jueves, 20 de febrero de 2014
TIEMPO, CORAZÓN Y VIDA.
Esta entrada, muy en el fondo, trata sobre por qué llevo tantísimo tiempo sin actualizar.
La cabeza no me da para más. Me gustaría decir que "no tengo tiempo". Sonaría más cool, más sofisticado... pero no es únicamente una cuestión de tiempo: Es también, y sobre todo, una cuestión de neuronas.
No sé si es que en otros tiempos no me lanzaba a currar en tantas cosas al mismo tiempo, o si es que antes mi cerebro era más multitarea, más Microsoft Windows.
Lo tecleo, lo reflexiono y... creo que se trata más bien de la "opción A". En otros tiempos me centraba en un proyecto, lo terminaba, empezaba otro, lo terminaba... y así continuamente.
Ninguno de esos proyectos solía llegar a buen puerto. Sólo uno de cada diez o veinte. Por eso suelo llamarlos "huevos de tortuga". Plantas cien en la arena y sólo dos o tres llegan a la playa antes de que se los coman las gaviotas.
Pero antes, cuando cagaba cada huevo de tortuga, lo cagaba con amor, con algo parecido a la serenidad, en un báter sagrado, y leyendo el periódico en vez de mirar preventivamente a mi alrededor en busca de esas gaviotas hijas de la gran puta.
Ahora es distinto. Ahora mi cabeza está compartimentada como si fuera una viñeta del "13 Rue del Percebe": Cada apartamento es un proyecto distinto y los tabiques son tan finos que las voces de los unos desconcentran a los otros. Me paso las mañanas cambiando de chip como un DJ con triple personalidad: Ahora a centrarme en este guión, ahora en este otro, ahora largos, ahora sketches, ahora la obra de teatro, ahora la antología de relatos, ahora ese guión para el Notodo porque estás a mil cosas pero es que el plazo termina ya y quién sabe, a lo mejor luego resulta que lo peta y mejor haberlo escrito que no haberlo hecho y etc etc etc etc y más etcétera.
En los últimos años ya me he acostumbrado a esas circunstancias. Las asumo como algo a lo que hay que resignarse: una especie de reuma.
Mi novia, sin embargo, me dijo hace unos meses algo que me impactó como un bofetón de perspectiva. Voy a parafrasearlo de memoria:
"Yo antes de conocerte pensaba que los escritores érais como los personajes de Stephen King, que os tomábais vuestro tiempo y llenábais las papeleras de papeles arrugados, pero veo que os tratan más bien como a máquinas expendedoras. Os aprietan un par de botones y esperan que les entreguéis un guión automáticamente y en el momento que ellos digan."
¿Cómo hemos llegado a eso?
Obviamente, hay que tener en cuenta que el escritor de guiones no se puede permitir, por definición, los mismos lujos que el escritor de relatos o novelas. Todos conocemos las historias de guionistas en los años dorados de Hollywood, prácticamente encadenados a una máquina de escribir en un piso de mala muerte, y con la obligación de parir un guión cada semana, o cada finde.
Pero incluso eso me parece más accesible que lo que vivimos ahora tanto yo como muchos otros compañeros con los que he tenido ocasión de hablar. Es fácil decirlo así, a la ligera, pero yo casi prefiero que me encadenen para escribir un largo "intrascendente" en un fin de semana a que me tengan varios meses subarrendando porciones de mi cabeza para distintos proyectos, de los cuáles sólo un par serán remunerados (con suerte), otro par te los pagarán "si la cosa funciona" y el resto ya tienes asumido que jamás te harán ver un céntimo y que los haces por amor al arte.
Eso no es vida.
Hace algunas semanas hablaba de esta problemática con un guionista brillante, con mucha más experiencia que yo, y que está supervisando uno de los proyectos en los que estoy ahora. Y con gran puntería, con gran capacidad de síntesis - algo habitual en él - resumió la clave del asunto en una sola frase que, una vez más, parafraseo de memoria:
"El problema está en que tenemos que trabajar en demasiadas cosas a la vez porque ninguna de ellas se paga lo suficientemente bien para vivir de ella."
Es tan lúcido y tan clarito que, leído así a posteriori, parece de perogrullo. Pero no nos lo terminamos de creer. O no terminamos de creer que tenemos derecho a reivindicar lo contrario.
