miércoles, 20 de noviembre de 2013
EL GUIÓN Y LA FÓRMULA 1
Llevo todo el día atascado en el guión que estoy reescribiendo. Esto va así: Hay días en que el contador de páginas va progresando imparable, como un taxímetro... y hay otros días en los que transitar las páginas es como arrastrarse por una ciénaga salpicada de arenas movedizas.
Cuando eso ocurre, lo mejor es procrast... eh... pensar en otra cosa durante un rato. Normalmente acudo a Twitter para desfogarme en esos casos, pero hoy, mira tú por dónde, me ha nacido la idea de escribir un post relacionado con esta situación en la que me encuentro.
LA RELACIÓN ENTRE ESCRIBIR GUIONES Y LA FÓRMULA 1.
Me gusta ver la Fórmula 1, y soy Alonsista a muerte. Siempre he dicho que la gente que desprecia la Fórmula 1 es porque no la conoce. Supongo que ocurre con cualquier deporte.
Otra cosa que siempre he dicho: El día que a Aaron Sorkin se le ocurra ambientar una serie en la Fórmula 1, todo el mundo empezará a fascinarse con el tema.
Es un ¿deporte? ¿espectáculo? complejo y muy atractivo, porque la victoria depende de muchos factores: Pericia del piloto, ingeniería, diseño de estategias, habilidad de los mecánicos, climatología...
De hecho hay dos directores muy grandes y muy minusvalorados que han hecho dos pelis preciosas sobre la F1: Renny Harlin (DRIVEN) y Ron Howard (RUSH)
Pero basta de andarse por las ramas. Yo en realidad venía a este rincón a comentar una analogía muy "de andar por casa" entre el mundo de la escritura de guiones y la Fórmula 1.
Cuando uno ve las retransmisiones de las carreras, nota una cosa muy curiosa: Todos los coches están bastante separados entre sí en las rectas, pero en cuanto llega una curva... todos se juntan. De repente tienes la sensación de que ese coche al que ya le habían sacado muchas décimas de ventaja, vuelve a estar pegado al culo de tu piloto favorito. Te acojonas. Pero luego, tras esa curva, llega la siguiente recta... y todos se vuelven a desplegar, mostrando la distancia real que los separa.
Creo que la escritura de guiones también tiene sus rectas y sus curvas. Las "rectas" son esos tramos en los que lo tienes todo más o menos resuelto, muy clarito... sin momentos delicados para los personajes, sin encrucijadas frágiles. Son momentos en los que uno puede permitirse "tirar millas".
Y luego hay otros momentos en el proceso de escritura que son como "las curvas". Muy poco agradecidos en lo que a velocidad se refiere, pero ahí es donde mejor se demuestra nuestra pericia a la hora de conducir la historia, y lo bien o mal diseñado que está el vehículo.
Al menos en mi caso es muy normal: Avanzo veinte páginas en un solo día y luego estoy otros dos o tres dando palos de ciego, examinando concienzudamente el terreno antes de seguir avanzando, y el coche de Vettel (es decir, el plazo de entrega), da la impresión de cernirse sobre mí para darme por culo. Pero no es momento de pisar el acelerador. En las curvas hay que levantar el pie y centrarse en la dirección, en el volante... Tarde o temprano, la curva termina y llega otra recta en la que acelerar a tope.
Ahora mismo estoy en una de esas curvas complicadas. Una especie de ovillo enredado en medio de la trama. Hay que tratarlo con muchísimo cuidado, meditando cada decisión. Es como una operación de columna vertebral.
Es uno de los momentos más potentes y bonitos de la historia, y estoy seguro de que quedará maravilloso.
Algunos dirán que esas "curvas" son más rápidas si has diseñado un RedBull en vez de un Ferrari, es decir: Si has trabajado bien la escaleta. Pero discrepo. He llegado a esta carrera con una escaleta muy precisa, pero cuando la pones a rodar en la pista (como comentaba en este otro post) te das cuenta de que a veces los personajes - y la propia historia - no aceptan en sus vísceras las abstracciones de tu escaleta. Es como el político que pretende cumplir su programa electoral y de pronto, tras ser elegido, se da de bruces con la cruda realidad.
Pero qué sabre yo... si soy quizá la única persona a la que DRIVEN le gusta más que RUSH (aunque ambas me gusten muchísimo)
martes, 19 de noviembre de 2013
TIRAR DE LA SÁBANA
Creo que a partir de ahora, para optimizar el tiempo, a veces actualizaré el blog con extractos de los mails que mando a algunos seres queridos.
