde viene el nuestro) se ha estrellado en la pista de despegue de Barajas, y ha ardido, y ha explotado, y más de 150 muertos, y no sé cuántos heridos, muchos de los cuales tal vez prefieran estar igual de muertos, y sirenas, y humo, y familiares que lloran, y familiares que no saben si deben llorar o no, y cienes de tragedias por metro cuadrado de ceniza.
Y entonces toda la mierda anterior parecen cagadas de mosquito. Me siento uno de los hombres más afortunados del planeta. Minutos después, habrá tiempo de pensar en los fallecidos, de condolerses por el dolor de los familiares y las víctimas... pero al principio, aunque suene perverso, aunque suene retorcidamente egoísta, la sensación dominante es la euforia de estar vivo.
Llego a Madrid, y Madrid es una escala en mi viaje hacia Donosti, y aquí, en la capital, dejaré una piel muerta de serpiente. Porque regreso para empezar una nueva etapa en muchos aspectos de mi vida, y eso me hace pensar que, de manera simbólica, una parte de mí sí que viajaba en ese avión siniestrado.
Puede que todos los días, aunque no nos demos cuenta, empezamos de cero. Todos los días morimos, y nos renovamos y, sobre todo, vivimos. Y, ¿quién sabe? puede que todos esos muertos se sintiesen ofendidos si supiesen hasta qué punto olvidamos día a día lo vivísimos que estamos, y la fragilidad que implica estar así de vivo, haciendo equilibrios funambulistas entre un millón de imposibilidades.
Y termino citando una vez más a mi adorado Bradbury:
"Cada mañana, salto de la cama y piso una mina. La mina soy yo. Luego me paso el resto del día juntando los pedazos."
miércoles, 20 de agosto de 2008
domingo, 17 de agosto de 2008
TOMANDO PRESTADA LA VOZ DEL MAESTRO
Entrevista al gran Ray Bradbury.
Entrevistador (un tal Mitch Tuchman): Con todo lo que sabe sobre el guión, sobre lo que se puede y no se puede hacer en la pantalla, ¿no le interesa la dirección?
Ray Bradbury: No, no quiero manejar a tanta gente. Un director se pasa el tiempo procurando que cuarenta o cincuenta personas lo quieran o le tengan miedo, o las dos cosas a la vez. ¿Y es posible manejar a tanta gente sin perder la cordura y la educación? Me temo que yo me pondría impaciente, idea que no me gusta.
Yo, fíjese, estoy acostumbrado a levantarme y correr a la máquina de escribir, y en una hora he creado un mundo. No tengo que esperar a nadie. No tengo que criticar a nadie. Está hecho. Con una hora me basta para adelantarme a todos. El resto del día puedo haraganear. Esta mañana ya he escrito doce mil palabras; así que si quiero tener una comida de dos o tres horas puedo, porque ya les he ganado a todos.
Pero un director dice: "Vaya, qué buen ánimo tengo hoy. A ver si logro levantárselo a los demás. ¿Qué hago si hoy mi protagonista no se siente bien? ¿Y si mi galán está malhumorado? ¿Cómo me las arreglo?"
martes, 5 de agosto de 2008
VOLVIENDO A SER YO (O LA HISTORIA DE CÓMO ME SALVARON LAS ARAÑAS)
Y la araña me susurra al oído:
"Asúmelo, tío. Eres un dinosaurio en blanco y negro. Mueve el culo, y busca un Lago Ness en donde poder reinar".