Creo que los guionistas de mi generación hemos aterrizado en un terreno muy incómodo, muy indefinido. Antes de nuestra llegada, había guionistas (no todos) que cobraban sueldos pornográficos. Y pocos años después de haber llegado, nos ofrecen sueldos que son más bien limosnas, o a veces ni eso.
Ya va siendo hora de que alguien nos ofrezca el término medio entre una cosa y la otra.
Creo que hablo por todos los guionistas y escritores (o por un alto porcentaje de ellos) cuando aseguro que no queremos cobrar cantidades exorbitadas de dinero. No insinuamos que nuestro trabajo tenga que estar más cotizado que el de los demás departamentos. No merecemos cobrar más que el resto de los profesionales necesarios para producir una ficción.
Todos los sectores del audiovisual hemos sufrido los "recortes", todos hemos visto mermar el número de ceros en los contratos. Pero creo que los guionistas somos las víctimas más evidentes del más miserable de los saltos cuánticos: Pasar de cobrar algo a cobrar NADA.
Escribir es una profesión muy vocacional. Sí... ya sé que todas las relacionadas con el audiovisual lo son, pero los escritores somos especialmente gilipollas. Y...
... los productores, directivos e hijos de puta varios lo saben demasiado bien.
Otra cosa que saben demasiado bien: Que no se quieren jugar su propia pasta, y para no jugársela necesitan conseguir pasta ajena, y para conseguir pasta ajena necesitan a un pringao que tenga una idea, y que la desarrolle, y que la convierta en un formato con potencial dramático. ¡Pero esos "trámites sin importancia" hay que realizarlos para que alguien ingrese la pasta y, por tanto, ANTES de que alguien ingrese la pasta!
CONCLUSIÓN: Si hay algo que no le interesa a un productor, es que el guionista se sienta legitimado para cobrar por su trabajo justo en el momento en el que está haciendo ese trabajo, o sea: En el momento en que aún no existe dinero para pagarle.
Quizá por eso los guionistas no tenemos epígrafe propio y tenemos que compartirlo con los escayolistas y otras cien profesiones, en plan piso de camas calientes.
Quizá por eso resulta tan complicado establecer un sindicato de guionistas en España. Yo solía hacer el chiste de que los de ALMA habían elegido ese nombre porque necesitaban llamarse como algo que fuese INVISIBLE, pero voy retractándome día a día: Nunca he visto a ALMA tan activa y tan luchadora como este año. Pero tampoco he visto nunca tantos obstáculos en su camino. Y es que resulta difícil asentar un sindicato en un contexto tan "buenista" para las cosas que no importan y tan cínico para las cosas que realmente importan.
Insisto: No creo que los guionistas (o los escritores en general) debamos cobrar mucho más que cualquier otro departamento de la producción que aporte las mismas dosis de esfuerzo al producto final, pero...
... a riesgo de fliparme un poco...
... creo que en los últimos años, e incluso en los últimos siglos... e incluso en los últimos milenios...
... hemos despojado a nuestra profesión de su carácter sagrado.
Antaño... en los tiempos de las tribus... incluso en los tiempos de nuestros bisabuelos... el contador de historias se consideraba un elemento clave dentro de la comunidad. Transmitía no sólo sabiduría, sino también emociones, enseñanzas, interrogantes, encrucijadas morales... En las sociedades ancestrales el cuentacuentos estaba al mismo nivel del druida, del hechicero, del herrero, del cazador, del guerrero... De hecho, no había demasiada distinción entre los conceptos de "profesor" y "cuentacuentos".
En la actualidad, creo que nuestro rol social es igual de importante, pero no igual de cuidado, ni igual de respetado. Actualmente los beneficios prácticos de nuestra profesión, los que nos permitirían vivir de ella y poder centrarnos en ella como se merece, no repercuten en quienes la ejercemos, sino en los directivos de aquí y de allá, en las compañías telefónicas que facilitan el pirateo de los contenidos... e incluso en ese tipo que va a invitarte mañana mismo a un café para que le escribas un piloto de una serie que de momento no puede pagarte, pero que si consiguen venderla bla, bla, bla, bla, bla...
Y ese menosprecio lo vivimos los guionistas, y los realizadores, y los de producción, y los equipos de cámara, y de maquillaje, y de atrezzo, y de post-producción... ahora somos más gente repartiéndonos el pastel... pero es que antes las historias las contaba una sola persona en una cueva, a la luz de una hoguera... ahora las cuentan cienes de personas, para que lleguen a millones.
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