Como en este caso:
Lo que he aprendido con todos los proyectos en los que me he visto involucrado - incluyendo aquéllos que no han llegado a buen puerto - es que no sirve de mucho preguntarse si ha merecido o no la pena tomar las decisiones que se han tomado.
Es un deporte estéril eso de preguntarse "¿qué habría pasado si...?" Al final es como todo: Sacrificas unas cosas y gracias a eso, ganas otras.
Es como tirar de las sábanas en la cama: Si tiras de un extremo, le quitas un trozo de sábana al otro.
Salvo en casos puntuales de alquimia muy lograda, lo que inviertes en factura impecable lo sacrificas en autenticidad, y viceversa. Lo que inviertes en ritmo, lo sacrificas en profundidad, y viceversa. Lo que inviertes en coherencia, lo sacrificas en impacto, y viceversa.
Recuerdo cuando César leía las sucesivas versiones que íbamos escribiendo de (...), intentando conciliar - y enriquecer - nuestra visión con la de los (...), y él me decía: "Cada versión es más clara y coherente que la anterior, pero menos espectacular."
Al final te das cuenta de que, de una manera o de otra, vas a acabar lamentándote por lo sacrificado y considerando insuficiente aquello en lo que has invertido. Así que supongo que, como mínimo, las decisiones que tomemos deberían hacernos sentir vivos en el momento en el que las tomamos.
viernes, 8 de noviembre de 2013
“LA VIE EN ROSE” Y OTRAS MANERAS DE FOLLAR SIN COMPLEJOS.
Para que puedas entender mi entusiasmo, te voy a explicar
qué es LVR Group y qué es la ISO
90001. Y antes de explicar esas dos cosas,
te voy a recordar una tercera:
Si estás leyendo esto, probablemente pertenezcas a una sociedad
muy condicionada por la moral católica. Una tradición de la que hemos heredado
tesoros valiosísimos pero también, en mi opinión, algunas taras.
- ¡Bah!, a mí no me metas en el mismo saco. Yo soy ateo.
Pues los ateos sois aún más vulnerables a todo eso, porque
no hay persona más fácil de manejar que la que se cree a salvo, que la que
“baja la guardia”, que la que subestima al “enemigo”.
Decía Baudelaire que: "La más hermosa
de las jugadas del Diablo es persuadirte de que no existe".
Y en estos tiempos caóticos, puede que dioses y demonios utilicen las mismas
técnicas.
Creo que una de las principales “taras” que sufrimos
consiste en lo siguiente: Aquello que se considera pecaminoso nos avergüenza, y
damos por hecho que merece un castigo.
Da un poco igual que tu parte racional esté convencida de lo
contrario. Hay un rumor de fondo que echó raíces en tu subconsciente incluso
antes de que tú nacieras.
Un ejemplo bastante ilustrativo: Si miras porno en internet, asumes tu penitencia de
antemano: Virus en el ordenador, troyanos, banners, intentos de estafa. Gran
parte de los consumidores de porno se sienten más o menos culpables por ver ese
tipo de material. Para ellos es algo prohibido, algo de lo que avergonzarse.
Así se convierten en las víctimas predilectas de todo tipo de abusos, estafas y
engaños. Son un blanco fácil. Prefieren dejarse timar, porque denunciar el
delito implicaría declarar públicamente lo que desean callar: que entraron en
la red a buscar porno. Porque, muy en el fondo, sienten que el Destino les ha
hecho llegar el castigo que les corresponde.
La realidad empieza a estar dirigida por David Cronenberg:
Los virus informáticos se han
convertido en el equivalente digital – y moral – de las enfermedades venéreas.
El sexo pasajero carga
con esa clase de estigmas, gracias a una colección de prejuicios que nosotros
mismos nos encargamos de perpetuar de manera más o menos inconsciente.
Seguro que todos hemos oído o leído alguna vez la siguiente
frase despectiva en referencia a un hostal o una pensión:
“Es de ésos que alquilan habitaciones por horas.”
Acabas de leer esta frase, y seguro que la has imaginado
pronunciada con cierto tono de asco. Y te has imaginado un lugar sórdido, con
piojos en las sábanas, manchas sospechosas en las paredes y recepcionistas que
te desnudan con la mirada. Quieres follarte a una persona de manera apresurada,
clandestina... te han educado para que consideres que tu intención es turbia y
te mereces ir a un sitio igual de turbio, en el que no te traten demasiado
bien, en el que clandestinidad y decadencia vengan unidas de la mano.
