domingo, 25 de diciembre de 2011

CHIMPANCÉS QUE TECLEAN


La foto que encabeza estas palabras es del nuevo blog de Alby Ojeda. Un blog que ya se echaba de menos en el cyberespacio, y que a partir de ahora encontraréis en los enlaces de la barra lateral:

Skip Intro.

Porque tiene la osadía de centrarse en un terreno inexplorado: Guión de videojuegos. Sí. Lo han oído bien. GUIÓN (de videojuegos). ¡Seguidlo de cerca y seréis mucho más felices!

Le he tomado prestada la foto del chimpancé porque, además de apetecerme publicitar esa iniciativa, el concepto del chimpancé tecleando me viene de perlas para ilustrar lo que quiero contar hoy.

Es bien sabido que los que tenemos la suerte de vivir - o sobrevivir - de la escritura tendemos al victimismo fácil. Todo nos parece injusto, nunca nos sentimos lo suficientemente valorados. Ensalzamos la importancia de nuestro trabajo sin que nadie nos lo haya pedido, siempre de forma agresiva, caústica, como "a la defensiva".

Yo, por mi parte, intento no caer en esa dinámica. Por mucha mierda que haya que tragar en esto de la escritura, trato de recordarme a mí mismo que al menos me pagan (poco) por dedicarme a lo que más me gusta. Y seamos sinceros: Escribir es más llevadero que cargar cajas de pescado en un muelle o sacos de cemento en una obra o fusiles en Afganistán.

Sólo se me ocurre algo realmente "duro" inherente al proceso de escribir: La carga emocional que uno tiende a volcar en lo que hace. Escribir es como traer un hijo al mundo y luego observar cómo lo arrastran por el fango o cómo es devorado por alimañas carroñeras. Y esto es especialmente jodido cuando hablamos de escritura de guión. En esos casos, la criatura suele acabar manoseada por demasiada gente. Gente que en muchas ocasiones carece de criterio, o necesita opinar "por sistema" para justificar un puesto de trabajo que ni siquiera debería existir.

Creo que para sobrevivir en el mundillo de la escritura hay que aprender a "cambiar de chip". Saber pasar de "modo autor" a "modo trabajo por encargo" con un simple click. Como si tuviésemos una termomix en la cabeza.

¿Funciona? Bueno... más o menos. En realidad uno no puede evitar un mínimo de implicación emocional incluso cuando la termomix mental está en "modo mercenario". Una tendencia incurable a aportar un poquito de cariño, una inercia a "hacer las cosas bien". Pero ahí está la gentuza mencionada más arriba, obligándote a hacer las cosas mal por razones a cuál más indigna.

El resultado se traduce en frustración, en sensación de traicionarse a uno mismo o en esa pregunta escalofriante que siempre te visita, por mucha experiencia que lleves acumulada: "¿Y si esos tipos están en lo cierto y soy yo el que no tiene ni puta idea de esto?"

En mi opinión, las crisis de autoestima que genera este trabajo son más chungas que las asociadas a otras actividades laborales. Y es que hablamos de un trabajo donde el concepto de éxito es algo tan subjetivo, tan difícil de definir y de medir...

Esta peculiar naturaleza de la escritura da lugar a dos topicazos. Y posiblemente esos dos tópicos son el motivo que convierte a los escritores en victimistas mezquinos, siempre "a la defensiva". ¿Cuáles son?

a) Escribir no es un trabajo de verdad.

b) Escribir es algo que puede hacer cualquiera.

Muchos de vosotros pensaréis que exagero, pero os aseguro que esas dos sentencias nos persiguen allá donde vayamos.

Lo primero puede deberse en gran medida a la naturaleza inmaterial del proceso de escritura. Aunque el resultado final se plasme en un trozo de papel, la mayor parte del trabajo consiste en pensar. Y a la gente, lo creamos o no, le cuesta aceptar que la acción de pensar pueda ser algo productivo. Somos el resultado de una serie de revoluciones intelectuales que nos han legado un montón de cosas maravillosas, pero que acaso han traído consigo cierto daño colateral: El culto a lo material.

Si antaño se veneraba al anciano que contaba las historias junto al fuego al resto de la tribu, hoy día el "cuentacuentos" es una figura a la que nos cuesta respetar. Creo que en parte se debe a que la gente ha olvidado la utilidad "mágica", casi religiosa inherente al arte de contar historias. Pero éste es un tema que merecería una entrada aparte.

¿El resultado? Que muy pocos estarán dispuestos a asumir que tú, escritorzuelo, estás trabajando cuando sales a dar un paseo para ordenar las ideas en tu cabeza, o cuando escuchas a la gente desde la barra de un bar y tecleas cada dos por tres en tus notas del Iphone (sucesoras del moleskine en gente de nuestra calaña). Y del mismo modo, pocos admitirán que unos guionistas están siendo productivos cuando se asomen a una sala de trabajo y vean a seis personas en silencio, dándole vueltas al tarro o, en el mejor de los casos, hablando sobre cosas.

