Por razones que no sé si puedo comentar aún, me conviene escribir otro largo. Y por otras razones que tampoco sé si puedo comentar aún, me convendría tenerlo terminado antes de octubre.
Llevaba varios días dándole vueltas a un guión de largometraje. No era nuevo: Una historia que se me ocurrió en su día para una peli de episodios que iba a hacer con otros dos directores (César del Álamo y Norberto Ramos del Val).
Aquel proyecto cayó en saco roto, como casi todos, pero hace poco César del Álamo retomó el episodio que pretendía dirigir para la ocasión. Con la ayuda de Mario Parra lo adaptó a duración de largometraje, convirtiéndolo en LA MUJER QUE HABLABA CON LOS MUERTOS.
Mi intención era la misma: Quitarle el polvo a lo que iba a ser mi episodio (también una historia de fantasmas) y convertirla en una peli. ¡Incluso dirigirla!
La trama de mi historia es la siguiente:
Un prota alcohólico, o casi. Con su vida a la deriva. De pronto empiezan a suceder cosas raras en su casa. Fenómenos polstergeist o algo parecido. Todos a su alrededor le toman por loco, le recomiendan que deje de beber. Son alucinaciones. Nadie más percibe las cosas que él dice ver.
El prota recurre a internet. Investiga. Encuentra casos de gente que experimenta los mismos fenómenos que él. Contacta con esa gente. Y algunos de ellos son también alcohólicos o bebedores habituales. La clase de gente que bebe a solas de su casa, todos los días.
El prota empieza a creer que, en efecto, se está volviendo loco. Está a punto de cambiar de vida.
Entonces se da cuenta de que todas las personas que sufren esas alucinaciones o polstergeist tienen algo en común: Todos compran la misma marca de hielos para hacerse los cubatas, los whiskies, etc.
El prota ha encontrado un hueso. Sigue investigando. Descubre que la empresa que vende esos hielos obtiene el agua de un pantano, y para construir el pantano inundaron un pueblo que ahora está sumergido ahí... y sí, ya os lo imagináis: en ese pueblo sucedió algo terrible, y los muertos intentan contarlo a través de la gente que (en forma de hielo o de cualquier otra forma) bebe ese agua.
Hay más trasfondos y más subtramas, pero con esto basta para lo que quiero escribir en este post.
AYER. INT. DÍA. Tenía ya la cosa tan definida que estuve a punto de lanzarme al teclado y empezar a guionizar.
Pero entonces... tuve un gatillazo emocional con la historia.
Porque me di cuenta de que esa historia ya la escribí hace años, e incluso la dirigí.
Es la historia de Gritos en el Pasillo.
Cambia al alcohólico por un artista reprimido (persona "influenciable", de voluntad débil), cambia los hielos por gritos, cambia lo de ver cosas horribles por pintar cosas horribles sin querer. El resto, en esencia, es lo mismo: Los muertos utilizándote como vehículo para contar su historia, la gente de alrededor haciéndote creer que te estás volviendo loco...
Ya sé lo que me vais a decir:
Que no es nada original, que casi todas las historias de fantasma contienen esos elementos.
Que según Campbell y la Antropología y la madre que los parió existe un número limitado de tramas posibles y siempre echamos mano de las mismas.
Que cada uno de nosotros llevamos dentro una historia y estamos condenados a perpetuarla, a repetirla una y otra vez como una especie de liturgia; cambiándole la forma, pero manteniendo la esencia, la estructura, el sustrato simbólico, arquetípico...
¡Que sí, copón! ¡Que ya lo sé!
No soy enemigo de que todo lo que escribo acabe teniendo un denominador común. Acepto de buen grado lo de repetirme sin darme cuenta. Todo eso está en la letra pequeñita del contrato que se firma con las musas, y es precioso.
Pero cuando, de repente, te vuelves demasiado consciente de que estás haciendo eso, se te corta el rollo.
Saber que me repito no me avergüenza, ni me degrada, pero me aburre.
Voy a contar una cosa curiosa. Quienes me conocéis os habréis dado cuenta de ello antes que yo mismo. El cornudo es siempre el último en enterarse:
Todos los guiones míos que acaban saliendo adelante, todos los que finalmente se ruedan en vez de morir en el intento... se repiten más que el ajo. Todos tratan de lo mismo: De la locura como mecanismo para no tener que afrontar los aspectos más duros de la realidad. De influencias ajenas a nosotros que nos manipulan y nos obligan a hacer cosas que de otro modo no haríamos.
Todo eso está en Gritos en el Pasillo, pero es que también está en Mí (el thriller que escribí para César del Álamo). En cierto modo, incluso el elemento fantasmagórico estaba de nuevo en Mí. Siempre me ha gustado describir Mí como "una historia de fantasmas sin fantasmas".
Ahora en UIOP (el capítulo que escribo y dirijo para Píxel Theory) resulta que ¡oh, sorpresa! se repiten exactamente los mismos temas.
Os aseguro que tengo escritos muchos guiones sobre temas muy distintos y de distintos géneros, pero por alguna extraña razón, esos nunca terminan rodándose. ¿Acaso son peores? Soy el menos indicado para decirlo, pero si intento analizarlos con objetividad, yo diría que muchos de ellos están bastante mejor construidos que los que llegan a buen puerto. (otros no, ojo. Otros son una mierda.)
Sólo se me ocurre la posibilidad de que mi propio inconsciente tome las decisiones subterráneas; esas decisiones "de verdad" que se arrastran por debajo de las decisiones de mentira. Puede que, al igual que mis personajes, alguna influencia fantasmal me manipule para sacar a la luz, una y otra vez, la misma basura.
Imagino que habrá razones para ello, pero me hastía. Me produce una cansina sensación de claustrofobia, de estar atrapado dentro de mí mismo.
Si el titiritero quiere manejarme a su antojo, que por lo menos se curre un poco más el truco para que no se le noten los hilos. Incluso si el titiritero resulto ser yo mismo.
Así que hoy he asesinado ese guión. Le he procurado una eutanasia... o he abortado... Yo qué sé...
Además ¡qué cojones! también me he dado cuenta de que la mitad de los directores que tengo cerca están precisamente haciendo pelis de fantasmas. Otra más igual nos iba a saturar un poco a todos.
Este post es la tumba de ese guión nonato, su mausoleo...
... pero como no soy muy amigo de los períodos de luto, también fue ayer mismo cuando decidí retomar otro proyecto de peli que abandoné hace tiempo. Una historia sobre telépatas, mucho más extraña que la anterior, quizá menos comercial, más arriesgada.
A lo mejor cuando lo haya terminado descubro que - sin querer - he vuelto a contar, una vez más, la misma historia de siempre. De momento hay un factor que hace que este proyecto de los telépatas me motive más que el de los fantasmas:
No sé cómo coño termina la historia.
Ni siquiera he decidido exactamente qué ocurrirá a partir del primer punto de giro.
Cualquier gurú del guión me daría de hostias por hacer algo así. No es buena idea lanzarse a escribir sin tener atadas unas cuantas cosas.
¡Ah, los gurus! Ellos saben cómo construir guiones efectivos, pero no tienen ni puta idea de cómo hacerme feliz a mí, de cómo hacer que me levante cada mañana con ganas de saltar sobre el teclado, de cómo ayudarme a escribir con ilusión.