miércoles, 28 de noviembre de 2012

HAY QUE QUERER A NATALIE: CÓMO ADAPTARSE AL HECHO DE ADAPTAR.


Llevo horas dándole vueltas al guión en el que curro ahora. Está siendo quizá el encargo más complicado al que me he enfrentado desde que me dedico a esto.

Me vengo al blog buscando una tregua, un tiempo muerto, un desahogo durante el cuál las ideas se ordenen bien en mi cabeza y me permitan continuar con el tema, porque las ideas, en ocasiones, son así: como esas mujeres de las pelis antiguas que necesitan que dejes de mirarlas durante un rato para poder vestirse y desvestirse frente al tocador.

Debería aprovechar estas horas del mediodía para almorzar, y no para esta mierda, pero bueno... siempre me ha parecido demasiado aburrida la palabra "debería".

El proyecto que me ocupa es complicado por varias razones, y es una de ellas la que me motiva a escribir este post:

Se trata de adaptar al cine una novela de un escritor bastante prestigioso.

Y no es precisamente un libro que te lo ponga fácil. ¡No! Está repleto de poesía, los temas cruciales se localizan al primer vistazo... pero carece de estructura narrativa, hablando en términos ortodoxos. De hecho, cuando intentas hacerla encajar en una estructura clásica, la historia se defiende a base de arañazos y mordiscos, como un gato que lucha porque lo quieres meter en la bañera.

Existe, además, otro factor que complica las cosas aún más si cabe, una vuelta de tuerca:

La novela en cuestión narra cosas que sucedieron en la vida real.

Y la realidad es sucia, caótica... los árboles no crecen con formas geométricas, hay que podarlos... y duele ser el jardinero encargado de hacerlo. Si te dedicas a los jardines, es fácil presumir que te gustan los árboles. Y uno se siente mal cuando tiene que amputarle extremidades a un ser al que ama.

Lo comentaba ayer en Twitter: A veces escribir sobre hechos reales es como intentar ordenar el interior del camión de la basura.

Muchas veces, en algunos blogs de guión, me invade una sensación de hastío cuando empiezan a disertar sobre adaptaciones de novelas o de historias basadas en hechos reales. "¿Otra vez hablando de lo mismo?" Ahora que tengo que pasar por este quinario, me acuerdo de esos posts y los considero compañeros de fatiga. Me gustaría tomarme unas cervezas con esos posts, compartir nuestras miserias.

Últimamente he tenido que viajar más de lo que quisiera, así que he hecho algo - de manera intuitiva - para intentar aclararme en estos temas: Invertí los viajes de avión en leerme la novela en la que se basó una de mis pelis favoritas; una peli de las que no se prestan a estructuras ortodoxas:

ALTA FIDELIDAD.



Es algo que no hago casi nunca: Leerme la novela después de haber visto la película. Pero ya había leído otro par de obras Nick Hornby, y soy muy fan.

Evidentemente, he leído el libro con un chip raro activado en la cabeza, muy ocupado deduciendo cómo pudo transcurrir el proceso de adaptación: ¿Qué cosas incluir, cuáles dejar fuera, cuáles conservar pero cambiándolas de lugar? ¿Aprovechar algunos momentos estelares pero atribuyéndoselos a otros personajes? ¿Quitar peso específico a esto y añadírselo a aquello otro? ¿Convertir las palabras del narrador en diálogos de los personajes?

Ya he leído entera Alta Fidelidad. La terminé en algún punto indefinido entre Nápoles y Milán, enlatado en un avión. Y he de decir que me parece maravillosamente adaptada: Funciona como peli y transmite de manera muy fiel el espíritu de la novela. No he indagado acerca de lo que opina el señor Hornby al respecto, pero creo que debería sentirse realmente orgulloso de que hayan adaptado su obra con tanto cariño, y con tanta eficiencia.

Creo que es algo que necesariamente le pesa a cualquier guionista que adapte: Que el autor original esté contento, que entienda (o como mínimo acepte) las decisiones drásticas que hay que tomar a veces para convertir el papel en celuloide.