Pensar no es un trabajo.

No para la mayoría de la gente. Muchos te dirán que por supuesto que lo es. Te lo dirán con la misma convicción con la que afirman que la mejor programación es la de "La 2", o que no les importaría tener un hijo gay.

En el mejor de los casos, estamos dispuestos a admitir que el escritor está currando cuando le vemos sentarse frente al ordenador y teclear. Eso parece trabajo de oficina, puede colar. ¡Eh! ¡Un momento! ¿Cómo? ¿Que algunos teclean en pijama? Eso ya es más jodido.

(por cierto, esta entrada la estoy tecleando en pijama)

Y luego está lo otro: La creencia generalizada de que escribir es algo que puede hacer cualquiera.

Coño, es cierto que ya no estamos en la Edad Media. Hoy día - a pesar de la ESO - cualquiera es capaz de juntar un par de letras y de comunicarse con ellas. Eso es algo maravilloso y, desgraciadamente, no es tan común en otros países del planeta.

Pero cuando hablamos de "escribir" como oficio, nos referimos a algo más.

Yo siempre lo comparo con jugar al ajedrez. Cualquiera sabe jugar al ajedrez, pero muy pocos saben JUGAR al ajedrez. Es muy sencillo aprender que la torre se mueve en línea recta y que el alfil ataca en diagonal. Pero usar esa torre y ese alfil para ganar una partida contra Kasparov - o contra el nivel principiante de cualquier ordenador - ya no es tan fácil.

Tampoco pretendo ir de nazi con ese tema. Me considero muy poco elitista. No hablamos de estudiar ingeniería, joder. No creo que haga falta aprobar una carrera para aprender a escribir. Hay mil maneras de llegar a ello. Un autodidacta de la escritura puede suplir mil carencias técnicas a base de esfuerzo, intuición, empatía. No hay reglas inamovibles, y me parece precioso que no las haya.

Peeeeeroooooooo...

... eso no significa que lo pueda hacer "cualquiera". ¿Cuántas veces habré oído a productores decir eso de "lo podría escribir yo mismo, pero no tengo tiempo"? ¿Cuántas veces habré visto a directivos o directores cambiar a capricho cosas de un guión sin plantearse la posibilidad de que esas cosas estaban ahí por alguna razón?

No me imagino a un capataz cambiando los planos del arquitecto sobre la marcha y decidiendo así, a la ligera: "Esta columna no la vamos a poner, que vamos mal de tiempo."

- ¡Eh! ¡Que sin esa columna el edificio se viene abajo!

- Bah, estos arquitectos, qué pesaos son...

Pues un buen guión no se diferencia en exceso de un plano de arquitectura. Los guiones bien construidos son sistemas solidarios, con todos sus elementos interelacionados. Y si les quitas una columna así, a capricho, se vienen abajo.

TRANQUILOS, YA ME QUEDA POCO PARA TERMINAR.

¿Y sabéis qué otra cosa, en mi opinión, contribuye a que todo el mundo "se crea guionista"?

El puto Microsoft Word.

A día de hoy, es muy normal que sigan obligándote a escribir los guiones en Word. Nuestra herramienta de trabajo es la misma que utiliza cualquier hijo de vecino para escribir una carta, o para imprimir un cartel de "AY MENU HESPECIAL DEL DIA".

En un mundo tan "de las apariencias" como el nuestro, si tu trabajo se puede hacer con el Word resulta lógico que incluso el puto clip del Word se sienta con derecho a opinar a la ligera.


Hola, parece que está usted escribiendo un guión. ¡Dale una vuelta! E incluye esta anécdota divertidísima que me pasó el otro día.

Creo que hay software específico para escribir novelas. Yo no lo uso. Pero en guión sí me gusta trabajar en CELTX (si nadie me ordena lo contrario).

CELTX, Final Draft... son muy útiles, pero no solucionarán este problema. Demasiado fáciles de usar. No son un Autocad. Si el sobrino de tu cliente ha aprendido a usar el Photoshop y el Paint para hacer ese horrendo logotipo, tarde o temprano aprenderá a usar el CELTX.

Yo propongo diseñar aparatos que nadie entienda. Que sean muy "materiales". Un conglomerados de palancas, cables, indicadores que midan cosas raras. No servirán para nada, pero la gente no tiene por qué saberlo. Será un secreto dentro del gremio. Al más puro estilo masón. A este aparato de aquí lo llamaremos "estructurador de tramas". La gente nos verá accionar palancas y regular válvulas mientras pensamos en nuestra historia.

"¡Mírale cómo trabaja", diran. "Qué complicado es esto de hacer guiones."

Y esa máquina de ahí es un "establecedor de tono".

"Le estoy pagando un dineral a este guionista, pero claro... es que él aporta su propio establecedor de tono, y no hay nadie en esta productora que sepa usar un trasto de ésos."

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