domingo, 28 de marzo de 2010

LA TORTUGA DE ESPUMA



Ayer, en un bar. La espuma de cerveza derramada en el surtidor de cañas dibujaba lo que se me antojó una perfecta cabeza de tortuga. No pude resistirme y le saqué una foto con el móvil.

No sé qué coño significa, pero seguro que hay mil formas de encasquetarle un sentido. La tortuga es un animal taaan arquetípico... Es el animal asociado a la logevidad y a la sabiduría. Es el animal que sostiene el Mundodisco de Terry Pratchet. Es una línea 906 directa con el inconsciente colectivo; los antiguos sabios chinos consultaban el oráculo del I-Ching leyendo las líneas en los caparazones de tortugas. Es ese animal que patalea bocarriba en un desierto para demostrar que los replicantes son más humanos que nosotros. Pueden ser ninjas y gustarles la pizza. Llevan su propia casa a cuestas, como los caracoles, o como yo desde hace algunos años.

De pequeño tuve muchas tortugas. Unas ocho o nueve. Todas acababan muriendo (así son los niños: pueden conseguir que en cuestión de meses o de años la palme uno de los seres más longevos del planeta) Sólo recuerdo dos tortugas que me acompañaron durante bastante tiempo. Una era un galápago de florida de estos verdes que estaban tan de moda. Me acompañó durante cinco o seis años, mientras veía cómo otras compañeras similares llegaban y morían, una tras otra. Algo similar a lo que me ocurre a mí con los compañeros de piso en Donosti. Cierto día, Rayo también falleció.

La segunda tortuga duradera de mi vida era mucho más grande, también anfibia. Oscura, casi negra. Por alguna absurda razón, acabó recibiendo el nombre de Tortúguez. Lo gracioso de Tortúguez era que la teníamos suelta por la casa. De vez en cuando la metía un rato en la bañera para que nadase.

Tortúguez duró muchos años, hasta convertirse en algo asumido, casi cotidiano. Pero cuando nos mudamos a la casa de Corralejo sacamos a la tortuga al jardín para que pudiese pasear por un entorno un poco más natural. Aprovechando un leve descuido nuestro, Tortúguez se adentró entre los arbustos y... desapareció. Nunca más la volvimos a ver.

Probablemente acabó convirtiéndose en abono de arbusto, aunque una parte de mí prefiere pensar que encontró la madriguera que conduce al País de las Maravillas. Incorporé esta anécdota a una de esas novelas que escribo y luego encierro en un cajón.

Cuando me bebí esa caña ayer, no sabía que estaba consumiendo espuma de tortuga. No recuerdo bien mis sueños de esta noche, pero sé que en ellos aparecía Tortúguez.

No sé cómo me han salido tantas palabras de los dedos. Os juro que entré aquí con la intención de poner solamente la foto, con un breve comentario del estilo "jijiji, mirad, es gracioso porque parece una cabeza de tortuga".

Sé que la calidad de la foto no es la deseable. La saqué un poco de estrangis. Quiero seguir yendo a ese bar, y no me apetece que la camarera me tome por la clase de psicópata que en realidad soy.

viernes, 19 de marzo de 2010

DE SOPRANOS Y PERROS



Paladeando la quinta temporada de los soprano. Lentamente. Sigo manteniendo mi teoría de que las series de televisión se dividen en "series sangría" y "series whisky". Las series sangría (24, Dexter, Lost) se consumen de manera rápida, compulsiva. Las series whisky (Los Soprano, Madmen, Carnivale) se consumen poco a poco, saboreándolas con calma, asimilando toda la riqueza de sus matices.

Útimamente combino algunas dosis de sangría (la sexta de Lost (por pura inercia), Big Bang Theory, How I met your mother) con ese whisky añejo con sabor a Gandolfini y a Buscemi y a Wiener y a Imperioli y a muchas cosas más.

Voy por el capítulo 5x07 y no deja de conmoverme ese inteligente recurso que utilizan los guionistas para humanizar a Tony Soprano. Los animales. Tony es un cabrón capaz de vender o asesinar a cualquiera que tenga la suficiencte carencia de dedos de frente para jugarle una mala pasada. Toda esa compasión... toda esa empatía que no puede permitirse con los seres humanos que le rodean... la vuelca en los animales, ya sean estos patos, yeguas o perros.

Me cae bien la gente que se portan bien con los animales. Es relativamente sencillo portarse bien con las personas. A fin de cuentas, hay factores de presión social en juego. Si no eres bueno con la persona inadecuada, esa persona puede contar su experiencia a otras personas y joderte la vida. Pero los animales... Creo que para tratar bien a un animal hay que tener un corazón muy puro. Porque nadie te va a rendir demasiadas cuentas por joderle la vida a un animal. Porque ningún animal va a ir por ahí contando las putadas que tú le has hecho.

Tony, amigo mío. Me da igual que vayas por ahí cargándote a seres humanos... mientras sigas preocupándote por el bienestar de tu perro.