En mi caso concreto, el autor está muerto. No sé si eso significa menos presión o todo lo contrario. El largo anterior que escribí ("The other side") también se basaba en la obra de un autor fallecido, y fue bastante duro. Como me decía ayer una persona muy cercana, últimamente en todos los proyectos en los que curro hay un muerto en el equipo.

Si bien he disfrutado muchísimo la novela, la he leído con una sensación extraña. A ratos, en lugar transportarme a la tienda de discos, al piso de Rob, a la iglesia del funeral... me transportaba a las reuniones que debieron tener los guionistas para tomar cada decisión sobre la peli. Me los imaginaba allí, en un despacho o en una cafetería, a Cusack, a Rossenberg y a los otros dos, discutiendo sobre cada decisión, emocionándose para venirse abajo a los dos minutos, teniendo diálogos de besugos sobre si perdonarle o no la vida a cada renglón de la novela, llegando a conclusiones que se pasarían por el forro en la siguiente jornada.

En la peli de Stephen Frears - ahora me doy cuenta - hay muchísimas frases textuales sacadas directamente de la novela. Son momentos maravillosos. Pero me imagino a los guionistas tratando día a día con esas perlas literarias y perdiendo la perspectiva, empachándose de ellas, aborreciéndolas.

Es uno de los grandes peligros de trabajar en un guión durante demasiado tiempo:

Empiezas a dar la poesía por sentada.

Es como si te vas a vivir con una chica de la que te enamoraste. De repente la ves todos los días, se convierte en rutina, recuerdas qué era lo que te apasionaba de ella, pero de alguna manera ya no lo sientes en las vísceras.

Cuando trabajas con un material durante demasiados días (o demasiadas versiones) se convierte en eso: En una novia que ya no te produce cosquillitas en las tripas. (Curiosamente, de eso va, en gran medida, la trama de Alta Fidelidad)

¿No os ha pasado alguna vez, eso de ver a un tipo con una chica maravillosa (o viceversa) y pensar que ese gilipollas ya se ha olvidado de la suerte que tiene de tener a alguien así tan cerca? ¡Ni se molesta en cuidarla!

De repente, imaginando las reuniones que debieron de tener los guionistas para parir la peli de Alta Fidelidad me los imaginé así: Manipulando perlas de poesía con la frialdad del cirujano. Esto lo colocamos aquí, esto lo colocamos allá. Es una actitud necesaria, una defensa natural, una manera de no perder tiempo innecesario y valiosísimo.

Estoy seguro de que muchos de los diálogos que más te conmueven en Alta Fidelidad, para los guionistas, mientras trabajaban, acabaron siendo pura mercancía. Se enamoraron del proyecto gracias a ellos, pero meses después todo se reducía a mecanicismo, a operaciones automáticas, a fardos que había que transportar de un lugar a otro de la trama.

Es como si tienes a Natalie Portman para aportar belleza a tu local y empiezas a comerte la cabeza sobre si quedará mejor junto al mostrador, junto a la puerta, junto a los baños... Llega un momento en el que te olvidas de que estás manipulando a Natalie Portman. La elegiste por su belleza, por su encanto, por su magia, pero ahora la desplazas como un trozo de carne, la cosificas. Todos se quedarán prendados cuando entren en tu local y la vean allí. Una parte de ti lo sabe, y sabe que la chica lo merece, y sabe que haces lo que haces precisamente por y para eso. Adorabas a Natalie. Por eso decidiste embarcarte en ello. Pero luego vienen las complicaciones y las prisas y el perder el norte.

Y es lo que yo saco en claro de todo esto: Cuando te sientes perdido en el proyecto, cuando te aburre el laberinto en el que te has metido, hay que pararse, hay que recordar lo que sentiste la primera vez que leíste ese material... hay que recordar qué cojones lo hacía tan especial antes de que tuvieses que cosificarlo en defensa propia...

... hay que querer a Natalie.


1 comentario:

Sofia dijo...

Es el problema de que aunque sean "primos" el cine (que es acción por naturaleza) y las novelas sean tan difíciles de convertir.