Quizá tenemos demasiadas pelis en la cabeza. Quizá vivimos
esa clase de trances no tanto pensando en lo que dice la Biblia, sino en lo
cuenta su adaptación más soterrada y célebre (es decir: Hollywood)
Y por eso me parece tan prometedor e interesante lo que
anunciaba al principio del post: LVR Group ha recibido la ISO 90001.
¿Qué es LVR Group?
Una empresa que ha creado en Barcelona hoteles de ésos “que
se alquilan por horas”, con nombres tan sugerentes como “La Vie en Rose”.
¿Qué es la ISO 90001?
Pues un certificado de calidad muy oficial. Los tíos van,
comprueban si el sitio funciona bien, si es recomendable, si son profesionales,
si ofrecen un servicio satisfactorio. Es, para que nos entendamos, una especie
de “estrella michelín” para pequeñas y medianas empresas.
¿Entiendes ahora por qué atisbo un brote de esperanza en la
noticia?
Un comité serio y profesional que, dejando los prejuicios a
un lado, reconoce la calidad de un “alquiler de habitaciones por horas” que
pretende ser igual de serio y profesional.
Joder, yo veo ahí una mentalidad muy sana, una especie de
evolución de paradigma, una declaración de intenciones: Nos parece muy
respetable que alguien quiera pagar por un poco de intimidad para el sexo, así
que vamos a esforzarnos para ofrecerles una experiencia de calidad.
Para otorgar el ISO 90001 ése se han tenido en cuenta cuestiones como la eficiencia del personal
humano, la discreción con la que manejan tus datos personales, el hecho de que
las habitaciones, las camas o las toallas estén impecables. Si quiero echar un
polvo en una estancia, no quiero vestigios de los que estuvieron antes. Quiero
hacer cosas sucias en sitios limpios.
Estamos en una época muy incierta, muy de crisis. Mucha
gente se ve obligada a compartir piso con otras tres personas, o a volver a la
casa de sus padres. Cada vez hay más gente que, si conoce a alguien en un bar,
si la magia se le aparece de manera accidental, si de repente – por el motivo
que sea – necesita solucionar un calentón, no tiene a dónde coño ir. ¿Qué
haces? ¿Buscar el recoveco más sórdido de tu ciudad? ¿Pagar UN DÍA ENTERO en
una pensión? ¿Hacerlo en el baño, contemplando entre embestida y embestida el
dibujo de una polla y el teléfono de un tal Javi que “la chupa gratis”?
Llámame loco, pero a mí me encanta que exista la opción de
pagar por varias horas y asegurarte un entorno cómodo, agradable, bien
gestionado. Cuando uno se lanza a una aventura sexual tan espontánea, se está
consagrando a lo impredecible. Puede ser un momentito de placer y “adiós muy
buenas”. Puede ser “el comienzo de una gran amistad”. En ambos casos, te lo
aseguro, cuando los años pasen – que diría Jose Alfredo – te va a apetecer
guardar un buen recuerdo de la experiencia.
Habrá quien argumente que con cosas como éstas se pierden el
misterio y el romanticismo. Habrá quien cante una oda a los poetas malditos que
hacen rechinar los somieres de pensiones infectas. Habrá quien vea en estas
iniciativas el fin de lo bohemio: ¡Tenían tanto encanto aquellos polvos de
ascensor! ¡Perder la virginidad en el asiento trasero de un coche!
De pronto se suicidan muchos clichés hermosos de películas.
Yo soy guionista, y pocas cosas nos ha hecho más daño a la hora de contar
historias que, por ejemplo, la invención de los teléfonos móviles. Ahora
cualquiera puede avisar a la Policía de que hay un asesino rodando la cabaña.
¿Qué hacemos? ¿Destruimos los teléfonos móviles para preservar el romanticismo
de que Caperucita muera descuartizada porque la abuela no le puede mandar un
WhatsApp?
Las pensiones marginales son románticas porque las sábanas
no huelen en las pantallas de cine, ni en las páginas de los libros. El polvazo
en el coche de Titanic, con los cristales empañados, es romántico porque lo
vemos bajo los efectos del aire acondicionado de la sala.
Yo ya estoy cerca de cumplir los treinta y cinco. A estas
edades prefiero que me lo pongan cómodo y bonito. Ya añadiré yo el
romanticismo, a mi manera.
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